Domingo
27 de Octubre
Santos
Vicente, Sabina y Cristeta
Mártires
(304)
“Carecería
de sólido entendimiento, si menospreciando al Dios verdadero, que
creó el cielo, y formó la tierra, penetró los abismos, y ciñó
los mares, diese culto a los falsos dioses de leña y piedra,
representados en estatuas vanas”
Vicente es visitado
por sus hermanas, en la prisión. En la otra escena, Daciano manda su
persecución
Vicente,
Sabina y Cristeta, son hermanos. Han nacido y viven en Talavera
(Toledo, España). Los tres disfrutan de su juventud —Cristeta,
casi niña- y como en tantos hogares, después del fallecimiento de
los padres, hace cabeza en Vicente, que es el mayor.
Manda
en el Imperio la tetrarquía, presidida por Diocleciano, con el fin
de poner término a la decadencia, que se viene arrastrando, a lo
largo del siglo III, por las innumerables causas internas, y por las
rebeliones y amenazas, cada vez más apremiantes en las fronteras.
Diocleciano,
augusto, reside en Nicomedia (Turquía), y ocupa la cumbre de la
jerarquía; su césar Galerio reside en Sirmio (Servia), y se ocupa
de Oriente; Maximiano es el otro augusto, que se establece en Milán
(Italia), con su césar Constancio, en Tréveris (Alemania),
gobiernan Occidente.
El
que preside España es Daciano, hombre cruel, bárbaro y perverso,
que odia sin límites, el nombre cristiano, y que va dejando un riego
de mártires, en Barcelona y en Zaragoza. Llega a Toledo, y sus
colaboradores, buscan en Talavera, a los seguidores de Cristo.
Allí
es conocido como tal, Vicente, que se desvive por la ayuda al
prójimo, y es ejemplo de alegría, nobleza y rectitud.
Llevado
a la presencia de Decio, se repite el esquema clásico, en parte
verídico, y en parte poético, de las actas de los mártires.
Halagos por parte del poderoso juez pagano, con promesas fáciles, y
por parte del cristiano, profesiones de fe, en el Dios que es
Trinidad, en Jesucristo-Señor, y en la vida eterna prometida.
Amenazas
de la autoridad, que se muestra dispuesta a hacer cumplir, de modo
implacable las leyes, y exposición tan larga como firme, de las
disposiciones a perder todo, antes de la renuncia, a la fe nutriente
de su vida, que hace el cristiano.
Según
consta en el acta de martirio, Vicente le dijo a Decio:
“Carecería
de sólido entendimiento, si menospreciando al Dios verdadero, que
creó el cielo y formó la tierra, penetró los abismos y ciñó los
mares, diese culto a los falsos dioses, de leña y piedra,
representados en estatuas vanas. Júpiter a quien tú invocas, fue un
hombre inútil, cuyas maldades y torpezas, publican vuestros mismos
libros, pero mi Dios es Santo e Inmaculado, uno en esencia, y trino
en personas, quien por su infinito poder, y suma bondad, hizo las
obras admirables, que en el cielo y la tierra vemos y sabemos, las
cuales por todas partes, publican su divinidad”.
De
ahí se pasa al martirio, descrito con tonos, en parte dramáticos, y
en parte triunfales, con el añadido de algún hecho sobrenatural,
con el que se manifiesta la complacencia divina, ante la fidelidad
libre del fiel.
Bueno
pues, el caso es que a Vicente, lo condenan a muerte, por su
pertinacia en perseverar, en la fe cristiana. Lo meten en la cárcel,
y en espera de que se cumpla la sentencia, es visitado por sus dos
hermanas, que entre llantos, y confirmándole, en su decisión de ser
fiel a Jesucristo, le sugieren la posibilidad de una fuga, con el fin
de que sin padres que les tutelen, siga él siendo su apoyo y
valedor.
La
escapada se realiza, gracias a un guardia piadoso, pero los soldados
romanos, los encuentran en la cercana Ávila, donde son los tres
martirizados, en el año 304.
El
amor a Dios, no supone una dejación, olvido, o deserción de los
nobles compromisos humanos. Vicente, aceptando los planes divinos
hasta el martirio, hizo cuanto legítimamente estuvo de su parte,
para sacar adelante su compromiso familiar.
Oración:
Señor mío y Dios mío, que por los méritos y la intercesión, de
San Vicente, Sabina y Cristeta, nos ayudes a crecer en la Fe
Verdadera, y aceptar con dignidad, las pruebas de nuestra Vida,
forjando mediante ellas, una piadosa relación filial contigo, basada
en las enseñanzas de tu Divino Hijo, y los Apóstoles. Por Nuestro
Señor Jesucristo, que Vive y Reina por Siempre. Amén.
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