22
de agosto
SANTA MARÍA
REINA DEL UNIVERSO
María
Reina venerada en la parroquia María Reina, Córdoba, Argentina
Imagen
aportada por Edith Rodriguez
María
es reina de los ángeles y de todos los hombres
Fiesta
instituida por Pío XII. Se celebra ahora en la octava de la Asunción
para manifestar la conexión entre la realeza de María y su asunción
a los cielos.
¡Salve,
Reina caelorum; Reina caeli, laetare!
"La
Virgen Inmaculada ... asciende en cuerpo y alma a la gloria
celestial, y fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el
fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de
señores y vencedor del pecado y de la muerte". (Conc. Vat.
II, Const. dogm. Lumen gentium, n.59).
El
pueblo cristiano siempre ha reconocido a María Reina, por ser madre
del Rey de reyes y Señor de Señores. Su poder y sus atributos los
recibe del Todopoderoso: Su Hijo, Jesucristo. Es Él quien la
constituye Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún
de los ángeles.
Juan
Pablo II, el 23 de julio del 1997, habló sobre la Virgen como
Reina del Universo. Recordó que "a partir del siglo V, casi en
el mismo período en que el Concilio de Efeso proclama a la Virgen
'Madre de Dios', se comienza a atribuir a María el título de Reina.
El pueblo cristiano, con este ulterior reconocimiento de su dignidad
excelsa, quiere situarla por encima de todas las criaturas, exaltando
su papel y su importancia en la vida de cada persona y del mundo
entero".
El
Santo Padre explicó que "el título de Reina no sustituye al
de Madre: su realeza sigue siendo un corolario de su peculiar misión
materna, y expresa simplemente el poder que le ha sido conferido para
llevar a cabo esta misión. (...) Los cristianos miran con confianza
a María Reina, y esto aumenta su abandono filial en Aquella que es
Madre en el orden de la gracia".
"La
Asunción favorece la plena comunión de María no sólo con Cristo,
sino con cada uno de nosotros. Ella está junto a nosotros, porque su
estado glorioso le permite seguirnos en nuestro cotidiano itinerario
terreno. (...). Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia,
y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida".
RAZON:
Las Sagradas Escrituras nos enseñan que los que son de
Cristo reinarán con Él y la Virgen María es ciertamente de Cristo.
Romanos
5:17
"En
efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo
hombre, ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la
gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo,
por Jesucristo!"
II
Timoteo 2:12
"si
nos mantenemos firmes, también reinaremos con Él; si le negamos,
también Él nos negará"
María
Santísima es reina de todo lo creado
Si
bien todos reinaremos con Cristo, María Santísima participa de Su
reinado de una forma singular y preeminente. Esto significa que Dios
le ha otorgado Su Poder para reinar sobre todos los hombres y los
ángeles, y para vencer a Satanás.
Razones
por las que María Santísima es Reina de todos:
1-
Por ser la madre de Dios hecho hombre, El Mesías, El Rey
universal. (Col 1, 16).
Santa
Isabel, movida por el Espíritu Santo, hace reverencia a María, no
considerándose digna de la visita de la que es "Madre de mi
Señor" (Lc 1:43). Por la realeza de su hijo, María posee una
grandeza y excelencia singular entre las criaturas, por lo que Santa
Isabel exclamó: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu seno" (Lc 1:42).
El
ángel Gabriel le dijo a María que su Hijo reinaría. Ella es
entonces la Reina Madre.
Su
reino no es otro que el de Jesús, por el que rezamos "Venga tu
Reino". Es el Reino de Jesús y de María. Jesús por
naturaleza, María por designio divino.
En
1 Reyes 2,19 vemos que la madre del Rey se sienta a su derecha.
La
Virgen María es Reina por su íntima relación con la realeza de
Cristo
2.
De la unión con Cristo Rey deriva, en María Reina, tan
esplendorosa sublimidad, que supera la excelencia de todas las cosas
creadas; de esta misma unión nace su poder regio, por el que Ella
puede dispensar los tesoros del reino del Divino Redentor; en fin, en
la misma unión con Cristo tiene origen la eficacia inagotable de su
materna intercesión con su Hijo y con el Padre (cfr. Pío XII, Enc.
Mystici corporis , 29-VI1943).
3-
Por ser la perfecta discípula que acompañó a Su Hijo desde el
principio hasta el final, Cristo le otorga la corona. Cf. Ap. 2,10
En María se cumplen las palabras: "el
que se humilla será ensalzado". Ella dijo "He
aquí la esclava del Señor".
4-
Por ser la corredentora. El
papa JPII, en la audiencia del 23-7-97 dijo que "María es
Reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque (...)
cooperó en la obra de la redención del género humano. (...).
Asunta al cielo, María es asociada al poder de su Hijo, y se dedica
a la extensión del Reino, participando en la difusión de la Gracia
Divina en el mundo".
Ella
participa en la obra de salvación de su Hijo con su SI, en el que
siempre se mantuvo fiel, siendo capaz de estar al pie de la cruz (Cf.
Jn 19:25)
María
Santísima, reinando con su hijo, coopera con El para la liberación
del hombre del pecado. Todos nosotros, aunque en menor grado, debemos
también cooperar en la redención para reinar con Cristo.
5-
Por ser el miembro excelentísimo de la Iglesia: por su misión y
santidad. La misión de María Santísima es única pues solo ella es
madre del Salvador.
“Enemistad
pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te
pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar".
-Génesis 3:15
Características
del reinado de María Santísima:
a)
Preeminencia: "su honor y dignidad sobrepasan todo la
creación ; los ángeles toman segundo lugar ante tu preeminencia."
San Germán.
b)
Poder Real: que la autoriza a distribuir los frutos de la
redención. La Virgen María no solo ha tenido el más alto nivel de
excelencia y perfección después de Cristo, pero también participa
del poder de Su Hijo Redentor ejercita sobre las voluntades y mentes.
c)
Inagotable eficacia de Intercesión con su Hijo y el Padre:
Dios ha instituido a María como Reina del cielos y tierra, exaltada
sobre todos los coros de ángeles y todos los santos. Estando a la
diestra de su Hijo, ella suplica por nosotros con corazón de Madre,
y lo que busca, encuentra, lo que pide, recibe".
d)
Reinado de Amor y Servicio: Su reinado no es de pompas o
de prepotencia como los reinos de la tierra. El reino de María es
el de su Hijo, que no es de este mundo, no se manifiesta con las
características del mundo. María tiene todo el poder como reina de
cielos y tierra y a la vez, la ternura de ser Madre de Dios.
En
la tierra ella fue siempre humilde, la sierva del Señor. Se dedicó
totalmente a su Hijo y a su obra. Con Él y sometida con todo su
corazón con toda su voluntad a Él, colaboró en el Misterio de la
Redención. Ahora en el Cielo, ella continúa manifestando su amor y
su servicio para llevarnos a la salvación.
Respuesta
a los hermanos separados
Hay
quienes rechazan el reinado de María Santísima, alegando que ella
no puede ser reina ya solo Jesús es rey.
Estos
hermanos no comprenden la naturaleza del Reino. El reino de María
Santísima no es un reino aparte al de su Hijo. Es el mismo reino.
Donde Jesús reina, María Su Madre reina también.
Se
trata de dos corazones eternamente unidos en el amor divino. Dios ha
dispuesto que así fuese. María, lejos de quitarle al reinado de su
Hijo, lo propicia. Ella es la mas sumisa, la mas fiel en el reino y
por eso también la mas exaltada.
Lucas
1:48 " porque ha puesto los ojos en la humildad de su
esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán
bienaventurada"
La
Fiesta Litúrgica
Pío
XII en 1954, instituyó la fiesta Litúrgica del Reinado de María al
coronar a la Virgen en Santa María la Mayor, Roma. En esta ocasión
el Papa también promulgó el documento principal del Magisterio,
acerca de la dignidad y realeza de Maria, la Encíclica Ad coeli
Reginam (Oct 11, 1954).
JPII:
Junio 19, 1983 en Polonia
"Al
Reino del Hijo está plenamente unido el Reino de su Madre.. su Reino
y el de ella, no son de este mundo. Pero están enraizados en la
historia humana, en la historia de toda la raza humana, por el hecho
de que el Hijo de Dios, de la misma sustancia que el Padre, se hizo
hombre por el poder del ES en el vientre de María. Y esa reino es
definitivamente enraizado en la historia humana a través de la Cruz,
al pie de la cual estaba la Madre de Dios como corredentora. Y es en
ese evento de la Cruz y María al pie de su hijo, que el Reino se
funda y permanece. Todas la comunidades humanas experimentan el reino
maternal de María, que les trae mas de cerca el reino de Cristo".
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FUNDAMENTO
TEOLOGICO DE LA REALEZA DE LA VIRGEN MARIA
La
razón por la que la Santísima Virgen María es Reina se fundamenta
teológicamente en su divina Maternidad, y en su función de ser
Corredentora del género humano.
a)
Por su divina Maternidad: Es el fundamento principal, pues
la eleva a un grado altísimo de intimidad con el Padre celestial, y
la une a su divino Hijo, que es Rey universal por derecho propio.
En
la Sagrada Escritura se dice del Hijo que la Virgen concebirá: "Hijo
del Altísimo será llamado, y a Él le dará el Señor Dios el trono
de David, su padre y en la casa de Jacob reinará eternamente, y su
reinado no tendrá fin" (Lc. 1,32-33).
Y
a María se le llama "Madre del Señor" (Lc. 1,43);
de donde fácilmente se deduce que Ella es también Reina, pues
engendró un Hijo que era Rey y Señor de todas las cosas. Así, con
razón, pudo escribir San Juan Damasceno: "Verdaderamente fue
Señora de todas las criaturas cuando fue Madre del Creador"
(cit. en la Enc. Ad coeli Reginam, de Pío XII, 11-X-1954).
b)
Por ser Corredentora del género humano: La Virgen María,
por voluntad expresa de Dios, tuvo parte excelentísima en la obra de
nuestra Redención. Por ello, puede afirmarse que el género humano,
sujeto a la muerte por causa de una virgen (Eva), se salva también
por medio de una Virgen (María).
En
consecuencia, así como Cristo es Rey por título de conquista, al
precio de su Sangre, también María es Reina al precio de su
Compasión dolorosa junto a la Cruz.
La
Beatísima María debe ser llamada Reina, no sólo por razón de su
Maternidad divina, sino también porque cooperó íntimamente a
nuestra salvación. Así como Cristo, nuevo Adán, es Rey nuestro no
sólo por ser Hijo de Dios sino también nuestro Redentor, con cierta
analogía, se puede afirmar que María es Reina, no sólo por ser
Madre de Dios sino también, como nueva Eva, porque fue asociada al
nuevo Adán" (cfr. Pío XII, Enc, Ad coeli Reginam).
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NATURALEZA
DEL REINO DE MARIA
El
reino de Santa María, a semejanza y en perfecta coincidencia con el
reino de Jesucristo, no es un reino temporal y terreno, sino más
bien un reino eterno y universal: -"Reino de verdad y de
vida, de santidad, de gracia, de amor y de paz" (cfr.
Prefacio de la Misa de Cristo Rey).
a)
“Es un reino eterno porque existirá siempre, y no tendrá
fin” (cfr. Lc. 1,33) y, “es universal porque se extiende
al Cielo, a la tierra y a los abismos” (cfr. Fil. 2,10-11).
b)
Es un reino de verdad y de vida. “Para esto vino Jesús al
mundo, para dar testimonio de la verdad” (cfr. Jn. 18,37) “y
para dar la vida sobrenatural a los hombres”.
c)
“Es un reino de santidad y justicia porque María, la llena de
gracia, nos alcanza las gracias de su Hijo para que seamos santos”
(cfr. Jn. 1,12-14); “y de justicia porque premia las buenas
obras de todos” (cfr. Rom. 2,5-6).
d)
“Es un reino de amor, porque de su eximia caridad nos ama con
corazón maternal como hijos suyos, y hermanos de su Hijo”
(cfr. 1 Cor. 13,8).
e)
“Es un reino de paz, nunca de odios y rencores; de la paz
con que se llenan los corazones que reciben las gracias de Dios”
(cfr. Is. 9,6).
Santa
María como Reina y Madre del Rey es coronada en sus imágenes -según
costumbre de la Iglesia- para simbolizar por este modo el dominio y
poder que tiene sobre todos los súbditos de su reino.
La
oración Colecta de la Memoria de Santa María Reina dice: "Oh
Dios, que nos han dado como Madre y como Reina, a la Madre de tu
Unigénito; concédenos, por su intercesión, el poder llegar a
participar en el Reino celestial de la gloria reservada a tus hijos".
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Santa
María Reina
Catequesis
de S.S. Juan Pablo II
23
de julio de 1997
1.
La devoción popular invoca a María como
Reina. El Concilio, después de recordar la asunción de
la Virgen «en cuerpo y alma a la gloria del cielo», explica que fue
«elevada (...) por el Señor como Reina del universo, para ser
conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap
19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen gentium, 59).
En
efecto, a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el
concilio de Éfeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a
atribuir a María el título de Reina. El pueblo cristiano, con este
reconocimiento ulterior de su excelsa dignidad, quiere ponerla por
encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia
en la vida de cada persona y de todo el mundo.
Pero
ya en un fragmento de una homilía, atribuido a Orígenes, aparece
este comentario a las palabras pronunciadas por Isabel en la
Visitación: «Soy yo quien debería haber ido a ti, puesto que
eres bendita por encima de todas las mujeres tú, la madre de mi
Señor, tú mi Señora» (Fragmenta: PG 13, 1.902 D). En este
texto se pasa espontáneamente de la expresión «la madre de mi
Señor» al apelativo «mi Señora», anticipando lo que declarará
más tarde San Juan Damasceno, que atribuye a María el título de
«Soberana»: «Cuando se convirtió en madre del Creador, llegó
a ser verdaderamente la soberana de todas las criaturas» (De
fide orthodoxa, 4, 14: PG 94 1.157).
2.
Mi venerado predecesor Pío XII en la encíclica Ad coeli
Reginam, a la que se refiere el texto de la constitución Lumen
gentium, indica como fundamento de la
realeza de María, además de su maternidad, su cooperación en la
obra de la redención.
La
encíclica recuerda el texto litúrgico: «Santa María, Reina del
cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la cruz de nuestro Señor
Jesucristo» (MS 46 [1954] 634). Establece, además, una analogía
entre María y Cristo, que nos ayuda a comprender el significado de
la realeza de la Virgen. Cristo es Rey no sólo porque es Hijo de
Dios, sino también porque es Redentor. María es reina no sólo
porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada como nueva
Eva al nuevo Adán, cooperó en la obra de la redención del género
humano (MS 46 [1954] 635).
En
el evangelio según San Marcos leemos que el día de la Ascensión el
Señor Jesús «fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de
Dios» (Mc 16, 19). En el lenguaje bíblico, «sentarse a la
diestra de Dios» significa compartir su poder soberano.
Sentándose «a la diestra del Padre», Él instaura su reino,
el reino de Dios. Elevada al cielo, María es asociada al poder de su
Hijo, y se dedica a la extensión del Reino, participando en la
difusión de la gracia divina en el mundo.
Observando
la analogía entre la Ascensión de Cristo y la Asunción de María,
podemos concluir que, subordinada a Cristo, María es la Reina que
posee y ejerce sobre el universo, una soberanía que le fue otorgada
por su Hijo mismo.
3.
El título de Reina no sustituye, ciertamente, el de Madre: su
realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa
simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión.
Citando
la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, el Sumo Pontífice Pío XII
pone de relieve esta dimensión materna de la realeza de la Virgen:
«Teniendo hacia nosotros un afecto materno, e interesándose por
nuestra salvación, ella extiende a todo el género humano su
solicitud. Establecida por el Señor como Reina del cielo y de la
tierra, elevada por encima de todos los coros de los ángeles, y de
toda la jerarquía celestial de los santos, sentada a la diestra de
su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, obtiene con gran certeza
lo que pide con sus súplicas maternal; lo que busca, lo encuentra, y
no le puede faltar» (MS 46 [1954] 636-637).
4.
Así pues, los cristianos miran con confianza a María Reina, y
esto no sólo no disminuye, sino que, por el contrario, exalta su
abandono filial en aquella que es madre en el orden de la gracia.
Más
aún, la solicitud de María Reina por los hombres puede ser
plenamente eficaz, precisamente en virtud del estado glorioso
posterior a la Asunción. Esto lo destaca muy bien San Germán de
Constantinopla, que piensa que ese estado asegura la íntima relación
de María con su Hijo, y hace posible su intercesión en nuestro
favor. Dirigiéndose a María, añade: Cristo quiso «tener, por
decirlo así, la cercanía de tus labios y de tu corazón; de este
modo, cumple todos los deseos que le expresas, cuando sufres por tus
hijos, y Él hace, con su poder divino, todo lo que le pides» (Hom
1: PG 98, 348).
5.
Se puede concluir que la Asunción no sólo
favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con
cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado
glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario.
También leemos en San Germán: «Tú moras espiritualmente con
nosotros, y la grandeza de tu desvelo por nosotros manifiesta tu
comunión de vida con nosotros» (Hom 1: PG 98, 344).
Por
tanto, en vez de crear distancia entre nosotros y ella, el estado
glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella
conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con
amor materno en las pruebas de la vida.
Elevada
a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la
salvación, para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue
concedida. Es una Reina que da todo lo que posee compartiendo, sobre
todo, la vida y el amor de Cristo.
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MARÍA
REINA SEGÚN SAN MAXIMILIANO KOLBE Y SAN LUIS DE MONTFORT
María
Reina según San Maximiliano Kolbe
"La
Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así
podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante
reconocerla por quien Ella es, y someternos por completo a Ella y a
su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y
cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos,
para la Inmaculada, y a través de Ella para el Sagrado Corazón de
Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro
alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en
todos los corazones que viven, y los que vivirán en el futuro. Para
esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin limites ni
reservas".
María
Reina según San Luis de Montfort en el Tratado de la Verdadera
Devoción:
35.
María ha colaborado con el Espíritu Santo a la obra de los siglos,
es decir, la Encarnación del Verbo. En
consecuencia, Ella realizará también los mayores portentos de los
últimos tiempos: la formación y educación de los grandes santos,
que vivirán hacia el fin del mundo, están reservadas a Ella, porque
sólo esta Virgen singular y milagrosa puede realizar en unión del
Espíritu Santo, las cosas singulares y extraordinarias.
37.
De lo que acabo de decir se sigue evidentemente: En
primer lugar, que María ha recibido de Dios un gran dominio sobre
las almas de los elegidos. Efectivamente, no podía fijar
en ellos su morada, como el Padre le ha ordenado, ni formarlos,
alimentarlos, darlos a luz para la eternidad como madre suya,
poseerlos como propiedad personal, formarlos en Jesucristo, y a
Jesucristo en ello, echar en sus corazones las raíces de sus
virtudes y ser la compañera indisoluble del Espíritu Santo para
todas las obras de la gracia... No puede, repito, realizar todo esto,
si no tiene derecho ni dominio sobre sus almas por gracia singular
del Altísimo, que, habiéndole dado poder sobre su Hijo único y
natural, se lo ha comunicado también sobre sus hijos adoptivos, no
sólo en cuanto al cuerpo, lo que sería poca cosa, sino también en
cuanto al alma.
38.
María es la Reina del cielo y de la tierra, por gracia, como Cristo
es su Rey por naturaleza y por conquista. Ahora bien, así como el
reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior
del hombre, según estas palabras: "El reino de Dios está en
medio de ustedes", del mismo modo, el reino de la Virgen
María está principalmente en el interior del hombre, es decir, en
su alma. Ella es glorificada sobre todo en las almas, juntamente con
su Hijo, más que en todas las criaturas visibles, de modo que
podemos llamarla con los Santos: Reina de los corazones.
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Oficio
de lectura, 22 de agosto, Santa María Virgen, Reina
Reina
del mundo y de la paz
De
las homilías de San Amadeo de Lausana, Obispo
Homilía
7: SC 72, 188. 192. 200
Observa
cuán adecuadamente brilló por toda la tierra, ya antes de la
asunción, el admirable nombre de María, y se difundió por todas
partes su ilustre fama, antes de que fuera ensalzada su majestad
sobre los cielos. Convenía en efecto, que la Madre virgen, por el
honor debido a su Hijo, reinase primero en la tierra, y así,
penetrara luego gloriosa en el cielo; convenía que fuera
engrandecida aquí abajo, para penetrar luego, llena de santidad, en
las mansiones celestiales, yendo de virtud en virtud y de gloria, en
gloria por obra del Espíritu del Señor.
Así
pues, durante su vida mortal, gustaba anticipadamente las primicias
del reino futuro, ya sea elevándose hasta Dios con inefable
sublimidad, como también descendiendo hacia sus prójimos con
indescriptible caridad. Los ángeles la servían, los hombres le
tributaban su veneración. Gabriel y los ángeles la asistían con
sus servicios; también los apóstoles cuidaban de ella,
especialmente san Juan, gozoso de que el Señor, en la cruz, le
hubiese encomendado su Madre virgen, a él, también virgen. Aquéllos
se alegraban de contemplar a su Reina, éstos a su Señora, y unos y
otros se esforzaban en complacerla con sentimientos de piedad y
devoción.
Y
ella, situada en la altísima cumbre de sus virtudes, inundada como
estaba por el mar inagotable de los carismas divinos, derramaba en
abundancia sobre el pueblo creyente, y sediento el abismo de sus
gracias, que superaban a las de cualquiera otra criatura.
Daba
la salud los cuerpos y el remedio para las almas, dotada como estaba
del poder de resucitar de la muerte corporal y espiritual. Nadie se
apartó jamás triste o deprimido de su lado, o ignorante de los
misterios celestiales. Todos volvían contentos a sus casas, habiendo
alcanzado por la Madre del Señor lo que deseaban.
Plena
hasta rebosar de tan grandes bienes, la Esposa, Madre del Esposo
único, suave y agradable, llena de delicias, como una fuente de los
jardines espirituales, como un pozo de agua viva y vivificante, que
mana con fuerza del Líbano divino, desde el monte de Sión hasta las
naciones extranjeras, hacía derivar ríos de paz y torrentes de
gracia celestial.
Por
esto, cuando la Virgen de las vírgenes fue llevada al cielo por el
que era su Dios y su Hijo, el Rey de Reyes, en medio de la alegría y
exultación de los ángeles y arcángeles y de la aclamación de
todos los bienaventurados, entonces se cumplió la profecía del
Salmista, que decía al Señor: De pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
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Regina
Coeli
Reina
del cielo
(Durante
el Tiempo Pascual sustituye al Angelus)
V.
Alégrate, Reina del cielo. Aleluya.
R.
Porque el que mereciste llevar en tu seno. Aleluya.
V.
Ha resucitado, según predijo. Aleluya.
R.
Ruega por nosotros a Dios. Aleluya.
V.
Gózate y alégrate, Virgen María. Aleluya.
R.
Porque ha resucitado Dios verdaderamente. Aleluya.
Oremos:
Oh
Dios que por la Resurrección de tu Hijo,
nuestro
Señor Jesucristo,
te
has dignado dar la alegría al mundo,
concédenos
por su Madre, la Virgen María,
alcanzar
el gozo de la vida eterna.
Por
el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
R.
Amén.
Oración
Final: Dios Todopoderoso y Eterno, que Santa María Reina del
Universo, pueda también reinar en nuestros corazones por siempre, y
así merecer estar donde Ella está. A Tí Señor, que nos dejaste a
María como nuestra Madre. Amén.
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