domingo, 13 de octubre de 2019


Domingo 13 de Octubre

Beata Alejandrina María da Costa


1904-1955

Alma víctima de la Eucaristía, y de la consagración al Corazón Inmaculado de María

Se alimentaba únicamente de la Eucaristía

Patronazgo de la juventud, de los penitentes, de las personas víctimas de tentación, contra la pureza y la castidad; de los devotos de la Sagrada Eucaristía

El infierno es la más terrible bajeza

"No pequen más. Los placeres de esta vida no valen NADA. Reciban la Comunión; recen el rosario todos los días. Esto lo resume TODO"

Breve
Alejandrina María da Costa (Gresufes, Portugal, 30 de marzo de 1904 – Calvário, Portugal 13 de octubre de 1955), fue una mística católica portuguesa con reputación de santidad, reconocida por haber influenciado el papa Pío XII a hacer la consagración de todo el mundo al Inmaculado Corazón de María. Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 25 de abril de 2004.

Fue un miembro laico de la Unión Salesiana. Se tiró por una ventana, a la edad de 14 años, para preservar su virginidad. Quedó paralizada por la caída. Desde su cama, llevó un maravilloso apostolado, como alma víctima de oración, reparación y consejería espiritual, para muchos que la visitaban.

Resumen
Alejandrina, ofreciendo así su pasión, se convierte en alma víctima, por amor a la Eucaristía, y la consagración al Inmaculado Corazón, y sus mensajes fundamentales de Fátima.

En respuesta a su valiente petición, los dolores se empezaron a agudizar, hasta convertirse en casi insoportables. Noche tras noche, con fiebre muy alta, Alejandrina permanecía despierta, recostaba la cabeza sobre su almohada, y con sus manos, apretaba fuertemente el rosario, como exprimiendo alivio de sus cuentas: "Oh, Jesús", exclamaba en sollozos, repitiendo la oración enseñada, por Nuestra Señora en Fátima, "es porque te amo, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas, al Inmaculado Corazón de María".

Vive la Pasión de Jesucristo
Alejandrina experimentó 180 éxtasis de la Pasión, que eran precedidos por muchas horas de terror, que se hacían sobrecogedoras, en especial, a medida que el mediodía del Viernes Santo, se acercaba.

El miedo, era generalmente acompañado por una inmensa tristeza, nausea, y una sensación de terrible aislamiento. Por siete años, no pudo olvidar su primera crucifixión. Escribe: "Todo parecía estar presente frente a mí, sentía el miedo y el horror de esas horas amargas; la ansiedad de mi director espiritual a mi lado, y las lágrimas de mi familia aterrorizada".

Minutos después, del mediodía del 3 de octubre de 1938, Nuestro Señor la invitó a sumergirse en Su Pasión: "Ves hija mía, el Calvario esta listo, ¿aceptas?". Alejandrina valientemente aceptó. Testigos aguantaban la respiración, mientras ella entraba en éxtasis, y recobrando el uso de sus miembros paralizados, casi levitó de la cama, y emprendió los movimientos de agonía, del Getsemaní al Calvario. Los éxtasis de la Pasión, fueron filmados, y las imágenes forman parte importante, para la causa de su beatificación en Roma.

Al terminar uno de los éxtasis a las 3.00 p.m., Alejandrina levantó sus brazos, en acción de gracias, e inmediatamente, agotada en horror, lloró: "¡¡No Jesús, No Jesús, crucifícame!!". ¡¡Perdón, perdón, perdón!!!. Ellos tienen el mismo derecho que tengo yo, porque tú moriste en la cruz por ellos, como lo hiciste por mí. Jesús no quiero que ningún alma vaya al infierno. Te amo por ellos. Perdónalos, Jesús, acuérdate de mí en mi crucifixión. El infierno es la más terrible bajeza". Este relato nos recuerda, uno de los diálogos, de la mística Santa Gemma Galgani, a fines del siglo XIX.

Días después, Alejandrina sufrió dolores atroces, empezó a vomitar sangre, y fue torturada por una sed, tan fogosamente intensa, que el agua no la saciaba, y que no podía ni siquiera, tragar una gota.

Empezó a percibir, literalmente, el "fuerte olor del pecado": "Eran olores increíblemente repugnantes", recuerda en su autobiografía. "me traían violetas y perfumes, para acercarlos a mi nariz, pero los apartaba, porque todavía estaba atormentada por ese vil olor. Solo el recuerdo de estas cosas, me hacen sufrir".

Se alimenta exclusivamente de la Eucaristía
Un día, escuchó la voz del Señor, que le decía: "No te alimentarás más con comida en la tierra. Tu comida será mi Carne, tu bebida será mi Divina Sangre; tu vida será mi Vida. Tú la recibes de Mí, cuando una mi corazón al tuyo. No tengas miedo, ya no serás más crucificada, como en el pasado, ahora nuevas pruebas te esperan, que serán las más dolorosas. Pero al final, yo te llevaré al cielo, y la Santísima Madre te acompañará".

Durante los últimos trece años de su vida, Alejandrina no comió, ni bebió nada. Se alimentaba únicamente de la Eucaristía. Su sed, solo podía ser saciada por Dios mismo. Todos estos hechos, fueron cuidadosamente documentados, por reconocidos médicos profesionales.

Alejandrina compartió a su director espiritual, lo que Nuestro Señor le había dicho: "Estás viviendo solo de la Eucaristía, porque quiero mostrarle al mundo entero, el poder de la Eucaristía, y el poder de Mi vida en las almas".

Durante su larga agonía, escuchó la voz del Señor que le decía: "Dame tus manos, porque quiero clavarlas con las mías. Dame tu cabeza, porque quiero coronarlo con mis espinas, como me hicieron a Mí. Dame tu corazón, porque quiero traspasarlo con una lanza, como me traspasaron el mío. Abandónate completamente en Mí... Ayúdame en la redención de la humanidad".

Santa Muerte
Alejandrina muere poco después, de recibir la Sagrada Eucaristía, el 13 de octubre de 1955, en el 38 aniversario, del milagro del sol en Fátima. Sus últimas palabras, entre murmuraciones, antes de morir fueron: "No lloren por mí, hoy soy inmensamente feliz... por fin me voy al Cielo".

Y a los sacerdotes, peregrinos y periodistas, que abarrotaban el lugar, le dio un mensaje que debe mover a toda la humanidad: "No pequen más. Los placeres de esta vida no valen NADA. Reciban la Comunión; recen el rosario todos los días. Esto lo resume TODO".

Oración: Señor mío y Dios mío. Que la tremenda agonía de la beata Alejandrina, nos ayude a aliviar las contrariedades de la Vida, y poder ser siempre castos de corazón, como lo fué ella, y San Eduardo III, rey de Inglaterra. Por nuestro Señor Jesucristo, Ayer, Hoy y Siempre. Amén.

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