martes, 30 de junio de 2020


30 de junio

Primeros mártires de la Iglesia Romana


En el cristiano, no puede caber la tristeza

¿Vas al encuentro de Cristo, o sigues otros caminos, que te llevan lejos de Él, y de Tí mismo?”. Papa Juan Pablo II, (30-Agosto-2001)

Entre los mártires de Roma, víctimas de la persecución de Nerón, están los Apóstoles Pedro y Pablo, pero de la mayoría no conocemos su nombre.

Nerón era un emperador depravado, que no se detenía ante nada, en sus obsesiones por el placer. Su vida era un desenfreno de vicios. Acusó a los cristianos, por el incendio que destruyó gran parte de Roma, en el año 64 (19 de julio). Esto era falso, pero servía de pretexto para perseguirlos.

Tertuliano escribió, que "los paganos atribuyen a los cristianos, cualquier calamidad pública, cualquier flagelo. Si las aguas del Tíber se desbordan, e inundan la ciudad; si por el contrario, el Nilo no se desborda, ni inunda los campos; si hay sequía, carestía, peste, terremoto, la culpa es toda de los cristianos, que desprecian a los dioses, y por todas partes se grita: ¡Los cristianos a los leones!".

San Clemente, Obispo de Roma, en su carta a los Corintios (caps. 5-6), narra lo siguiente: "Pongamos ante nuestros ojos, a los Santos Apóstoles. A Pedro, que por una hostil emulación, tuvo que soportar no una o dos, sino innumerables dificultades, hasta sufrir el martirio, y llegar así, a la posesión de la gloria merecida.

Esta misma envidia y rivalidad, dio a Pablo ocasión de alcanzar el premio, debido a la paciencia: en repetidas ocasiones, fue encarcelado, obligado a huir, apedreado, y habiéndose convertido en mensajero de la palabra, en el Oriente y en el Occidente, su Fe se hizo patente a todos, ya que después de haber enseñado a todo el mundo, el camino de la justicia, habiendo llegado hasta el extremo Occidente, sufrió el martirio de parte de las autoridades, y de este modo, partió de este mundo hacia el lugar Santo, dejándonos un ejemplo perfecto de paciencia. A estos hombres, maestros de una vida santa, vino a agregarse, una gran multitud de elegidos, que habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos, también por emulación, se han convertido para nosotros, en un magnífico ejemplo".

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Antonio R. Rubio Plo
Nada sabemos de sus nombres, salvo que los Apóstoles Pedro y Pablo, encabezaron este ejército, de los primeros mártires romanos, víctimas en el año 64, de la persecución de Nerón tras el incendio de Roma.

A veces me he preguntado, si estaría entre ellos, una ilustre dama romana, Pomponia Graecina, esposa de Aulo Plaucio, gobernador de Britania. Antiguas leyendas, incluso hacen de Pomponia, una princesa britana, y la relacionan con los orígenes del cristianismo, en las Islas Británicas.

Pero no parece probable, que aquella mujer se contara entre los mártires, de la primera persecución contra los cristianos. Sin embargo, hay indicios escritos y arqueológicos, que permiten asegurar, que hacia el año 57 ó 58, Pomponia dio también testimonio, aunque incruento, de su fe cristiana.

Los Anales de Tácito (XIII, 32), aseguran que fue acusada de “superstición extranjera”, algo que podría hacer referencia a su condición de cristiana. Se constituyó un tribunal doméstico, presidido por su marido, y que finalmente proclamó la inocencia de la esposa, tras una indagación sobre su vida y su fama.

Con todo, Tácito atribuye a Pomponia, el carácter de “una persona afligida”, alguien que durante cuarenta años, llevó luto por el asesinato de Julia, una víctima más, entre los miembros de una familia imperial, diezmada por las ejecuciones o envenenamientos, que el círculo del poder disponía de forma arbitraria.

Acaso esa aflicción, no procediera de una mera tristeza humana, sino del deseo de mantenerse al margen, de una sociedad marcada por el crimen y la corrupción. Quizás la tristeza que Tácito ve en Pomponia, no fuera tal, sino un aire de seriedad, una expresión de desaprobación por un ambiente, en el que no se respira a gusto, pero en el que hay que estar necesariamente, en función de las obligaciones familiares y sociales.

Habría que pensar que Pomponia, no borraría por completo su afabilidad femenina, y su “saber estar”, pese a algunas apariencias externas. En el cristiano, no puede caber la tristeza. Las únicas lágrimas que puede derramar, son las del Amor, como las que derramó Cristo, a la vista de Jerusalén.

Pero cuando alrededor de alguien, se extienden las risas maliciosas, las alusiones de dudoso gusto, y en general, todas las dimensiones de las lenguas desatadas, es comprensible que pueda adoptar, una expresión de seriedad.

Sea como fuere, Pomponia padeció en su fama, y en su ánimo, por seguir a Cristo. Como en todas las épocas, los cristianos que están en el mundo, pero no son del mundo, son señalados con el dedo, tachados de locos, o etiquetados con calumnias.

Pomponia Graecina, es también un personaje secundario, de la célebre novela Quo Vadis, de Henryk Sienckewicz. La matrona romana acoge en su casa, y educa en la fe cristiana a Ligia, la hija del rey de los ligios, reducida a la esclavitud. El novelista polaco, presenta a Pomponia, como un modelo de virtud femenina, en una sociedad corrompida.

En las páginas de su obra, se trasluce que ha leído a Tácito, sobre todo, cuando describe la persecución neroniana, de que “se empezó a arrestar abiertamente, a los que confesaban su fe” (Anales XV, 44). Tácito no expresa la menor simpatía por los cristianos, tal y como lo demuestran los calificativos, que aparecen muchas veces en el citado pasaje: “ignominias”, “execrable superstición”, “atrocidades y vergüenzas”, “odio al género humano”, “culpables”, “merecedores del máximo castigo”...

Lo que menos importaba, es que fuera verdad o mentira, que los cristianos hubieran incendiado Roma; el odio se había desatado, y todos tenían que morir. Poco más de treinta años después de la crucifixión de Cristo, se cumplía el pronóstico del Maestro, de que sus seguidores, serían también perseguidos, y de que serían odiados por su causa.

Tácito especifica claramente, los géneros de muerte, que se aplicaron a los cristianos: “A su suplicio, se unió el escarnio, de manera que perecían desgarrados por los perros, tras haberlos hecho cubrirse, con pieles de fieras, o bien clavados en cruces; al caer el día, eran quemados, de manera que sirvieran como iluminación, durante la noche”.

Juan Pablo II reflexionó, sobre aquellos primeros mártires de la Iglesia romana, con motivo del preestreno de un film polaco, que pudo ver, en la tarde del 30 de agosto de 2001. Se trataba, de la quinta versión cinematográfica de Quo Vadis, adaptado y dirigido por Jerzy Kawalerowicz, uno de los más importantes directores de la cinematografía polaca, desde la década de 1960.

Me sorprendió que Kawalerowicz, dirigiera esta película, dados sus antecedentes: realizó Madre Juana de los Ángeles, escandalosa crónica, de un supuesto caso de posesión demoníaca, en un convento francés del siglo XVII, y también fue autor de Faraón, una superproducción, en la que presentaba a un desconocido faraón, Ramsés XIII, como un gobernante manipulado por los sacerdotes de Amón.

Detrás de esta historia, algunos críticos, veían una referencia a la Iglesia Católica, en sus relaciones con el Estado polaco. Pero en Polonia, han cambiado muchas cosas. El hoy octogenario Kawalerowicz se hacía, con ocasión del lanzamiento de su película, esta pregunta: Quo vadis, homo?, ¿Hacia dónde va el hombre contemporáneo?. Tras la proyección de Quo Vadis, el Papa matizaba la misma pregunta: “¿Vas al encuentro de Cristo, o sigues otros caminos, que te llevan lejos de Él, y de Tí mismo?”.

El recuerdo de los primeros mártires romanos, era para Juan Pablo II, mucho más que un dato histórico. De allí surge una reflexión enteramente actual, una llamada para los cristianos de hoy, y de tiempos futuros: “Es necesario recordar, el drama que experimentaron en su alma, en el que se confrontaron, el temor humano y la valentía sobrehumana; el deseo de vivir, y la voluntad de ser fieles hasta la muerte; el sentido de la soledad, ante el odio inmutable, y al mismo tiempo, la experiencia de la fuerza que proviene, de la cercana e invisible presencia de Dios, y de la Fe común de la Iglesia naciente. Es preciso recordar aquel drama, para que surja la pregunta: ¿algo de ese drama, se verifica en mí?”.

Estas palabras del Papa nos recuerdan, que tarde o temprano, los cristianos son llamados a ser mártires, es decir testigos. Pocos serán los que derramarán su sangre, al menos en los países del mundo desarrollado. La mayoría experimentarán, en cambio, la incomprensión, el ridículo o el odio. Tendrán que pedirle a Cristo, la fortaleza suficiente, para no negarle delante de los hombres.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, te pedimos la fortaleza espiritual, y la lucidez intelectual, para que todos los días, podamos recibir de tus manos, el sagrado bautismo del fuego y del agua, y de esa manera, participar dignamente en la Vida de tu Cuerpo Místico, y de la Pasión Eucarística. A Tí Señor, que nos advertiste, que nunca los verdaderos discípulos, corren mejor suerte que su Maestro. Amén.

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