domingo, 9 de agosto de 2020

2 de agosto

San Eusebio de Vercelli


Obispo y Confesor

Año 371

Puedo equivocarme en muchas cosas, pero jamás quiero dejar de pertenecer, a la verdadera religión”

Los valores, no los dictan la moda, o la política”. Benedicto XVI refiriéndose al testimonio de San Eusebio.

Eusebio significa "piadoso"


Breve

Nació en Cerdeña, a principios del siglo IV; formó parte del clero de Roma, y en el año 345, fue elegido primer obispo de Vercelli.

Con su predicación, contribuyó al incremento de fieles a la religión cristiana, e introdujo en su diócesis, la vida monástica. Sufrió muchos sinsabores, por la defensa de la fe, siendo desterrado por el emperador Constancio. Al regresar a su patria, trabajó asiduamente por la restauración de la fe, contra los arrianos. Murió en Vercelli, en el año 371.

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Más abajo:

Vida de San Eusebio

De sus cartas: He corrido hasta la meta, he mantenido la fe

Los valores no los dictan la moda o la política  Benedicto XVI, al presentar el ejemplo de San Eusebio de Vercelli

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Nació en Cerdeña, Italia. Al morir su padre, su madre lo llevó a vivir a Roma, donde el Papa Liberio, lo tomó bajo su protección, lo educó y lo ordenó de sacerdote.

Poco después, en la ciudad de Vercelli, al norte de Italia, murió el obispo, y el pueblo y los sacerdotes proclamaron a Eusebio, como el nuevo obispo, por su santidad y sus muchos conocimientos.

San Ambrosio diceque el obispo Eusebio de Vercelli, fue el primero en Occidente, al cual se le ocurrió organizar a sus sacerdotes en grupos, para formarse mejor, y ayudarse y animarse a la santidad. Para este santo, su más importante labor como obispo, era tratar de que sus sacerdotes, llegaran a la santidad. Fue obispo de Vercelli por 28 años.

Una de sus grandes preocupaciones, era instruir al pueblo en la religión. Y él mismo, iba de parroquia en parroquia, instruyendo a los feligreses.

En aquellos tiempos, se estaba extendiendo una terrible herejía, llamada Arrianismo, que enseñaba que Cristo no era Dios. Los más grandes santos de la época, se opusieron a tan tremendo error, pero el jefe de gobierno, llamado Constancio, la apoyaba.

Hicieron entonces una reunión de obispos en Milán, para discutir el asunto, pero Eusebio, al darse cuenta de que el ejército del emperador, iba a obligarlos a decir lo que él no aceptaba, no quiso asistir.

Constancio le ordenó que se hiciera presente, y el santo le avisó que iría, pero que no aceptaría firmar ningún error. Y así lo hizo. A pesar de que el hereje emperador, lo amenazó con la muerte, él no quiso aceptar, el que Jesucristo no sea Dios; por esto fue desterrado.

Fue llevado encadenado hasta Palestina, y encerrado en un cuartucho miserable. Los herejes lo arrastraron por las calles y lo insultaron, pero él seguía proclamando, que Jesucristo sí es Dios. En una carta suya, cuenta los espantosos sufrimientos que tuvo que padecer, por permanecer fiel a su santa religión, y expresa su deseo de poder morir, sufriendo por el Reino de Dios.

Al morir Constancio, su sucesor decretó la libertad de Eusebio, y éste pudo volver, a su amada diócesis de Vercelli. San Jerónimo dice, que toda la ciudad sintió enorme alegría por su llegada, y que su vuelta, fue como el término de un tiempo de luto y dolor.

EL resto de su vida lo empleó, junto con grandes santos, como San Atanasio y San Hilario, en atacar y acabar la herejía de los arrianos, y en propagar por todas partes, la santa religión. Murió el 1 de agosto del año 371.

La Iglesia lo considera confesor, ya que en sus tiempos de prisión, tuvo que soportar sufrimientos horrorosos, y los supo sobrellevar con gran valentía.

El repetía: "Puedo equivocarme en muchas cosas, pero jamás quiero dejar de pertenecer, a la verdadera religión".

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Oficio de lectura, 2 de agosto, San Eusebio de Vercelli, Obispo
He corrido hasta la meta, he mantenido la fe

De las cartas de San Eusebio de Vercelli, Obispo
Carta 2, 1,3-2, 3;10, 1-11, 1

He tenido noticias de vosotros, hermanos muy amados, y he sabido que estáis bien, como era mi deseo, y he tenido de pronto la sensación, de que atravesando la gran distancia que nos separa, me encontraba entre vosotros, igual como sucedió con Habacuc, que fue llevado por un ángel, a la presencia de Daniel.

Al recibir cada una de vuestras cartas, y al leer en ellas, vuestras santas disposiciones de ánimo y vuestro amor, las lágrimas se mezclaban con mi gozo, y refrenaban mi avidez de leer; y era necesaria esta alternancia de sentimientos, ya que en su mutuo afán de adelantarse, el uno al otro, contribuían a una más plena manifestación, de la intensidad de mi amor.

Así, ocupado un día tras otro en esta lectura, me imaginaba que estaba hablando con vosotros, y me olvidaba de los sufrimientos pasados; así me sentía inundado de gozo, al considerar vuestra fe, vuestro amor y los frutos que de ellos se derivan, a tal punto, que al sentirme tan feliz, era como si de repente, no me hallara en el destierro, sino entre vosotros.

Por tanto, hermanos muy amados, me alegro de vuestra fe; me alegro de la salvación, que es consecuencia de esta fe; me alegro del fruto que producís, el cual redunda en provecho, no sólo de los que están entre vosotros, sino también de los que viven lejos; y así como el agricultor, se dedica al cultivo del árbol que da fruto, y que por lo tanto, no está destinado a ser talado y echado al fuego, así también yo quiero, y deseo emplearme en cuerpo y alma, en vuestro servicio, con miras a vuestra salvación.

Por lo demás, esta carta he tenido que escribirla a duras penas, y como he podido, rogando continuamente a Dios, que sujetase por un tiempo a mis guardianes, y me hiciese la merced de un diácono, que más que llevaros noticias de mis sufrimientos, os transmitiese mi carta de saludo, tal cual la he escrito.

Por todo ello, os ruego encarecidamente, que pongáis todo vuestro empeño, en mantener la integridad de la fe, en guardar la concordia, en dedicaros a la oración, en acordaros constantemente de mí, para que el Señor se digne dar la libertad a su Iglesia, que en todo el mundo trabaja esforzadamente; y para que yo, que ahora estoy postergado, pueda una vez liberado, alegrarme con vosotros.

También os pido y os ruego, por la misericordia de Dios, que cada uno de vosotros, quiera ver en esta carta, un saludo personal, ya que las circunstancias me impide escribiros a cada uno personalmente, como solía hacerlo; por ello, en esta carta, me dirijo a todos vosotros, hermanos y santas hermanas, hijos e hijas, de cualquier sexo y edad, rogándoos que os conforméis con este saludo, y que me hagáis el favor de transmitirlo también, a los que aun estando ausentes, se dignan favorecerme con su afecto.

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Los valores no los dictan la moda o la política, aclara el Papa

Al presentar el ejemplo de San Eusebio de Vercelli

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 17 octubre 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI aclaró este miércoles, que los valores de la vida, no pueden ser decididos por las modas, o por la política.

Así lo explicó en la audiencia general, a los 50 mil peregrinos, congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, a quienes presentó, el modelo de vida de Eusebio de Verceli, primer obispo de la Italia del norte, que falleció en el año 371, ó 372.

El emperador Constancio, le exilió durante largos años, en Asia menor, por defender la fe en Jesucristo, en contra de los arrianos, quienes negaban su divinidad.

«Para el emperador, la fe arriana, más sencilla, era políticamente más útil, como ideología del imperio», explicó el Papa.

«Para él no contaba la verdad, sino la oportunidad política --añadió--: quería utilizar la religión, como lazo de unidad del imperio». Pero San Eusebio, junto a otros grandes obispos de la época, «resistieron defendiendo la verdad, contra la dominación de la política».

La vida de San Eusebio, indicó el sucesor de Pedro, enseña hoy «a los pastores y a los fieles, a salvaguardar la jerarquía justa de valores, sin doblegarse jamás a las modas del momento, y a las injustas pretensiones del poder político».

«La auténtica jerarquía de valores, parece decir toda la vida de Eusebio, no es la que deciden los emperadores de ayer o de hoy, sino que procede de Jesucristo, el Hombre perfecto, igual al Padre en la divinidad; y al mismo tiempo, hombre como nosotros», añadió el papa.

«Por este motivo, los pastores, recordaba Eusebio, tienen que exhortar a los fieles, a no considerar las ciudades del mundo, como su morada estable, sino que deben buscar la Ciudad futura, la Jerusalén definitiva del cielo».

El Papa concluyó, con palabras personales y cariñosas, dirigidas a los peregrinos: «Queridos amigos, también yo os recomiendo de todo corazón, estos valores perennes».

La meditación del Papa, continúa con su serie de meditaciones, sobre los grandes personajes de los orígenes de la Iglesia.

ZS07101711 - 17-10-2007

Permalink: http://www.zenit.org/article-25146?l=spanish

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, concédenos imitar la fortaleza de tu Obispo San Eusebio de Vercelli, al proclamar su fe en la divinidad de tu Hijo, y haz que perseverando en esa misma fe, de la que San Eusebio fue maestro, merezcamos un día participar con él, de la vida divina de Cristo, que Vive y Reina contigo, en los Cielos y en la Tierra por siempre. Amén.



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