13 de Julio de 2024
Beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago
Laico
(1918
- 1963)
En
Caguas, ciudad de Puerto Rico, beato Carlos Manuel Rodríguez
Santiago, que se consagró incansablemente, en la renovación de la
sagrada liturgia, y a la difusión de la fe entre los
jóvenes.
Carlos Manuel Rodríguez nació en Caguas, Puerto
Rico, el 22 de noviembre de 1918, hijo de Manuel Baudilio Rodríguez
y Herminia Santiago, ambos de familias numerosas, sencillas y de gran
arraigo cristiano.
Fue bautizado, en la Iglesia Dulce Nombre
de Jesús en Caguas, el 4 de mayo de 1919. Fue el segundo de cinco
hermanos: dos hermanas se casaron, otra es religiosa Carmelita de
Vedruna, y su único hermano, es sacerdote benedictino, y primer Abad
puertorriqueño.
Las primeras lecciones en la fe católica, y
las vivencias de esa fe, las recibe y experimenta Carlos, desde muy
temprano en el seno de su propia familia. A los seis años, comenzó
su vida escolar, en el Colegio Católico de Caguas, en donde
permaneció hasta octavo grado.
Allí conoció a las Hermanas
de Notre Dame, y cultivó una especial amistad con ellas, durante
toda su vida. Bajo la tutela de éstas, y de los Padres
Redentoristas, desarrolla su primera educación formal, humanística
y religiosa; recibe a Cristo por vez primera, en la Sagrada
Eucaristía, que marcaría un amor para siempre; se hace monaguillo,
y posiblemente siente el llamado inicial, a una vida de entrega total
a Cristo. Como monaguillo, empieza a degustar las riquezas de la fe,
a través de la sagrada liturgia.
Ya en la escuela superior,
durante el segundo semestre de ese curso escolar, empieza a notar los
primeros síntomas de una enfermedad, que sugería un trastorno
gastrointestinal: colitis ulcerosa. Este habría de causarle
muchísimos inconvenientes, por el resto de su vida, y se iría
agravando paulatinamente.
Ello jamás llegó a doblegar, su
espíritu de entrega a Cristo y a Su Iglesia. Más tarde, renueva su
contacto con las Hermanas de Notre Dame, y los Padres Redentoristas,
esta vez en la Academia Perpetuo Socorro, en el sector Miramar de San
Juan, donde cursa su tercer año de Escuela Superior (1934-35), pero
su salud le impide continuar. Vuelve a Caguas, trabaja por algún
tiempo, y por fin termina ambos cursos, el comercial y el científico,
en 1939.
Su salud le impide estudiar formalmente. Sin embargo,
los estudios jamás terminaron para él. Era un lector voraz, al
quien todo le interesaba: las artes, las ciencias, filosofía,
religión, música. Otro de sus grandes amores, era la naturaleza.
Desde niño, acostumbraba pasar las vacaciones de verano en el campo.
Solía ir con hermanos y primos de pasadía, al río o a la playa. Ya
de adulto, organizaba junto a sus hermanos, caminatas de un día al
campo; ligero de equipaje, frugal el alimento, pero abundante el
deseo de comulgar con la creación entera.
Carlos Manuel
trabajó como oficinista en Caguas, Gurabo y en la Estación
Experimental Agrícola, donde además traducía documentos. Empleaba
casi todo su modesto salario, en promover el conocimiento, y el amor
a Cristo, especialmente a través de la Sagrada Liturgia.
Por
eso, se afanaba en traducir artículos que leía sobre la materia, y
que él editaba para nutrir dos publicaciones, a manera de folletos
mimeografiados, Liturgia y Cultura Cristiana, tarea a la que dedicaba
incontables horas de trabajo.
Cada vez más convencido, de
que la liturgia es la vida de la Iglesia, a través de la oración,
la proclamación de la Palabra, la Eucaristía y los misterios de
Cristo, organiza en Caguas, un «Círculo de Liturgia» junto
al P. McWilliams y luego, en 1948, funda junto al P. McGlone el coro
parroquial «Te Deum Laudamus».
En Río Piedras, donde sus
hermanos Pepe y Haydée, eran ya profesores de la Universidad de
Puerto Rico, Carlos realiza su ardiente deseo de dar a conocer a
Cristo, entre profesores y estudiantes de ese centro docente. Al
ampliarse el grupo de sus «discípulos» se mueve con ellos
al Centro Universitario Católico, organiza otro Círculo de Liturgia
(más tarde llamado Círculo de Cultura Cristiana).
Continúa
con sus publicaciones, y organiza y da forma a sus célebres «Días
de Vida Cristiana» junto con los universitarios, a quienes desea
que entiendan y gocen los tiempos litúrgicos.
Participa en
paneles sobre diversos temas, siendo él el portaestandarte de la
vida litúrgica, y el sentido pascual de la vida, y la muerte en
Cristo. Organizó grupos de discusión en varios pueblos, y participó
en la Cofradía de la Doctrina Cristiana. Otras organizaciones
católicas, en las cuales participó, fueron la Sociedad del Santo
Nombre y los Caballeros de Colón.
Impartió catequesis a
jóvenes de escuela superior, aportando él todo el material, que
mimeografiaba sin descanso, para suplir las limitaciones económicas
de sus jóvenes alumnos. Defendió y promovió con fervor
extraordinario entre obispos, clero y seglares, la renovación
litúrgica de la Iglesia, a través de la participación activa de
los fieles, el uso de la lengua vernácula, y muy especialmente, de
la observancia de la Vigilia Pascual, felizmente restaurada por SS
Pío XII. Todo ello, antes del Concilio Vaticano II.
Sus
fuerzas físicas decaían, pero jamás su espíritu se doblegó.
Vivía cada momento, superando calladamente su dolor, con el gozo
profundo de quien se sabía resucitado. Minada finalmente su salud,
por la enfermedad que se diagnosticó, como un cáncer terminal del
recto, tras una larga operación en marzo de 1963, padeció una noche
oscura, pensándose abandonado de Dios. Antes de morir, reencontró
con emoción, la Palabra que estuvo perdida, la que le había dado
sentido a su vida. Su paso a la vida eterna, fue el 13 de julio de
1963. Tenía 44 años. Fue beatificado por SS Juan Pablo II, el 29 de
abril del 2001.
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