viernes, 5 de junio de 2020


5 de junio

SAN BONIFACIO de Maguncia


Obispo y mártir
(† 751)

Apóstol de Alemania. Evangelizó también a Holanda. Reorganizó la Iglesia en Francia.

En una ocasión, derribó con un hacha un gran árbol, que era objeto de idolatría. Solía reemplazar los lugares de idolatría, con iglesias

Breve
"Bonifacio" significa bienechor.

Nace en Wessex, Inglaterra C. 680AD. Es educado en el monasterio benedictino de Exeter, Inglaterra, y es ordenado sacerdote en el año 716. Va a Roma, a pedirle al Papa ser misionero, y recibe su bendición. Es misionero en Alemania, en el año 719. Trabaja incansablemente, con la ayuda de San Albinus, San Abel y Santa Agata.

En una ocasión, derribó con un hacha un gran árbol, que era objeto de idolatría. Solía reemplazar los lugares de idolatría, con iglesias.

El papa lo nombra obispo, y después arzobispo de Mainz. Ordenó a San Sola.

Funda o restablece las diócesis de Bavaria, Thuringgia y Franconia. Evangelizó en Holanda. Fue allí, que después de haber bautizado a miles, se preparaba el día de Pentecostés, para impartir la confirmación, cuando fue masacrado junto a 52 de sus feligreses. Había ya cumplido 80 años.

San Bonifacio está enterrado en Fulda, uno de los monasterios que él fundó.
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BERNARDINO LLORCA, S. I.
Bonifacio o Winfrido, es justamente designado como apóstol de Alemania, si bien es verdad, que ya antes de él, otros misioneros habían predicado el Evangelio, en diversas regiones de este territorio, y a pesar de que algunas de estas regiones, como Baviera y Turingia, constituían ya importantes núcleos de cristiandad.

A él se debe en efecto, en primer lugar, el haber generalizado y sistematizado, mucho más que los anteriores misioneros, la evangelización de la mayor parte de Alemania, y por otra parte, el haber organizado de una manera definitiva, la jerarquía de estos vastos territorios, procediendo en toda esta labor, en inteligencia con los Romanos Pontífices.

Mas con todo, este trabajo de evangelización de Alemania, y organización de sus iglesias, no se agotó la actividad de este gran apóstol. Ésta comprende una segunda parte, a la que suelen atender menos los historiadores, pero que tuvo extraordinaria importancia, en la vida de San Bonifacio. Es la regeneración y reorganización de la Iglesia de los Francos, que se hallaba en gran decadencia. Así pues, San Bonifacio es apóstol de Alemania, y reorganizador de la Iglesia Franca.

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Llamábase Winfrido, y nació hacia el año 680, según todas las probabilidades, en el territorio de Wessex, de una familia profundamente cristiana. Contando sólo cinco años, atraído por el ejemplo y las palabras de unos monjes, manifestó a sus padres, el deseo de seguirlos, y después de vencer su persistente oposición, pudo dirigirse a la escuela del monasterio de Exeter.

Contaba entonces sólo siete años, y durante otros siete, pudo poner los más sólidos fundamentos, a su formación humanística y sacerdotal. A los catorce años, se trasladó al monasterio de Nursling, de la diócesis de Winchester, donde ingresado en la Orden, recorrió los estudios superiores del llamado Trivio, y Cuatrivio, en los que salió tan aventajado, que bien pronto pudo ser, allí mismo, renombrado maestro. De ello nos dejó una excelente prueba, en una gramática latina, que compuso en este tiempo.

Pero mucho más que en los estudios profanos, que constituían la base de la formación humanística y filosófica, se aventajó Winfrido en los estudios eclesiásticos, que más directamente debían servirle, para los ideales apostólicos, que ya entonces acariciaba en su interior.

Por esto, consta que estudió de un modo especial, la Sagrada Escritura, y la dogmática o teología, tal como entonces se proponía, al mismo tiempo que realizaba, los primeros ensayos de predicación, entre la gente humilde y sencilla del pueblo. Todo esto, unido a un espíritu profundamente religioso, a la práctica de todas las virtudes monásticas, y a un abrasado amor de Dios y al prójimo, le prepararon convenientemente para la gran obra, a que Dios lo destinaba.

Precisamente entonces, eran frecuentes las salidas de Inglaterra, de monjes misioneros, que partían para el centro y norte de Europa, donde se entregaban con toda su alma, a la evangelización de aquellos territorios, todavía paganos.

Se hallaba entonces, en la región de Frisia, (la actual Holanda), el gran apóstol San Willibrordo, y continuamente llegaban, a los monasterios de Inglaterra e Irlanda, voces en demanda de nuevos misioneros. Winfrido pues, que se hallaba a la sazón en la plenitud de su vida, se sintió llamado por Dios, a este inmenso campo de apostolado, y después de obtener, tras largas luchas, el permiso de su abad, partió para el Continente, junto con otros dos compañeros, en el año 716.

Mas no había llegado todavía, la hora de Dios. La situación del norte de Europa era insegura, por lo cual Winfrido se convenció, de que su labor apostólica sería inútil. Así pues, se volvió a su monasterio de Nursling, donde a la muerte del abad Wimbert, trataron los monjes de elegirlo a él.

No sin mucho esfuerzo, consiguió al fin, verse libre de esta dignidad, pues su única obsesión era volver al Continente, para entregarse de lleno, a su evangelización. Convencido pues, de que para dar verdadera eficacia a su labor, era necesario recibir, una comisión directa del Papa, se dirigió en el año 718, a Roma.

Era el primer viaje que hacía a la Ciudad Eterna. El papa San Gregorio II, le recibió con muestras de extraordinaria satisfacción, le cambió su nombre de Winfrido por el de Bonifacio; le instruyó ampliamente, sobre el modo de introducir en los pueblos germanos, la doctrina cristiana, la liturgia y administración romana, y en la primavera del año 719, le dio una comisión especial, para los pueblos del centro de Europa.

Atravesando pues Bonifacio, la Baviera y el centro de Alemania, se dirigió a Frisia, donde providencialmente, había muerto su rey Radbod, y su sucesor, unido con los francos, se mostraba favorable, a la predicación del Evangelio. Allí pues, al lado del veterano apóstol San Willibrordo, pasó el novel misionero Bonifacio, tres años. Este aprendizaje, fue de grandísima utilidad para él.

Sin embargo, resistiendo a las instancias de San Willibrordo, quien ya anciano, deseaba nombrarle sucesor suyo, y siguiendo las instrucciones del Papa, se dirigió a Hesse, donde inició su primera gran campaña de predicación. En este tiempo, se le juntó, uno de sus más fieles colaboradores, llamado Gregorio. Para dar más firmeza y regularidad, al trabajo misionero, estableció pronto su primer monasterio en Amöneburg. El resultado de sus primeros trabajos, fueron millares de conversiones, y el establecimiento de numerosas cristiandades.

Ante las primeras noticias de los éxitos obtenidos, el Papa le llamó a Roma, donde bien informado de su espíritu, y de sus métodos de predicación, así como también, de los nuevos campos que se abrían al Evangelio, le consagró obispo el 30 de noviembre, fiesta de San Andrés, del año 722.

A esta dignidad, que tanto ascendiente debía dar a Bonifacio, añadió el Papa una carta especial, para Carlos Martel, con el objeto de que obtuviera de éste, su apoyo oficial para tan importante empresa, y asimismo gran cantidad de reliquias, el Código oficial canónico, y otras cosas que contribuían, a dar mayor autoridad al misionero.

Munido pues Bonifacio, de su nueva autoridad episcopal, y de todas estas nuevas armas, se dirigió a Carlos Martel, quien a la vista de la carta pontificia, puso al servicio del misionero, todo el apoyo de su poder. En esta forma, entró de nuevo Bonifacio en Alemania, y se dispuso a continuar la obra, comenzada en Hesse.

Para ello, realizó entonces, una de las más sublimes hazañas de su vida misionera, con el objeto de deshacer la superstición pagana, que constituía el principal obstáculo del Evangelio. Efectivamente, en un día señalado con anticipación, para hacerlo en presencia de una gran multitud de paganos, dio con sus propias manos, algunos golpes de hacha, y luego hizo derribar la encina sagrada de Geismar, a la que los gentiles profesaban gran veneración.

Al ver pues los paganos, que sus dioses no hacían nada, para vengar aquel ultraje, reconocieron su impotencia, y a partir de este hecho, se mostraron mejor dispuestos, para recibir el Evangelio. Con la madera de aquella encina, hizo Bonifacio, construir una iglesia dedicada a San Pedro, y a corta distancia de ella, levantó el monasterio de Fritzlar, que fue en adelante, uno de los puntos de apoyo, de su obra misionera.

Puesta ya en marcha la misión de Hesse, en el año 725, pasó a Turingia, donde ya anteriormente había sido introducido, pero no había arraigado el cristianismo, y allí continuó desarrollando su actividad apostólica. En todas partes encontraba al pueblo, dispuesto a escuchar la palabra de Dios. Lo único que faltaban eran misioneros. Por esto, insistió constantemente a los monasterios ingleses, en demanda de nuevas fuerzas, y en efecto, fueron llegando muchos monjes misioneros, durante los años siguientes.

Bien pronto, fundó en Turingia, cerca de Gotha, el monasterio de Ordruf, que fue su base de operaciones, en aquel territorio. Entre los nuevos misioneros, son dignos de mención San Lull, que fue el sucesor de San Bonifacio, en la sede de Maguncia, y San Esteban, su futuro compañero de martirio.

Llegaron asimismo religiosas, que iniciaron la rama femenina del monacato, en Turingia y Hesse. Entre ellas, se distinguieron Santa Tecla, Santa Walburga, y sobre todo, la prima del mismo San Bonifacio, Santa Lioba.

Cerca de diez años hacía, que trabajaba en estas regiones de Hesse y Turingia, alentado siempre por San Gregorio II, cuando este gran Papa, murió en el año 731.

Su sucesor, San Gregorio III (731-741), conociendo perfectamente, el celo y la santidad de San Bonifacio, le envió en el año 732, el palio arzobispal, constituyéndole metropolitano de toda la Alemania, al otro lado del Rhin, a lo que añadía una amplia facultad, para fundar nuevos obispados, en todos aquellos territorios.

Algunos años más tarde, en el año 737, hizo su tercer viaje a Roma, con el objeto de tratar detenidamente, con el Romano Pontífice, acerca de la organización definitiva de las iglesias germanas.

Entonces recibió de Gregorio III, el nombramiento de legados apostólicos, con poder general, sobre todos aquellos territorios, y en Montecassino, obtuvo uno de sus mejores auxiliares, el monje San Willibald, y otros misioneros.

Con estos nuevos poderes, y nuevos auxiliares, se dirigió ante todo, a Baviera, cuyas cristiandades reorganizó, e introdujo una plena jerarquía, con los obispados de Salzburgo, Ratisbona, Freising, Passau y otros.

Una vez organizada la iglesia de Baviera, volvió a su campo de operaciones, de Hesse y Turingia, donde creó los obispados de Erfurt para Turingia, Buraburg para Hesse, y Wurzburgo para Franconia; algo más tarde, organizó el obispado de Eichstätt. El el año 741, mientras realizaba esta obra, fundamental para la estabilización de aquellas iglesias, fundó la abadía de Fulda, tan célebre en lo sucesivo, y donde debían luego descansar, sus restos mortales.

Este mismo año 741, entró San Bonifacio, en un nuevo campo de su actividad, al que tal vez, han prestado menos atención los historiadores, y que da una idea completa, de la magnitud de la obra apostólica de San Bonifacio.

En efecto, su encendido amor de Dios, y su celo por las almas, no se contentó con la evangelización, y organización de las iglesias germanas, sino que realizó también, una completa regeneración y reorganización, de la Iglesia en Francia.

Ésta se encontraba, en efecto, en un estado de general decadencia. Muerto en el año 741 Carlos Martel, su hijo Carlomán, heredó los territorios orientales de Austrasia, y Pipino los occidentales de Neustria. Entonces pues, el piadoso Carlomán, que conocía perfectamente, el celo apostólico de San Bonifacio, le invitó para que acudiera a sus dominios, con el fin de reformar la disciplina eclesiástica.

Aceptó Bonifacio la invitación, y comenzó al punto su tarea. Ésta se dirigió principalmente, a los elementos eclesiásticos, los clérigos, obispos y monasterios. Mas, para dar mayor eficacia a su acción reformadora, apoyada siempre por Carlomán, y más tarde por Pipino, celebró una serie de concilios, célebres en la historia de la Iglesia de Francia. El primero tuvo lugar en Austrasia, en el año 742. Es el primer concilio germánico.

Del resultado que con él obtuvo, San Bonifacio puede juzgarse, por las disposiciones reformadoras que se tomaron. Se atacó a la raíz del mal, ordenando la devolución de los bienes eclesiásticos. Se urgió el derecho de los obispos, y se dieron severas disposiciones, contra los vicios de simonía e incontinencia del clero. Todas estas disposiciones, fueron luego proclamadas como leyes del Estado. En el año 743, se celebraron otros dos sínodos, en Austrasia.

El año siguiente, solicitó también Pipino, la intervención de San Bonifacio, en los territorios de Neustria, donde se celebraron dos sínodos, y se introdujeron todas las normas reformadoras de Austrasia. El el año 745, se pudo celebrar ya, un concilio general para ambos territorios. El resultado fue a todas luces visible. A los cinco años de labor de San Bonifacio, la Iglesia franca, quedaba completamente regenerada.

El concilio general germano del año 747, fue la mejor confirmación de los resultados obtenidos, por la grandiosa obra de San Bonifacio. En él, todo el episcopado franco, firmó la llamada Carta, de la verdadera profesión de fe y de la unidad católica, y la mandaron a Roma. De este modo, toda la Germania y toda Francia, quedaban por la obra de San Bonifacio, íntimamente unidas con Roma.

Pero esto mismo, señala otro punto culminante de la vida de San Bonifacio. Hasta este tiempo, poseía una comisión general, para todos aquellos territorios. El nuevo papa Zacarías, juzgó llegado el tiempo de nombrar a San Bonifacio, arzobispo de Maguncia, constituyendo esta sede, como primada de Alemania y Francia. De este modo, se completaba la unidad, de la obra de San Bonifacio.

Apenas realizado esto, perdió el mismo año 747 a su principal apoyo, Carlomán, quien se retiró a un monasterio. Pero su hermano Pipino el Breve, que unió entonces toda Francia, continuó prestándole el mismo apoyo. La obra de Bonifacio, continuó produciendo los más sazonados frutos, no obstante los disturbios promovidos, por algunos caracteres turbulentos.

Pero entretanto San Bonifacio, ya de avanzada edad, obtuvo el nombramiento de su discípulo y colaborador San Lull, como sucesor suyo en la sede de Maguncia. Pero su ardiente espíritu misionero, no encontraba mejor descanso, que el campo de sus primeros trabajos apostólicos.

Se dirigía pues entonces, a la región de Frisia (Holanda), donde con aliento juvenil, se entregó de lleno al trabajo misionero entre los gentiles, todavía numerosos en aquel territorio.

Los primeros éxitos, de esta nueva y última campaña del veterano Apóstol, le rejuvenecieron extraordinariamente. Se sentía allí, como en su propio elemento. Organizaron las cosas, para celebrar una confirmación en el campo de Dokkum; y el 5 de junio de 754, cuando esperaba a los nuevos cristianos, para administrarles este sacramento, cayeron sobre él unos gentiles fanáticos, y le martirizaron junto con cincuenta y dos compañeros. Enterrado primero en Utrecht, más tarde fue trasladado a Maguncia, y luego a Fulda.

Con justicia, se le ha dado el título de apóstol de Alemania, en el más amplio sentido de la palabra. San Bonifacio, es uno de los más excelentes ejemplos, de los grandes misioneros de la Iglesia católica, de todos los tiempos.

Su encendido amor de Dios, y de las almas, le comunicó la fuerza necesaria, para vencer las mayores dificultades, y trabajar hasta derramar su sangre, por la fe que predicaba. El resultado de su obra apostólica, verdaderamente admirable, se extendió a toda Alemania y a Francia.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que infundas a todos los misioneros en el mundo, el celo apostólico que infundiste a San Bonifacio, así como la valentía necesaria, y la perseverancia de su conducta personal. Danos también a nosotros esos dones, para dar testimonio de nuestra Fe, en todos los ámbitos en que nos debamos desempeñarnos. A Tí Señor, que antes de subir a los cielos, nos ordenaste ir a evangelizar y bautizar, a todos los rincones del planeta. Amén.


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