24 de Julio 2024
Beatos Juan Antonio Pérez Mayo, Francisco
Polvorinos Gómez y seis compañeros
Mártires de Guerra Civil
española
(1939)
«Si
hay que morir, estoy dispuesto; seguro de que Dios nos dará la
fuerza que necesitamos, para ser fieles».
En
Pozuelo de Alarcon, Madrid, España, beatos Juan Antonio Pérez Mayo,
Francisco Polvorinos Gómez, Manuel Gutiérrez Martín, Cecilio Vega
Domínguez, Juan Pedro Del Cotillo Fernández, Justo González
Lorente, Pascual Aláez Medina, sacerdotes profesos de los Misioneros
Oblatos de María Inmaculada, y Cándido Castán San José, laico,
casado, muertos en tiempos de la Guerra Civil por defender el nombre
de Cristo.
El 17 de diciembre de 2011 fueron beatificados en
Madrid, otro grupo de mártires, muertos en la persecución
religiosa, de comienzos de la Guerra Civil española. Se trata en
este caso de 21 religiosos, profesos del Instituto de Misioneros
Oblatos de María Inmaculada, y de un laico. El conjunto, se encabeza
con el nombre del Padre Provincial, beato Francisco Esteban
Lacal.
Entre los beatificados, había algunos presbíteros,
otros clérigos muy jóvenes, que no habían recibido aun el
sacerdocio, y religiosos no clérigos, así como el mencionado laico.
He aquí la lista completa, con su fecha de nacimiento y procedencia
geográfica:
Muertos el día 24 de julio en Pozuelo de
Alarcon, Madrid:
1. Juan Antonio
Pérez Mayo: sacerdote profeso, nac.: 19 nov 1907 en Santa
Marina del Rey, León.
2. Francisco
Polvorinos Gómez: clérigo profeso, nac.: 29 ene 1910 en
Calaveras de Arriba, León.
3. Manuel
Gutiérrez Martín: clérigo profeso, nac.: 1 ene 1913 en
Fresno del Río, Palencia.
4. Cecilio
Vega Domínguez: clérigo profeso, nac.: 8 sep 1913 en
Villamor de Obrigo, León.
5. Juan
Pedro Del Cotillo Fernández: clérigo profeso, nac.: 1
may 1914 en Siero de la Reina, León.
6.
Justo González Lorente: clérigo profeso, nac.: 14 oct
1915 en Villaverde de Arcayos, León
7. Pascual Aláez Medina: clérigo profeso, nac.: 11 may 1917 en Villaverde de Arcayos, León
8.
Cándido Castán San José: laico de la Arquidiócesis de
Madrid; casado, nac.: 5 ago 1894 en Benifaió, Valencia.
Muertos
el día 7 de noviembre en Paracuellos de Jarama y Soto de Aldovea,
Torrejón de Ardoz, respectivamente:
9.
José Vega Riaño: sacerdote profeso, nac.: 19 may 1904 en
Siero de la Reina, León.
10.
Serviliano Riaño Herrero: clérigo profeso, nac.: 20 abr
1916 en Prioro, León.
Muertos el día 28 de noviembre en
Paracuellos de Jarama, Madrid:
11.
Francisco Esteban Lacal: sacerdote profeso, nac.: 8 feb
1888 en Soria.
12. Vicente Blanco
Guadilla: sacerdote profeso, nac.: 3 abr 1882 en Frómista,
Palencia
13. Gregorio Escobar García:
sacerdote profeso, nac.: 12 sep 1912 en Estella, Navarra
14.
Ángel Francisco Bocos Hernández: religioso profeso,
nac.: 28 ene 1883 en Ruijas-Valderrible, Santander.
15.
Juan José Caballero Rodríguez: clérigo profeso, nac.: 5
mar 1912 en Fuenlabrada de los Montes, Badajóz.
16.
Justo Gil Pardo: clérigo profeso, nac.: 18 oct 1910 en
Lúquin, Navarra.
17. Marcelino
Sánchez Fernández: religioso profeso, nac.: 30 dic 1910
en Santa Marina del Rey, Léon.
18.
Publio Rodríguez Moslares: clérigo profeso, nac.: 12 nov
1912 en Tiedra, Valladolid.
19. José
Guerra Andrés: clérigo profeso, nac.: 13 nov 1914 en
León.
20. Eleuterio Prado Villaroel:
religioso profeso, nac.: 20 feb 1915 en Prioro, León.
21.
Daniel Gómez Lucas: clérigo profeso, nac.: 10 abr 1916
en Hacinas, Burgos.
22. Justo
Fernández González: clérigo profeso, nac.: 2 nov 1916
en Huelde, León.
23. Clemente
Rodríguez Tejerina: clérigo profeso, nac.: 23 jul 1918
en Santa Olaja de la Varga, León.
A continuación, extractos
de la homilía del Cardenal Angelo Amato, SDB, durante la celebración
de la beatificación de los mártires. Después de resumir la
historia de los mártires, dijo el Cardenal:
El llanto de mil
madres, no puede acallar el dolor de la Iglesia, por la pérdida de
estos hijos suyos, muertos por el odio contra Dios. La historia
enseña, desgraciadamente, que cuando el hombre arranca de su
conciencia, los mandamientos de Dios, rompe también de su corazón
las fibras del bien, llevándolo a cumplir actos monstruosos.
Perdiendo a Dios, el hombre pierde también su humanidad.
Podemos
preguntarnos: ¿nuestros mártires estaban preparados para el
sacrificio supremo?. La respuesta, fundada en los testimonios y en
sus mismas palabras, es positiva. Ellos eran conscientes y se
preparaban, a vivir en la plegaria y en el sacrificio, su entrega a
los verdugos. Ellos, ciertamente, conocían la actitud
antirreligiosa, de muchos de los habitantes del lugar, airados porque
los Oblatos, llevaban el crucifijo bien a la vista sobre el pecho, y
porque acogían en su instituto, las reuniones de los ferroviarios
católicos.
A sólo cuatro días del estallido de la guerra
civil, el odio anticatólico, que había incendiado y destruido,
muchas iglesias de Madrid, llegó a Pozuelo de Alarcón, ensañándose
en el colegio (escolasticado) de los Oblatos, con una crueldad
inaudita. Ocupado el instituto, todos los religiosos fueron
detenidos, sin interrogatorio, sin proceso, sin pruebas, sin
posibilidad de defenderse.
Un sacerdote, seis jóvenes
estudiantes, y el señor Cándido Castán San José, esposo y padre
de dos hijos, fueron asesinados en seguida, al día siguiente de la
detención. Los otros soportaron cuatro meses de sufrimientos,
siguiendo las dolorosas estaciones de un trágico viacrucis: terror,
refugio clandestino, riesgo constante de ser descubiertos, arresto,
cárcel, burlas, humillaciones de toda clase, torturas, mutilaciones,
muerte.
Es bueno no olvidar esta tragedia. Y es también bueno
no olvidar, la reacción de nuestros mártires. A los gestos malvados
de sus asesinos, ellos respondieron con buenas palabras, rezando y
perdonando a sus perseguidores, y aceptando con fortaleza la muerte,
por amor a Jesucristo. Su comportamiento, llenó de luz las tinieblas
del mal.
Conmueven las palabras del joven Oblato, de dieciocho
años, Clemente Rodríguez Tejerina, que meses antes del martirio,
había dicho a su hermana Josefa: «Si
hay que morir, estoy dispuesto, seguro de que Dios nos dará la
fuerza que necesitamos, para ser fieles».
Nos
parece oír las palabras del apóstol Pablo, que escribía así a los
cristianos de Roma: « ¿Quién
podrá separamos del amor de Cristo?. ¿La tribulación, la angustia,
la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?
[...]. Pero en todo esto, vencemos de sobra, gracias a Aquel que nos
ha amado » (Rm 8,35.37).
El mismo Señor Jesús
fue odiado, perseguido, condenado y muerto. De ahí que advertía a
los discípulos, diciendo: « Si el mundo
os odia, sabed que me ha odiado a Mi, antes que a vosotros »
(Jn. 15,18). La persecución es una de las bienaventuranzas del
cristiano: « Bienaventurados vosotros,
cuando os insulten y os persigan, y os calumnien de cualquier modo
por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será
grande en el cielo » (Mt 5,11-12).
Los
mártires nos enseñan, que nuestro testimonio del Evangelio pasa, no
sólo por una vida virtuosa, sino también, a veces, por el martirio.
El Santo Padre Benedicto XVI, en la Carta Apostólica de
beatificación, afirma que los veintidós Mártires Oblatos y el
laico, padre de familia, « fieles a su
vocación, anunciaron constantemente el Evangelio, y derramando la
propia sangre, dieron testimonio de su amor puro al Señor Jesús, y
a su Iglesia ».
Este es el mensaje que nos ofrecen los Beatos Mártires. La sociedad no tiene necesidad de odio, de violencia y de división, sino sólo de amor, de perdón y de fraternidad. A un mundo debilitado, por heridas de toda clase, el cristiano está llamado, también hoy, a darle un testimonio fuerte, de la presencia providencial de Dios, y de la eficacia de su gracia, que de modo misterioso pero real, cambia los pensamientos malvados, en pensamientos de bien.
Imitemos la
fortaleza de los mártires, la solidez de su fe, la inmensidad de su
amor, la grandeza de su esperanza: « Oh Dios - hemos rezado en la
oración colecta- haz que, por los méritos y la intercesión de los
Beatos Mártires, podamos dar testimonio de la fe y de la verdad ante
el mundo ».
Que los nuevos Mártires sean, ante todo,
maestros de vida, para sus Hermanos Oblatos de María Inmaculada; que
en la escuela de estos mártires, puedan fortalecer el amor a Cristo
y a la Iglesia, y ser generosos y entusiastas misioneros, de la nueva
evangelización en todo el mundo. Amén.
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