lunes, 1 de junio de 2020


1 de Junio

San Justino
c. 100-165


Padre de la Iglesia, mártir

"El más importante, entre los Padres apologistas del segundo siglo" -Benedicto XVI

Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad la justicia, enderezad al oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda

«Tú ante todo reza, para que se te abran las puertas de la luz, pues nadie puede ver ni comprender, si Dios y su Cristo, no le conceden la comprensión»

San Justino, fue un gran filósofo. Nacido en Nablus, Palestina, de padres paganos, se convirtió al cristianismo, leyendo las Sagradas Escrituras, y siendo testigo del heroísmo de los mártires. Tenía unos 30 años.

Sus dos libros: Apología por la Religión Cristiana, y Diálogo con el Judío Tripo, se consideran entre los más importantes del siglo II.

Fue decapitado en Roma, con otros cristianos. Se conservan los archivos de su juicio.
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Benedicto XVI presenta a San Justino, filósofo y mártir
20 marzo 2007, audiencia general del miércoles. ZENIT.org

Queridos hermanos y hermanas:

En estas catequesis, estamos reflexionando, sobre las grandes figuras de la Iglesia naciente. Hoy hablamos de San Justino, filósofo y mártir, el más importante, de los padres apologistas del siglo II.

La palabra «apologista», hace referencia, a esos antiguos escritores cristianos, que se proponían defender la nueva religión, de las graves acusaciones de los paganos y de los judíos, y difundir la doctrina cristiana, de una manera adaptada a la cultura de su tiempo.

De este modo, entre los apologistas, se da una doble inquietud: la propiamente apologética, defender el cristianismo naciente, («apologhía» en griego significa precisamente «defensa»); y la de proposición «misionera», que busca exponer los contenidos de la fe, en un lenguaje, y con categorías de pensamiento comprensibles, a los contemporáneos.

Justino había nacido, en torno al año 100, en la antigua Siquem, en Samaría, en Tierra Santa; buscó durante mucho tiempo la verdad, peregrinando por las diferentes escuelas, de la tradición filosófica griega. Por último, como él mismo cuenta, en los primeros capítulos de su «Diálogo con Trifón», misterioso personaje, un anciano, con el que se había encontrado en la playa del mar, primero entró en crisis, al demostrarle la incapacidad del hombre, para satisfacer únicamente con sus fuerzas, la aspiración a lo divino.

Después le indicó en los antiguos profetas, a las personas a las que tenía que dirigirse, para encontrar el camino de Dios, y la «verdadera filosofía». Al despedirse, el anciano le exhortó a la oración, para que se le abrieran las puertas de la luz.

La narración simboliza, el episodio crucial de la vida de Justino: al final de un largo camino filosófico, de búsqueda de la verdad, llegó a la fe cristiana. Fundó una escuela en Roma, donde iniciaba gratuitamente, a los alumnos en la nueva religión, considerada como la verdadera filosofía.

En ella, de hecho, había encontrado la verdad. y por tanto, el arte de vivir de manera recta. Por este motivo, fue denunciado y decapitado, en torno al año 165, bajo el reino de Marco Aurelio, el emperador filósofo, a quien Justino había dirigida su «Apología».

Las dos «Apologías», y el «Diálogo con el judío Trifón», son las únicas obras que nos quedan de él. En ellas, Justino pretende ilustrar ante todo, el proyecto divino de la creación, y de la salvación que se realiza en Jesucristo, el «Logos», es decir, el Verbo Eterno, la Razón Eterna, la Razón creadora.

Cada hombre, como criatura racional, participa del «Logos», lleva en sí una «semilla», y puede vislumbrar la verdad. De esta manera, el mismo «Logos», que se reveló como figura profética, a los judíos en la Ley antigua, también se manifestó parcialmente, como con «semillas de verdad», en la filosofía griega.

Ahora, concluye Justino, dado que el cristianismo, es la manifestación histórica y personal del «Logos» en su totalidad, «todo lo bello que ha sido expresado por cualquier persona, nos pertenece a nosotros, los cristianos» (Segunda Apología 13,4). De este modo Justino, si bien reprochaba a la filosofía griega sus contradicciones, orienta con decisión hacia el «Logos», cualquier verdad filosófica, motivando desde el punto de vista racional, la singular «pretensión» de verdad, y de universalidad de la religión cristiana.

Si el Antiguo Testamento, tiende hacia Cristo, al igual que una figura, se orienta hacia la realidad, que significa la filosofía griega, tiende a su vez a Cristo y al Evangelio, como la parte que tiende a unirse con el Todo. Y dice que estas dos realidades, el Antiguo Testamento y la filosofía griega, son como dos caminos, que guían a Cristo, al «Logos».

Por este motivo, la filosofía griega, no puede oponerse a la verdad evangélica, y los cristianos, pueden recurrir a ella con confianza, como si se tratara de un propio bien.

Por este motivo, mi venerado predecesor, el Papa Juan Pablo II, definió a Justino, como «un pionero del encuentro positivo, con el pensamiento filosófico, aunque bajo el signo de un cauto discernimiento»: pues Justino, «conservando después de la conversión, una gran estima por la filosofía griega, afirmaba con fuerza y claridad, que en el cristianismo había encontrado, “la única filosofía segura y provechosa” («Diálogo con Trifón» 8,1)» («Fides et ratio», 38).

En su conjunto, la figura y la obra de Justino, marcan la decidida opción de la Iglesia antigua, por la filosofía, por la razón, en lugar de la religión de los paganos. Con la religión pagana, de hecho, los primeros cristianos rechazaron acérrimamente todo compromiso.

La consideraban como una idolatría, hasta el punto de correr el riesgo, de ser acusados de «impiedad», y de «ateísmo». En particular, Justino, especialmente en su «Primera Apología», hizo una crítica implacable de la religión pagana, y de sus mitos, por considerarlos como «desorientaciones» diabólicas, en el camino de la verdad.

La filosofía representó, sin embargo, el área privilegiada del encuentro entre paganismo, judaísmo y cristianismo, precisamente a nivel de la crítica a la religión pagana, y a sus falsos mitos. «Nuestra filosofía…»: con estas palabras explícitas, llegó a definir la nueva religión, otro apologista contemporáneo a Justino, el obispo Melitón de Sardes («Historia Eclesiástica», 4, 26, 7).

De hecho, la religión pagana, no seguía los caminos del «Logos», sino que se empeñaba en seguir los del mito, a pesar de que éste, era reconocido por la filosofía griega, como carente de consistencia en la verdad. Por este motivo, el ocaso de la religión pagana era inevitable: era la lógica consecuencia, del alejamiento de la religión de la verdad, del ser, reducida a un conjunto artificial de ceremonias, convenciones y costumbres.

Justino, y con él otros apologistas, firmaron la toma de posición clara de la fe cristiana, por el Dios de los filósofos, contra los falsos dioses de la religión pagana. Era la opción por la verdad del ser, contra el mito de la costumbre.

Algunas décadas después de Justino, Tertuliano definió la misma opción de los cristianos, con una sentencia lapidaria, que siempre es válida: «Dominus noster Christus veritatem se, non consuetudinem, cognominavit – Cristo afirmó que era la verdad, no la costumbre» («De virgin. Vel». 1,1).

En este sentido, hay que tener en cuenta, que el término «consuetudo», que utiliza Tertuliano, para hacer referencia a la religión pagana, puede ser traducido en los idiomas modernos, con las expresiones «moda cultural», «moda del momento».

En una edad como la nuestra, caracterizada por el relativismo, en el debate sobre los valores y sobre la religión --así como en el diálogo interreligioso--, esta es una lección que no hay que olvidar.

Con este objetivo, y así concluyo, os vuelvo a presentar, las últimas palabras del misterioso anciano, que se encontró con el filósofo Justino, a orilla del mar: «Tú ante todo reza, para que se te abran las puertas de la luz, pues nadie puede ver ni comprender, si Dios y su Cristo, no le conceden la comprensión» («Diálogo con Trifón» 7,3).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en diferentes idiomas. En español, dijo:]

Queridos hermanos y hermanas:

San Justino, filósofo y mártir, es el más importante, entre los Padres apologistas del siglo segundo. Nació en torno al año 100. Fundó una escuela en Roma, donde gratuitamente, iniciaba a los alumnos en la nueva religión. Denunciado por este motivo, fue decapitado, bajo el reinado de Marco Aurelio.

La palabra «apologista», designa a los antiguos escritores cristianos, que se proponían defender el cristianismo naciente, de las graves acusaciones de los paganos y de los judíos, y difundir la doctrina cristiana, exponiendo los contenidos de la fe, en un lenguaje comprensible.

En las obras que conservamos, las dos «Apologías», y el «Diálogo con Trifón», ilustra ante todo, el proyecto divino de la creación y de la salvación, que se cumple en Jesucristo, el Logos, el Verbo de Dios, del que participa todo hombre, como criatura racional. Su primera Apología, es una crítica implacable, a la religión pagana y a los mitos de entonces.

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Oficio de lectura, III Domingo de Pascua

De la primera apología de San Justino, mártir, en defensa de los cristianos
Cap. 66-67

A nadie es lícito participar de la Eucaristía, si no cree que son verdad las cosas que enseñamos, y no se ha purificado en aquel baño, que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó.

Porque no tomamos estos alimentos, como si fueran un pan común, o una bebida ordinaria, sino que así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne por la Palabra de Dios, y tuvo carne y sangre, a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido, que el alimento sobre el que fue recitada, la acción de gracias, que contiene las palabras de Jesús, y con que se alimenta y transforma, nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre, de Aquel mismo Jesús que se encarnó.

Los Apóstoles, en efecto, en sus tratados, llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan y dando gracias, dijo: «Haced esto en conmemoración mía. Esto es mi cuerpo; y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, dio gracias y dijo: Esta es mi sangre, dándoselo a ellos solamente».

Desde entonces, seguimos recordándonos, siempre unos a otros estas cosas; y los que tenemos bienes, acudimos en ayuda, de los que no los tienen, y permanecemos unidos. Y siempre que presentamos nuestras ofrendas, alabamos al Creador de todo, por medio de su Hijo Jesucristo, y del Espíritu Santo.

El día llamado del sol, se reúnen todos en un lugar, lo mismo los que habitan en la ciudad, que los que viven en el campo, y según conviene, se leen los tratados de los Apóstoles, y los escritos de los profetas, según el tiempo lo permita.

Luego, cuando el lector termina, el que preside, se encarga de amonestar, con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan admirables.

Después nos levantamos todos a la vez, y recitamos preces; y a continuación, como ya dijimos, una vez que concluyen las plegarias, se trae pan, vino y agua: y el que preside pronuncia, con todas sus fuerzas, preces y acciones de gracias, y el pueblo responde «Amén»; tras de lo cual se distribuyen los dones, sobre los que se ha pronunciado la acción de gracias; comulgan todos, y los diáconos se encargan de llevárselo a los ausentes.

Los que poseen bienes de fortuna, y quieren cada uno dar a su arbitrio, lo que bien le parece, y lo que se recoge, se deposita ante el que preside, que es quien se ocupa de repartirlo, entre los huérfanos y las viudas; también a los que por enfermedad, u otra causa cualquiera, pasan necesidad, así como a los presos, y a los que se hallan de paso como huéspedes; en una palabra, Él es quien se encarga de todos los necesitados.

Y nos reunimos todos el día del sol, primero porque en este día, que es el primero de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas y la materia; y también porque es el día, en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos. Le crucificaron en efecto, la víspera del día de Saturno, y al día siguiente del de Saturno, o sea el día del sol, se dejó ver de sus apóstoles y discípulos, y les enseñó, todo lo que hemos expuesto a vuestra consideración.

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Oficio de lectura, miércoles III semana de pascua
El Bautismo del nuevo nacimiento
De la primera Apología de San Justino, mártir, en defensa de los cristianos
Cap. 61

Vamos a exponer de qué manera, renovados por Cristo, nos hemos consagrado a Dios.

A quienes aceptan, y creen que son verdad, las cosas que enseñamos y exponemos, y prometen vivir de acuerdo con estas enseñanzas, les instruimos para que oren a Dios, con ayunos, y pidan perdón de sus pecados pasados, mientras nosotros, por nuestra parte, oramos y ayunamos también, juntamente con ellos.

Luego los conducimos, a un lugar adonde hay agua, para que sean regenerados, del mismo modo que fuimos regenerados nosotros. Entonces reciben el baño del bautismo, en el nombre de Dios, Padre y Soberano del Universo, y de nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo.

Pues Cristo dijo: «El que no nazca de nuevo, no podrá entrar en el Reino de los Cielos». Ahora bien, es evidente para todos, que no es posible, una vez nacidos, volver a entrar en el seno de nuestras madres.

También el profeta Isaías, nos dice de qué modo, pueden librarse de sus pecados, quienes pecaron y quieren convertirse: Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones.

Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad la justicia, enderezad al oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces venid y discutamos, dice el Señor. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, se blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana. Si sabéis obedecer, comeréis lo sabroso de la tierra; si rehusáis y os rebeláis, la espada os comerá. Lo ha dicho el Señor.

Los Apóstoles, nos explican la razón de todo esto. En nuestro primer nacimiento, fuimos engendrados de un modo inconsciente por nuestra parte, y por una ley natural y necesaria, por la acción del germen paterno, en la unión de nuestros padres, y sufrimos la influencia de costumbres malas, y de una instrucción desviada.

Mas, para que tengamos también un nacimiento, no ya fruto de la necesidad natural e inconsciente, sino de nuestra libre y consciente elección, y lleguemos a obtener el perdón de nuestros pecados pasados, se pronuncia, sobre quienes desean ser regenerados, y se convierten de sus pecados, mientras están en el agua, el nombre de Dios, Padre y Soberano del Universo, único nombre que invoca el ministro, cuando introduce en el agua, al que va a ser bautizado.

Nadie, en efecto, es capaz de poner nombre al Dios inefable, y si alguien se atreve a decir, que hay un nombre que expresa lo que es Dios, es que está rematadamente loco.

A este baño lo llamamos iluminación, para dar a entender, que los que son iniciados en esta doctrina, quedan iluminados.

También se invoca, sobre el que ha de ser iluminado, el nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y el nombre del Espíritu Santo, que por medio de los profetas, anunció de antemano, todo lo que se refiere a Jesús.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que infundiste a San Justino, con la gracia de tu Sabiduría, concédenos desterrar de nuestro corazón, los mitos paganos que anidan en él, como el Poder, el Placer y las Riquezas, y sólo estar atentos a tus suaves y dulces consejos, en el camino a seguir. A Tí Señor, que derramaste tu Espíritu sobre nuestras cabezas, luego de tu Pascua de Resurrección. Amén.


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