miércoles, 21 de agosto de 2019


Cuarta Feria, 21 de agosto

San Pío X


1835-1914

Papa y confesor

Realizó curaciones milagrosas, en varias Audiencias Públicas

San Pio X, dedicó una especial atención a los sacerdotes. Muchas veces dijo, que de su santidad, dependía en gran medida, la santidad del pueblo cristiano.

Restauró el canto gregoriano en las misas, y condenó ese compendio de herejías, autodenominada “Modernismo”.


Breve
Nació en la aldea de Riese, situada en la región véneta, en el año 1835. Primero ejerció santamente como presbítero, más tarde fue obispo de Mantua, y luego patriarca de Venecia.

En el año 1903, fue elegido papa. Adoptó como lema de su pontificado: «Instaurare omnia in Christo», consigna por la que trabajó intensamente, con sencillez de espíritu, pobreza y fortaleza, dando así un nuevo incremento a la vida de la Iglesia. Tuvo que luchar también, contra los errores doctrinales, que en ella se filtraban. Murió el día 20 de agosto, del año 1914.

"Era uno de esos hombres elegidos, de los que hay pocos, con una personalidad irresistible. Todos tenían que sentirse conmovidos, por su absoluta sencillez, y su bondad angelical. Sin embargo, era algo más, lo que le hacía entrar en todos los corazones; ese "algo" se puede definir mejor, al observar que todo aquél que fue admitido a su presencia, salió con la profunda convicción, de haber estado frente a un santo. Y entre más se sabe sobre él, mayor fuerza adquiere esta convicción". Baron von Pastor, historiador, sobre el Papa Pío X:


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Nuestro Papa nació en 1835, con el nombre de Giuseppe (José) Sarto, hijo de un humilde cartero, en la ciudad de Riese, en el Veneto. Fue el segundo de diez hijos, de una pobre familia.

Asistió a la escuela elemental de Riese, y gracias a las instancias del cura párroco, pasó a la escuela superior de Castelfranco, a una distancia de ocho kilómetros, que el chico recorría a pie, dos veces al día.

Más tarde, en virtud de una beca que se obtuvo para él, pudo asistir al seminario de Padua. Por dispensa especial, se le ordenó sacerdote, a la edad de veintitrés años, y desde aquel momento, se entregó completamente al ministerio pastoral; al cabo de dieciséis años, ascendió a canónigo en Treviso, donde prosiguió con mayor ahínco, su dura y generosa tarea sacerdotal.

En 1884, fue consagrado obispo de Mántua, diócesis que se hallaba en bajas condiciones morales, debido a su clero negligente, hasta el extremo, de haber provocado un cisma en dos poblaciones.

Fue tan limpio y brillante, el triunfo que obtuvo el obispo, en el desempeño de aquel cargo, plagado de dificultades, que en 1892, el Papa León XIII consagró a Monseñor Sarto como cardenal sacerdote, de San Bernardo de los Baños, y casi inmediatamente, lo elevó a la sede metropolitana de Venecia, que comprende el título honorífico de patriarca.

Ahí se transformó en un verdadero apóstol, para toda la región del Veneto, y puso de manifiesto, el valor de su sencillez y su rectitud, en una sede que se ufanaba de su magnificencia y de su pompa.

A la muerte de León XIII, en 1903, era creencia general, que habría de sucederle, en la cátedra de San Pedro, el cardenal Rampolla del Tíndaro; las tres primeras votaciones del cónclave indicaron, que la opinión general estaba en lo cierto; pero entonces, el cardenal Puzyna, arzobispo de Cracovia, comunicó a la asamblea de electores, que el emperador Francisco José de Austria, imponía el veto formal, contra la elección de Rampolla.

El anuncio causó una profunda conmoción; los cardenales protestaron con energía, por la intervención del emperador, y las cosas llegaron al punto de efervescencia, cuando Rampolla, con mucha dignidad, retiró su candidatura.

Al cabo de otras cuatro votaciones, resultó elegido el cardenal Giuseppe Sarto. Así llegó a la cátedra de Pedro, un hombre de humilde cuna, sin relevantes dotes intelectuales, sin experiencia en las diplomacias eclesiásticas, pero con un corazón tan grande, que no le cabía en el pecho, y tan bueno que parecía irradiar gracias: "un hombre de Dios, que conocía los infortunios del mundo, y las penurias de la existencia; y en la grandeza de su corazón, solo quería arreglarlo todo, y consolar a todos".

Uno de los primeros actos del nuevo Papa, fue el de recurrir a la constitución "Commissum nobis", a fin de terminar, de una vez por todas, con cualquier supuesto derecho de cualquier poder civil, para interferir en una elección papal, por el veto u otro procedimiento. Más adelante, dio un paso cauteloso, pero definitivo, hacia la reconciliación entre la Iglesia y el Estado, en Italia, al levantar prácticamente el "Non Expedit".

Su manera de hacer frente, a la muy crítica situación, que no tardó en presentarse en Francia, fue directa y tan efectiva, como cualquiera de los medios diplomáticos en uso. En 1905, luego de numerosos incidentes, el gobierno francés, denunció el concordato de 1801, decretó la separación de la Iglesia y el Estado, y emprendió una campaña agresiva, contra la Iglesia.

El gobierno propuso crear una organización, para que se preocupara de las propiedades eclesiásticas, bajo el nombre de "associations cultuelles", a la que muchos de los prominentes personajes católicos de Francia, deseaban someterse por vías de ensayo; pero tras una serie de consultas, con los obispos franceses, el Papa Pío X emitió un par de declaraciones enérgicas y dignas, por las que condenaba la ley de separación, y calificaba la "asociación" de anticanónica.

A los que se quejaban, de que había sacrificado todas las posesiones de la Iglesia en Francia, les respondió: "Aquellos se preocupaban demasiado por los bienes materiales, y muy poco por los espirituales". La separación ofreció la ventaja, de que a partir de entonces, la Santa Sede pudo nombrar directamente a los obispos franceses, sin la nominación previa de los poderes civiles.

El obispo de Nevers, Monseñor Gauthey, dijo del Papa: "Pío X, nos emancipó de la esclavitud, al costo del sacrificio de nuestras propiedades. Que Dios le bendiga por siempre, por no haber titubeado en imponernos ese sacrificio". La severa actitud del Papa, causó tantos trastornos y dificultades al gobierno francés, que veinte años más tarde, se avino a concertar un nuevo acuerdo, dentro de los cánones, para la administración de las propiedades de la Iglesia.

Contra el Modernismo
El nombre de Pío X, se vincula generalmente, y con toda razón, al movimiento que purgó a la Iglesia, de ese "resumen de todas las herejías", al que alguno, tuvo la ocurrencia de llamar "Modernismo".

Un decreto del Santo Oficio, fechado en 1907, condenó a ciertos escritores y ciertas ideas; muy pronto le siguió la carta encíclica "Pascendi dominici gregis", en la que se indicaban peligrosas tendencias de alcance imprevisible; se señalaban, y condenaban las manifestaciones del modernismo, en todos los campos.

Pero también, se adoptaron medidas enérgicas, y a pesar de que hubo furiosas oposiciones, el modernismo en la Iglesia fue desenmascarado. Ya había conquistado bastante terreno entre los católicos, y sin embargo, no fueron pocos, quienes opinaron que la condena del Papa, había sido excesiva y oscurantista.

Cinco años después, en 1910, la encíclica del Papa sobre San Carlos Borromeo, fue mal interpretada, y se ofendieron los protestantes en Alemania. Pío X publicó la explicación oficial, del párrafo mal interpretado en el Osservatore Romano, y ahí mismo, recomendó a los obispos alemanes, que no hiciesen más comentarios ni publicidad, en torno a la encíclica, en el púlpito o en la prensa.

Renovarlo todo en Cristo: Eucaristía y Palabra
En su primera encíclica, Pío X anunciaba que su meta primordial, era la de "renovarlo todo en Cristo", y sin duda, que con ese propósito en mente, redactó y aprobó, sus decretos sobre el sacramento de la Eucaristía.

Por ellos, recomendaba y encomiaba la comunión diaria, si fuese posible; que los niños se acercaran a recibirla, al llegar a la edad de la razón, y que se facilitara el suministro de la comunión, a los enfermos.

Recordemos que en la Edad Media, y posteriormente en la época del jansenismo, los fieles católicos comulgaban rarísima vez. La comunión diaria o muy frecuente, se consideraba como algo extraordinario, y aun indebido.

También el Papa, se preocupó por la Palabra, puesto que instaba a la lectura diaria de la Biblia, aunque en este caso, las recomendaciones del Papa, no fueron tan ampliamente aceptadas.

Desde 1903, y con el objeto de aumentar el fervor, en el culto divino, emitió un motu proprio, con una serie de instrucciones, sobre la música sacra, destinadas a terminar con los abusos al respecto, y a restablecer el uso del canto gregoriano en la Iglesia.

Dio alientos a los trabajos de la comisión, para la codificación de las leyes canónicas, y fue él quien llevó a cabo, la completa reorganización de los tribunales, oficinas y congregaciones de la Santa Sede.

También estableció Pío X, una comisión correctora y revisora, del texto Vulgata de la Biblia, (este trabajo les fue encomendado a los monjes benedictinos), y en 1909, fundó el Instituto Bíblico, para el estudio de las Escrituras, y lo dejó a cargo de la Compañía de Jesús.

A favor de los Pobres
Siempre consagró sus preocupaciones y actividades, a los débiles y los oprimidos. Con inusitada energía, denunció los malos tratos, a que eran sometidos los indígenas, en las plantaciones de caucho del Perú.

Creó y organizó, una comisión de ayuda a los damnificados, tras el desastroso terremoto de Messina, y por cuenta propia, acogió a numerosos refugiados, en el hospicio de Santa Marta, junto a San Pedro.

Sus caridades, en todas las partes del mundo, donde se necesitaban socorros, eran tan abundantes y frecuentes, que las gentes de Roma, y de toda Italia, se preguntaban, de dónde saldría tanto dinero.

La sencillez de sus hábitos personales, y la santidad de su carácter, se ponían de manifiesto, en su costumbre de visitar cada domingo, alguno de los patios, rinconadas o plazuelas del Vaticano, para predicar, explicar y comentar el Evangelio de aquel día, a todo el que acudiera a escucharle.

Era evidente que Pío X, se sentía desconcertado, y tal vez un poco escandalizado, ante la pompa y la magnificencia, del ceremonial en la corte pontificia. Cuando era patriarca de Venecia, prescindió de una buena parte de la servidumbre, y no toleró que nadie, fuera de sus hermanas, le preparase la comida; como Pontífice, eliminó la costumbre, de conferir títulos de nobleza a sus familiares. "Por disposición de Dios”, solía decir, “mis hermanas son hermanas del Papa. Eso debe bastarles".

En una ocasión, antes de cierta ceremonia, exclamó ante un viejo amigo suyo: "¡Mira cómo me han vestido!", y se echó a llorar. A otro de sus amigos, le confesó: "No cabe duda de que es una penitencia, verse obligado a aceptar todas estas prácticas. ¡Me condujeron entre soldados, como a Jesús, cuando le apresaron en Getsemaní!".

Estas anécdotas describen la grandeza de corazón, la sencillez y la bondad de Pío X. A un joven inglés, protestante convertido al catolicismo, y que deseaba ser monje, pero sentía el escrúpulo, de haber estudiado muy poco, le dijo el Papa: "Para alabar bien a Dios, no se necesita ser sabio".

Un escritor de Mantua, publicó un libro de carácter sensacionalista, en el que lanzaba infames acusaciones contra Pío X; éste no quiso emprender ninguna acción legal, pero en cuanto supo, que el calumniador se hallaba en bancarrota, el Papa le envió ayuda: "Un hombre tan desdichado, comentó, necesita oraciones, más que castigos".

Aún durante su vida, Dios utilizó al Papa Pío X, como instrumento de sus milagros, y hasta en esos casos sobrenaturales, se puso de manifiesto su perfecta modestia y sencillez.

Durante una audiencia pública, uno de los asistentes, mostró su brazo paralizado, al tiempo que decía: "¡Cúrame, Santo Padre!". El Papa se acercó sonriente, tocó el brazo tumefacto, y dijo amablemente: "Si, sí". Y el hombre quedó curado.

En otra audiencia privada, una niña de once años, que estaba paralítica, pidió lo mismo. "¡Quiera Dios concederte lo que deseas!", dijo el Pontífice. La niña se levantó, y anduvo por sí misma.

Una monja que sufría de una tuberculosis muy avanzada, le pidió la salud. "Sí", fue todo lo que repuso Pío X, mientras ponía las manos, sobre la cabeza de la religiosa. Aquella tarde, el médico declaró que estaba completamente sana.

Primera Guerra Mundial
El 24 de junio de 1914, la Santa Sede firmó un concordato con Servia; cuatro días más tarde, el archiduque Francisco de Austria y su esposa, fueron asesinados en Sarajevo; a la medianoche del 4 de agosto, Alemania, Francia, Austria, Rusia, Gran Bretaña, Servia y Bélgica estaban en guerra.

Era el undécimo aniversario de la elección del Papa. Pío X no solo había vaticinado aquella guerra europea, como otros muchos, sino que profetizó que estallaría definitivamente, para el verano de 1914.

Aquel conflicto, fue para el Papa un golpe fatal. "Esta será la última aflicción, que me mande el Señor. Con gusto daría mi vida, para salvar a mis pobres hijos, de esta terrible calamidad". Pocos días más tarde, sufrió una bronquitis; al día siguiente, 20 de agosto, murió. Fue en verdad, víctima de la Guerra.

"Nací pobre, he vivido en la pobreza, y quiero morir pobre", dijo en su testamento. Demostró la verdad de aquellas palabras: su pobreza era tanta, que hasta la prensa anticlerical quedó admirada.

Después del funeral, en la basílica de San Pedro, Monseñor Cascioli, escribió lo siguiente: "No tengo la menor duda, de que este rincón de la cripta, se convertirá muy pronto, en un santuario, un centro de peregrinación. Dios glorificará ante el mundo, a este Papa, cuya triple corona fue la pobreza, la humildad y la bondad". Y así fue por cierto.

El Pontificado de Pío X no fue tranquilo, y el Papa mostró resolución en su política. Hubo muchos que le criticaron, lo mismo dentro que fuera de la Iglesia. Pero al morir, todas las voces fueron una; desde todas partes, desde todas las clases sociales, surgió un llamado, para que se reconociera la santidad de Pío X, el que fuera Giuseppe Sarto, hijo del cartero.

En 1923, los cardenales de la curia, decretaron que se había abierto su causa, firmada por veintiocho prelados. En 1954, el Papa Pío XII, canonizó solemnemente a su predecesor, ante una enorme multitud que llenaba la Plaza de San Pedro, en Roma. Aquel fue el primer Papa, al que se canonizaba desde Pío V, en 1672.

San Pio X y los sacerdotes
San Pio X, dedicó una especial atención a los sacerdotes. Muchas veces dijo, que de su santidad, dependía en gran medida, la santidad del pueblo cristiano. En el cincuenta aniversario de su ordenación sacerdotal, dedicó a los sacerdotes una exhortación, sobre cómo deben ser, los sacerdotes que la Iglesia necesita. Pedía, ante todo, sacerdotes santos, entregados por entero a su labor de las almas.

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Oficio de lectura, 21 de agosto, San Pío X, Papa
La voz de la Iglesia resuena dulcemente
De la constitución apostólica Divino afflátu, del papa San Pío X
AAS 3 [1911], 633-635

Es un hecho demostrado, que los salmos compuestos por inspiración divina, cuya colección forma parte de las Sagradas Escrituras, ya desde los orígenes de la Iglesia, sirvieron admirablemente, para fomentar la piedad de los fieles, que ofrecían continuamente a Dios, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios, que confiesan su nombre; y que además, por una costumbre heredada del Antiguo Testamento, alcanzaron un lugar importante en la Sagrada Liturgia, y en el Oficio Divino.

De ahí nació, lo que San Basilio llama, «la voz de la Iglesia», y la salmodia, calificada por nuestro antecesor Urbano octavo, como «hija de la himnodia, que se canta asiduamente, ante el trono de Dios, y del Cordero», y que según el dicho de San Atanasio, enseña sobre todo, a las personas dedicadas al culto divino, «cómo hay que alabar a Dios, y cuáles son las palabras más adecuadas» para ensalzarlo.

Con relación a este tema, dice bellamente San Agustín: «Para que el hombre alabara dignamente a Dios, Dios se alabó a sí mismo; y porque se dignó alabarse; por esto el hombre halló el modo de alabarlo».

Los salmos tienen además, una eficacia especial, para suscitar en las almas, el deseo de todas las virtudes. En efecto, «si bien es verdad que toda Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, inspirada por Dios, es útil para enseñar, según está escrito; sin embargo, el libro de los salmos, como el paraíso en el que se hallan (los frutos) de todos los demás (libros sagrados), prorrumpe en cánticos, y al salmodiar, pone de manifiesto, sus propios frutos, junto con aquellos otros».

Estas palabras, son también de San Atanasio, quien añade asimismo: «A mi modo de ver, los salmos vienen a ser, como un espejo, en el que quienes salmodian, se contemplan a sí mismos, y sus diversos sentimientos, y con esta sensación los recitan».

San Agustín dice, en el libro de sus Confesiones: «¡Cuánto lloré con tus himnos y cánticos, conmovido intensamente, por las voces de tu Iglesia, que resonaba dulcemente!. A medida que aquellas voces, se infiltraban en mis oídos, la verdad se iba haciendo más clara en mi interior, y me sentía inflamado, en sentimientos de piedad, y corrían las lágrimas, que me hacían mucho bien».

En efecto, ¿quién dejará de conmoverse, ante aquellas frecuentes expresiones de los salmos, en las que se ensalza, de un modo tan elevado, la inmensa majestad de Dios, su omnipotencia, su inefable justicia, su bondad o clemencia, y todos sus demás infinitos atributos, dignos de alabanza?. ¿En quién no encontrarán eco, aquellos sentimientos de acción de gracias, por los beneficios recibidos de Dios; o aquellas humildes y confiadas súplicas, por los que se espera recibir; o aquellos lamentos del alma, que llora sus pecados?. ¿Quién no se sentirá inflamado de amor, al descubrir la imagen esbozada, de Cristo redentor, de quien San Agustín, «oía la voz en todos los salmos, ora salmodiando, ora gimiendo, ora alegre por la esperanza, ora suspirando por la realidad»?.

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También recordamos con Amor y Agradecimiento, a los siguientes Santos y Mártires:

-Santa Ciriaca, viuda y mártir, Roma, s. III.
-San Anastasio, convertido por San Agapito, Salonia (Italia), s, III.
-Santos Lusorio, Ciselio y Camerino, mártires, Cerdeña, 301.
-San Privato, mártir y obispo, Gaudevan (Francia), 202.

-Santos Barroso y Maximiano, mártires. Dos soldados de Juliano el Apóstata, decapitados en Antioquía, 363. Sus cuerpos descansan hoy en Arjona, Jaén.

-San Paterno, mártir, Fondi (Italia), 251.
-Santa Basa, mártir, y sus hijos Teogonio, Agapio y Fidel, mártires, Edesa (Siria), 304.
-San Euprepio, obispo de Verona. s. II?
-San Cuadrato, ob. de Verona, s. II?
-San Bernardo Ptolomei (22 agosto), Siena (Italia), 1348.

-San Juan, mártir. Fue un rico comerciante de Córdoba, a quien los mahometanos, obligaron a apostatar de la fe, atórmentándole con palos, hambre y dura cárcel. En ella le encontró San Eulogio, cuando le condujeron a su vez a él, y escribe que contempló sus espaldas, llagadas por los azotes. Falleció en paz, después de salir de la prisión, por los años 854 u 856.

-Santa Humbelina, abadesa de Jully-sur-Sarce (Francia), 1141.
-Santa Teocleta, la Taumaturga, una de las santas más populares en Oriente, s. IX.

-San Bernardo, Santa Engracia y Santa María, mártires, hermanos; hijos de un moro y convertidos al cristianismo, por unos monjes portugueses; Bernardo tomó el hábito en Clairvaux. Vuelto a España, fue martirizado por los moriscos en Alcira, juntamente con sus dos hermanas, s. XII.

Oración: Señor y Dios nuestro, que para defender la fe católica, y restaurar todas las cosas en Cristo, colmaste al papa San Pío X, de divina sabiduría y fortaleza apostólica, concéde a nuesto Papa Francisco la misma fortaleza, para enfrentar los crecientes desafíos, de la Post-Modernidad. A Tí Señor, que nos prometiste discernimiento, para saber aprovechar, lo mejor de lo viejo y de lo nuevo. Amén.


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