4 de Agosto
San
Juan María Bautista Vianney
El
Cura de Ars
(1786-1859)
Patrón
de los sacerdotes
Ejemplo
de virtud, confesor, promotor de la Eucaristía y de la devoción
Mariana
Cuerpo
Incorrupto
"El
sacerdocio es el amor del corazón de Jesús"
“Ah,
si existieran dos personas más como tú se acabaría mi reinado”
(palabras de Satanás dirigidas al Santo Cura de Ars al final de la
secuencia de sus ataques).
Breve
En
el siglo pasado, Ars, una pequeña villa francesa, fue por muchos
años el hogar de la vida religiosa de todo el país. Entre el año
de 1818 y el 1859, su nombre estuvo en los labios de miles de
personas, y tan grande era la afluencia de peregrinos, que la
compañía de trenes que servía el distrito, tuvo que abrir una
oficina especial en la ciudad de Lyons, para poder lidiar con el
tráfico entre esta gran ciudad, y el pequeño pueblo de Ars.
¿El
causante de todo esto?, un sencillo, y sin embargo, incomparable
sacerdote, de quien hablaremos brevemente en esta historia: San Juan
Bautista Vianney.
Nació
cerca de Lyon el año 1786. Tuvo que superar muchas dificultades para
llegar por fin a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia de
Ars, en la diócesis de Belley, y el santo, con una activa
predicación, con la mortificación, la oración y la caridad, la
gobernó, y promovió de un modo admirable su adelanto espiritual.
Estaba
dotado de unas cualidades extraordinarias como confesor, lo cual
hacía que los fieles acudiesen a él de todas partes, para escuchar
sus santos consejos. Murió el año 1859.
Muchas
veces nos preguntamos del porqué Dios permite tanta maldad en el
mundo. Las palabras de Satanás al santo Cura de Ars nos da la
respuesta. No somos capaces de reunir la humildad, la perseverancia y
el coraje de este hermano nuestro en número suficiente, para
contrabalancear el poder demoníaco. Si cada uno de nosotros hiciese
todo lo necesario para honrar el Sagrado Nombre de Dios, primero con
nosotros mismos, y luego para persuadir a los demás a hacerlo, nada
sería igual.
INFANCIA
San
Juan Bautista Vianney nació el 8 de Mayo de 1786, y fue bautizado el
mismo día. Era el cuarto de ocho hermanos. Como muchos otros
santos, nuestro santo disfrutó de la preciosa ventaja de haber
nacido de padres verdaderamente cristianos.
Su
padre era el dueño de una finca, y su madre era nativa del pueblo de
Ecully, el cual como Dardilly, el lugar donde nació el santo,
estaban cerca de la ciudad de Lyons.
Sería
un error contemplar a la familia Vianney como ignorantes . Sin duda
alguna ambos padres y los niños pasaban días arduos en los campos y
viñedos, pero la conciencia de que por varios siglos esta tierra
había pertenecido a los Vianneys , inspiraba a la familia con un
legítimo orgullo, y disfrutaban de la estima de todos aquellos que
les conocían.
La
amabilidad hacia los pobres y necesitados era una virtud familiar;
ningún mendigo fue nunca arrojado de sus puertas. Así
fue como un día fueron privilegiados de dar hospitalidad a San
Benito Labre, cuando el patrono de los mendigos pasó por el pueblo
de Dardilly en uno de sus peregrinajes a Roma.
Desde
muy niño sus padres lo llevaban a los campos, donde aprendió a ser
pastor y, cuando era mayorcito se iba a cuidar los rebaños. El campo
era su lugar preferido, las flores, los árboles, toda la naturaleza
le hablaba de Dios, en quien encontraba el descanso de su corazón.
Con
frecuencia se iba bajo la sombra de un árbol grande y allí, hacía
como un pequeño altar donde ponía la imagen de la Virgen Santísima,
que siempre llevaba y llevaría toda su vida junto a él; y a los
pies de la Madre, descargaba su corazón con la confianza de un niño
pequeño.
En
otras ocasiones llamaría a sus otros compañeros pastores, y les
compartiría las cosas del Señor que aprendía de su mamá, siendo
éstas sus primeras clases de catecismo que luego, diariamente
compartiría con los habitantes de Ars, siendo éste uno de sus mas
grandes ministerios como sacerdote. Tenía la costumbre de hacer la
señal de la cruz, cada vez que sonaba el reloj.
Francia
en esta época de 1790, estaba pasando una gran crisis -La Revolución
Francesa- que con el pretexto de implantar "Libertad, igualdad y
fraternidad" desató una masiva persecución que llevó a la
guillotina a muchos hombres y mujeres, incluyendo a muchos sacerdotes
y religiosas.
Los
sacerdotes tenían que disfrazarse, cambiando constantemente de
domicilio, para poder guiar al pueblo de Dios, que permanecía fiel.
Entre estos sacerdotes se encuentran dos que
serán muy importantes en la vocación de San Juan: el Padre Balley y
el Padre Groboz, quienes trabajaban ambos en Ecculy. Uno hacía de
panadero y el otro de cocinero.
Es
en este tiempo en el que Juan Bautista hace su Primera Comunión en
Ecculy, en la casa de su mamá. Buscando no llamar la atención de
las autoridades, trajeron carros de heno, y los pusieron frente a las
ventanas, y comenzaron a descargarlos durante la ceremonia para
evitar un conflicto.
Juan
Bautista tenía 13 años, y aún siendo tan mayorcito, sus lágrimas
corrieron por sus mejillas al recibir al Señor, y durante toda su
vida hablará siempre de este día, y atesoraría el rosario que su
madre le regaló en esta ocasión.
ESTUDIANTE
Al
subir al poder Napoleón Bonaparte, gradualmente, la Iglesia obtuvo
cierta libertad.
Por
corto tiempo, Juan Bautista asistió a una escuela de su pueblo, pero
ahora que estaba creciendo, cada vez más los campos exigían de su
trabajo. Fue en estas largas horas de faena en las que su convicción
de ser sacerdote creció en su mente.
Se
decía: "Si soy sacerdote podría ganar muchas almas para
Dios", y este pensamiento lo compartía con su madre, en
quien encontraba apoyo, pero su padre le dio gran lucha. Tuvieron que
pasar dos años para que el padre aceptase las aspiraciones de su
hijo de ser sacerdote.
El
Arzobispo de Lyons, quien era tío de Napoleón, sabía que su primer
deber era buscar candidatos para el sacerdocio, y así cada parroquia
fue instruida para que se iniciase una campaña para promover las
vocaciones al sacerdocio. El Padre Balley, párroco de
Ecculy, abrió en la rectoría una pequeña escuela para formar
aquellos jóvenes que sintiesen la vocación. Era la oportunidad para
Juan Bautista; podía ir a la escuela del Padre Balley y quedarse en
la casa de su tía. Hasta su padre vio las ventajas de esta
oportunidad y le dio el permiso para irse. Juan Bautista tenía 20
años.
Muchos
dicen que era torpe, para no decir estúpido. Sin embargo no puede
haber algo mas alejado de la realidad. Su juicio nunca estuvo errado,
pero su memoria era pobre. El mismo decía : "Que no podía
guardar nada en su mala cabeza".
Al
ver que le era tan difícil retener especialmente la gramática del
Latín, en un momento de desesperación casi se regresa a su casa,
pero felizmente el Padre Balley captó el peligro en el que se
hallaba su estudiante, y le pidió hiciese un peregrinaje al
Santuario de San Francisco Regis, en Louvesc. El peregrinaje logró
un cambio en él , lo que hizo que su progreso fuese por lo menos lo
suficiente para salvarlo del sentimiento de desaliento, que casi
logra apartarlo de sus estudios.
DESERTOR
INVOLUNTARIO
El
apetito de poder de Napoleón era insaciable. Se había lanzado a la
conquista de Europa, lo que provocó que muchos muriesen en su
ejército. La falta de soldados lo llevó a reclutar más aun y en
1806 la clase de Juan Bautista fue llamada a enlistarse. Pasaron dos
años, pero en el otoño de 1809, Juan Bautista, a pesar de estar
exento por ser seminarista, fue llamado para el ejército.
Parece
que el nombre de nuestro santo no estaba escrito en las listas
oficiales de los estudiantes de la Iglesia que las diócesis proveían
a las autoridades. El joven Vianney fue mandado a los regimientos de
España. Sus padres trataron de encontrar un substituto, y por la
suma de 3,000 francos, un joven se voluntarizó para ir en su lugar
pero se arrepintió a último minuto.
El
26 de Octubre Juan Bautista entró en las barracas de Lyons solo para
enfermarse. De aquí lo enviaron al hospital de Roanne donde la
enfermera encargada lo ayudó a volver a tener el aspecto de buena
salud. En Enero 6 de 1810, Juan Bautista dejó el hospital, para
encontrarse con la noticia de que su compañía se había marchado
hacía mucho tiempo. Solo quedaba el tratar de alcanzarles.
El
invierno era recio, y una fiebre altísima lo atacó lo que provocó
que muy pronto no pudiese seguir avanzando. Entrando, en un cobertizo
que le dio cobijo, se sentó sobre su bolsa, y comenzó a rezar el
Rosario. Dijo tiempo después que "Quizás nunca lo recé con
tanta confianza". De pronto un extraño se le presentó
frente a él y le preguntó: "¿qué estás haciendo aquí?".
Juan Bautista le contó lo que le había pasado, y desde ese momento
el extraño cargó su pesada bolsa, y le dijo que le siguiese.
Llegaron a la casa de un labrador, y allí estuvo por varios días
hasta que se le pasó la fiebre. Mientras estaba en cama por primera
vez pasó por su mente la realidad de que sin haber sido culpa suya,
él era ahora un desertor.
Conocía
al Mayor Paul Fayot, quién se dedicaba a esconder desertores, y
acudió a él, pero no tenía lugar y le recomendó quedarse en la
casa de su prima Caludine Fayot, una viuda con cuatro niños. Desde
ese momento, Vianney adoptó el nombre de Jerome Vincent. Bajo ese
nombre llegó hasta abrir una escuela para los niños de la villa.
En
el 1810 un decreto imperial concedió amnistía a todos los
desertores de los años 1806 a 1810. Juan Bautista estaba cubierto
por este decreto, así que era libre de regresar a casa y terminar
sus estudios. La Divina Providencia, y la
asistencia de la Virgen lo habían salvado.
Su
madre murió poco después de esta feliz reunión. Ahora tenía 24
años, y el tiempo apremiaba. El 28 de Mayo de 1811 recibió la
tonsura. El Padre Balley, viendo esencial que fuese a tomar estudios
regulares lo mandó al Seminario Menor de Verrieres. Aquí el joven
Vianney sufrió y tuvo gran faena, pero nunca brilló como un
filósofo.
DIFICULTAD
CON LOS ESTUDIOS
En
Octubre 1813, entró en el Seminario Mayor de Lyons. Su inadecuado
conocimiento del latín le hizo imposible captar lo que los
profesores decían, o responder a las preguntas que le eran hechas.
Al final de su primer término le pidieron que se marchara, y su
dolor y desaliento eran inmensos.
Por
algún tiempo pensó en irse a una de tantas congregaciones de
hermanos religiosos; sin embargo una vez más el Padre Balley vino en
su rescate, y sus estudios le fueron dados en privado en Ecculy. Pero
no pasó el examen previo a la ordenación. Un
examen privado en la rectoría de Ecculy probó ser más
satisfactorio, y fue tomado como suficiente, siendo juzgadas
justamente sus cualidades morales que sobrepasaban cualquier falta
académica.
En
Agosto 13, 1815, Juan Bautista Vianney fue elevado al sacerdocio, a
esa inefable dignidad de la que tan frecuentemente hablaba diciendo:
"El Sacerdote solo será entendido en el cielo";
tenía 29 años de edad.
Su
primera Misa la dijo en la capilla de Seminario en Grenoble.
En
su regreso a Ecculy la copa de felicidad rebosó cuando se enteró
que sería ayudante de su santo amigo y maestro, el Padre Balley.
Pero las autoridades diocesanas determinaron
que por el momento, el que luego pasaría gran parte de su vida en un
confesionario, no estaba facultado para confesar. Mas tarde, el Padre
Balley habló con las autoridades eclesiásticas, y él fue su primer
penitente.
Su
hermana Margarita decía: "él no predicaba muy bien todavía,
pero la gente acudía en masa cuando le tocaba a él predicar".
En
Diciembre 17, 1817, murió en sus brazos su querido amigo el Padre
Balley, a quien lloró como si hubiese sido su padre. Él, que era
tan desprendido de las cosas materiales, hasta el fin de su vida,
tendría un pequeño espejo de mano que perteneció a su maestro y
padre, porque él decía que "Había reflejado su rostro".
Poco tiempo de la muerte del Padre Balley,
M. Vianney fue asignado al pueblo de Ars, un pequeño y aislado
pueblo donde se pensó que sus limitaciones intelectuales no podrían
hacer mucho daño..
PÁRROCO
DE ARS: 1818-1859
El
pueblecito de Ars se encuentra en una planicie ondulada, que tiene en
su centro una pequeña colina, donde se encuentra la Iglesia,
sirviéndole como de plataforma. En el 1815 consistía de unas 40
casas. Su iglesia estaba extremadamente dañada, y de igual condición
estaba la rectoría, que se encontraba a un lado del valle.
En
los círculos clericales, Ars era mirado como un tipo de Siberia.
El distrito era torpe, la desolación
espiritual era aún mayor que la material. En los primeros
días de Febrero de 1818, que el Abbe Vianney recibió la
notificación oficial de su traslado a Ars. El Vicario General le
dijo: "No hay mucho amor en esa parroquia, tu le infundirás
un poco".
El
9 de febrero, M. Vianney se dirigió hacia el lugar que sería por
los siguientes 41 años el lugar de su sorprendente y sin precedente
actividad. Caminó 38 Km. desde Ecculy hasta Ars. Le seguían en un
carretón una cama de madera, un poco de ropa, y los libros que le
dejó el Padre Balley. Cuando pudo divisar la pequeña villa, hizo un
comentario de su pequeñez, y al mismo tiempo hizo una profecía: "La
parroquia no será capaz de contener a las multitudes que vendrán
hacia aquí".
Los
habitantes del pueblo en su mayoría buscaban los placeres del mundo,
y no tenían mucha fe, aunque quedaba un pequeño núcleo de personas
que permanecían fervorosas, entre las cuales estaba la señora de la
casa más grande de Ars, Mlle. des Garets, quien dividía su tiempo
entre la oración y las obras de caridad.
Al
llegar, su primera preocupación era la de establecer contacto con su
rebaño. Visitó cada casa de la parroquia. En estos
primeros días todavía encontraba tiempo para caminar por las
praderas, con su breviario (libro de oración), en las manos, y su
sombrero de tres esquinas debajo de su brazo, ya que rara vez se lo
ponía. Para ganar la amistad de los habitantes les hablaba del
estado de las cosechas, del tiempo, de sus familias etc.
Sobre
todo él oraba, y añadía a la oración las más austeras
penitencias. Hizo sus propios instrumentos de penitencia. Su
cama era el piso, ya que la cama que trajo de Ecculy la regaló.
Pasaba sin comer varios días. Hasta el 1827 no había nadie que
hiciese las labores domésticas en la rectoría, ya que él las hacía
personalmente. Su plato principal eran papas, y en ocasiones hervía
un huevo. Hubo una ocasión en la que trató de vivir de hierba, pero
luego confesó que tal dieta era imposible.
Él
decía: "El demonio no le teme
tanto a la disciplina y a las camisas de pelo; lo que realmente teme
es a la reducción de comida, bebida y sueño".
El
Santo Cura gozaba de la belleza de las praderas y los árboles, pero
amaba mucho más la belleza de la Casa de Dios y las solemnidades de
la Iglesia. Empezó por comprar un altar nuevo, con sus propios
ahorros, y el mismo pintó el trabajo de madera con el que las
paredes estaban adornadas.
Se
hizo el propósito de restaurar y dar mayor esplendor a lo que él
llamaba: "Los muebles de la Casa de Dios". Para
el Señor compró lo mejor en encajes , telas, tejidos para hacer las
vestimentas sacerdotales, que aun se pueden admirar en Ars.
TRABAJO
PASTORAL
La
secuela más desastrosa de la revolución era la ignorancia religiosa
de las personas. El santo cura resolvió hacer todo lo posible para
remediar el estado deplorable de los corazones.
Sin
embargo sus sermones e instrucciones le costaban un dolor enorme: su
memoria no le permitía retener, así que pasaba noches enteras en la
pequeña sacristía, en la composición y memorización de sus
sermones del Domingo; en muchas ocasiones trabajaba 7 horas corridas
en sus sermones.
Un
parroquiano le preguntó una vez, porqué cuando predicaba hablaba
tan alto y cuando oraba tan bajo, y él le dijo: "Ah,
cuando predico le hablo a personas que están aparentemente sordas o
dormidas, pero en oración le hablo a Dios que no es sordo"
.
Los
niños le daban aún más lástima que los adultos, y comenzó a
agruparlos en la rectoría, y luego en la iglesia, tan temprano como
las 6 de la mañana, porque en el campo el trabajo se inicia al
amanecer. Era bien disciplinado, y les demandaba que se supiesen el
catecismo palabra por palabra.
En
esos días la profanación del Domingo era común y los hombres
pasaban la mañana trabajando en el campo, y las tardes y noches en
los bailes, o en las tabernas. San Juan luchó en contra de estos
males con gran vehemencia.
"La
taberna, declaró el santo en uno de sus sermones, es la tienda del
demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la
armonía familiar, donde comienzan las peleas y se cometen los
asesinatos. En cuanto a los dueños de las tabernas, el demonio no
les molesta tanto, sino que los desprecia y les escupe".
Tan
grande fue la influencia del Cura de Ars, que llegó una época donde
toda taberna de Ars tuvo que cerrar sus puertas por la falta de
personas. En tiempos subsecuentes, modestos hoteles se
abrieron para acomodar a los extraños, y a estos el Santo Cura no se
opuso.
Con
mucho más ahínco se propuso eliminar la costumbre de los bailes
como distracción, porque bien sabía que eran fuente de caer en
pecado grave. Para esto, revivió la costumbre de rezar las Vísperas
del Domingo. Era tan estricto en contra de esto, que hasta llegaba a
negar la absolución a las personas que no desistían de tal
costumbre.
Por
esta razón se ganó muchos enemigos, que decían grandes calumnias
en su contra, sin embargo él las tomaba ligeramente y no ponía su
corazón en esto.
TRIUNFO
Pasaron
dos años cuando llegó la noticia de que M. Vianney sería el Cura
de Salles, en Beaujolais. Todo el pueblo de Ars estaba consternado
con la noticia. Una señora de Ars, en una carta, habló de
estrangular al Vicario General.
Para
asegurar su futuro, el pueblo pidió que su villa fuese erigida en
parroquia regular y que su párroco fuese el Cura de Ars. El Padre
Vianney fue puesto como párroco, ya que hasta ese momento solo había
sido capellán (los capellanes son mas fáciles de trasladar que los
párrocos).
Ese
mismo año el Santo Cura de Ars inició los trabajos en la Iglesia.
Se construyó una torre, y varias capillas laterales, entre ellas una
dedicada a la Santísima Virgen, donde por 40 años todos los sábados
diría Misa el santo cura. La Iglesia fue además enriquecida con
muchas estatuas y cuadros.
Quería
tener buenas escuelas en el pueblo, y para comenzar abrió una
escuela gratis para niñas a la que llamó "Providencia".
Desde 1827 recibió como internas solo a niñas destituidas. Para
ellas tenía que encontrar comida, y más de
una vez intervino el Señor milagrosamente, multiplicando el grano o
la harina. Durante 20 años iba todos los días a cenar a
esta casa.
Después
de 2 años y medio, el Domingo se respetaba como el día del Señor.
Todo el pueblo iba a Vísperas. El Cura de Ars amaba las ceremonias
de la Iglesia. Personalmente entrenaba a sus servidores del altar. Su
fiesta favorita era Corpus Christi. En este día dejaba un
poco el confesionario, e iba por el pueblo admirando las
decoraciones; él mismo llevaba el Santísimo.
El
último día de esta fiesta que celebró fue 40 días antes de su
muerte, y sin el saberlo el mayor del pueblo contrató una banda de
música. Al primer sonido de la música se estremeció nuestro santo
de alegría, y cuando todo hubo terminado no encontraba palabras
suficientes para agradecer este regalo para el Señor.
Su
tierno amor por la Virgen Santísima lo movió a consagrar su
Parroquia a la Reina del Cielo. Sobre la entrada de la
pequeña Iglesia puso una estatua de la Virgen, que aún se encuentra
en el mismo lugar.
Cuando
el Papa Pío IX definió el Dogma de la Inmaculada Concepción,
nuestro santo pidió a los habitantes del pueblo que iluminasen sus
casas de noche, y las campanas de la iglesia resonaron por horas y
horas. Al ver esta luminosidad desde los pueblos cercanos, pensaron
que el pueblo estaba en llamas, y acudieron a apagar el supuesto
fuego. Hasta el día de hoy existe un sombrero de plata cerca de la
estatua de la Virgen donde están escritos los nombres de todos los
parroquianos de Ars.
ATACADO
POR LAS FUERZAS DEL INFIERNO
Era
de esperarse que un triunfo tan grande de la religión, así como la
santidad del instrumento que Dios usó con este fin, trajese la furia
del infierno. Por un periodo de 35 años el santo Cura de Ars fue
asaltado y molestado, de una manera física y tangible, por el
demonio.
La
ocupación ordinaria del demonio, permitida por Dios hacia nosotros,
es la tentación. El demonio también puede asechar las almas de
diversas maneras.
a)
Asedio: acción extraordinaria del demonio, cuando
busca aterrorizar por medio de apariciones horribles, o por medio de
ruidos.
b)
La Obsesión: va más allá. Puede ser externa cuando
el demonio actúa en los sentidos externos del cuerpo, o interna
cuando influencia la imaginación o la memoria.
c)
Posesión: cuando el demonio toma control de todo el
organismo.
El
Cura de Ars sufrió de la primera, asedio. Los ataques del demonio
comenzaron en el invierno de 1824. Ruidos
horribles y gritos estrepitosos se oían fuera de la puerta del
presbiterio, viniendo aparentemente del pequeño jardín
de enfrente.
Al
principio el Padre Vianney pensó que eran salteadores que venían a
robar, y a la siguiente noche le pidió a un señor que se quedase
con él. Después de medianoche, se comenzó
a escuchar grandes ruidos y golpes contra la puerta de enfrente,
parecía como si varios carros pesados estaban siendo llevados por
los cuartos. El señor André buscó su pistola, miró por
la ventana, pero no vio nada, solo la luz de la luna. Decía: "por
15 minutos la casa retembló, y mis piernas también", nunca
más quiso quedarse en la casa.
Esto
ocurría casi todas las noches. Aún ocurría cuando el santo cura no
estaba en el pueblo. Una mañana el
demonio incendió su cama. El santo se disponía a
revestirse para la Santa Misa cuando se oyó el grito de "fuego,
fuego". Él solo le dio las llaves del
cuarto a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que el demonio
quería parar la Santa Misa, y no se lo permitió.
Lo
único que dijo fue "El villano, al no poder atrapar al
pájaro le prende fuego a su jaula". Hasta
el día de hoy los peregrinos pueden ver, sobre la cabecera de la
cama, un cuadro con su cristal con las marcas de las llamas de fuego.
El
demonio por espacio de horas haría ruidos como de cristal, o
silbidos o ruidos de caballo, y hasta
gritaba debajo de la ventana del santo: "¡Vianney,
Vianney, comedor de trufas!
(papas)".
El
propósito de todo esto era el de no dejar dormir al Santo Cura para
que se cansara, y no pudiese estar horas en el confesionario, donde
le arrancaba muchas almas de sus garras.
Pero
para el 1845 estos ataques cesaron casi por completo. “Ah,
si existieran dos personas más como tú se acabaría mi reinado”
le dijo
Satanás al santo Cura de Ars, al final de la secuencia de sus
ataques.
La
constancia de nuestro santo ante estas pruebas fue recompensada por
el Señor con un poder extraordinario que le concedió de expulsar
demonios de las personas poseídas.
El
santo sacerdote se puede decir que pasó su vida en una continua
batalla con el pecado, a través de su trabajo en el confesionario.
El gran milagro de Ars era el
confesionario. Miles de personas acudían al pueblo de
Ars para ver al Santo Cura, pero especialmente para confesarse con
él.
PEREGRINACIONES
A ARS
La
afluencia de peregrinos se inició en el año 1827. A partir del 1828
el Santo Cura no podía irse ni siquiera por un día.
Sin
embargo, no fue exento de críticas, y su práctica y amor por los
pobres se le atribuyó a avaricia. Algunos críticos decían que
podían ver en él rasgos de hipocresía, o un deseo secreto de
sobresalir. Su mansedumbre y humildad terminaron por vencer sobre sus
críticos.
En
una ocasión cuando su competencia profesional fue puesta en duda por
algunos de sus hermanos sacerdotes, el obispo de la diócesis mandó
a su Vicario General para que averiguase y diese un reporte sobre el
asunto. El reporte recibido por el obispo fue más que favorable.
Aquello sirvió para que quedase constancia de su vida. Se
puede decir que el confesionario era su morada habitual, pasaba de 11
a 12 horas en el confesionario.
El
cúlmen de los peregrinajes se alcanzó en 1845, llegaban de 300 a
400 visitantes todos los días. En el último año de la vida del
Santo Cura el número de peregrinos alcanzó el asombroso número de
100 a 120 mil personas.
Ningún
ministerio sacerdotal es tan agotador para la carne y el espíritu
como el estar sentado en el confesionario.
Solo
Dios sabe los milagros de gracia ocurridos en ese confesionario, que
hasta hoy se mantiene en pie, en el mismo lugar dónde él lo puso,
en la capilla de Santa Catalina, o en la sacristía donde usualmente
escuchaba las confesiones. En su manera de lidiar con las almas era
infinitamente gentil, y al mismo tiempo decía la verdad que el alma
necesitaba escuchar para su bien. Sus
exhortaciones eran breves y dirigidas al punto necesario.
El
cura de Ars tenía también el don de profecía. En mayo
14 de 1854, el Obispo de Ullathorne llamó a nuestro santo, y le
pidió que orase por Inglaterra. El Obispo de Birmingham cuenta que
el hombre de Dios dijo, con convicción extraordinaria: "Monseigneur,
creo que la Iglesia en Inglaterra será restaurada a su esplendor".
También
tenía una gran devoción a Santa Filomena. La llamaba "mi
agente con Dios". Le construyó una capilla en su
honor, y también un santuario.
En
una ocasión cayó tan enfermo, que parecía ser su final, y prometió
a la santa ofrecer 100 misas en su honor en su santuario. Cuando la
primera Misa estaba siendo ofrecida, entró en éxtasis, durante el
cual se le escuchaba murmurar: "Filomena",
repetidas veces. Cuando salió de su éxtasis exclamó: "estoy
sanado" , y le atribuyó su sanación a Santa
Filomena.
HUIDA
DE ARS
Una
tentación le persiguió casi por toda su vida en Ars, y ésta era el
deseo de la soledad. Con toda sinceridad, M. Vianney se sentía
incapaz para su oficio en Ars. El año anterior a su muerte le dijo a
un misionero: "Tú no sabes lo que
es pasar de la cura de almas al tribunal de Dios".
En el 1851 le rogó a su obispo que lo dejase renunciar. En tres
ocasiones llegó hasta irse del pueblo, pero siempre regresó.
CONSUMACIÓN
Pasaron
41 años desde el primer día en el que el Cura llegó a Ars, fueron
años de actividad indescriptible. Después de 1858 decía con
frecuencia: "Ya nos vamos; debemos
morir; y muy pronto". No cabe duda de que él
sabía que su fin estaba cerca. En Julio de 1859, una señora muy
devota de San Etienne vino para confesarse. Cuando se despedía de él
le dijo: "Nos veremos de nuevo en
tres semanas", ambos murieron en ese tiempo, y se
encontraron en un mundo mucho más feliz.
El
mes de Julio de 1859 fue extremadamente caluroso, los peregrinos se
desmayaban en grandes cantidades, pero el santo permanecía en el
confesionario. El viernes 29 de Julio, fue el último en el que
apareció en la iglesia. Esa mañana entró en el confesionario como
a la 1:00 a.m. Pero después de haberse desmayado en varias
ocasiones, le pidieron que descansara. A la 11:00 dio catecismo por
última vez. Esa noche con mucha dificultad pudo arrastrarse hasta su
cuarto. Uno de los Hermanos Cristianos le ayudó a subirse a su cama,
pero el santo le pidió que le dejase solo.
Una
hora después de medianoche, aproximadamente, pidió ayuda: "Es
mi pobre fin, llamen a mi confesor". La
enfermedad progresó rápidamente. En la tarde del 2 de Agosto
recibió los últimos sacramentos: "Qué
bueno es Dios; cuando ya nosotros no podemos ir más hacia Él, Él
viene a nosotros" .
Veinte
sacerdotes con velas encendidas escoltaron al Santísimo Sacramento,
pero el calor era tan sofocante que tuvieron que apagarlas. Con
lágrimas en los ojos dijo: "Oh, que
triste es recibir la Comunión por última vez".
En
la noche del 3 de Agosto llegó su obispo. El santo lo reconoció
pero no pudo decir palabra alguna. Hacia la medianoche el fin era
inminente. A las 2:00 a.m. del Sábado 4 de Agosto de 1859, cuando
una tormenta azotaba el pueblo de Ars, el Obispo M.Monnin leía estas
palabras: "Que los santos ángeles
de Dios vengan a su encuentro y lo conduzcan a la Jerusalén
celestial", el Cura de Ars encomendó su alma a
Dios.
Su
cuerpo permanece incorrupto en la iglesia de Ars.
El
8 de Enero de 1905, el Papa Pío X, Beatificó al Cura de Ars; y en
la fiesta de Pentecostés Mayo 31 de 1925, en presencia de una gran
multitud, el Papa Pío XI pronunció la solemne sentencia: "Nosotros
declaramos a Juan María Bautista Vianney que sea santo, y sea
inscrito en el catálogo de los santos".
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ORACIONES
" TE
AMO, OH MI DIOS "
Autor: San
Juan María Vianney
Te amo, Oh
mi Dios.
Mi único
deseo es amarte
Hasta el
último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh
infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero
morir amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh
mi Dios, y mi único temor es ir al infierno
Porque ahí
nunca tendría la dulce consolación de tu amor,
Oh mi
Dios,
si mi
lengua no puede decir
cada
instante que te amo,
por lo
menos quiero
que mi
corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame
la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de
amarte mientras que sufro,
y el día
que me muera
No solo
amarte pero sentir que te amo.
Te suplico
que mientras más cerca estés de mi hora
Final
aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
Amén.
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LA
ORACION
SEGÚN
EL SANTO CURA DE ARS
Hermosa
obligación del hombre: orar y amar
Consideradlo,
hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra,
sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre
orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.
El
hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y
amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.
La
oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo
aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí
mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como
rodeado de una luz admirable.
En
esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera
fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso
esta unión de Dios con su pobre criatura; es una felicidad que
supera nuestra comprensión.
Nosotros
nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos
ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más
le agrada.
Hijos
míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata, y lo
hace capaz de amar a Dios. La oración es
una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso
baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es
como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo.
En
la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante
el sol.
Otro
beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan
aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración.
Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi
todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas
caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y creedme, que el
tiempo se me hacía corto.
Hay
personas que se sumergen totalmente en la oración como los peces en
eI agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón
no esta dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas!. San
Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban
con Él del mismo modo que hablamos entre nosotros.
Nosotros,
por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la Iglesia sin saber lo
que hemos de hacer o pedir!. Y, sin embargo, cuando vamos a casa de
cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que
incluso parece como si le dijeran al buen Dios: "Sólo dos
palabras, para deshacerme de ti..." Muchas veces pienso que
cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le
pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy
puro.
Juan
Maria Vianney
(Cura
de Ars)
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Novena
a San Juan María Bautista Vianney
El
Cura de Ars
DÍA
PRIMERO
Fe
ardiente. San Juan María Bautista Vianney tu naciste de una madre
profundamente religiosa; de ella recibiste la Santa Fe, aprendiendo a
amar a Dios y a rezar. Ya a temprana edad se te pudo ver arrodillado
delante de una estatua de María. Tu alma fue arrebatada de forma
sobrenatural hacia las cosas más elevadas. A pesar del alto costo
respondiste a tu vocación.
Contra
muchos obstáculos y contradicciones tuviste que luchar y sufrir para
llegar a ser el perfecto cura que fuiste. Pero tu espíritu de
profunda fe te sostuvo en todas estas batallas. Oh gran santo, tu
conoces el deseo de mi alma.
Quisiera
servir a Dios mejor. De Él he recibido muchas buenas cosas. Por
esto, obtén para mi más valor y especialmente una profunda fe.
Muchos
de mis pensamientos, palabras y acciones son inútiles para mi
santificación y mi salvación, porque ese espíritu sobrenatural no
impulsa mi vida. Ayúdame a ser mejor en el futuro.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA
SEGUNDO
Completa
confianza en Dios. San Juan María Bautista Vianney, ¡cuanta
confianza tenía la gente en tus oraciones!.
No
podías abandonar tu vieja rectoría o tu humilde iglesia sin verte
rodeado por almas implorantes, que recurrían a ti al igual que
hicieron al mismo Jesús durante su vida terrenal.
Y
tu, oh buen santo, les dabas esperanza con tus palabras que estaban
llenas de amor para Dios.
Tu,
que siempre confiabas enteramente en el corazón de Dios, obtén para
mi una confianza filial y profunda en su Providencia. Así como la
esperanza de bienes divinos llena mi corazón, dame valor y ayúdame
a obedecer siempre los mandamientos de Dios.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA
TERCERO
Amor
verdadero al prójimo. San Juan María Bautista Vianney, por causa de
tu amor a Dios mostraste una gran caridad hacia tu prójimo. No
podías predicar el amor de Dios sin derramar lágrimas de amor.
Durante
tus últimos años parecía como si no pudieras hablar acerca de otra
cosa, o vivir para cualquier otra cosa. Así te sacrificaste a ti
mismo por tu prójimo mediante el consuelo, la absolución y
santificándoles hasta el límite de tus fuerzas.
Tu
caridad me inspira a un mayor amor a Dios, un amor que se muestra más
por los hechos que por las palabras. Ayúdame a amar a mi prójimo
con igual generosidad a como Cristo los ama.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA
CUARTO
Horror
al pecado. San Juan María Bautista Vianney, tu fuiste tan inflexible
contra el pecado, y sin embargo, tan amable y dispuesto a acoger al
pecador. Acudo a ti hoy como si aún estuvieras vivo, como si
estuviera arrodillado ante tus pies y pudieras oírme. Inclínate
hacia mí, escucha al confidente arrepentido por las debilidades y
acciones miserables.
Cura
del Señor, infatigable confesor, obtén para mí el horror al
pecado. Tu quisiste sobre todo que evitáramos la ocasión de pecar.
Quiero tomar tu consejo y hacer la resolución de romper con los
malos hábitos y evitar las ocasiones peligrosas de pecar. Ayúdame
hoy a examinar mi conciencia.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA
QUINTO
Confesor
de almas. Oh Santo Cura de Ars, tu sabías cuan importante era una
buena confesión para la vida cristiana. Para procurar felices frutos
a millones de almas era por lo que tu aceptabas estar en un incómodo
confesionario, que era como una prisión, hasta 15 y 16 horas en
ciertos días.
Voy
a intentar a desarrollar el hábito de la confesión frecuente, a
prepararme adecuadamente cada vez y a tener siempre arrepentimiento
de mis pecados, para que así la gracia de la final perseverancia, y
también la santificación de mi alma sean aseguradas. Pide por mi
este gracia.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA
SEXTO
Presencia
real. Oh Santo Cura de Ars, cuyo único consuelo en este mundo era la
presencia real de Jesús en el tabernáculo, ¿acaso no era tu gran
felicidad distribuir la comunión a los peregrinos que te visitaban?.
Tú
negabas la comunión a las almas que se negaban a reformarse, pero a
las almas de buena voluntad les abrías de par en par las puertas de
la fiesta de la eucaristía.
Tú,
que cada día en la Santa Misa recibías la Santa Comunión con gran
amor, dame algo de tu fervor. Libre de pecado mortal, obtén para mi
un sincero deseo de beneficiarme al recibir la Santa Comunión.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA
SÉPTIMO
Ahuyentador
del demonio. Oh Santo Cura de Ars, los infames ataques del demonio
que tuviste que sufrir y las pruebas que te desalentaban hasta la
fatiga, no te hicieron abandonar la sublime tarea de convertir las
almas. Durante muchos años el demonio vino
a interrumpir tu corto descanso pero tú ganaste gracias a la
mortificación y las oraciones.
Poderoso
protector, tu conoces bien el deseo del tentador por dañar mi alma
bautizada y creyente. El tentador quisiera verme pecar rechazando los
Santos Sacramentos y la vida de virtud. Buen
santo de Ars ahuyenta de mí toda traza del enemigo.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA
OCTAVO
Pureza
exquisita. Oh Santo Cura de Ars, de ti un testigo de tu vida dijo
esta frase: "Le hubiéramos tomado por un ángel en un cuerpo
mortal".
Tú
edificaste a tantos otros: la modestia y la exquisita pureza radiaban
de tu cuerpo. Con ese encanto, y con ese entusiasmo, predicaste a
otros acerca de esas bellas virtudes que tú decías se asemejaban al
perfume de un viñedo en flor.
Por
favor yo te imploro que unas tus súplicas a las de María Inmaculada
y Santa Filomena para que siempre guarde, tal y como Dios me pide, la
pureza de mi corazón.
Tú,
que has dirigido a tantas almas hacia las alturas de la virtud,
defiéndeme en las tentaciones, y obtén para mí la fortaleza para
conquistarlas.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA
NOVENO
Deseo
de cielo. Oh Santo Cura de Ars, tus restos preciosos están guardados
en un magnífico relicario, donación de los sacerdotes de Francia.
Pero esta gloria terrena es sólo una pálida imagen de la gloria
indescriptible que estas disfrutando con Dios. Durante el tiempo que
permaneciste en la tierra solías repetir en tus horas de
abatimiento: "ya descansaré en la otra vida". Ahora
ya esta hecho: ya estás en la paz y felicidad eternas.
Deseo
seguirte algún día. Pero hasta entonces te oigo diciéndome: "debes
trabajar y luchar mientras estés en el mundo".
Enséñame entonces a trabajar por la salvación de mi alma, a
difundir la buena nueva, el buen ejemplo y a hacer el bien a los que
me rodean y así poder recibir la felicidad de los elegidos contigo.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
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¡Oh
San Juan Vianney, patrón de los curas, ruega por nosotros y por
todos los curas!
Santo
Cura de Ars – Sobre la oración
"La
oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce
conversación entre la criatura y su Criador".
(Sermón sobre la oración).
"Con
la oración todo lo podéis, sois dueños, por decirlo así, del
querer de Dios". (Sermón sobre la
perseverancia).
"La
oración abre los ojos del alma, le hace sentir la magnitud de su
miseria, la necesidad de recurrir a Dios y de temer su propia
debilidad". (Sermón sobre la oración).
"Todos
los males que nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no
oramos o lo hacemos mal". (Sermón sobre la
oración).
"Todos
los santos comenzaron su conversión por la oración, y por ella
perseveraron; y todos los condenados se perdieron por su negligencia
en la oración. Digo, pues, que la oración nos es absolutamente
necesaria para perseverar". (Sermón sobre la
perseverancia).
"¡Cuántas
veces venimos a la iglesia sin saber a qué venimos, ni qué queremos
pedir! Sin embargo, cuando se va a casa de cualquiera, se sabe muy
bien por qué uno se dirige a ella. Los hay que parecen decirle a
Dios: «Vengo a decirte dos palabras para cumplir contigo...». Con
frecuencia pienso que, cuando venimos a adorar a nuestro Señor,
conseguiríamos todo lo que quisiéramos, con tal de pedirle con fe
viva y un corazón puro". (Sobre la oración).
"Nuestras
oraciones han de ser hechas con confianza, y con una esperanza firme
de que Dios puede y quiere concedernos lo que le pedimos, mientras se
lo supliquemos debidamente". (Sermón sobre la
oración).
"Hemos
de orar con frecuencia, pero debemos redoblar nuestras oraciones en
las horas de prueba, en los momentos en que sentimos el ataque de la
tentación". (Sermón sobre la oración).
“Por
muchas que sean las penas que experimentemos, si oramos, tendremos la
dicha de soportarlas enteramente resignados a la voluntad de Dios; y
por violentas que sean las tentaciones, si recurrimos a la oración,
las dominaremos ". (Sermón sobre la oración).
"La
tercera condición que debe reunir la oración para ser agradable a
Dios, es la
perseverancia. Vemos
muchas veces que el Señor no nos concede enseguida lo que pedimos;
esto lo hace para que lo deseemos con más ardor, o para que
apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no es una negativa, sino
una prueba que nos dispone a recibir más abundantemente lo que
pedimos". (Sermón sobre la oración).
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