lunes, 4 de noviembre de 2019


Segunda Feria, 4 de noviembre

San Carlos Borromeo


Arzobispo de Milán y Cardenal
(1538-1584)

Patrón de: Catequistas y Seminaristas
"Carlos" significa "hombre prudente"

Ya voy, Señor, ya voy”

San Carlos Borromeo, un santo que se tomó muy en serio, las palabras de Jesús; "Quien ahorra su vida, la pierde; pero el que gasta su vida por Mí, la ganará".

Era un noble de alta alcurnia. Su padre, el conde Gilberto Borromeo, se distinguió por su talento y sus virtudes. Su madre, Margarita, pertenecía a la noble rama milanesa, de los Médicis. Un hermano menor de su madre, llegó a ceñir la tiara pontificia, con el nombre de Pío IV.

Carlos era el segundo de los varones, entre los seis hijos de esa familia. Nació en el castillo de Arona, junto al lago Maggiore, el 2 de octubre de 1538. Desde los primeros años, dio muestras de gran seriedad y devoción.

Su hermano mayor, a quien correspondía, la mayor parte de la herencia, murió repentinamente, al caer de un caballo. Él consideró la muerte de su hermano, como un aviso enviado por el cielo, para estar preparado, porque el día menos pensado, llega Dios por medio de la muerte, a pedirnos cuentas.

Renunció a sus riquezas, y fue ordenado sacerdote, y más tarde Arzobispo de Milán. Aunque no faltan las acusaciones, de que su elección fue por nepotismo, ya que era sobrino del Papa, sus enormes frutos de santidad, demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.

Como obispo, su diócesis reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria. Los atendía a todos. Su escudo llevaba una sola palabra: "Humilitas", humildad. Él, siendo noble y riquísimo, vivía cerca del pueblo, privándose de lujos. Fue llamado con razón, "padre de los pobres".

Decía que un obispo, demasiado cuidadoso de su salud, no consigue llegar a ser santo, y que a todo sacerdote, y a todo apóstol, deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.

Para con los necesitados, era supremamente comprensivo. Para con sus colaboradores, era muy amigable y atento, pero exigente. Y para consigo mismo, era exigentísimo y severo.

Fue el primer secretario de Estado del Vaticano, en el sentido moderno de la palabra. Fue blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al agresor.

Fundó seminarios, para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos, unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron, para organizar según éstos, los suyos propios.

Su espíritu de oración, y su amor a Dios, dejaban en los otros, un gran gozo espiritual; sabía ganarse a los corazones, e infundían en todos, el deseo de perseverar en la virtud, y de sufrir por ella.

Fue amigo del Papa San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio; de San Andrés Avelino, y de varios santos más.

Era increíble, la cantidad de trabajo, que San Carlos podía despachar, sin apresurarse nunca, a base de una actividad regular y metódica. Además, encontraba todavía tiempo, para dedicarse a los asuntos de su familia, para oír música, y para hacer ejercicio.

Era muy amante del saber, y lo promovió mucho entre el clero, para lo que fundó en el Vaticano, con el objeto de instruir, y deleitar a la corte pontificia, una academia literaria, compuesta de clérigos y laicos, algunas de cuyas conferencias y trabajos, fueron publicados, entre las obras de San Carlos, con el título de “Noctes Vaticanae”.

En 1575, fue a Roma, a ganar la indulgencia del jubileo, y al año siguiente, la instituyó en Milán. Acudieron entonces a la ciudad, grandes multitudes de peregrinos, algunos de los cuales, estaban contaminados con la peste, de suerte que la epidemia, se propagó en Milán, con gran virulencia. El gobernador y muchos de los nobles, abandonaron la ciudad; San Carlos se consagró enteramente, al cuidado de los enfermos.

En la primavera de 1580, hospedó durante una semana, a una docena de jóvenes ingleses, que iban de paso hacia la misión de Inglaterra, y uno de ellos predicó ante él: era el Beato Rodolfo Sherwin, quien un año y medio más tarde, había de morir por la fe católica en Londres. Poco después, San Carlos le dio la primera comunión, a San Luis Gonzaga, que tenía entonces doce años.

Por esa época viajó mucho, y las penurias y fatigas, empezaron a afectar su salud. Además, había reducido las horas de sueño, y el Papa hubo de recomendarle, que no llevase demasiado lejos, el ayuno cuaresmal.

A fines de 1583, San Carlos fue enviado a Suiza, como visitador apostólico, y en Grisons, tuvo que enfrentarse, no sólo contra los protestantes, sino también contra un movimiento de brujas y hechiceros.

En Roveredo, el pueblo acusó al párroco, de practicar la magia, y el santo se vio obligado a degradarle, y entregarle al brazo secular. No se avergonzaba de discutir pacientemente, sobre puntos teológicos, con las campesinas protestantes de la región, y en cierta ocasión, hizo esperar a su comitiva, hasta que consiguió hacer aprender, el Padrenuestro y el Avemaría, a un ignorante pastorcito.

Murió joven y pobre, habiendo enriquecido enormemente a muchos, con la gracia. Murió diciendo: "Ya voy, Señor, ya voy". En Milán, casi nadie durmió esa noche, ante la tremenda noticia, de que su queridísimo Cardenal arzobispo, estaba agonizando.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que a imitación y por los méritos de San Carlos Borromeo, tengamos siempre la paciencia de enseñar, y saber rezar en comunidad, todos los días de nuestra vida, alabándote y agradeciéndote, todos los dones y bendiciones, de que nos has dotado. Por nuestro Señor Jesucristo, que Vive y Reina por Siempre, por los Siglos de los Siglos. Amén.

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