domingo, 29 de diciembre de 2019


Domingo 29 de Diciembre

Santo Tomás Becket de Canterbury


(+ 1170)

Obispo, mártir inglés.

"Tomás", del arameo: "El Mellizo".

Iconografía: arzobispo, con la mitra, el báculo, una espada clavada en su cráneo.

Breve
Nació en Londres, Inglaterra, en el año 1118, y murió en Canterbury en el año 1170. Canonizado en el año 1173.
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Tomás nació en una familia trabajadora, y fue bautizado el mismo día.

Se educó con los monjes, en la abadía de Merton, en Surrey; después en Londres, y más tarde en la Universidad de París. Era guapo, amistoso, le gustaba el buen vestir y el deporte. Al mismo tiempo, era un hombre puro, y le gustaban las cosas de Dios.

Al morir su padre, se quedó en aprietos económicos, por lo que desde el año 1142, fue empleado en la corte del Arzobispo Theobald de Canterbury. Su nobleza, sagacidad y capacidad, le ganaron la confianza del arzobispo.

Juntos viajaron a Francia, Roma y otras partes del continente. Llegó también a ganarse la amistad del rey. Tomás obtuvo permiso, para estudiar ley canónica y civil, en Bologna, Italia, y en Auxerre.

En el año 1154, siendo aun joven, fue ordenado diácono, y nombrado Archi Diácono de Canterbury. En esta posición, fue negociador de los asuntos de la Iglesia, con la corona.

Tomás convenció al Papa Eugenio III, de no reconocer la sucesión de Eustace, hijo del Rey Esteban de Blois. Esto aseguró el derecho de Enrique de Anjou, al trono como Enrique II.

Al año siguiente (1155), por sugerencia del Arzobispo Theobald, Tomás fue elegido como canciller de Inglaterra, puesto en el que sirvió lealmente a Enrique II, por 7 años. Su deber era administrar la ley, y lo hizo con sabiduría e imparcialidad. Pero el rey tenía oscuros intereses sobre la Iglesia.

Tomás, comprendiéndolo, le dijo: "Si me haces Arzobispo, te arrepentirás. Ahora dices que me amas, pero ese amor se convertirá en odio". Y así ocurrió. Renunció a su puesto de canciller, y fue ordenado sacerdote, el día antes de su consagración episcopal.

Lo nombraron Arzobispo en el año 1162, y desde la consagración episcopal, se entregó por completo a servir al Rey de Reyes, donde la gloria está en la humildad y la disciplina.

Él mismo dijo que pasó de ser un seguidor de sabuesos, en referencia a la cacería, a un pastor de almas. Desarrolló un profundo amor por la Eucaristía, hasta el punto que a veces, le salían lágrimas durante la misa. Cada noche, cantaba el Oficio Divino con los monjes.

Habían muchos abusos en la Iglesia, que debían rectificarse. Uno de los puntos de conflicto con el rey, fue la cuestión de las respectivas jurisdicciones, de la Iglesia y del Estado, sobre miembros del clero, acusados de crímenes, y la libertad de apelar a Roma.

Examinaba rigurosamente la conducta y la preparación, de los que deseaban ser sacerdotes, y a los que no estaban bien preparados, o no habían hecho los estudios correspondientes, no los dejaba ordenarse de sacerdotes, aunque llegaran con recomendaciones del mismo rey.

En la famosa asamblea de Northampton, en 1164, Tomás se enfrentó con sus adversarios. Ante las amenazas contra su vida, se mantuvo firme, lo cual irritó al rey, hasta el punto que le dijo: "Tú eres de los míos, yo te elevé de la nada, y ahora me retas".

Tomás le respondió: "Señor, Pedro fue elevado de la nada, y sin embargo gobernó la Iglesia". "", contestó el rey, "pero Pedro murió por su Señor". "Yo también moriré por Él, cuando llegue el momento". "¿Entonces, no cederás ante mí?”, preguntó el rey. "No lo haré", respondió Tomás.

El rey se propuso ponerles enormes impuestos, a los bienes de la Iglesia Católica. El arzobispo se opuso totalmente a ello, y desde entonces, el cariño de Enrique hacia su antiguo canciller Tomás, se apagó casi por completo.

Luego pretendió el rey, imponer un fuerte castigo a un sacerdote. El arzobispo se opuso, diciendo que al sacerdote, lo juzga su superior eclesiástico, y no el poder civil. La rabia del mandatario, se encendió furiosamente.

Enrique redactó una ley, en la cual la Iglesia, quedaba casi totalmente sujeta al gobierno civil. El arzobispo exclamó: "No permita Dios, que yo vaya jamás a aprobar, o a firmar semejante ley". Y no la aceptó.

El Rey consideró colmada su paciencia. Enseguida éste se propuso, que en adelante, sería el gobierno civil, quien nombrara sacerdotes, para ciertos cargos eclesiásticos. Tomás se le opuso terminantemente.

Tomas optó por el exilio en Francia, antes que ceder al rey, sobre los derechos de la Iglesia. Tomás se fue a Francia, a entrevistarse con el Papa Alejandro III, y a pedirle que lo reemplazara por otro, en este cargo tan difícil.

"Santo Padre, le digo yo soy un pobre hombre orgulloso. Yo no fui nunca digno de este oficio. Por favor: nombre a otro, y yo terminaré mis días, dedicado a la oración en un convento". Y se fue de retiro, pasando 40 días rezando y meditando, en una casa de religiosos.

Por recomendación del Papa, entró en el monasterio Cisterciense en Pontigny, hasta que el rey amenazó, con eliminar a todos los monjes cistercienses de su reino, si continuaban protegiendo a Tomás. Entonces, en 1166, se mudó a la abadía de San Columba Abbey en Sens, que estaba bajo la protección del rey Luis VII de Francia.

Ambos lados apelaron al Papa Alejandro III, quien trató de encontrar una solución. Por fin, el rey de Francia persuadió a Enrique II, a ir donde Tomás, y hacer las paces. Enrique reconoció la demanda de Tomás, de que se respetara la libertad de apelar a Roma, y pensó que al regresar a Inglaterra, Tomás no continuaría exigiendo los derechos de la Iglesia.

Después de seis años de destierro, y cuando ya le habían sido confiscados por el rey, todos sus bienes y los de sus familiares, el arzobispo Tomás regresó a Inglaterra, el 1º de diciembre de 1179, con el título de "Delegado del Sumo Pontífice".

El trayecto desde que desembarcó, hasta que llegó a su catedral de Canterbury, fue una marcha triunfal. Las gentes aglomeradas a lo largo de la vía, lo aclamaban. Las campanas de todas las iglesias, repicaban alegremente, y parecía que la hora de su triunfo, ya había llegado. Pero era otra clase de triunfo, distinta la que le esperaba, en ese mes de diciembre. La del martirio.

Cuando Enrique escuchó desde Normandía, que el Papa había excomulgado a los obispos recalcitrantes, por usurpar los derechos del obispo de Canterbury, y que Tomás no los soltaría, hasta que prometiesen obediencia al Papa, se encolerizó, y dijo: "¿No hay nadie que me libre de este sacerdote turbulento?".

Estas palabras, motivaron a cuatro caballeros que le escucharon, y decidieron tomar el asunto en sus manos.

Era Adviento, cerca de Navidad. El 29 de Diciembre del año 1170, los cuatro caballeros, con una tropa de soldados, se aparecieron a las afueras de la Catedral de Canterbury, exigiendo ver al arzobispo. Los sacerdotes, para proteger a Tomás, le forzaron a refugiarse en la Iglesia. Pero Tomás les prohibió bajo obediencia, cerrar la puerta: "Una iglesia no debe convertirse en un castillo", les dijo.

"¿Por qué se portan así, que temen?", les preguntó. “No pueden hacer sino lo que Dios permita”. En la penumbra de la iglesia, los caballeros reclamaron: "¿dónde está el traidor, donde está el arzobispo?". "Aquí estoy", dijo Tomás, "No soy un traidor, sino un sacerdote de Dios. Me extraña que con tal atuendo, entren en la iglesia de Dios. ¿Qué quieren conmigo?".

Uno de los caballeros, levantó la espada como para atacarle, pero uno que andaba con Tomás, le protegió del golpe con el brazo. Los cuatro caballeros arremetieron entonces todos juntos, y le asesinaron en los peldaños de su santuario.

Mientras moría bajo los golpes, Tomás repetía los nombres, de los arzobispos asesinados antes que él: San Denis, San Elphege de Canterbury. Entonces dijo: "En tus manos, Oh Señor, encomiendo mi espíritu". Sus últimas palabras, según un testigo, fueron: "Muero voluntariamente por el nombre de Jesús, y en defensa de la Iglesia".

El crimen causó indignación en toda la Cristiandad. El rey Enrique, fue forzado a hacer penitencia pública, y a construir el monasterio en Witham, Somerset.

Muchos milagros ocurrieron, después de la muerte del santo. En 10 años, se registraron 703 milagros. Tomás Becket fue aclamado como santo, por Alejandro III, dos años después de su muerte.

El traslado de sus reliquias, a un nuevo y esplendoroso santuario, ocurrió el 7 de Julio de 1220, con la concurrencia de gente de toda Europa.

Cuatrocientos años después de la vida de Santo Tomás Becket, otro monarca inglés, Enrique VIII, quiso hacerse cabeza de la Iglesia, por lo que rompió la unidad católica, y persiguió a los fieles católicos. La ruptura culminó en la instalación de Crammer, como arzobispo de Canterbury, en 1533.

San Tomás Becket, fue sacado del calendario de los santos de Inglaterra; su santuario, que había sido un importante centro de peregrinación, por más de tres siglos, fue arrasado y las reliquias fueron quemadas (algunos dicen que se transfirieron a Stoneyhurst).

En la actualidad, muchos gobiernos una vez más, se oponen a que la Iglesia proclame la verdad, sobre el hombre y la sociedad. Una vez más, se requieren hombres y mujeres santos, que sean fieles en las pruebas, como lo fue Santo Tomás Becket.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos y la intercesión del Santo Obispo Tomás Becket, la Iglesia permanezca firme, en la selección de postulantes para la ordenación sacerdotal, y en insistir en los derechos civiles inalienables de la persona humana; como la libertad de acceso a la educación religiosa; a la educación sexual responsable, con aprobación de la currícula por parte de los padres; a la prohibición del consumo de marihuana; a la prohibición estricta del acceso al alcohol a los menores; al derecho a la vida; a vigilar el estricto cumplimiento de las cuotas alimentarias para padres separados; a no consentir con ninguna forma de divorcio express; a mejorar el acceso a la vivienda, al trabajo y la salud, para los matrimonios jóvenes, y tantas otras legislaciones que dignifican y cimientan la vida humana, y la familia cristiana. A Tí Señor, que eres el gran legislador del Universo, y que Vives y Reinas, por los Siglos de los Siglos. Amén.

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