Tercera Feria, 7 de Marzo
Santas
Perpetua y Felicitas
y compañeros mártires en Cartago
y compañeros mártires en Cartago
7 de marzo, c.205
"Las
cosas sucederán como Dios disponga, pues estamos en sus manos, y no
en las nuestras"
Breve
Perpetua
nacida en la nobleza, conversa. Esposa y madre. Fue martirizada con
su servidora y amiga, y otros mártires.
-------------------------------------------------------
En
el siglo IV se leían las actas de estas santas en las iglesias de
África. El pueblo les profesaba una estima tan grande, que San
Agustín se vio obligado a publicar una protesta, para evitar que se
las considerara en plano de igualdad con la Sagrada Escritura.
Durante
la persecución del emperador Severo, fueron arrestados en Cartago
cinco catecúmenos en el año 205. Eran estos Revocato, Felícitas
(su compañera de esclavitud, que estaba embarazada desde hacía
varios meses), Saturnino, Secúndulo y Vibia Perpetua. Esta última
tenía 22 años de edad, era madre de un pequeñín, y tenía buena
posición. A estos cinco se unió Sáturo, quien les había instruido
en la fe y se negó a abandonarles.
Perpetua
escribió las actas: "Yo estaba todavía con mis compañeros.
Mi padre, que me quería mucho, trataba de darme razones para
debilitar mi fe, y apartarme de mi propósito. Yo le respondí:
"Padre, ¿no ves ese cántaro o jarro, o como quieras
llamarlo?... ¿Acaso puede llamarlo con un nombre que no le designe
por lo que es?" "No", replicó él. "Pues tampoco
yo puedo llamarme por un nombre que no signifique lo que soy:
cristiana".
Al
oír la palabra "cristiana", mi padre se lanzó sobre mí,
y trató de arrancarme los ojos, pero sólo me golpeó un poco, pues
mis compañeros le detuvieron... Yo di gracias a Dios, por el
descanso de no ver a mi padre durante algún tiempo...
En
esos días recibí el bautismo, y el Espíritu me movió a no pedir
más que la gracia de soportar el martirio.
Al
poco tiempo, nos trasladaron a una prisión, donde yo tuve mucho
miedo, pues nunca había vivido en tal oscuridad. ¡Qué horrible
día!. El calor era insoportable, pues la prisión estaba llena. Los
soldados nos trataban brutalmente. Para colmo de males, yo tenía ya
dolores de vientre..."
Más
tarde, Perpetua tuvo un sueño que le ayudó a prepararse para el
martirio. Su padre regresó para implorarle que renunciara a su fe
para evitar el martirio. Le decía de rodillas y besando sus manos:
... “Piensa en tu madre y en la hermana de tu madre; piensa
sobre todo en tu hijo, que no podrá sobrevivirte. Depón tu orgullo
y no nos arruines, pues jamás podremos volver a hablar como hombres
libres, si te sucede algo". Ella le respondió: "Las
cosas sucederán como Dios disponga, pues estamos en sus manos y no
en las nuestras".
Condujeron
a los reos a la plaza del mercado, para juzgarlos ante una multitud.
Narra Perpetua: "Todos los que fueron juzgados antes de mí
confesaron la fe. Cuando me llegó el turno, mi padre se aproximó
con mi hijo en brazos y, haciéndome bajar de la plataforma, me
suplicó: “Apiádate de tu hijo”.
El
presidente Hilariano se unió a los ruegos de mi padre, diciéndome:
“Apiádate de las canas de tu padre, y de la tierna infancia de
tu hijo. Ofrece sacrificios por la prosperidad de los emperadores”.
Yo respondí: “¡No!”. “¿Eres cristiana?”, me
preguntó Hilariano.
Yo
contesté: "Sí, soy cristiana”.
Como mi padre persistiese en apartarme de mi resolución, Hilariano
mandó que le echasen fuera, y los soldados le golpearon con un
bastón. “Eso me dolió como si me hubiesen golpeado a mí, pues
era horrible ver que maltrataban a mi padre anciano. Entonces el juez
nos condenó a todos a las fieras, y volvimos llenos de gozo a la
prisión. Como mi hijo estaba acostumbrado al pecho, rogué a
Pomponio que le trajese a la prisión, pero mi padre se negó a
dejarle venir. Pero Dios dispuso las cosas de suerte que mi hijo no
extrañó el pecho, y a mí no me hizo sufrir la leche de mis
pechos".
Según
parece, Secúndulo había muerto en la prisión antes del juicio.
Antes de dictar sentencia, Hilariano había mandado azotar a Revocato
y Saturnino, y abofetear a Perpetua y Felicitas.
Se
reservó a los mártires para los espectáculos que se iban a ofrecer
a los soldados durante las fiestas de Geta, a quien su padre, Severo,
había nombrado César cuatro años antes, en tanto que había
nombrado Augusto a su hijo Caracala.
Santa
Perpetua relata otra de sus visiones: "Pocos días después,
mientras estaba yo orando, se me escapó el nombre de Dinócrates (su
hermano de sangre que había muerto a los siete años). La cosa me
sorprendió mucho, pues yo no estaba pensando en él. Al punto
comprendí que debía orar por él, y así lo hice con gran fervor e
insistencia..."
Felicitas
tenía miedo de que se la privase del martirio, porque generalmente
no se condenaba a la pena capital a las mujeres embarazadas. Todos
los mártires oraron por ella, y así dio a luz a una hija en la
prisión; uno de los cristianos adoptó a la niña.
Según
las actas: "El día del martirio los
prisioneros salieron de la cárcel como si fuesen al cielo... La
multitud, furiosa al ver la valentía de los mártires, pidió a
gritos que les azotaran; así pues, cada uno de ellos recibió un
latigazo al pasar frente a los gladiadores".
A
Sáturo le echaron varias bestias que no le dañaron.
Al
fin "un leopardo saltó sobre él, y le dejó cubierto de sangre
en un instante. La multitud gritaba: “¡Ahora sí está bien
bautizado!”. El mártir, ya agonizante, dijo a Pudente:
“¡Adiós!. Conserva la fe, acuérdate
de mí, y que esto sirva para confirmarte, y no para confundirte”.
Y, tomando el anillo del carcelero, lo mojó en su propia sangre, lo
devolvió a Pudente y murió. Así fue a esperar a Perpetua, como
esta lo había predicho".
Perpetua
y Felicitas fueron arrojadas a una vaca salvaje. La fiera atacó
primero a Perpetua, quien cayó de espaldas; pero la mártir se sentó
inmediatamente, se cubrió con su túnica desgarrada, y se arregló
un poco los cabellos para que la multitud no creyese que tenía
miedo.
Después
fue a reunirse con Felicitas que yacía también por tierra. Juntas
esperaron el siguiente ataque de la fiera; pero la multitud gritó
que con eso bastaba; los guardias las hicieron salir por la Puerta
Sanavivaria, que era por donde salían los gladiadores victoriosos.
Al pasar por ahí, Perpetua volvió en sí
de una especie de éxtasis, y preguntó si pronto iba a enfrentarse
con las fieras. Cuando le dijeron lo que había sucedido, la santa no
podía creerlo, hasta que vio sobre su cuerpo y sus vestidos las
señales de la lucha.
Entonces
llamó a su hermano, y al catecúmeno Rústico y les dijo:
“Permaneced firmes en la fe, y guardad la caridad entre
vosotros; no dejéis que nuestros sufrimientos se conviertan en
piedra de escándalo”.
Entre
tanto la veleidosa muchedumbre pidió que las mártires compareciesen
nuevamente; así se hizo, con gran gozo para las dos santas. Después
de haberse dado el beso de la paz, Felícitas fue decapitada por los
gladiadores. El verdugo de Perpetua, que estaba muy nervioso, erró
en el primero golpe, arrancando un grito a la mártir; ella misma
tendió el cuello para el segundo golpe. “Tal
vez porque una mujer tan grande... sólo podía morir
voluntariamente".
En
1907, el P. Delattre descubrió y restauró una antigua inscripción
en la basílica Majorum de Cartago. En dicha basílica habían sido
enterrados los cuerpos de los mártires, según dice expresamente
Víctor Vitese, un obispo africano del siglo V que había visitado la
tumba.
El
contenido de la inscripción es el siguiente: "Aquí reposan
los mártires Sáturo, Saturnino, Revocato, Secúndulo, Felícitas y
Perpetua, quienes sufrieron en las nonas de marzo". Sin
embargo, no es posible afirmar con toda certeza que esa inscripción
sea la de la losa sepulcral de los mártires.
El
martirio se conmemoraba originalmente en las nonas de marzo (7 de
marzo). Estos mártires aparecen en todos los calendarios y
martirologios antiguos, como por ejemplo en el calendario filocaliano
de Roma, (354 P.C.)
Fuente:
Butler, Vida de los Santos, Vol I
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, concédenos siempre la protección y
compañía de las Santas Perpetua y Felicitas, y de los Santos
Compañeros Mártires Revocato, Felícitas, Saturnino, Secúndulo,
Sáturo y Vibia Perpetua, a fin de que podamos siempre decir con
orgullo que somos cristianos, en cualquier ámbito en que nos toque
movernos, y así glorificar tu Santo Nombre. A Tí Señor, que nos
prometiste que a quienes no nieguen tu Santo Nombre alcanzarán la
gloriosa Misericordia ante el Tribunal Supremo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario