sábado, 14 de diciembre de 2019


Cuarta Feria, 11 de Diciembre

Santa Maravillas de Jesús
(María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán)


Religiosa, virgen de la Orden de las Carmelitas Descalzas

Me abraso en deseos, de que las almas vayan a Dios

Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera

Breve
María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán, que al entrar en la vida religiosa, tomó el nombre de Maravillas de Jesús, nació en Madrid, el 4 de noviembre de 1891, y falleció en el convento de La Aldehuela de Getafe, el 11 de diciembre de 1974.

De labor infatigable, vivió los horrores de la persecución religiosa en España, antes y durante la guerra civil, de 1936-1939. Es considerada una de las grandes místicas del siglo XX.
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Nació en Madrid, el 4 de noviembre de 1891, la menor de cuatro hermanos; fue bautizada a los ocho días, y confirmada en 1896. Hizo su primera comunión en 1902. Sus padres, don Luis y doña Cristina, eran los marqueses de Pidal. Don Luis, había sido Ministro de Fomento, y en aquellas fechas, era Embajador de España ante la Santa Sede.

Fue educada en sus primeros años, especialmente por su abuela materna, Patricia Muñoz, y ya desde niña, experimentó una llamada a consagrarse al Señor, en virginidad. Mientras estudiaba en casa, durante su adolescencia y juventud, se dedicó a obras de caridad, ayudando a muchas familias necesitadas.

Leía frecuentemente las obras de Santa Teresa de Jesús, y de San Juan de la Cruz, y cautivada por sus vidas y experiencias espirituales, decidió entrar en las Carmelitas Descalzas, de El Escorial (Madrid), donde ingresó el 12 de octubre de 1919, recibiendo el nombre de Maravillas de Jesús.

Con este motivo Don Pedro Poveda -que será canonizado juntamente con ella- le escribió una carta de felicitación, a la que contestó agradecida. Tomó el hábito en 1920, e hizo su primera profesión en 1921. Allí mismo, detrás de la celosía que da al sagrario de la Iglesia conventual, recibió en 1923 la inspiración de fundar un Carmelo, en el centro geográfico de España, El Cerro de los Ángeles, donde se había levantado el monumento, al Sagrado Corazón de Jesús.

El obispo de Madrid-Alcalá, Monseñor Eijo y Garay, acogió la idea, y en 1924 la Hermana Maravillas, y otras tres monjas carmelitas de El Escorial, se instalaron provisionalmente, en una casa de Getafe, para atender desde allí, la edificación del Convento. En esa casa, hizo su profesión solemne, el 30 de mayo de ese mismo año. En 1926, fue nombrada por el obispo Eijo, priora de la comunidad, y el 31 de Octubre, se inauguraba el nuevo Carmelo, de El Cerro de los Ángeles.

Como ya entonces acudieron muchas vocaciones, la Madre Maravillas vio en ello, una señal de Dios, para fundar nuevas “casas de la Virgen”. En 1933, a petición del obispo, misionero carmelita, Monseñor Arana, fundó otro Carmelo en Kottayam (India), enviando a ocho monjas. A ella, no le permitieron ir sus superiores.

Durante la persecución religiosa en España, a partir de 1931, pasaba todas las noches, durante muchas horas, orando desde su Carmelo, contemplando el monumento al Sagrado Corazón, y solicitó y obtuvo permiso del papa Pío XI, para salir con su comunidad, exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada imagen, en caso de querer ser profanada.

En julio de 1936, las Carmelitas fueron expulsadas de su Convento, y llevadas detenidas a las Ursulinas de Getafe. Después se refugiaron, en un piso de la calle Claudio Coello, 33, de Madrid, donde pasaron catorce meses de sacrificios, privaciones, registros y amenazas, deseando recibir la gracia del martirio.

En 1937, la Madre pudo salir con su comunidad de Madrid, y pasando por Lourdes, entró en España para instalarse en el abandonado “desierto” de Las Batuecas (Salamanca), que había podido adquirir antes de la guerra. Allí, y a petición del obispo de Coria-Cáceres, fundó un nuevo Carmelo. En 1938, hizo voto de hacer siempre lo más perfecto.

En marzo de 1939, pudo volver a recuperar, aunque totalmente destruido durante la guerra, el convento de El Cerro de los Ángeles, donde fue elegida nuevamente priora. En este tiempo, dio testimonio de fe, heroísmo y fortaleza, prudencia y serenidad, y de una extraordinaria confianza en Dios.

Desde entonces, y en muy pocos años, realizó las fundaciones de otros muchos Carmelos: en 1944, el de Mancera de Abajo (Salamanca); en 1947 el de Duruelo (Ávila), cuna de la reforma carmelitana de San Juan de la Cruz; en 1950 traslada la comunidad de Las Batuecas, -cediendo este “desierto” a los padres carmelitas descalzos-, a Cabrera (Salamanca); en 1954 el de Arenas de San Pedro (Ávila); en 1956 el de San Calixto, en la sierra de Córdoba; en 1958 el de Aravaca (Madrid); en 1961 el de La Aldehuela (Madrid), en el que es elegida priora, y en él vivió hasta su muerte; en 1964 el de Montemar-Torremolinos (Málaga).

Además, con hermanas de algunos de los Carmelos fundados por ella, ayudó en 1954 al de Cuenca (Ecuador), en 1964 al de El Escorial, y en 1966 al de La Encarnación de Ávila, donde había entrado y vivido Santa Teresa de Jesús, durante treinta años.

En 1960, en Talavera de la Reina (Toledo), edifica un convento, también con iglesia de nueva planta, para los padres carmelitas descalzos. En su vida, además del Padre Alfonso Torres, S.J. fueron sus directores espirituales, el Padre Florencio del Niño Jesús, O.C.D., y el Padre Valentín de San José, O.C.D.

Desde el Carmelo de La Aldehuela, la Madre Maravillas, donde pasó sus últimos catorce años, continuó atendiendo las necesidades de todos esos Carmelos, e incluso desde la clausura, realizó una labor social, como la construcción de viviendas prefabricadas, y la ayuda en la construcción de una barriada de doscientas viviendas.

A sus expensas, hizo edificar también una Iglesia y un colegio. Sostuvo económicamente a distintos seminaristas, para que pudieran llegar a ser sacerdotes; realizó una fundación benéfica, para sostener a religiosas enfermas; compró una casa en Madrid, para alojar a las carmelitas, que tuvieran necesidad de permanecer algún tiempo, en tratamientos médicos; y costeó al Instituto Claune, la edificación de una clínica, para religiosas de clausura. En la iniciativa y desarrollo, de estos servicios caritativos, que solía empezar sin medios económicos, confiaba siempre en la Providencia de Dios, que nunca le faltó.

Se sentía feliz de ser carmelita descalza, “hija de nuestra Santa madre Teresa”, y consideraba un tesoro, la vida y los textos de Santa Teresa de Jesús, y San Juan de la Cruz.

Siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, que aconseja la unión, o asociación de monasterios de vida contemplativa, en 1972 obtuvo la aprobación de la Santa Sede, de la “Asociación de Santa Teresa”, integrada por los Carmelos fundados por ella, -y por otros que entonces se adhirieron- y en 1973 fue elegida Presidenta.

En los conventos en que vivió, había sido elegida Priora de la Comunidad, -en total cuarenta y ocho años-, mostrando a la vez a sus hermanas, caridad y firmeza, ánimo y consuelo, pidiendo siempre el parecer de las demás. Irradiaba paz y dulzura, en sus palabras y gestos, de tal forma que quienes la trataron, salieron siempre agraciados, con su testimonio de amor a Dios, y de disponibilidad a la Iglesia, como fiel hija suya.

La Madre Maravillas de Jesús, es una de las grandes místicas de nuestro tiempo. Vivió una maravillosa experiencia, de su unión con Dios, con una rica vida interior, como se refleja en las cartas íntimas, a sus directores espirituales, que sólo se han conocido después de su muerte.

Pasó por la vivencia de “las noches”, y por el gozo del amor profundo de Dios, y de su respuesta de amor a Él. La capacidad de contagiar el amor de Dios, le provenía de su unión con Él, y de su gran capacidad y disposición para la oración. Expresaba: Me abraso en deseos, de que las almas vayan a Dios.

Durante toda su vida, se entregó amorosamente, al cumplimiento de la voluntad de Dios, y en la última etapa, ofreciendo su enfermedad, y dando testimonio: “Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera” solía repetir a sus hijas. Amó y vivió la pobreza y humildad heroicamente, infundiendo este espíritu en sus hermanas. Destacó también, por su fidelidad al ideal teresiano.

Ya en 1962, había tenido un trastorno circulatorio, del que se repuso. En 1972 sufrió un paro cardíaco, del que se recuperó; pero su salud quedó ya muy quebrantada. En la solemnidad de la Inmaculada de 1974, recibió la Unción de los enfermos y el santo Viático. Murió a los 83 años, en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de 1974, rodeada de sus hijas, y repitiendo: “¡Qué felicidad morir carmelita!”.

Fue beatificada en Roma, por el Papa Juan Pablo II, el día 10 de mayo de 1998; sus reliquias permanecen en la Iglesia del Carmelo de La Aldehuela (Madrid), y su memoria litúrgica, se viene celebrando el 11 de diciembre.

TEXTOS DE LA MADRE MARAVILLAS DE JESÚS
Yo no quiero la vida, más que para imitar lo más posible a la de Cristo.

He tomado a la Virgen Santísima por Madre, de un modo especialísimo, y ella es la encargada también, de prepararme y ampararme.

Me pareció entender, que no era lo que le agradaba a Dios, lo que fuera mayor sacrificio, sino el cumplimiento exacto y amoroso de su voluntad divina, en sus menores detalles, y como quería fuese muy delicada en este cumplimiento, que me llevaría muy lejos, en el sacrificio y en el amor.

Hace tiempo que no me cuestan, las cosas que quiero hacer por el Señor, como antes me costaban, ni nada de lo que Él me envía, por doloroso que sea, porque viendo que es su voluntad, ya es de veras la mía, sin esfuerzo alguno.

Me da el Señor tal deseo de amarle, que no sólo durante el día, no puedo pensar en otra cosa, quedándose todas las cosas de la vida, como por fuera.

Quisiera yo poder, a costa de cuanto fuera necesario, transformar las ofensas que en el mundo se cometen, en gloria, amor y consuelo, para el Corazón de mi dulcísimo Jesús. ¡Quisiera tanto amarle de veras y glorificarle!.

A pesar de mi pobreza, me da el Señor un vivo deseo de esto: de borrar, si pudiera, todas las ofensas que se le hacen y de sufrir, pareciéndome esto, lo más deseable de este mundo.

Si no me concede la gracia tan inmerecida, de poder dar la vida por Él, que es mi mayor deseo, quisiera emplearla toda, en sufrir cuanto pudiera por su amor.

Yo quiero a todo trance santificarme, entregar, pero de veras, toda mi nada al Señor.

Estoy contentísima con la idea de hacer así, el conventico como los pobres, es decir, como lo que somos. A mi Cristo le gusta, que lo hagamos con pobreza, y a mí también....

Da una devoción este trabajar como los pobres. Es que trabajar para ganarse la vida, es dulcísimo para el alma, y durillo para el tonto cuerpo.

Me figuro que estarán entusiasmadas con el Concilio, ¡qué hermosura y qué felicidad ser hijas de la Iglesia!.

¡Lo que Él quiera!. Si Él no lo quiere, ¿para qué vamos a quererlo nosotras?.

Hermanas, quisiéramos abarcar el mundo entero, pero como esto no es posible, que no quede sin atender nada, de lo que pase a nuestro lado.

La corona no es de los que comienzan, sino de los que perseveran hasta el fin. Esta vida se pasa volando, y lo único que vale, es lo que hagamos para la otra.

¿Miedo a la muerte?. Si la muerte no es más que echarse en las manos de Dios.

Testimonio Personal: A los que vengan a Buenos Aires, Argentina, les recomiendo que vengan a la misa conventual, de las Carmelitas Descalzas de Clausura, de la calle Potosí 3090, a una cuadra del Hospital Italiano, en el barrio de Almagro, todos los días a las 7.30 horas de la mañana.

Allí viven en comunidad y reclusión perpetua más de 25 hermanas. Su coro, la paz y la piedad que se respira, será de una gran ayuda espiritual, para todos los que asistan a ella.

Yo tengo la dicha de vivir a poca distancia de este monasterio desde 1965, cuando era un niño que estaba por iniciar la escuela primaria.

Siempre fué para mí, un consuelo escuchar sus discretas campanadas de llamado a la misa, al mediodía, y a las nueve de la noche. Son desde su silencio, lo que yo llamo, “las murallas divinas y puerta del Reino de los Cielos”.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e intercesión de la Madre Maravillas, sostengas a la comunidad Carmelita, hasta el fin de los tiempos, permitiendo que con su perfume angélico, derramen su influencia en el mundo entero. A Tí Señor, que Eres la fuente de nuestra alegría y consuelo, y que Vives y Reinas por Siempre. Amén.

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