6
de agosto
SANTOS
JUSTO Y PASTOR
(†
304)
y
7 de Agosto
SAN
MAMES
(†
273)
NIÑOS
MARTIRES
Los
santos niños Justo y Pastor murieron en la llamada "Gran
persecución", la del emperador Diocleciano, en la que fueron
inmoladas víctimas en mayor número que en todas las anteriores, y
en la que, además, se empleó la tortura con más refinamiento y
crueldad que nunca.
Hasta
tal punto fue sangrienta esta persecución, la última de todas, que
la más antigua manera cristiana de computar el tiempo partía del
año primero del reinado de Diocleciano, y este cómputo se llamaba
"Era de los mártires".
Fue
Diocleciano un gran estadista. La historia más moderna nos lo
presenta, además, como un espíritu prócer, lleno de veneración
por la majestad de Roma. No era ambicioso ni cruel. Y, como por
entonces ya los bárbaros amenazaban las fronteras del Imperio,
comprendió que él solo no podía acudir a todos los puntos donde
sus enemigos, exteriores e interiores, le presentaran batalla.
Resolvió, pues, compartir el gobierno de su inmenso Imperio con
hombres de su confianza. Quedaba así fundada la "tetrarquía".
Lo
más seguro es que, de haber seguido Diocleciano sólo al frente del
Imperio, nunca hubiera perseguido al cristianismo. Él era
tolerante y demasiado inteligente para comprender que los
perseguidores que le habían precedido habían fracasado en su
empeño, y que el mayor bien para su Imperio, desde todos los puntos
de vista, incluido el político, era la paz y la unión de los
espíritus.
Pero
tuvo a su lado un mal consejero que le indujo a la persecución: su
yerno Galerio, que odiaba cordialmente al cristianismo. Al dejarse
influir por éste, Diocleciano echó sobre sí la más negra mancha,
de la que jamás la historia podrá exculparle.
Hacía
cuarenta años que la Iglesia no era perseguida. El número de
cristianos había crecido en medio de la paz, y con el favor de los
emperadores, se habían construido templos en las principales
ciudades. Mas con la bonanza languidecía también el espíritu de
los fieles; en la religión del amor empezaron las discordias, las
envidias, la murmuración, y la mentira penetró en los seguidores de
la Verdad.
Entonces
sobrevino el castigo. Galerio empezó a perseguir a los cristianos
que militaban en su ejército. Maximiano Hércules imitó la conducta
de aquél. Corría el año 301 de la Era cristiana.
Dos
años más tarde, Galerio arrancó, al fin a Diocleciano, el edicto
primero de persecución general. Todavía no era sangriento. Se
mandaba destruir las iglesias cristianas, y arrojar al fuego los
libros sagrados. Los nobles que no apostataran de su fe
serían notados de infamia; los plebeyos, privados de su libertad.
Dos edictos posteriores iban dirigidos
contra los jerarcas de la Iglesia, en términos conminatorios, ya
sangrientos.
La
persecución fue encarnizada desde el año 304, en que Diocleciano
promulgó su último edicto. Los que se negaran a sacrificar a los
dioses serían gravísimamente torturados. Así lo afirma Eusebio de
Cesarea, contemporáneo de los hechos, e historiador de los mismos. Y
añade: "Apenas ya puede contarse el número de los que en
las distintas provincias del Imperio padecieron el martirio".
Las
descripciones que de las torturas nos hace Eusebio horripilan,
ciertamente; pero, por desgracia, son conformes con la realidad de
los hechos.
En
España representaba a Maximiano Hércules como procónsul o
gobernador Daciano, que ha pasado a la historia como un tirano
de los más siniestros y crueles; tal como lo describió nuestro gran
poeta cristiano Aurelio Prudencio, en su
poema Peristephanon, en que le hace responsable de todos
aquellos horrores.
Dentro
de este marco histórico, pues, sucedió el martirio de los dos
pequeños héroes madrileños, Santos Justo y Pastor.
No
es posible dudar de su historicidad. Prudencio les dedica una estrofa
de su poema, que nosotros así traducimos:
"Siempre
será una gloria para Alcalá el llevar en su regazo la sangre de
Justo con la de Pastor, dos sepulcros iguales donde se contiene el
don de ambos: sus preciosos miembros".
Los
nombres de los mártires que figuran en el poema de Prudencio
pertenecen todos a la historia. En los calendarios primitivos de la
España cristiana, que son los mozárabes, aparecen también Justo y
Pastor. Y el testimonio de los calendarios es irrecusable, pues en
ellos se registraban las fiestas y conmemoraciones litúrgicas que
tradicionalmente venían celebrándose. Lo que no hubiera sido
posible de no existir el hecho de un sepulcro de mártir, que no
puede falsificarse.
¿Desde
cuándo se celebraría esta fiesta?. Ya vemos que Prudencio habla de
los sepulcros de Justo y Pastor. Por tanto, ya existían cuando él
escribió. Prudencio murió hacia el año 405 de nuestra Era. Aparte
de esto, existe el testimonio de San Paulino, que afirma haber
enterrado el año 392 a un hijito suyo, muerto de ocho días, junto a
los mártires de Alcalá.
De
modo que, desde fines del siglo IV, unos ochenta años después del
martirio, empezaría oficialmente en la Iglesia española el culto en
honor de estos heroicos niños.
Ello
no puede extrañarnos. Hubo millares y millares de mártires en los
tres primeros siglos del cristianismo. Pero no todos, ni mucho menos,
quedaron registrados en los calendarios de la Iglesia. Sólo
conocemos los nombres de una exigua minoría. Y la razón es muy
sencilla. Hubo mártires insignes por las circunstancias de su
martirio, o por la edad en que dieron su vida, demasiado avanzada, o
demasiado tierna; o por el ascendiente que gozaban entre los
cristianos antes de su muerte. Estos mártires dejaron una huella más
honda en aquella generación, y sus nombres se perpetuaron en la
liturgia de la Iglesia.
Algo
de esto debió ocurrir en el caso de estos santos niños. Dieron su
vida espontáneamente, y la dieron en edad muy tierna. Eran unos
párvulos, y por ello causaron honda impresión en los hombres de su
tiempo. El fenómeno pues, tiene fácil explicación.
Sin
embargo, las actas de su martirio no son auténticas, es decir,
fueron escritas en época muy posterior y por un escritor muy lejano
de los hechos. Este, pues, recogería las pocas noticias transmitidas
por la tradición oral, y las elaboraría a su talante, aunque con
indiscutible acierto desde el punto de vista estético y religioso.
Fácilmente
obtendría la finalidad que él se proponía de edificar y deleitar a
sus lectores que, en época visigoda en que fueron escritas las
actas, serían muchos y muy ávidos de una tal literatura. Nosotros
hoy sólo podemos admitir como histórico de estas actas un pequeño
núcleo, lo substancial de ellas: Justo y Pastor, tiernos escolares,
enardecidos por el ejemplo de tantos hermanos que confesaron su fe
con la muerte, un día, al salir de la
escuela, arrojaron sus cartillas, y se presentaron ante Daciano a
confesarse discípulos de Jesucristo, y el procónsul los mandó
degollar.
Todo
lo demás es literatura edificante del hagiógrafo, y no puede
concederse mayor autoridad a estas actas. Es verdad que tampoco es
necesario. De suyo, los breves datos que admitimos como históricos
son tan sublimes que bastan para nuestra edificación.
Un
himno de la liturgia dice: "Justo
apenas contaba siete años; Pastor había cumplido los nueve”.
Es muy probable que así fuera.
Por
lo demás, el diálogo que de los dos hermanos nos transmiten las
actas, reproducido luego por San Ildefonso de Toledo (muerto en el
año 667) en su apéndice a la obra Varones ilustres, de San Isidoro,
es tan bello que no nos resistimos a transcribirlo.
"Mientras
eran conducidos al lugar del suplicio mutuamente se estimulaban los
dos corderitos. Porque Justo, el más pequeño, temeroso de que su
hermano desfalleciera, le hablaba así: "No tengas miedo,
hermanito, de la muerte del cuerpo y de los tormentos; recibe
tranquilo el golpe de la espada. Que aquel Dios que se ha dignado
llamarnos a una gracia tan grande nos dará fuerzas proporcionadas a
los dolores que nos esperan". Y Pastor le
contestaba: "Dices bien, hermano
mío. Con gusto te haré compañía en el martirio para alcanzar
contigo la gloria de este combate".
La
tradición de Alcalá ha transmitido la noticia de que los mártires
fueron ejecutados fuera de la ciudad, cosa muy verosímil, pues lo
natural es que el tirano tuviera miedo de las iras del pueblo, y
procurara que su crimen pasara inadvertido.
En
la santa iglesia magistral de Alcalá de Henares se conserva y se
expone a la veneración una piedra que en uno de sus lados tiene una
cavidad que la piedad popular quiere que sea la señal de la rodilla
de los santos niños. Al arrodillarse sobre la piedra para ser
decapitados se habría impreso sobre ella la forma de la choquezuela,
o rodilla de los pequeños mártires. El hecho es que esta piedra
existe desde tiempo inmemorial. La veneración que los fieles la
tributan redunda, en todo caso, a gloria de los dos bienaventurados.
El
hallazgo de los cuerpos lo atribuye San Ildefonso al obispo Asturio
de Toledo, quien, iluminado por Dios. habría dado con el lugar de su
sepultura.
Es
interesante también la noticia que da San Ildefonso de que Asturio
edificó la primera basílica en honor de los mártires, y que de tal
modo se le entrañó a este obispo toledano el culto de los santos
niños, que desde entonces no volvió más a su diócesis de Toledo,
sino que permaneció en Alcalá, junto al sepulcro, allí quiso morir
y ser enterrado. Con ello consiguió que el antiguo Complutum, y
actual Alcalá de Henares, se erigiera en diócesis, de la que
Asturio habría sido primer obispo.
A
este obispo, venerado por santo, se le atribuye la misa y el oficio
de los dos niños mártires. Al cual oficio y misa pertenece esta
bellísima oración: "Verdaderamente
santo, verdaderamente bendito Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
robusteció la infancia de sus pequeños Justo y Pastor para que, a
pesar de su tierna edad, pudiesen soportar los tormentos del
perseguidor, y que en ellos se dignó hablar por el don de la gracia,
cuando ambos se estimulaban mutuamente para el martirio, quienes
habían de alcanzarlo, no por la fortaleza de su cuerpo, sino de su
espíritu... Te pedimos que merezcamos vivir con la inocencia de
aquellos cuya fiesta solemne celebramos hoy. Por Cristo, Señor y
Redentor eterno".
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Novena
a los Niños San Justo y San Pastor
La
novena fue escrita por el P. Miguel Acero, carmelita descalzo, en
1764.
DÍA
PRIMERO
Oh
inocentes mártires Santos Justo y Pastor, que desde vuestra más
tierna infancia supisteis seguir a Jesucristo, con el testimonio de
vuestra sencillez e inocencia os suplico, Gloriosos
Niños, me alcancéis de Dios el que restaure yo por medio de la
penitencia la inocencia
verdadera que adquirí en la Sagrada Fuente del Bautismo,
para que vestido de pureza, vaya en vuestra compañía a cantar las
Divinas alabanzas, y consiga lo que en esta Novena
suplico, si ha de ser para honra de Dios y provecho de mi alma. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Oración
final para cada día de la novena. Sagrados Mártires
Santos Justo Pastor os ruego me alcancéis la gracia de Dios para
serviros con perfección, refrenando las
pasiones que me dominan, adquiriendo las virtudes que me
convienen, y que cada día vaya haciendo santas disposiciones a la
muerte, en la cual espero seáis mis protectores, hasta presentar mi
alma ante el Divino Juez y ser galardonado con vosotros en la eterna
gloria Amén.
Rezar
la oración final de cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías, un
Gloria. Terminar pidiendo el favor que se desea alcanzar con la
novena.
__________
DÍA
SEGUNDO
Oh
sabios mártires Santos Justo y Pastor, catedráticos del Cielo, que
aunque poco cursados en las aulas de este mundo, enseñasteis a los
más adelantados Maestros a buscar la verdadera sabiduría de
Jesucristo, como se vio cuando salisteis de la Escuela, en donde
aprendíais la sabiduría del mundo y fuisteis a otra mayor a
confesar públicamente la Fe en Dios: os suplico, Santos Gloriosos,
que roguéis a la Majestad de Dios que
infunda sobre mi corazón las soberanas luces de su gracia, para que
huyendo de las tinieblas de la culpa, aprenda a seguir sus Divinos
mandatos, y día y noche medite su voluntad. Por
Jesucristo Nuestro Señor.
Rezar
la oración final de cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías, un
Gloria. Terminar pidiendo el favor que se desea alcanzar con la
novena.
__________
DÍA
TERCERO
Oh
Santos Mártres Justo y Pastor, que fuisteis mansos y humildes de
corazón, mostrando silencio ante las acusaciones y azotes de
Daciano: yo os suplico me alcancéis del Creador el don de la santa
humildad y mansedumbre de corazón para que, guardando
con sencillez una vida santa, y conforme a los mandatos
divinos viva con fe los sufrimientos de esta vida. Por Jesucristo
Nuestro Señor. Amén.
Rezar
la oración final de cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías, un
Gloria. Terminar pidiendo el favor que se desea alcanzar con la
novena.
__________
DÍA
CUARTO
Oh
mártires Justo y Pastor, que aunque niños delicados por edad y
naturaleza, fuisteis valientes en vuestro testimonio de Dios,
exhortándoos uno al otro en la fe: os
suplico que intercedáis por mí ante Dios para que me conceda
fortaleza de espíritu para confesar su Santo Nombre, y
guarde la fe por medio de las buenas obras y así, si es la voluntad
de Dios, consiga lo que en esta novena pido. Por Jesucristo Nuestro
Señor. Amén.
Rezar
la oración final de cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías, un
Gloria. Terminar pidiendo el favor que se desea alcanzar con la
novena.
__________
DÍA
QUINTO
Oh
Mártires Santos Justo y Pastor que enlazados con el vínculo de la
fraternidad y el amor, caminasteis por las sendas de la justicia y
rectitud hasta recoger juntos los preciosos frutos de vuestras
virtudes, en la que los demás cristianos tomamos ejemplo: os ruego
que me alcancéis de Dios Nuestro Señor el
que viva yo con rectitud y justicia, acogiendo su voluntad
mientras esté en este mundo, para que consiga su infinita
misericordia, y lo que en esta Novena le pido, si conduce al provecho
de mi alma. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Rezar
la oración final de cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías, un
Gloria. Terminar pidiendo el favor que se desea alcanzar con la
novena.
__________
DÍA
SEXTO
Oh
constantes Mártires Santos Justo y Pastor, que siguiendo el
estandarte de la Cruz, perseverasteis unánimes en la confesión de
Jesucristo, y que de vuestra boca procedían las alabanzas a Dios: os
ruego, pidáis al Creador que me conceda una
constancia santa para que, ayudado con los auxilios de su Divina
gracia, firme y estable en los deseos de servirle, persevere
obediente a sus preceptos y logre por este medio, alabarle sin fin
por toda la eternidad, y lo que en esta Novena le pido, si
conviene, para gloria suya y provecho de mi alma. Por Jesucristo
Nuestro Señor. Amen.
Rezar
la oración final de cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías, un
Gloria. Terminar pidiendo el favor que se desea alcanzar con la
novena.
__________
DÍA
SÉPTIMO
Oh
amados Mártires Santos Justo y Pastor, que acudisteis a la casa del
injusto Juez voluntariamente para entregaros a sus manos, y ser así
agradable entrega generosa a Dios: yo os
pido intercedáis por mí ante Dios, para que traspase mi tibio
corazón con la gracia de su amor, para que abrasada mi alma con tan
suave fuego, no viva ya en mí sino en Él, a Él solo sirva, y
renunciando a las aficiones desordenadas de este mundo, sólo ame al
que puede llenar mi alma de las delicias de su gloria. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Rezar
la oración final de cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías, un
Gloria. Terminar pidiendo el favor que se desea alcanzar con la
novena.
__________
DÍA
OCTAVO
Oh
amados Mártires Santos Justo y Pastor, que os ofrecisteis como
mártires, como lo testifica el gozo y la alegría con que
recibisteis la sentencia de muerte: yo os ruego, piadosos hermanos,
roguéis a Dios me conceda un ardiente deseo
de padecer por Él hasta perder la vida unido a su Cruz,
para que por medio de tan gustosa unión muera yo al mundo, y me
ofrezca para la salvación de toda la humanidad, recibiendo así la
eterna felicidad y lo que en esta Novena le ruego si es su voluntad.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Rezar
la oración final de cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías, un
Gloria. Terminar pidiendo el favor que se desea alcanzar con la
novena.
__________
DÍA
NOVENO
Oh
dignos mártires Santos Justo y Pastor, que disteis testimonio de la
fe incluso hasta el derramamiento de sangre: os
suplico me alcancéis de Dios el que me ofrezca para vivir siempre su
santísima voluntad, entregándome si es necesario a la persecución,
para que asistido de su gracia den mis obras un testimonio verdadero
de la Fe que confiesa el corazón, y consiga la merced que por medio
vuestro pretendo, si ha de ser para gloria suya y utilidad de mi
alma. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Rezar
la oración final de cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías, un
Gloria. Terminar pidiendo el favor que se desea alcanzar con la
novena.
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7
DE AGOSTO
-San
Mamés, mártir
(†
273)
Este
mártir de Capadocia, tan alabado de los Santos Gregorio y Basilio,
tuvo por padres a dos insignes confesores de Cristo, que padecieron
en Cesarea. Mamés vino antes de tiempo al mundo, pues su madre
Rufina le dió a luz en medio de los tormentos.
Ammia
se encargó de la crianza del niño, y le educó cristiana y
literariamente en las escuelas de Cesarea. El emperador Aureliano
publicó un edicto prohibiendo la instrucción a los niños
cristianos; el gobernador le hizo comparecer a su presencia para
hacerle apostatar; no pudiendo, se le envió al mismo Aureliano, que
estaba en Egea.
Tampoco
lo logró éste, y le mandó ahogar en el mar. El Cielo le salvó, y
llegó a Cesarea un ángel que le instruyó en los misterios más
sublimes de nuestra religión.
Después
se sucedieron nuevos interrogatorios ante los gobernadores y el
emperador, las luchas en el circo con los leones, y finalmente un
gladiador le remató en la arena del anfiteatro de Cesarea, 273.
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