lunes, 23 de diciembre de 2019


Segunda Feria, 23 de Diciembre

San Juan Cancio (de Kenti)


Sacerdote. Decano. El Padre de los Pobres.

+1473

"Combatimos el pecado, pero amamos al pecador. Atacamos el error, pero no queremos violencia contra nadie; la violencia siempre hace daño, en cambio la paciencia y la bondad, abren las puertas de los corazones"

Breve
Decano de filosofía y profesor de teología, en la Universidad de Cracovia. Conocido por su austeridad, humildad y caridad para con los pobres. Uno de los Patrones de Polonia.
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Nace en Kanty, cerca de Auschwitz, Polonia (al oeste de Cracovia).

Sus compañeros de estudio le criticaban por ayunar, y abstenerse de comer carne. Le decían que estaba dañando su salud. Él respondía que los monjes ayunaban, y se abstenían de carne, y muchas veces llegaban hasta los ochenta años, con salud física y mental.

En una ocasión, regaló su almuerzo a un hombre hambriento, que vió junto a la puerta. Sintió entonces una alegría tan grande, al recordar que quien atiende al pobre, atiende a Cristo, tanto que cuando llegó a ser profesor de la universidad, todos los días le dará almuerzo a un pobre.

Cuando alguien le decía: "Ya viene el pobre", él añadía: "Ya viene Jesucristo", porque recordaba lo que dijo Jesús: "Yo les diré: tuve hambre y me dieron de comer. Porque todo favor que han hecho, a cualquiera de estos, mis humildes hermanos, yo lo recibo, como si me lo hubieran hecho a Mí, en persona" (Mt. 25, 40).

Al llegar a la Universidad, Juan ponía fin a una educación, que pudiéramos llamar casi campesina. Había nacido en el seno de una familia patriarcal, y se había educado cristianísimamente, con una orientación ortodoxa, sólida y segura.

Incorporado a la Universidad, después de algunas duras pruebas, que él supo sobrellevar con firmeza, se dedicó con tal entusiasmo a los estudios, que su figura pronto destacó.

Siendo joven sacerdote, lo nombraron profesor de la universidad. Pero unos envidiosos, hicieron que lo nombraran como párroco, lejos de la universidad. Allá se hizo querer tanto, que el día que lo trasladaron otra vez hacia la capital, centenares de feligreses, lo acompañaron por varios kilómetros, dando grandes demostraciones de tristeza.

Él se despidió de ellos, con estas palabras: "La tristeza no es provechosa. Si algún bien les he hecho en estos años, canten un himno de acción de gracias a Dios, pero vivan siempre alegres y contentos, que así lo quiere Dios".

Nuevamente lo nombraron profesor, de la Universidad de Cracovia (Polonia), y durante muchos años, enseñó la Sagrada Escritura.

En el año 1417, obtuvo el doctorado en Filosofía, y poco después en Teología. Ordenado de sacerdote, nombrado canónigo de Cracovia, obtuvo una cátedra de teología en la Universidad, y continuó residiendo en el mismo Colegio Mayor, en que había residido, mientras fue estudiante. Fuera de su estancia universitaria, en una parroquia y de sus viajes, no conocerá Juan ninguna otra residencia.

La estampa que nos ha llegado de él, a través de los siglos, es la de un profesor universitario, verdaderamente ejemplar; sin faltar jamás a clase; enteramente al servicio de los estudiantes; consagrando largas horas al estudio; explicando con claridad y humildad; viviendo intensamente la vida universitaria.

Sus méritos le llevarán hasta el mismo rectorado, y durante muchos siglos, la toga morada, que él había ostentado mientras fue rector, servirá también a quienes le sucedan en el cargo, como una consigna de superación y de fidelidad.

Los ratos libres, los dedicaba a visitar pobres y enfermos. Lo que ganaba, estaba a disposición de los pobres de la ciudad, que muchas veces, lo dejaron en la ruina.

En las discusiones, repetía lo que decía San Agustín: "Combatimos el pecado, pero amamos al pecador. Atacamos el error, pero no queremos violencia contra nadie; la violencia siempre hace daño, en cambio la paciencia y la bondad, abren las puertas de los corazones".

Cuando predicaba acerca del pecado, lloraba al recordar la ingratitud de los pecadores hacia Dios, y la gente al verlo llorar, se conmovía y cambiaba de conducta.

A sus alumnos, les repetía estos consejos: "Cuídense de ofender, que después es difícil hacer olvidar la ofensa. Eviten murmurar, porque después resulta muy difícil, devolver la fama que se ha quitado".

Sus alumnos y sus beneficiados, recordaron con gratitud su nombre, por muchos años. Fueron centenares los sacerdotes, formados espiritualmente por él. La gente lo llamaba: "el padre de los pobres".

Se dice que un día que iba a la iglesia, en Olkusz, encontró un pobre agachado en la nieve, temblando de frío; el sacerdote se sacó su capa, y se la puso al mendigo, y lo llevó a la iglesia, donde lo cuidó y lo reconfortó. Poco después que el pobre se hubo marchado, la Virgen se apareció a Juan Cancio, y le retornó la capa.

Vuelto del peregrinaje a Roma, fue asaltado por unos bandoleros, que le robaron todo lo que vieron. Al acabar, le preguntaron si llevaba alguna otra cosa, que se hubiesen dejado: les dijo que no, y marcharon.

Entonces recordó que todavía tenía unas piezas de oro, cosidas a la capa: corrió hasta que llegó donde estaban los bandoleros, y les ofreció las monedas; los ladrones, confusos y avergonzados, le devolvieron todo lo que habían robado.

El 24 de diciembre de 1473, rodeado por sus amados profesores de la universidad, y después de recibir los santos sacramentos, murió santamente.

En su sepulcro se obraron tantos milagros, y por su intercesión se consiguieron tan admirables favores, que los Sumos Pontífices – Clemente X (beatificación 1676) y Clemente XIII (canonización 1767) - lo declararon santo.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e intercesión de San Juan Cancio, puedan los claustros universitarios, ser foco irradiador de la Verdad, el Camino y la Vida, conservándose siempre el espíritu innovador, y de sana alegría. A Tí Señor, que eres la fuente innagotable de la Ciencia, la Alegría y la Sabiduría, y gobiernas el Universo, por los Siglos de los Siglos. Amén.


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