domingo, 27 de octubre de 2019


Domingo 27 de Octubre

Santos Vicente, Sabina y Cristeta


Mártires

(304)

Carecería de sólido entendimiento, si menospreciando al Dios verdadero, que creó el cielo, y formó la tierra, penetró los abismos, y ciñó los mares, diese culto a los falsos dioses de leña y piedra, representados en estatuas vanas”


Vicente es visitado por sus hermanas, en la prisión. En la otra escena, Daciano manda su persecución

Vicente, Sabina y Cristeta, son hermanos. Han nacido y viven en Talavera (Toledo, España). Los tres disfrutan de su juventud —Cristeta, casi niña- y como en tantos hogares, después del fallecimiento de los padres, hace cabeza en Vicente, que es el mayor.

Manda en el Imperio la tetrarquía, presidida por Diocleciano, con el fin de poner término a la decadencia, que se viene arrastrando, a lo largo del siglo III, por las innumerables causas internas, y por las rebeliones y amenazas, cada vez más apremiantes en las fronteras.

Diocleciano, augusto, reside en Nicomedia (Turquía), y ocupa la cumbre de la jerarquía; su césar Galerio reside en Sirmio (Servia), y se ocupa de Oriente; Maximiano es el otro augusto, que se establece en Milán (Italia), con su césar Constancio, en Tréveris (Alemania), gobiernan Occidente.

El que preside España es Daciano, hombre cruel, bárbaro y perverso, que odia sin límites, el nombre cristiano, y que va dejando un riego de mártires, en Barcelona y en Zaragoza. Llega a Toledo, y sus colaboradores, buscan en Talavera, a los seguidores de Cristo.

Allí es conocido como tal, Vicente, que se desvive por la ayuda al prójimo, y es ejemplo de alegría, nobleza y rectitud.

Llevado a la presencia de Decio, se repite el esquema clásico, en parte verídico, y en parte poético, de las actas de los mártires. Halagos por parte del poderoso juez pagano, con promesas fáciles, y por parte del cristiano, profesiones de fe, en el Dios que es Trinidad, en Jesucristo-Señor, y en la vida eterna prometida.

Amenazas de la autoridad, que se muestra dispuesta a hacer cumplir, de modo implacable las leyes, y exposición tan larga como firme, de las disposiciones a perder todo, antes de la renuncia, a la fe nutriente de su vida, que hace el cristiano.

Según consta en el acta de martirio, Vicente le dijo a Decio:
Carecería de sólido entendimiento, si menospreciando al Dios verdadero, que creó el cielo y formó la tierra, penetró los abismos y ciñó los mares, diese culto a los falsos dioses, de leña y piedra, representados en estatuas vanas. Júpiter a quien tú invocas, fue un hombre inútil, cuyas maldades y torpezas, publican vuestros mismos libros, pero mi Dios es Santo e Inmaculado, uno en esencia, y trino en personas, quien por su infinito poder, y suma bondad, hizo las obras admirables, que en el cielo y la tierra vemos y sabemos, las cuales por todas partes, publican su divinidad”.

De ahí se pasa al martirio, descrito con tonos, en parte dramáticos, y en parte triunfales, con el añadido de algún hecho sobrenatural, con el que se manifiesta la complacencia divina, ante la fidelidad libre del fiel.

Bueno pues, el caso es que a Vicente, lo condenan a muerte, por su pertinacia en perseverar, en la fe cristiana. Lo meten en la cárcel, y en espera de que se cumpla la sentencia, es visitado por sus dos hermanas, que entre llantos, y confirmándole, en su decisión de ser fiel a Jesucristo, le sugieren la posibilidad de una fuga, con el fin de que sin padres que les tutelen, siga él siendo su apoyo y valedor.

La escapada se realiza, gracias a un guardia piadoso, pero los soldados romanos, los encuentran en la cercana Ávila, donde son los tres martirizados, en el año 304.

El amor a Dios, no supone una dejación, olvido, o deserción de los nobles compromisos humanos. Vicente, aceptando los planes divinos hasta el martirio, hizo cuanto legítimamente estuvo de su parte, para sacar adelante su compromiso familiar.

Oración: Señor mío y Dios mío, que por los méritos y la intercesión, de San Vicente, Sabina y Cristeta, nos ayudes a crecer en la Fe Verdadera, y aceptar con dignidad, las pruebas de nuestra Vida, forjando mediante ellas, una piadosa relación filial contigo, basada en las enseñanzas de tu Divino Hijo, y los Apóstoles. Por Nuestro Señor Jesucristo, que Vive y Reina por Siempre. Amén.

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