martes, 15 de octubre de 2019


Tercera Feria, 15 de octubre

Santa Teresa de Ávila


Contemplativa, fundadora de las Carmelitas Descalzas,
Doctora de la Iglesia

Tuvo éxtasis con levitación. Esponsales espirituales. Matrimonio Místico. Transverberación

El Espíritu Santo, como fuerte huracán, hace adelantar más en una hora, la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habríamos conseguido, en meses y años, remando con nuestras solas fuerzas

"Es imposible tener ánimo para las grandes cosas, quien no entiende, que está favorecido por Dios"

Breve
Nace Teresa en Ávila, el 28 de marzo de 1515. A los dieciocho años, entra en el Carmelo. A los cuarenta y cinco años, para responder a las gracias extraordinarias del Señor, emprende una nueva vida, cuya divisa será: «O sufrir o morir».

Es entonces, cuando funda el convento de San José de Ávila, primero de los quince conventos Carmelos, que establecerá en España. Con San Juan de la Cruz, introdujo la gran reforma carmelitana. Sus escritos son un modelo seguro, en los caminos de la plegaria y de la perfección.

Murió en Alba de Tormes, al anochecer del 4 de octubre de 1582. Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia, el 27 de septiembre de 1970.

Vida de Santa Teresa
Se cree que la palabra "Teresa", viene de la palabra griega "teriso", que se traduce por "cultivar"; cultivadora. O de la palabra "terao" que significa "cazar", "la cazadora".   Como bien dice el Padre Sálesman, en su biografía, ambos títulos le quedan bien a Santa Teresa, por ser ella "Cultivadora" de las virtudes, y "cazadora" de almas, para llevarlas al cielo.

Santa Teresa es sin duda, una de las mujeres más grandes y admirables de la historia. Es una de las cuatro doctoras de la Iglesia. Las otras tres son Santa Catalina de Siena, Santa Teresita del Niño Jesús, y Santa Hildegarda.

Sus padres eran Alonso Sánchez de Cepeda, y Beatriz Dávila y Ahumada. La santa habla de ellos con gran cariño. Alonso Sánchez, tuvo tres hijos de su primer matrimonio, y Beatriz de Ahumada le dio otros nueve. Al referirse a sus hermanos, y medios hermanos, Santa Teresa escribe: "por la gracia de Dios, todos se asemejan en la virtud a mis padres, excepto yo".

Teresa nació en la ciudad castellana de Ávila, el 28 de marzo de 1515. A los siete años, tenía ya gran predilección, por la lectura de las vidas de santos. Su hermano Rodrigo, era casi de su misma edad, de suerte que acostumbraban jugar juntos.

Los dos niños, estaban muy impresionados, por el pensamiento de la eternidad, admiraban las victorias de los santos, al conquistar la gloria eterna, y repetían incansablemente: "Gozarán de Dios para siempre, para siempre, para siempre".

Busca el martirio
Teresa y su hermano, consideraban que los mártires, habían comprado la gloria, a un precio muy bajo, y resolvieron partir al país de los moros, con la esperanza de morir por la fe. Así pues, partieron de su casa a escondidas, rogando a Dios, que les permitiese dar la vida por Cristo; pero en Adaja se toparon con uno de sus tíos, quien los devolvió a los brazos, de su afligida madre. Cuando ésta los reprendió, Rodrigo echó la culpa a su hermana.

En vista del fracaso de sus proyectos, Teresa y Rodrigo, decidieron vivir como ermitaños, en su propia casa, y empezaron a construir una celda en el jardín, aunque nunca llegaron a terminarla. Teresa amaba desde entonces, la soledad. En su habitación, tenía un cuadro que representaba al Salvador, que hablaba con la Samaritana, y solía repetir frente a esa imagen: "Señor, dame de esa agua de beber, para que no vuelva a tener sed".

Toma a la Virgen como Madre
La madre de Teresa, murió cuando ésta tenía catorce años. "En cuanto empecé a caer en la cuenta, de la pérdida que había sufrido, comencé a entristecerme sobremanera; entonces me dirigí a una imagen de Nuestra Señora, y le rogué con muchas lágrimas, que me tomase por hija suya".

El peligro de la mala lectura, y las modas
Por aquella época, Teresa y Rodrigo, empezaron a leer novelas de caballerías, y aun trataron de escribir una. La santa confiesa en su "Autobiografía": "Esos libros, fueron enfriando paulatinamente mis buenos deseos, y me hicieron caer insensiblemente, en otras faltas. Las novelas de caballerías me gustaban tanto, que no estaba yo contenta, cuando no tenía una entre las manos”.

Poco a poco, empecé a interesarme por la moda, a tomar gusto en vestirme bien, a preocuparme mucho, del cuidado de mis manos, a usar perfumes, y a emplear todas las vanidades, que el mundo aconsejaba, a las personas de mi condición".

El cambio que paulatinamente se operaba en Teresa, no dejó de preocupar a su padre, quien la envió, a los quince años de edad, a educarse en el convento de las agustinas de Avila, en el que solían estudiar, las jóvenes de su clase.

Enfermedad y conversión
Un año y medio más tarde, Teresa cayó enferma, y su padre la llevó a casa. La joven, empezó a reflexionar seriamente, sobre la vida religiosa que le atraía, y le repugnaba a la vez. La obra que le permitió llegar a una decisión, fue la colección de "Cartas" de San Jerónimo, cuyo fervoroso realismo, encontró eco en el alma de Teresa.

La joven dijo a su padre, que quería hacerse religiosa, pero éste le respondió, que tendría que esperar a que él muriese, para ingresar en el convento. La santa, temiendo flaquear en su propósito, se fue a escondidas, a visitar a su amiga íntima, Juana Suárez, que era religiosa, en el convento carmelita de la Encarnación, en Avila, con la intención de no volver, en caso de que Juana le permitiese quedarse, a pesar de la pena que le causaba, contrariar la voluntad de su padre.

"Recuerdo que al abandonar mi casa, pensaba que la tortura de la agonía y de la muerte. no podía ser peor, a la que experimentaba yo en aquel momento . . . El amor de Dios no era suficiente, para ahogar en mí, el amor que profesaba a mi padre, y a mis amigos".

La santa determinó quedarse, en el convento de la Encarnación. Tenía entonces veinte años.

Su padre, al verla tan resuelta, cesó de oponerse a su vocación. Un año más tarde, Teresa hizo la profesión. Poco después, se agravó un mal, que había comenzado a molestarla, desde antes de profesar, y su padre la sacó del convento.

La hermana Juana Suárez, fue a hacer compañía a Teresa, quien se puso en manos de los médicos. Desgraciadamente, el tratamiento no hizo sino empeorar la enfermedad, probablemente una fiebre palúdica. Los médicos, terminaron por darse por vencidos, y el estado de la enferma se agravó.

Teresa consiguió soportar aquella tribulación, gracias a que su tío Pedro, que era muy piadoso, le había regalado un librito, del Padre Francisco de Osuna, titulado: "El tercer alfabeto espiritual". Teresa siguió las instrucciones de la pequeña obra, y empezó a practicar la oración mental, aunque no hizo en ella muchos progresos, por falta de un director espiritual experimentado. Finalmente, al cabo de tres años, Teresa recobró la salud.

La penitencia y la cruz
Convencida cada vez más de su indignidad, Teresa invocaba con frecuencia, a los grandes santos penitentes, San Agustín y Santa María Magdalena, con quienes están asociados, dos hechos que fueron decisivos, en la vida de la santa.

El primero, fue la lectura de las "Confesiones", de San Agustín. El segundo fue un llamamiento a la penitencia, que la santa experimentó, ante una imagen de la Pasión del Señor: "Sentí que Santa María Magdalena, acudía en mi ayuda . . . y desde entonces, he progresado mucho en la vida espiritual".

A la santa, le atraían más los Cristos ensangrentados, y manifestando profunda agonía. En una ocasión, al detenerse ante un crucifijo muy sangrante, le preguntó: "Señor, ¿quién te puso así?”, y le pareció que una voz le decía: "Tus charlas en la sala de visitas, ésas fueron las que me pusieron así, Teresa".

Ella se echó a llorar, y quedó terriblemente impresionada. Pero desde ese día, ya no vuelve a perder tiempo en charlas inútiles, y en amistades, que no llevan a la santidad.

Visiones y comunicaciones
Un padre jesuita, el Padre Baltasar Alvarez, le aconsejó que pidiese a Dios ayuda, para hacer siempre, lo que fuese más agradable a sus ojos, y que con ese fin, recitase diariamente, el "Veni Creator Spiritus".

Así lo hizo Teresa. Un día, precisamente cuando repetía el himno, fue arrebatada en éxtasis, y oyó en el interior de su alma, estas palabras: "No quiero que converses con los hombres, sino con los ángeles".

Ella dirá después: "El Espíritu Santo, como fuerte huracán, hace adelantar más en una hora, la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habríamos conseguido, en meses y años, remando con nuestras solas fuerzas".

La santa, que tuvo en su vida posterior, repetidas experiencias de palabras divinas, afirma que son más claras y distintas que las humanas; dice también que las primeras son operativas, ya que producen en el alma una tendencia a la virtud, y la dejan llena de gozo y de paz, convencida de la verdad, de lo que ha escuchado.

Escritora Mística
Santa Teresa escribió, el "Camino de Perfección", para dirigir a sus religiosas, y el libro de las "Fundaciones", para edificarlas y alentarlas. En cuanto al "Castillo Interior", puede considerarse que lo escribió, para instrucción de todos los cristianos, y en esa obra muestra la santa, como verdadera doctora de la vida espiritual.

Águila y paloma
Indudablemente, Santa Teresa era una mujer excepcionalmente dotada. Su bondad natural, su ternura de corazón, y su imaginación chispeante de gracia, equilibradas por una extraordinaria madurez de juicio, y una profunda intuición, le ganaban generalmente, el cariño y el respeto de todos.

Razón tenía el poeta Crashaw, al referirse a Santa Teresa, bajo los símbolos aparentemente opuestos, de "el águila" y "la paloma". Cuando le parecía necesario, la santa sabía hacer frente, a las más altas autoridades civiles, o eclesiásticas, y los ataques del mundo, no le hacían doblar la cabeza. Las palabras que dirigió al Padre Salazar: "Guardaos de oponeros al Espíritu Santo".

Y no fue un abuso de autoridad, lo que la movió, a tratar con dureza implacable a una superiora, que se había incapacitado, a fuerza de hacer penitencia.

Pero el águila no mata a la paloma, como puede verse, por la carta que escribió, a un sobrino suyo, que llevaba una vida alegre y disipada: "Bendito sea Dios, porque os ha guiado, en la elección de una mujer tan buena, y ha hecho que os caséis pronto, pues habíais empezado a disiparos desde tan joven, que temíamos mucho por vos. Esto os mostrará el amor que os profeso".

La santa tomó a su cargo, a la hija ilegítima, y a la hermana del joven, la cual tenía entonces siete años: "Las religiosas, deberíamos tener siempre con nosotras, a una niña de esa edad".

Selección de novicias
La intuición de Santa Teresa, se manifestaba sobre todo, en la elección de las novicias. Lo primero que exigía, aun antes que la piedad, era que fuesen inteligentes, es decir, equilibradas y maduras, porque sabía que es más fácil adquirir la piedad, que la madurez de juicio. "Una persona inteligente, es sencilla y sumisa, porque ve sus faltas y comprende, que tiene necesidad de una guía. Una persona tonta y estrecha, es incapaz de ver sus faltas, aunque se las pongan delante de los ojos; y como está satisfecha de sí misma, jamás se mejora".

"Aunque el Señor diese a esta joven, los dones de la devoción y la contemplación, jamás llegará a ser inteligente, de suerte que será siempre, una carga para la comunidad. ¡Que Dios nos guarde de las monjas tontas!".

Éxtasis
En algunos de sus éxtasis, de los que nos dejó la santa, una descripción detallada, se elevaba hasta un metro. Después de una de aquellas visiones, escribió la bella poesía, que dice: "Tan alta vida espero, que muero porque no muero".

A este propósito, comenta Teresa: Dios no parece contentarse con arrebatar el alma a Sí, sino que levanta también este cuerpo mortal, manchado con el barro asqueroso de nuestros pecados".

En esos éxtasis, se manifestaban la grandeza y bondad de Dios, el exceso de su amor, y la dulzura de su servicio, en forma sensible, y el alma de Teresa lo comprendía con claridad, aunque era incapaz de expresarlo.

El deseo del cielo, que le dejaban las visiones en su alma, era inefable. "Desde entonces, dejé de tener miedo a la muerte, cosa que antes me atormentaba mucho". Las experiencias místicas de la santa, llegaron a las alturas de los esponsales espirituales, el matrimonio místico, y la transverberación.

La transverberación.
Es la experiencia mística de ser traspasado en el corazón, causando una gran herida. La "transverberación" (del latín "transverberatio", que significa "traspasar"), es una experiencia mística de cercanía a Dios, que implica un "fuego", y una "herida" en el corazón.

Santa Teresa la describe en su "Libro de la Vida" (cap. 29,2), así:

«Ví a un ángel llegar hacia mí, hasta mi costado izquierdo, en forma corporal, con gran asombro. [...] No era grande, sino pequeño, muy hermoso, el rostro tan encendido, como si estuviese abrasado por el fuego.

Deben ser, los que llaman Querubines [...]. Llevaba en las manos, un dardo de oro largo, y en su extremo había un hierro, que aparecía encendido por el fuego. Este dardo me atravesó el corazón varias veces, hasta llegar a mis entrañas. Al sacarlo, me dejó vaciada por dentro, y el lugar de mis entrañas, lo ocupó un abrasador Amor por Dios, que me quemaba por dentro

Joan Carroll, en su libro sobre doctores de la Iglesia y mística, enumera otros santos, que han experimentado este fenómeno místico: Santa Catalina de Siena, Santa Margarita María Alacoque, San Pío de Pietrelcina, San Francisco de Sales, y Santa Verónica Giuliani, entre otros.

Santa Teresa fue sepultada en Alba de Tormes, donde reposan todavía sus reliquias. Su canonización, tuvo lugar en 1622. El 27 de septiembre de 1970, Pablo VI le reconoció el título de Doctora de la Iglesia.

Poesía Lírica de Santa Teresa de Jesús

Mi Amado para mí
Ya toda me entregué y dí
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.

Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,

Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.

Me hirió con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Creador;

Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.

Oración Final: Señor mío y Dios mío, que por los méritos e intercesión de Santa Teresa de Ávila, aparta de nuestra vida, toda disipación, lectura y conversaciones inútiles, consagrando todo nuestro tiempo terrenal, en buscar sólo tu Gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, que Vive y Reina eternamente. Amén.

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