jueves, 3 de octubre de 2019


Quinta Feria, 3 de octubre

SAN FRANCISCO DE BORJA S.J.


(1510-1572)

Superior General Jesuita

Descendiente de la realeza; Duque de Gandía, gobernador, virrey de Cataluña, consejero del emperador Carlos I de España y V de Alemania; padre de familia, viudo y sacerdote,  tercer superior general de la Compañía de Jesús.

« ¡No serviré nunca más a un señor que pudiese morir!

Breve: Francisco de Borja nació en Gandía (Valencia), en 1510. Gran privado del emperador Carlos V, y caballerizo de la emperatriz Isabel, vivió ejemplarmente en palacio. La vista del cadáver de la emperatriz, lo impulsó a despreciar las vanidades de la corte.

Fue virrey de Cataluña, y duque de Gandía. Después de la muerte de su esposa, en 1546, que acabó de desligarlo del mundo, entró en la Compañía de Jesús, de la que llegó a ser, superior general.

Se distinguió sobre todo, por su profunda humildad. Dio gran impulso a las misiones. Murió en Roma, el 1 de octubre de 1572. Fue canonizado en 1671.

Resumen de su magnífica labor evangélica
San Francisco, no era partidario de la Inquisición, y este tribunal no lo veía con buenos ojos, por lo que Felipe II, tuvo que escuchar más de una vez las calumnias, que los envidiosos levantaban, contra el santo duque. Éste permaneció en Portugal, hasta 1561, cuando el Papa Pío IV, le llamó a Roma, a instancias del Padre Laínez, general de los jesuitas.

En Roma se le acogió cordialmente. Entre los que asistían regularmente a sus sermones, se contaban el cardenal Carlos Borromeo, y el cardenal Ghislieri, quien más tarde, fue Papa con el nombre de Pío V. Ahí se interiorizó más, de los asuntos de la Compañía, y empezó a desempeñar cargos de importancia. En 1566, a la muerte del Padre Laínez, fue elegido general, cargo que ejerció hasta su muerte.

Durante los siete años, que desempeñó ese oficio, dio tal ímpetu a su orden, en todo el mundo, que puede llamársele el segundo fundador. El celo con que propagó las misiones, y la evangelización del mundo pagano, inmortalizó su nombre. Y no se mostró menos diligente, en la distribución de sus súbditos en Europa, para colaborar a la reforma de las costumbres. Su primer cuidado, fue establecer un noviciado regular en Roma, y ordenar que se hiciese otro tanto, en las diferentes provincias.

Durante su primera visita a la Ciudad Eterna, quince años antes, se había interesado mucho, en el proyecto de la fundación del Colegio Romano, y había regalado, una generosa suma de dinero, para ponerlo en práctica.

Como general de la Compañía, se ocupó personalmente de dirigir el Colegio, y de precisar el programa de estudios. Prácticamente fue él, quien fundó el Colegio Romano, aunque siempre rehusó, el título de fundador, que se da ordinariamente a Gregorio XIII, quien lo restableció, con el nombre de Universidad Gregoriana.

San Francisco, construyó la iglesia de San Andrés del Quirinal, y fundó el noviciado en la residencia contigua; además, empezó a construir el Gesu, y amplió el Colegio Germánico, en el que se preparaban los misioneros, destinados a predicar, en aquellas regiones del norte de Europa, en las que el protestantismo había hecho estragos.

San Pío V, tenía mucha confianza en la Compañía de Jesús, y gran admiración por su general, de suerte que San Francisco de Borja, podía moverse con gran libertad. A él se debe la extensión de la Compañía de Jesús, más allá de los Alpes, así como el establecimiento de la provincia de Polonia.

Valiéndose de su influencia, en la corte de Francia, consiguió que los jesuitas, fuesen bien recibidos en ese país, y fundasen varios colegios. Por otra parte, reformó las misiones de la India, las del Extremo Oriente, y dio comienzo a las misiones de América.

Entre su obra legislativa, hay que contar, una nueva edición de las reglas de la Compañía, y una serie de directivas para los jesuitas, dedicados a trabajos particulares.

A pesar del extraordinario trabajo, que desempeñó durante sus siete años de generalato, jamás se desvió un ápice, de la meta que se había fijado, ni descuidó su vida interior.

Un siglo más tarde, escribió el Padre Verjus: "Se puede decir con verdad, que la Compañía de Jesús, debe a San Francisco de Borja, su forma característica y su perfección. San Ignacio de Loyola, proyectó el edificio y echó los cimientos; el Padre Laínez construyó los muros; San Francisco de Borja techó el edificio, y arregló el interior, y de esta suerte, concluyó la gran obra, que Dios había revelado a San Ignacio".

No obstante sus muchas ocupaciones, San Francisco encontraba tiempo todavía, para encargarse de otros asuntos. Por ejemplo, cuando la peste causó estragos en Roma, en 1566, el santo reunió limosnas, para asistir a los pobres, y envió a sus asistentes por parejas, a cuidar a los enfermos de la ciudad, no obstante el peligro al que los exponía.

Se le ofreció el cargo de cardenal, y tenía posibilidades de llegar a ser Papa, pero no lo aceptó.

En 1571, el Papa envió al cardenal Bonelli, con una embajada a España, Portugal y Francia, y San Francisco de Borja le acompañó. Aunque la embajada fue un fracaso, desde el punto de vista político, constituyó un triunfo personal de Francisco. En todas partes, se reunían multitudes, para "ver al santo duque", y oírle predicar; Felipe II, olvidando las antiguas animosidades, le recibió tan cordialmente, como sus súbditos.

Pero la fatiga del viaje, apresuró el fin de San Francisco. Su primo, el duque Alfonso, alarmado por el estado de su salud, le envió desde Ferrara a Roma, en una litera. Sólo le quedaban ya dos días de vida. Por intermedio de su hermano Tomás, San Francisco envió sus bendiciones, a cada uno sus hijos y nietos, y a medida que su hermano, le repetía los nombres de cada uno, oraba por ellos.

Tenía una profunda devoción a la Eucaristía, y a la Virgen Santísima. Gravemente enfermo, cuando solo le quedaban dos días de vida, quiso visitar el Santuario Mariano de Loreto.

Cuando el santo perdió el habla, un pintor entró a retratarle. Al ver al pintor, San Francisco manifestó su desaprobación con la mirada y el gesto, y no se dejó pintar. Murió a la media noche, del 30 de septiembre de 1572. Según la expresión del Padre Brodrick, fue "uno de los hombres más buenos, amables y nobles, que había pisado nuestro pobre mundo".

La humildad
Un día confesó a los novicios, que durante los seis años, que llevaba meditando la vida de Cristo, se había puesto siempre en espíritu a los pies de Judas; pero que recientemente había caído en la cuenta, de que Cristo había lavado los pies del traidor, y por ese motivo, ya no se sentía digno de acercarse ni siquiera a Judas.

Francisco no se dejó engañar por el mundo. Sabiéndose nada, confió todo en Jesucristo, y logró la santidad.

Canonizado en 1671.

En mayo de 1931, su cuerpo, venerado en la casa religiosa de Madrid, fue quemado en el incendio, que causaron los revolucionarios.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos y la intercesión de tu querido hijo, San Francisco de Borja, sepamos compartir nuestros dones con desinterés, en pos de la evangelización de nuestra sociedad, sabiendo vivir con humildad y desapego de las riquezas, y alabanzas de este mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, Ayer, Hoy y Siempre. Amén.

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