30
de agosto
SANTA
ROSA DE LIMA
Virgen
(+ 1617)
Patrona
de América, Perú y las Filipinas
"Cuando
servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos
cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a
Jesús".
-Catecismo de la Iglesia Católica, 2449
-Catecismo de la Iglesia Católica, 2449
"Si
los hombres supieran qué es vivir en gracia, no se asustarían de
ningún sufrimiento y aguantarían con gusto cualquier pena, porque
la gracia es fruto de la paciencia"
Breve
Nació
en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya
a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito de la
tercera Orden de Santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino
de la penitencia y de la contemplación mística.
Aunque
la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba
comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la
Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa
Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas
de sus padres y amigos.
Rosa
sabía muy bien que toda virtud sería inútil si no desterraba de su
corazón el Amor Propio, cuya fuente es el orgullo,
pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el
ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la
humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.
Dios
concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió
que sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y
conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda
desolación espiritual.
El
demonio la molestaba con violentas tentaciones.
El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue
que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes
y médicos examinó a la santa, y dictaminó que sus experiencias
eran realmente sobrenaturales.
Murió
el día 24 de agosto del año 1617.
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Rosa
de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia
española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son
Gaspar de Flores y María de Oliva.
Aunque
la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba
comúnmente Rosa, y ése fue el único nombre que le impuso en la
Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa
Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas
de sus padres y amigos.
En
cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para
lucirla ante algunas visitas, y Rosa se clavó una de las horquillas
de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia
por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad
en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su
belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para
desfigurarse, y no ser ocasión de tentaciones para nadie.
Una
dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de
la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la
santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no
pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas, y otras austeridades
aún más sorprendentes, la prepararon a la lucha contra los peligros
exteriores, y contra sus propios sentidos.
Pero
Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de
su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa
pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así
pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la
obediencia, y la abnegación de la voluntad propia.
Aunque
era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los
desobedeció, ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y
paciencia en las dificultades y contradicciones.
Rosa
tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.
El
padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia
se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el
día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma
ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta
con su suerte, y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no
hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa
luchó contra ellos diez años, e hizo voto de virginidad para
confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.
Al
cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo,
imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se
recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el
huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era
lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas.
Su
amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de Él, cambiaba el
tono de su voz, y su rostro se encendía como un reflejo del
sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba,
sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo
Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del
Amor.
Extraordinarias
pruebas y gracias
Dios
concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió
que sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y
conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda
desolación espiritual.
El
demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único
consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que
comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y
médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran
realmente sobrenaturales.
Rosa
pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de
Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular
cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su
muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los
sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".
Dios
la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de
edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se
turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro.
El
Papa Clemente X la canonizó en 1671.
Aunque
no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas,
ciertamente nos reta a todos a entregarnos con mas pasión al amado,
Jesucristo. Es esa pasión de amor, la que nos debe mover a vivir
nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo el corazón, ya
sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.
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De
los escritos de Santa Rosa de Lima
El
salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad:
"¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación. Sepan
que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia.
Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se
aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe:
esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz
no hay camino por donde se pueda subir al cielo!".
Oídas
estas palabras, me sobrevino un ímpetu poderoso de ponerme en medio
de la plaza para gritar con grandes clamores, diciendo a todas las
personas, de cualquier edad, sexo, estado y condición que fuesen:
"Oíd pueblos, oíd, todo género de gentes: de parte de Cristo
y con palabras tomadas de su misma boca, yo os aviso: Que no se
adquiere gracia sin padecer aflicciones; hay necesidad de trabajos y
más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina
naturaleza, la
gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura
del alma. Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente a predicar
la hermosura de la divina gracia, me angustiaba y me hacía sudar y
anhelar.
Me
parecía que ya no podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo,
sino que se había de romper la prisión y, libre y sola, con más
agilidad se había de ir por el mundo, dando voces: "¡Oh, si
conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa,
qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos
tesoros, cuántos júbilos y delicias!.
Sin
duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar
penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de
molestias, enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por
conseguir el tesoro último de la constancia en el sufrimiento. Nadie
se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si
conocieran las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los
hombres".
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BENEDICTO
XVI
AUDIENCIA
GENERAL
Un
breve comentario de las celebraciones de esta semana
Castelgandolfo
Miércoles
20 de agosto de 2008
Queridos
hermanos y hermanas:
Cada
día la Iglesia ofrece a nuestra consideración uno o más santos y
beatos a los que invocar e imitar. En esta semana, por ejemplo,
recordamos algunos muy apreciados por la devoción popular.
Ayer,
San Juan Eudes, que frente al
rigorismo de los jansenistas —en el siglo XVII— promovió una
tierna devoción, cuyas fuentes inagotables indicó en los sagrados
Corazones de Jesús y de María.
Hoy
recordamos a San Bernardo de Claraval,
a quien el Papa Pío VIII llamó "doctor melifluo", porque
destacaba en "hacer destilar de los textos bíblicos el sentido
que se encontraba escondido en ellos".
A
este místico, deseoso de vivir sumergido en el "valle
luminoso" de la contemplación, los
acontecimientos lo llevaron a viajar por Europa para servir a la
Iglesia en las necesidades de su tiempo y para defender la fe
cristiana.
Ha
sido definido también como "doctor mariano", no porque
haya escrito muchísimo sobre la Virgen, sino porque supo captar su
papel esencial en la Iglesia, presentándola como el modelo perfecto
de la vida monástica, y de todas las demás formas de vida
cristiana.
Mañana
recordaremos a San Pío X, que
vivió en un periodo histórico atormentado. De él Juan Pablo II
dijo, cuando visitó su pueblo natal en 1985: "Luchó y
sufrió por la libertad de la Iglesia, y por esta libertad se
manifestó dispuesto a sacrificar privilegios y honores, a afrontar
incomprensión y escarnios, puesto que valoraba esta libertad como
garantía última para la integridad y la coherencia de la fe"
(Discurso a los sacerdotes de la diócesis de Treviso, n. 2:
L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de julio de
1985, p. 16).
El
próximo viernes estará dedicado a Santa
María Reina, memoria instituida por el siervo de Dios Pío
XII en el año 1954, y que la renovación litúrgica impulsada por el
concilio Vaticano II puso como complemento de la festividad de la
Asunción, ya que ambos privilegios forman un único misterio.
Por
último, el sábado rezaremos a Santa Rosa
de Lima, la primera santa canonizada del continente
latinoamericano, del que es la patrona principal. Santa Rosa solía
repetir: "Si los hombres supieran
qué es vivir en gracia, no se asustarían de ningún sufrimiento, y
aguantarían con gusto cualquier pena, porque la gracia es fruto de
la paciencia".
Murió
a los 31 años, en 1617, tras una breve existencia llena de
privaciones y sufrimiento, en la fiesta del apóstol San Bartolomé,
del que era muy devota porque había sufrido un martirio
particularmente doloroso.
Así
pues, queridos hermanos y hermanas, día tras día la Iglesia nos
ofrece la posibilidad de caminar en compañía de los santos. Hans
Urs von Balthasar escribió que los santos constituyen el comentario
más importante del Evangelio, su actualización en la vida diaria;
por eso representan para nosotros un camino real de acceso a Jesús.
El
escritor francés Jean Guitton los describía como "los
colores del espectro en relación con la luz",
porque cada uno de ellos refleja, con tonalidades y acentos propios,
la luz de la santidad de Dios. ¡Qué importante y provechoso es, por
tanto, el empeño por cultivar el conocimiento y la devoción de los
santos, así como la meditación diaria de la palabra de Dios y el
amor filial a la Virgen!.
El
período de vacaciones constituye, ciertamente, un tiempo útil para
repasar la biografía y los escritos de algunos santos o santas en
particular, pero cada día del año nos ofrece la oportunidad de
familiarizarnos con nuestros patronos celestiales.
Su
experiencia humana y espiritual muestra que la santidad no es un
lujo, no es un privilegio de unos pocos, una meta imposible para un
hombre normal; en realidad, es el destino común de todos los hombres
llamados a ser hijos de Dios, la vocación universal de todos los
bautizados.
La
santidad se ofrece a todos; naturalmente no todos los santos son
iguales: de hecho, como he dicho, son el espectro de la luz divina.
Y no es necesariamente un gran santo el que posee carismas
extraordinarios. En efecto, hay muchísimos cuyo nombre sólo Dios
conoce, porque en la tierra han llevado una vida aparentemente muy
normal.
Precisamente
estos santos "normales" son los santos que Dios quiere
habitualmente. Su ejemplo testifica que sólo cuando se está en
contacto con el Señor se llena uno de su paz y de su alegría y se
es capaz de difundir por doquier serenidad, esperanza y optimismo.
Considerando la variedad de sus carismas, Bernanos, gran escritor
francés a quien siempre fascinó la idea de los santos —cita a
muchos en sus novelas— destaca que "cada vida de santo es como
un nuevo florecimiento de primavera".
Que
esto nos suceda también a nosotros. Así pues, dejémonos atraer por
la fascinación sobrenatural de la santidad. Que nos obtenga esta
gracia María, la Reina de todos los santos, Madre y refugio de los
pecadores.
Saludos
Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a
los sacerdotes de Toledo y de otras diócesis de España, que
constituyen la Fraternidad Sacerdotal en el Corazón de Cristo.
Os
encomiendo en mi oración, para que continuéis aspirando
cotidianamente a la santidad, ejerciendo vuestro ministerio con
alegría, sencillez de corazón y fidelidad al Evangelio y a la
Iglesia.
La
conducta ejemplar de un sacerdote y el testimonio de su amor a Dios y
a los hermanos, son fuente de gracias incesantes para el pueblo de
Dios, y una invitación constante para que otros respondan con
generosidad a la llamada del Señor. Os bendigo a todos con afecto.
(En
polaco)
La
semana pasada Polonia fue azotada por tempestades y huracanes,
acontecimientos insólitos en esa región. Ha habido muertos y
heridos. Muchos han perdido el patrimonio de una vida entera. A
cuantos han sufrido de algún modo daño a causa de esta desgracia,
les aseguro mi cercanía espiritual y mi recuerdo en la oración. Que
la bendición del Señor descienda sobre ellos, y sobre vosotros,
aquí presentes.
(En
italiano)
Me
dirijo por último a los jóvenes, a los enfermos, y a los recién
casados. A todos os invito a dedicar cada vez más tiempo a la
formación cristiana, para ser fieles discípulos de Cristo, camino,
verdad y vida.
Como
no todos los fieles habían podido entrar en el patio, el Papa se
asomó al balcón que da a la plaza y, antes de impartirles la
bendición, les dijo:
¡Buenos
días a todos vosotros!. En esta semana celebramos las fiestas de
muchos santos. Hoy San Bernardo de Claraval, gran doctor de la
Iglesia, gran doctor sobre todo de la veneración a la Virgen. Es un
hombre que creó paz, y así nos muestra cómo vivir el Evangelio.
Celebramos mañana a San Pío X que, en un período difícil, guió a
la Iglesia, renovó la liturgia y así renovó a la Iglesia desde
dentro.
De
este modo todos los santos nos muestran cómo vivir el Evangelio. Son
una interpretación libre del Evangelio, y nos guían en nuestro
camino. A todos os deseo unas felices vacaciones, y una
feliz semana. Gracias por vuestra presencia. Mi bendición para todos
vosotros. ¡Felicidades y adiós!
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Beato
Inácio de Azevedo y Beato Juan de Mayorga y 40 compañeros mártires
1570
Océano Atlántico
Sacerdotes
Jesuitas
Se
encontraban de viaje para proseguir la evangelización del Brasil. En
su primer viaje con licencias del rey don Sebastián erigió en Río
de Janeiro el Colegio Real de altos estudios, foco insigne de la
evangelización en ese país. En su segundo viaje muere martirizado
por la flota de un corsario francés en las Islas Canarias. Muere
abrazando la imagen de la Madona
de San Lucas
Oración:
Te pedimos Señor, que a semejanza de Santa Rosa, poder vencer
nuestro Amor Propio, soportando con paciencia el adverso clima
familiar, laboral y social que reina en nuestros días.
Te
pedimos también por todas las personas que mueren por su Fe Católica
y Apostólica, y lleves su alma a tu seno, como lo hiciste con los
Beatos Inácio de Azevedo, Juan de Mayorga y los 40 compañeros, que
fueron martirizados a consecuencia de la terrible guerra de religión
entre católicos y protestantes, que azotaba Europa en ese tiempo.
A
Tí Señor que nos advertiste que por si éramos verdaderos
discípulos tuyos, no correremos mejor suerte que vos. Amén.
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