sábado, 28 de diciembre de 2019


Sábado 28 de diciembre

Santos Inocentes

Murieron por Cristo los niños inocentes; su gloria será eterna


La Masacre de los Santos Inocentes
Daniele da Volterra,
pintor y escultor, manerista
italiano, 1509-1566,
Galleria degli Uffizi, Florencia

Las madres padecieron por un tiempo, ahora comparten el triunfo.

Una voz se escucha en Ramá: gemidos y llanto amargo: Raquel está llorando a sus hijos, y no se consuela, porque ya no existen" -Jr 31,15.

Los Santos Inocentes: De acuerdo a un relato del Evangelio de San Mateo (2, 13-13), el Rey Herodes mandó matar a los niños de Belén, menores de dos años, al verse burlado por los magos de Oriente, que habían venido, para saludar a un recién nacido de estirpe regia.

A partir del siglo IV, se estableció una fiesta, para venerar a estos niños, muertos como "mártires", en sustitución de Jesús. La devoción hizo el resto. En la iconografía se les presenta, como niños pequeños y de pecho, con coronas y palmas, en alusión a su martirio.

La tradición oriental, los recuerda el 29 de diciembre; la latina, el 28 de diciembre. La tradición concibe su muerte, como "bautismo de sangre" (Rm 6, 3) y preámbulo al "éxodo cristiano", semejante a la masacre de otros niños hebreos, que hubo en Egipto, antes de su salida de la esclavitud, a la libertad de los hijos de Dios (Ex 3,10; Mt 2,13-14).

En nuestro tiempo, continúa la masacre de inocentes. Millones son masacrados por el aborto; millones más, mueren abandonados al hambre, o son niños soldados... ¿Qué actitud tomamos nosotros?. 

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Oficio de Lectura, 28 de Diciembre, Los Santos Inocentes, Mártires

Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo
De los sermones de San Quodvultdeus, Obispo
Sermón 2 sobre el Símbolo

Nace un niño pequeño, un gran Rey. Los magos son atraídos desde lejos; vienen para adorar, al que todavía yace en el pesebre, pero que reina al mismo tiempo, en el cielo y en la tierra. Cuando los magos le anuncian que ha nacido un Rey, Herodes se turba, y para no perder su reino, lo quiere matar; si hubiera creído en Él, estaría seguro aquí en la tierra, y reinaría sin fin en la otra vida.

¿Qué teme Herodes, al oír que ha nacido un Rey?. Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas, y para que no se escape al que buscas, te muestras cruel, dando muerte a tantos niños.

Ni el dolor de las madres que gimen, ni el lamento de los padres por la muerte de sus hijos, ni los quejidos y los gemidos de los niños, te hacen desistir de tu propósito. Matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la misma Vida.

Pero Aquél, fuente de la gracia, pequeño y grande, que yace en el pesebre, aterroriza tu trono, actúa por medio de ti, que ignoras sus designios, ya que libera las almas, de la cautividad del demonio. Ha contado a los hijos de los enemigos, en el número de los adoptivos.

Los niños sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos, a los que todavía no podían hablar. He aquí, de qué manera reina, el que ha venido para reinar. He aquí, que el liberador concede la libertad, y el salvador la salvación.

Pero tú, Herodes, ignorándolo, te turbas y te ensañas, y mientras te encarnizas con un niño, lo estás enalteciendo mientras lo ignoras.

¡Oh gran don de la gracia!. ¿De quién son los merecimientos, para que así triunfen los niños?. Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla, valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, por todos los niños y niñas del mundo, para que siempre veamos en ellos a Tí mismo, que naciste como niño de la Virgen María. Que la defensa de la vida desde la concepción, triunfe en todos los corazones del mundo entero. A Tí te lo pedimos Señor, que nos enseñaste que sólo siendo niños, llegaremos a las moradas eternas. Amén.

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