sábado, 21 de diciembre de 2019


Sábado 21 de diciembre

San Pedro Canisio
(1521-1597)


Segundo Apóstol de Alemania

Doctor de la Iglesia, y “Martillo de los Herejes”

Creador de la Prensa Católica

"No hieran, no humillen, pero defiendan la religión con toda su alma"

Quien tenga demasiado qué hacer, será capaz de hacerlo todo, con la ayuda de Dios”

Pedro Kanjis (latín: Canisius), teólogo jesuita holandés, predicador, escritor, Doctor de la Iglesia, llamado "el segundo evangelizador de Alemania", (el primero es San Bonifacio), llamado también "Martillo de los herejes", por la claridad con que demolía los errores de los protestantes, estuvo entre los iniciadores de la prensa Católica.

Devoto del Corazón de Jesús
Fue uno de los primeros jesuitas, devotos al Corazón de Jesús; se sintió impulsado a buscar a Cristo, en el Santísimo Sacramento, luego de sus últimos votos, y a agradecerle al Cristo presente, por la gracia que había recibido de Su Sagrado Corazón, de posibilitarle continuar su misión en Alemania.
Su lema era: "no hieran, no humillen, pero defiendan la religión con toda su alma".

Historia
San Pedro Canisio, es el segundo apóstol de Alemania, después de San Bonifacio. Se le venera, como uno de los creadores de la prensa católica. Además, fue el primero, del numeroso ejército de escritores jesuitas.

Nació en 1521, en Nimega de Holanda, que dependía entonces de la arquidiócesis alemana de Colonia. Era el hijo mayor del noble Jacobo Kanis.

Aunque Pedro tuvo la desgracia de perder a su madre, cuando era todavía pequeño, su madrastra fue para él, una segunda madre. El joven creció en el temor de Dios. Cierto que él mismo, se acusa de haber perdido el tiempo de niño, en juegos inútiles; pero dado que a los diecinueve años, obtuvo el grado de Maestro en Artes en Colonia, resulta difícil creer que haya sido muy perezoso.

Por complacer a su padre, Pedro estudió algunos meses, el derecho canónico en Lovaina; pero al caer en la cuenta, de que ésa no era su verdadera vocación, hizo voto de castidad, y volvió a Colonia a enseñar teología.

La predicación del Beato Pedro Fabro, miembro del grupo original de jesuitas, había despertado gran interés en las ciudades del Rin. Bajo su dirección, Canisio hizo los Ejercicios de San Ignacio, en Mainz, y durante la segunda semana, prometió a Dios ingresar en la Compaña de Jesús.

Entró en el noviciado, y pasó varios años en Colonia, consagrado a la oración, al estudio, a visitar a los enfermos, y a instruir a los ignorantes. El dinero que recibió, como herencia a la muerte de su padre, lo dedicó en parte a los pobres, y en parte al mantenimiento de la comunidad. Fue el octavo jesuita en hacer los votos solemnes. 

Canisio había empezado ya a escribir. Su primera publicación, había sido la edición de las obras de San Cirilo de Alejandría, y San León Magno. Después de su ordenación sacerdotal, comenzó a distinguirse en la predicación. Había asistido a dos sesiones del Concilio de Trento, una en Trento y otra en Bolonia, como teólogo del cardenal Truchsess, quien era consejero del Papa.

Se distinguió por la profundidad de su cultura teológica, por su celo y actividad, pero también por su espíritu conciliador. De ahí le llamó San Ignacio a Roma, donde le retuvo cinco meses, en los que Canisio dio pruebas, de ser un religioso modelo, dispuesto a ir a cualquier parte, y a desempeñar cualquier oficio.

Fue enviado a Mesina, a enseñar en la primera escuela de los jesuitas, de la que la historia guarda memoria; pero al poco tiempo volvió a Roma, a hacer su profesión religiosa, y a desempeñar un cargo más importante.

Recibió la orden de volver a Alemania, pues había sido elegido para ir a Ingolstadt, con otros dos jesuitas, ya que el duque Guillermo de Baviera, había pedido urgentemente algunos profesores, capaces de contrarrestar las doctrinas heréticas, que invadían las escuelas.

No sólo tuvo éxito Canisio, en la reforma de la Universidad, de la que fue nombrado primero rector, y luego vicecanciller, sino que con sus sermones, consiguió la renovación religiosa, en la que también colaboró con su catequesis y su campaña, contra la venta de libros inmorales.

Grande fue el duelo general, cuando el santo partió a Viena, en 1552, a petición del Rey Fernando, para emprender una tarea semejante.

La situación en Viena, era incluso peor que en Ingolstadt. Muchas parroquias carecían de atención espiritual, y los jesuitas tenían que llenar las lagunas, y enseñar en el colegio, recientemente fundado.

En los últimos veinte años, no hubo una sola ordenación sacerdotal; los monasterios estaban abandonados; las gentes se burlaban de los miembros de las órdenes religiosas; el noventa por ciento de la población había perdido la fe, y los pocos católicos que quedaban, practicaban apenas la religión.

San Pedro Canisio, empezó por predicar en iglesias casi vacías, en parte por el desinterés general, o bien porque su alemán del Rin, resultaba muy duro, para los oídos de los vieneses.

Pero poco a poco, fue ganándose el cariño del pueblo, por la generosidad con que atendió a los enfermos y agonizantes, durante una epidemia. La energía y espíritu de empresa del santo, eran extraordinarios; se ocupaba de todo y de todos, lo mismo de la enseñanza en la universidad, que de visitar en las cárceles, a los criminales más abandonados.

El Rey, el nuncio y el mismo Papa, hubiesen querido nombrarle arzobispo de la sede vacante de Viena, pero San Ignacio sólo permitió, que administrase la diócesis durante un año, sin el título ni los emolumentos de arzobispo. En vez del cardenalato que el papa le ofreció, Pedro Canisio prefirió el humilde servicio a la comunidad, empleando el tiempo, en la oración y en la penitencia.

Pionero de la prensa católica
Se le reconoce como pionero de la prensa católica, siendo el primero, del numeroso ejército de escritores jesuitas. Por aquella época, San Pedro empezó a preparar su famoso catecismo, o "Resumen de la Doctrina Cristiana", que apareció en 1555.

A esa obra siguieron un "Catecismo Breve", y un "Catecismo Brevísimo", que alcanzaron enorme popularidad. Dichas obras, serían para la contrarreforma Católica, lo que los catecismos de Lutero, habían sido para la Reforma Protestante. Fueron reimpresos más de doscientas veces, y traducidos a quince idiomas (incluyendo el inglés, el escocés de Braid, el hindú y el japonés) en vida del autor. Ayudó a formar varias editoriales católicas.

El santo, nunca trató a los protestantes, con falta de caridad. Se limitó a clarificar sus errores, para el bien de todas las almas. Supo ser caritativo y amable con los herejes, y al mismo tiempo, incisivo y claro contra las herejías. Su recomendación a los sacerdotes era: "no hieran, no humillen, pero defiendan la religión con toda su alma".

En Praga, a donde había ido a fundar un colegio, se enteró con gran pena, de que había sido nombrado, provincial de los jesuitas, que comprendía el sur de Alemania, Austria y Bohemia.

Inmediatamente escribió a San Ignacio: "Carezco absolutamente del tacto, la prudencia, y la decisión necesarias para gobernar. Soy orgulloso y apresurado por temperamento, y mi falta de experiencia, me hace totalmente inepto, para el oficio de provincial".

Pero San Ignacio sabía lo que hacía. En los últimos años que pasó en Praga, Pedro Canisio devolvió la fe, a gran parte de la ciudad, y el colegio que fundó era tan bueno, que aun los protestantes, enviaban a él a sus hijos.

En 1557 fue invitado a Worms, a tomar parte en la discusión entre teólogos católicos y protestantes. Asistió a dicha conferencia, aunque estaba convencido, de que ese tipo de reuniones provocaban disputas, que no hacían más que ensanchar el abismo, que separaba a los cristianos.

Es imposible escribir aquí, los numerosos viajes de su provincialato, y sus múltiples actividades. El Padre Brodrick calcula que entre 1555 y 1558, recorrió diez mil kilómetros a pie y a caballo, y que en treinta años, anduvo cerca de los treinta mil kilómetros recorridos por Alemania, Austria, Holanda e Italia.

Para responder, a quienes decían que trabajaba demasiado, solía decir: "Quien tenga demasiado qué hacer, será capaz de hacerlo todo, con la ayuda de Dios", otras veces decía: "Descansaremos en el cielo".

Además de los colegios que fundó o inauguró, dispuso la fundación de muchos otros. En 1559, a instancias del rey Fernando, fue a residir a Augsburgo, durante seis años. Ahí reavivó una vez más, la llama de la fe, alentando a los fieles, tendiendo la mano a los caídos, y convirtiendo a muchos herejes. Además, convenció a las autoridades, para que abriesen de nuevo las escuelas públicas, que habían sido destruídas por los protestantes.

Al mismo tiempo que hacía todo lo posible, por impedir la divulgación de los libros inmorales y heréticos, divulgaba en cuanto podía, los libros buenos, ya que comprendía, por intuición, como aumentaba la importancia de la prensa.

En aquella época, recopiló y editó, una selección de las cartas de San Jerónimo, el "manual de los Católicos", un martirologio, y una revisión del Breviario de Augsburgo. En Alemania se reza todavía, los domingos, la oración general compuesta por el santo.

Al fin de su provincialato, San Pedro residió en Dilinga de Baviera, donde los jesuitas tenían un colegio, y dirigían la universidad. Además, ahí residía también el cardenal Otón de Truchsess, que desde hacía largo tiempo, era íntimo amigo de San Pedro Canisio.

El santo se dedicó sobre todo a la enseñanza, a oír confesiones, y a escribir los primeros libros de una colección, que había comenzado por orden de sus superiores. Dicha obra, tenía por fin responder a una historia del cristianismo, muy anticatólica, que habían publicado recientemente los escritores protestantes, conocidos con el nombre de "Centuriadores de Magdeburgo".

Canisio continuó su obra, mientras desempeñaba el cargo, de capellán de la corte en Innsbruck, y sólo la interrumpió en 1577, a causa de su mala salud. Sin embargo, seguía tan activo como siempre, pues predicaba, daba misiones, acompañaba al provincial en sus visitas, y aun desempeñó, durante algún tiempo, el puesto de viceprovincial.

En 1580 se hallaba en Dilinga, cuando recibió la orden de ir a Friburgo de Suiza. Dicha ciudad, que se hallaba situada entre dos regiones muy protestantes, quería que se fundase, desde hacía mucho tiempo, un colegio católico, pero además de otros obstáculos, que se oponían a la empresa, carecía de fondos suficientes para realizarla.

En pocos años venció San Pedro Canisio esos obstáculos, y consiguió el dinero, eligió el sitio, y supervisó la erección del espléndido colegio, que es en la actualidad, la Universidad de Friburgo, aunque nunca fue rector ni profesor en él.

Además del interés, con que seguía los progresos del colegio, su principal actividad, durante los ocho años que pasó en Friburgo, fue la predicación; los domingos y días de fiesta, predicaba en la catedral; y entre semana, visitaba los pueblos del cantón. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que a San Pedro Canisio se debe, el que Friburgo haya conservado la fe, en una época tan crítica.

Al final, la debilidad de su cuerpo, obligó al santo a renunciar a la predicación. En 1591, un ataque de parálisis le puso a las puertas de la muerte, pero se rehízo lo suficiente, para seguir escribiendo, con la ayuda de un secretario, hasta poco antes de su muerte.

Después de haber rezado el Santo Rosario, con varios jesuitas en Friburgo, el 21 de diciembre de 1597, de pronto exclamó lleno de alegría y emoción: "Mírenla, ahí está. Ahí está". Y murió. Era la Virgen Santísima, que había llegado a llevárselo para el cielo.

San Pedro Canisio fue canonizado, y declarado doctor de la Iglesia, en 1925.

Una de las principales lecciones de su vida, es el espíritu, y el estilo de sus controversias religiosas. El mismo San Ignacio, había insistido en la necesidad de dar "ejemplo de caridad, y moderación cristiana en Alemania".

San Pedro Canisio advertía que era un error, "citar en una conversación, los temas que antipatizan a los protestantes . . . , como la confesión, la satisfacción, el purgatorio, las indulgencias, los votos monásticos, y las peregrinaciones, pues como algunos enfermos, tienen el paladar estragado, son incapaces de apreciar esos manjares. Necesitan leche, como los niños; sólo poco a poco, es posible llevarles a aceptar los dogmas, sobre los que no estamos de acuerdo con ellos".

San Pedro Canisio, se mostraba duro con los que propagaban la herejía, y como la mayor parte de sus contemporáneos, estaba dispuesto a emplear la fuerza para impedirlo. Pero su actitud era muy diferente, con quienes habían nacido en el luteranismo, o habían sido arrastrados a él.

El santo, pasó toda su vida, oponiéndose a la herejía, y tratando de restaurar la fe, y la vida católicas. Sin embargo decía, hablando de los alemanes: "Es cierto que muchísimos de ellos, abrazan las nuevas sectas, y yerran en la fe, pero su manera de proceder, demuestra que lo hacen más por ignorancia, que por malicia. Yerran, lo repito, pero sin intención, sin deseo, y sin obstinación".

Según San Pedro Canisio, no había que enfrentarse, ni siquiera a los más conscientes y peligrosos de los herejes, "con aspereza y descortesía, pues ello no sólo es el reverso del espíritu de Cristo, sino que equivale a quebrar la rama desquebrajada, y a apagar la mecha que humea todavía".

El caso del Padre Couvillon
El Padre Couvillon, era muy duro y hostil, y estaba alienando a sus compañeros y estudiantes. Pedro Canisio, siendo su superior, no permitió que ese defecto evidente del Padre Couvillon, le cegara ante los talentos que poseía.

En vez de marginar a Couvillon, le pidió que se quedara de maestro, y lo nombró su secretario. Le dio buena dirección, invitándolo a preocuparse menos de sí mismo, y mas de la oración y el trabajo. Así el buen padre, logró hacer mucho bien.

Bibliografía
Butler; Vida de los Santos
Sálesman, Eliecer; Vidas de los Santos # 4
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini - Un Santo para Cada Día

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos y la intercesión de San Pedro Canisio, reine en las escuelas católicas, el Espíritu Santo, y puedan fundarse muchas otras, en tantas regiones olvidadas en el mundo. Envíanos muchos sacerdotes, como este glorioso y santo jesuita. A Tí Señor, que eres la Luz del Mundo, Camino, Verdad y Vida. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario