3 de Agosto 2024
Beato Agustín Kazotic
Obispo, predicador y
sanador
(1260 – 1323)
En
Lucera, en la Apulia, beato Agustín Kazotic, obispo de la orden de
Predicadores, que en un principio, estuvo al frente de la Iglesia de
Zagreb, y posteriormente, por la hostilidad del rey de Dalmacia,
asumió la sede de Lucera, donde desarrolló una gran obra de ayuda,
en favor de los pobres y los necesitados.
Agustín Gazotic (o
Kazotic) nació en Trogir, ciudad de la Dalmacia, hacia el año 1260.
Tomó el hábito de los frailes predicadores, antes de cumplir los
veinte años. Después de la profesión, fue enviado a estudiar en la
Universidad de París.
Durante el viaje a la ciudad, estuvo a
punto de perecer, ya que al cruzar por el distrito de Pavía, Agustín
y su compañero, el hermano Jaime, fueron víctimas de un asalto. Los
bandoleros dieron muerte al hermano Jaime, y Agustín recibió
heridas de las que tardó varias semanas en reponerse.
El
beato predicó con gran fruto a sus compatriotas. También fundó en
su patria varios conventos de su orden, a los que dio por lema las
palabras de San Agustín: «Desde que estoy al servicio de Dios,
no he conocido hombres más buenos, que los monjes que viven
santamente, pero tampoco he conocido hombres más malos, que los
monjes que no viven como debieran».
Después de predicar
en Bosnia e Italia numerosas misiones, en las que demostró su gran
caridad y prudencia, fue enviado a trabajar en Hungría, donde las
constantes guerras civiles, habían sembrado la miseria material y
moral.
Ahí conoció al cardenal Nicolás Boccasini, legado
pontificio, quien sería más tarde Papa, con el nombre de Benedicto
XI. Cuando el cardenal Boccasini ciñó la tiara, en 1303, mandó
llamar al beato Agustín, y le consagró obispo de Zagreb, en
Croacia.
El clero, y toda la diócesis de Zagreb, necesitaban
urgentemente una reforma. El beato reunió varios sínodos
disciplinares, cuyos cánones puso en ejecución, en frecuentes
visitas pastorales, y fomentó las ciencias sagradas, y el estudio de
la Biblia, mediante la fundación de un convento de la Orden de Santo
Domingo.
Además, asistió al Concilio ecuménico de Vienne
(1311-12) . A su retorno, sufrió la persecución del gobernador de
Dalmacia, Miladino, contra cuya tiranía y exacciones, había
protestado.
El beato poseía en grado extraordinario, el don
de curar a los enfermos. Según se dice, curó el reumatismo de las
manos, que aquejaba a Benedicto XI, cuando éste le confirió la
consagración episcopal.
También se cuenta una divertida
historia, acerca del modo como trató de deshacerse, de quienes
acudían a él para que los curase: después de plantar un limonero,
dijo a las gentes que las hojas de ese árbol, poseían más
propiedades curativas que sus manos. Dios y los cristianos le tomaron
la palabra, y aun los turcos respetaron el árbol milagroso, cuando
invadieron la región.
Tras regir durante catorce años la
diócesis de Zagreb, el beato fue trasladado a la sede de Lucera, en
la provincia de Benevento. Ahí trabajó con todas sus fuerzas, por
desarraigar la corrupción moral y religiosa, que los sarracenos
habían dejado tras de sí.
Casi todos los musulmanes que
quedaban en la ciudad, en 1300, se convirtieron de golpe. El rey
Roberto de Nápoles, le apoyó ardientemente, y dotó a un convento
de dominicos, quienes colaboraron celosamente con su obispo, de
manera que en cinco años, se produjo un cambio radical en la región.
Desde los miembros de la familia real, hasta el último de
los fieles, todos veneraban al beato Agustín. Su muerte ocurrió el
3 de agosto de 1323. Su culto fue oficialmente confirmado en
1702.
La principal fuente es una biografía latina, escrita
apenas en el siglo XVII por Tomás Marnavie, obispo de Bosnia. Dicho
autor afirma, que el apellido del beato era Guzottus. La obra puede
verse en Acta Sanctoram, agosto, vol. I.
Fuente: «Vidas de
los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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