miércoles, 17 de junio de 2020


17 de Junio

San Gregorio Barbarigo


Obispo y Cardenal

Año 1697

Para el cuerpo basta poco alimento y ordinario; pero para el alma, son necesarias muchas lecturas, y que sean bien espirituales”

Breve
Insigne Obispo y Cardenal, de trabajo incansable, en la asistencia de los más pobres, y en la formación de catequistas y seminaristas.

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Este simpático santo, nació en Venecia (Italia), en el año 1632, de familia rica e influyente. La madre murió de peste de tifo negro, cuando el niño tenía solamente dos años. Pero su padre, un excelente católico, se propuso darle la mejor formación posible.

El papá lo instruyó en el arte de la guerra, y en las ciencias, y le hizo tomar un curso de diplomacia, pero al joven Gregorio, lo que le llamaba la atención, era todo lo que tuviera relación con Dios, y con la salvación de las almas.

Estudiando astronomía, admiraba cada día más, el gran poder de Dios, al contemplar tan admirables astros y estrellas, en el firmamento.

Deseaba ser religioso, pero su director espiritual le aconsejó, que más bien se hiciera sacerdote de una diócesis, porque tenía especiales cualidades para párroco. Y a los 30 años, fue ordenado sacerdote.

Un amigo suyo y de su familia, el Cardenal Chigi, había sido elegido Sumo Pontífice, con el nombre de Alejandro VII, y lo mandó llamar a Roma. Allá le concedió, un nombramiento en el Palacio Pontificio, y le confió varios cargos de especial responsabilidad.

Y en ese tiempo, llegó a Roma la terrible peste de tifo negro, (la que había causado la muerte a su santa madre), y el Santo Padre, conociendo la gran caridad de Gregorio, lo nombró presidente de la comisión, encargada de atender a los enfermos de tifo. Desde ese momento, Gregorio se dedica por muchas horas cada día, a visitar enfermos, enterrar muertos, ayudar viudas y huérfanos, y a consolar hogares, que habían quedado en la orfandad.

Acabada la peste, el Sumo Pontífice le ofrece nombrarlo obispo, de una diócesis muy importante: Bérgamo. El Padre Gregorio le pide, que lo deje antes celebrar una misa, para saber si Dios quiere que acepte ese cargo. Durante la misa, oye un mensaje celestial, que le aconseja aceptar el nombramiento. Y le comunica su aceptación al Santo Padre.

Llega a Bérgamo, como un sencillo caminante, y a los que proponen, hacerle una gran fiesta de recibimiento, les dice que eso, que se iba a gastar en fiestas, hay que emplearlo en ayudar a los pobres.

Luego él mismo, vende todos sus bienes, y los reparte entre los necesitados, y se propone imitar en todo, al gran arzobispo, San Carlos Borromeo, que vivía dedicado a las almas, y a las gentes más abandonadas. En Bérgamo jamás deja de ayudar, a quien le pida algo, y los pobres saben, que su generosidad es inmensa.

Propaga libros religiosos entre el pueblo, y recomienda mucho, los escritos de San Francisco de Sales. En sus viajes misioneros, se hospeda en casas de gente muy pobre, y come con ellos, sin despreciar a nadie.

Después de pasar el día enseñando catecismo, y atendiendo a gentes muy necesitadas, pasa largas horas de la noche en oración. El portero del palacio, tiene orden de llamarlo, a cualquier hora de la noche, si algún enfermo lo necesita. Y aun entre lluvias y lodazales, a altas horas de la noche, se va a atender moribundos, que lo mandan llamar. Y es obispo.

El médico le aconseja, que no se desgaste tanto visitando enfermos, pero él le responde: "ese es mi deber, y ¡no puedo obrar de otra manera!".

El Sumo Pontífice, lo nombra obispo de una ciudad, que está necesitando mucho un obispo santo. Es Padua. Los habitantes de Bérgamo decían: "Los de Milán, tuvieron un obispo santo, que fue San Carlos Borromeo. Nosotros también tuvimos un obispo muy santo, Monseñor Gregorio. Qué gran lástima que se lo lleven de aquí".

En Padua, se encuentra con que los muchachos, no saben el catecismo, y los mayores, no van a Misa los domingos. Se dedica él personalmente, a organizar las clases de catecismo, y a invitar a todos a la Santa Misa. Recorrió personalmente, las 320 parroquias de la diócesis. Organizó a los párrocos, y formó un gran número de catequistas. Aun a las regiones más difíciles de llegar, las visitó, con grandes sacrificios y peligros. En pocos años, la diócesis de Padua era otra, totalmente distinta. La había transformado su santo obispo.

El nuevo Pontífice, Inocencio once, nombró Cardenal a Monseñor Gregorio Barbarigo, como premio a sus incansables labores de apostolado. Él siguió trabajando, como si fuera un sencillo sacerdote.

Fundó imprentas para propagar los libros religiosos, y se esmeró con todas sus fuerzas, por formar lo mejor posible a los seminaristas, para que llegaran a ser excelentes sacerdotes.

Todos estaban de acuerdo, en que su conducta era ejemplar, en todos los aspectos, y en que su generosidad con los pobres, era no sólo generosa, sino casi exagerada. La gente decía: "Monseñor es misericordioso con todos. Con el único con el cual es severo, es consigo mismo".

Su seminario llegó a tener fama, de ser uno de los mejores de Europa, y su imprenta divulgó por todas partes, las publicaciones religiosas. Él andaba repitiendo: "para el cuerpo basta poco alimento y ordinario; pero para el alma, son necesarias muchas lecturas, y que sean bien espirituales".

San Gregorio murió santamente, el 17 de junio del año 1697.

Dios nos mande muchos Gregorios más, así de santos y generosos.

Quien generosamente da, generosamente recibirá”. Santa Biblia, Proverbio 11.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que suscitaste a San Gregorio Barbarigo, como insigne cardenal de la Iglesia, haz que el cuerpo de cardenales, sea siempre un pilar inconmovible de tu Amor y Misericordia, hasta el fin de los tiempos. A Tí Señor, que soplaste el Espíritu Santo, sobre las cabezas de los Apóstoles. Amén.


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