2 de Agosto de 2024
San Pedro Fabro
(1506 – 1546)
Eximio
teólogo y consejero del Papa Pablo III.
Sacerdote
cofundador de la Compañía de Jesús, junto a San Ignacio de
Loyola.
Pedro
Fabro fue al primero que reclutó San Ignacio. Nació el 13 de abril
de 1506, en el pueblo de Villarejo, Saboya.
Sus padres fueron
Luis Fabro y María Perisín, dueños de importantes rebaños de
ovejas. "Hacia los 10 años, dice él en su memorial, sentí
deseos de estudiar. No podía ser pastor y quedarme en el mundo, como
deseaban mis padres. Me harté de llorar, para que me concedieran ir
a la escuela. A lo que accedieron contra sus propias intenciones".
A una legua de Villarejo estaba Thones, en cuya escuela
comenzó a estudiar. Aprendió pronto a leer y a escribir, lo que
allí le podían enseñarle, y al año siguiente fue a La Roche, a
una docena millas, donde permaneció, hasta que se trasladó a la
Universidad de París en 1525.
Pedro llegó a la capital
Francesa en octubre de ese año, y residía en el Colegio de Santa
Bárbara, donde fue compañero de habitación de San Francisco
Javier, quien venía de Navarra, y tenía la misma edad de Pedro.
Ambos se dieron a sus estudios, comenzando con la filosofía,
y luego la teología. En octubre de 1529, aceptaron a otro compañero
de habitación, San Ignacio de Loyola, que había vivido en París
más de un año, y de quien se decía, que cualquiera que entrara en
contacto con él, invariablemente mejoraba su vida.
Ignacio
tenía problemas con el griego, por lo que Pedro le ayudaba con
Aristóteles. Pedro guió a Ignacio en materia académica, mientras
Ignacio guió a Pedro en materia espiritual. A los veintitantos años
todavía estaba indeciso sobre su futuro. ¿Debía ser abogado?.
¿Profesor?. ¿Sacerdote?. ¿Monje?.
Ahí en París se enteró
del plan de Ignacio, de seguir a Cristo, y eso era lo que Pedro
necesitaba para darle sentido a su vida. Guiado por Ignacio, decidió
convertirse en sacerdote, y poco antes de su ordenación, Ignacio le
predicó los ejercicios espirituales durante 30 días.
Mientras
Ignacio guiaba a Pedro, también orientaba a Francisco, y a varios
estudiantes más. Para cuando Pedro se ordenó, el 30 de mayo de
1534, Ignacio ya había reunido seis individuos, dispuestos a seguir
a Cristo en pobreza y castidad, y a ir a Jerusalén, a trabajar por
la conversión de los turcos.
El 15 de agosto de 1534, fiesta
de la Asunción de nuestra Señora, Ignacio y sus seis compañeros,
se reunieron en la cripta de la capilla de San Dionisio en
Montmartre, y mientras el padre Fabro celebraba la Misa — él era
el único sacerdote — todos pronunciaron sus votos.
Su
partida a Venecia, y de ahí a Tierra Santa estaba planeada para
enero de 1537; mientras tanto, completarían sus estudios de
teología. Si el viaje a Tierra Santa, resultara imposible, entonces
irían a Roma, a ponerse a disposición del Papa.
Cuando
Ignacio regresó a España, para un período de convalecencia, el
padre Fabro se quedó a cargo del grupo. Abandonaron París en
noviembre de 1536, y llegaron a Venecia, en enero del año siguiente,
pero Ignacio había llegado antes que ellos.
Mientras
esperaban, a que se abriera la temporada de viajes a Tierra Santa,
trabajaron en dos hospitales de la ciudad. En marzo, Ignacio envió
al padre Fabro y a los demás a Roma, para solicitar la aprobación
de su viaje al Papa Pablo III.
Aunque su santidad les
concedió fácilmente el permiso, al mismo tiempo les informó, que
era improbable que el grupo pudiera llegar allá, porque la guerra
con los turcos era inminente. El padre Fabro y compañero, regresaron
a Venecia, y como los cálculos del Papa resultaron correctos,
Ignacio y los demás, se dirigieron a Roma en noviembre, para ofrecer
sus servicios al Papa. El Papa respondió designando al padre Fabro,
a la Universidad de la Sapienza de Roma, donde fue profesor de
teología y Sagrada Escritura, hasta mayo de 1539.
En el
verano de 1539, el Papa le pidió a los padres Fabro y Laínez, -
otro de los primeros jesuitas, que ayudaran al Cardenal Ennio
Filonardi, en la predicación de la reforma en Parma, donde el clero
había caído en la laxitud, y los fieles eran negligentes con la
religión.
Los dos jesuitas predicaron sobre temas bíblicos,
morales y de vida cristiana; los resultados fueron más que visibles.
Después de un año de predicación, la mayor parte de los
parmesanos, volvieron a la práctica religiosa, pero el padre Fabro
se dio cuenta muy rápido, que este éxito no era debido a su
elocuencia, sino a Dios, a través de los ejercicios
espirituales.
La estancia del padre Fabro en Parma, duró sólo
un año. En el verano de 1540, se le ordenó que acompañara al Dr.
Pedro Ortiz, representante del emperador Carlos V, para el diálogo
religioso que se celebraría, entre católicos y protestantes en
Worms en Alemania. Llegaron en Worms a finales de octubre, y aunque
era una ciudad luterana, se dedicó a predicar, a confesar y a dar
ejercicios espirituales.
El diálogo se tardó en empezar, y
una vez que comenzó el 14 de enero de 1541, sólo duró cuatro días;
luego el emperador lo transfirió a Ratisbona. El padre Fabro, se
trasladó a Ratisbona en febrero, y pasó los siguientes seis meses,
trabajando entre los fieles católicos de la ciudad.
Aunque
él no estuvo directamente involucrado en las discusiones teológicas,
las seguía de cerca, y le enviaba cartas al P. Ignacio contándole
lo que pasaba en la ciudad. El padre Fabro, recibía solicitudes de
príncipes, prelados y sacerdotes, para que les predicara los
ejercicios espirituales, y le escribió al P. Ignacio que había
suficiente trabajo en Ratisbona, como para diez jesuitas más. El
desarrollo del diálogo por desgracia, comenzó a disminuir y cuando
llegó el momento de discutir la presencia real de Cristo en la
Eucaristía, hubo un punto, donde la discusión subió de tono,
acabando tristemente con las esperanzas del emperador, de unificar a
católicos y protestantes.
Cuando el padre Fabro y el Dr.
Ortiz, terminaron su encargo especial, emprendieron el camino a
España, para dar a conocer a los jesuitas en ese país. Apenas
llegaron a Madrid, en noviembre de 1541, el padre Fabro comenzó sus
misiones y sermones, conferencias y retiros para el clero.
Él
explicaba el propósito de la Compañía, a los prelados españoles,
y preparaba el camino para que los jesuitas vinieran a España. Sólo
dos meses después, en enero de 1542, recibió del Papa Pablo, el
nombramiento de asistente del cardenal Giovanni Morone, nuncio papal
en Alemania, por lo que una vez más, tuvo que cruzar Europa a pie.
Llegó a Espira, Alemania, en abril, donde siguió su método
usual de actividad: sermones, confesiones, retiros. También dio
clases, sobre los Salmos en la Universidad de Mainz, y mientras
estaba allí, un joven estudiante de teología de Colonia vino a
visitarlo, quería saber más acerca de la Compañía. El estudiante
era Pedro Canisio, a quien el padre Fabro, le predicó los ejercicios
espirituales, para luego convertirse en un jesuita.
En julio
de 1544, el padre Fabro fue asignado a Portugal, a petición del rey
Juan III, quería que promoviera el establecimiento de la Compañía
en ese país. El padre Fabro, pasó los siguientes dos años en
Portugal y España.
A continuación, en la primavera de 1546,
el Papa Pablo, lo nombró uno de los teólogos papales en el Concilio
Ecuménico, que se celebró en Trento. El padre Fabro volvió a
viajar, pero su salud estaba muy deteriorada, por los frecuentes
ataques de fiebre que había sufrido en los últimos años.
Quería
visitar al P. Ignacio antes de ir a Trento, en el norte de Italia,
por lo que partió de Barcelona hacia a Roma, a donde llegó el 17 de
julio. No había visto a Ignacio en siete años, y se saludaron con
todo el calor del sol italiano del verano.
Antes de que el
padre Fabro, tuviera la oportunidad de prepararse para ir a Trento,
la fiebre lo atacó nuevamente. A los 40 años, sabía que su fin
estaba cerca, y la esperó tranquilamente.
El 31 de julio
hizo su última confesión, la mañana del 1 de agosto, escuchó la
misa, y recibió los últimos sacramentos. Esa tarde, acompañado por
el P. Ignacio, el querido padre Fabro, partió a la presencia de
Dios, en compañía de los ángeles a quienes les tenía especial
devoción.
El padre Fabro, fue enterrado en la Iglesia de
nuestra Señora del Camino, en Roma, pero cuando se erigió en el
mismo lugar, la Iglesia del Gesù en 1569, los restos de padre Fabro,
al igual que el de otros primeros jesuitas, fueron
reubicados.
Fuente: loyola.press
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