7
de Febrero
EL
BEATO PAPA PÍO IX
(1792-1878)
Cuerpo
Incorrupto
Luchó
con denuedo contra el liberalismo, el cientificismo y la Masonería
Pío
IX, en el siglo Giovanni Maria Mastai Ferretti, nació el 13 de mayo
de 1792, en Senigallia.
Fue
elegido pontífice, el 16 de junio de 1846, suscitando esperanzas en
los ambientes patrióticos, liberales y católicos: uno de los
primeros actos, fue la promulgación de una amnistía para los
prisioneros políticos, y consintió algunas reformas en el Estado
Pontificio. En los primeros dos años del pontificado, se ganó el
título de papa liberal, patriótico y reformador.
En
abril de 1848, cuando era evidente, que la masonería internacional
fomentaba atentados, revoluciones y desórdenes contra el Papado, y
las naciones tradicionalmente católicas, Pío IX tomó distancia de
las facciones más radicales, de los patriotas italianos.
A
raíz del desencadenamiento de motines insurreccionales en Roma, se
trasladó a Gaeta, mientras que en la ciudad eterna, se proclamaba
poco después, en 1849, la República Romana por parte de Giuseppe
Mazzini, Carlo Armellini y Aurelio Saffi. Las iglesias fueron
saqueadas, mientras Mazzini se incautaba de obras de arte, propiedad
de la Iglesia, para pagar a la masonería británica, que había
anticipado el dinero necesario para tomar Roma.
Gracias
a la intervención de las tropas francesas, la República romana
cayó, y el Papa pudo volver a la capital, en 1850. Desde entonces,
el Pontífice puso en marcha, una política de intransigencia («Non
possumus») hacia las exigencias del poder laico, convirtiéndose en
el adversario más acérrimo, del ala anticlerical de la masonería.
En
1854, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, y en el primer
Concilio Vaticano (1869_70), el dogma de la infalibilidad papal. En
1864, promulgó la encíclica «Quanta
cura», con el anexo del «Sillabus»,
una lista de enseñanzas prohibidas, con la
que la iglesia condenaba, los errores del modernismo, y los conceptos
liberales e iluministas.
Con
la llegada de la unidad de Italia, el último papa_rey, se vió
desposeído de las regiones de la Romaña (1859), Umbría, las Marcas
(1860), y en 1870, la misma Roma, con la conocida toma de la Porta
Pía, el 20 de septiembre, que marcó el fin del poder temporal de
los papas.
Desde
entonces la masonería italiana, celebra su propia fiesta anual,
justamente el 20 de septiembre, en recuerdo de la victoria contra la
Iglesia. Los documentos antimasónicos del Pontificado de Pío IX,
son unos 124, y se subdividen en 11 encíclicas, 61 cartas breves, 33
discursos y alocuciones, y documentos de varios dicasterios
eclesiásticos.
Según
Pío IX, todos los males que se abatieron en aquel tiempo, sobre la
Iglesia y sobre la sociedad, provenían del ateísmo y del
cientificismo del siglo XVII, postulado por la masonería, y exaltado
por la Revolución Francesa.
En
la encíclica «Qui pluribus»
(9/10/1849), Pio IX habla de «hombres
ligados por una unión nefanda» que corrompen las
costumbres, y combaten la fe en Dios y en
Cristo, postulando el naturalismo y el racionalismo, y
sobre todo, poniendo en marcha el conflicto entre ciencia y fe. Otro
error atribuido a este círculo de pensadores, es
el hablar de progreso como un mito, y contraponerlo a la fe.
Ante
estas acusaciones tan precisas, la Masonería reaccionó de modo
violento. En primer lugar, convocó un «Anticoncilio masónico,
Asamblea de librepensadores», con la idea de liderar un movimiento
internacional, dedicado a combatir sin tregua al Vaticano.
Entre
los escritos que se difundieron para esta convocatoria masónica,
había uno que decía «El Anticoncilio quiere luz y verdad,
quiere ciencia y razón, no fe ciega, no fanatismo, no dogmas, no
hogueras. La infalibilidad papal es una herejía. La religión
católica romana, es una mentira; y su reino es un delito».
En
esta situación de beligerancia continua, Pío IX no perdió el
ánimo, y prosiguió su trabajo, para compactar la Iglesia, en torno
a un principio de unidad. Atribuyó gran
importancia, a la espiritualidad popular, a la relación con los
santos, especialmente a María, a través del reconocimiento de las
apariciones, de La Salette y de Lourdes.
Dió
impulso a procesiones, peregrinaciones, y todas las formas de piedad
popular. En 1870, inauguró un nuevo modo de elección de obispos y
prelados, elegidos no ya preferentemente entre los notables, sino
entre los sacerdotes comunes, allí donde se
manifestasen los méritos pastorales.
Su
popularidad creció enormemente. Fue
obstinado, en no aceptar ningún arreglo con el Estado italiano.
Murió el 7 de febrero de 1878, pero la masonería trató de
perseguirlo encarnizadamente, incluso tras su partida a los cielos.
En
la noche del 12 al 13 de julio de 1881, su féretro fue trasladado
del Vaticano, al cementerio del Verano. La masonería organizó una
manifestación irreverente, con lanzamiento de piedras,
imprecaciones, blasfemias, y canciones vulgares y obscenas, contra el
cortejo fúnebre, que a su vez respondía, con la recitación del
rosario, los salmos, el oficio de difuntos, y pías jaculatorias.
El
culmen de la agresión, tuvo lugar cuando el cortejo fúnebre, pasó
por el puente Sant'Angelo.
Al
grito de «¡muerte al Papa, muerte a los curas!», un grupo de
desalmados, trató de arrojar el cadáver de Pío IX al Tíber. Pero
los católicos apretaron las filas, en torno a los restos mortales
del pontífice, y rechazaron el ataque. A la luz de estos
acontecimientos, el reconocimiento de la virtud heroica del nuevo
beato, hace justicia a una persona, de una gran estatura humana, y a
un gran Papa.
Pio
IX fue beatificado el 30 de Septiembre del 2000
La
causa de beatificación de Pío IX, fue una de las más largas y
difíciles, de la historia de la Iglesia. Fue puesta en marcha por
Pío X, el 11 de febrero de 1907. Relanzada, por Benedicto XV, sin
gran éxito, y también Pío XI animó el proyecto. Tras la segunda
guerra mundial, la instructoría canónica, fue reiniciada por Pío
XII, el 7 de diciembre de 1954.
Con
Pablo VI, la causa experimentó importantes avances: se completó la
«positio», es decir, la recogida de las actas del proceso canónico,
el análisis de la vida del candidato a la santidad, los
interrogatorios de los testigos, y las evaluaciones de los
historiadores y de los teólogos.
El
decreto sobre el ejercicio heroico, de las virtudes teologales y
cardinales, fue promulgado por la Congregación para las Causas de
los Santos, el 6 de julio de 1985, y aprobado por Juan Pablo II.
Entre
las virtudes del Pontífice, figuran el amor sin reservas por la
iglesia, la caridad, y la gran estima que él tenía, por el
sacerdocio y los misioneros. El milagro atribuido a Pío IX,
verificado por la Consulta de médicos, el 15 de enero de 1986, es la
curación inexplicable de una religiosa francesa.
Fuente:
Zenit, ZS99122305
Pío
IX defendió a los judíos
La
campaña contra el Papa Pio IX (1792-1878), alcanzó su colmo, con la
protesta del gobierno israelita que expresó a la Santa Sede, su más
profundo descontento por la beatificación de Pío IX ("Jerusalem
Post", 3 de septiembre 2000).
En
realidad, como lo recordó Monseñor Carlo Liberati, de la
Congregación para las Causas de los Santos, en dos entrevistas,
acordadas a los diarios italianos "Corriere della Sera" y
"Avvenire", Pío IX fue "el
promotor de la liberación de los judíos del ghetto.
Hizo suprimir las labores indignas y humillantes, que estaban
asignadas a los judíos. Declaró que no eran 'extranjeros', y ordenó
colocar patrullas encargadas de protegerlos, contra una rebelión
popular que explotó efectivamente, contra esta emancipación del
ghetto".
En
lo que concierne al caso de Edgardo Mortara, el niño judío, que a
la edad de dos años, en riesgo de morir, fue bautizado por una
doméstica católica, y fue luego educado por la Iglesia, contra el
parecer de sus padres, Monseñor Liberati declaró, que "lo
que nadie nunca ha querido recordar, es que cuando Edgardo Mortara,
llegó a la edad de la adolescencia, se le dejó libre de regresar a
su casa. Pasó un mes con sus padres, pero en seguida, decidió
quedarse en Roma, y hacerse sacerdote. Una vez sacerdote, se
reconcilió con sus padres. Edgardo Montara, fue uno de los primeros
testigos que se pronunciaron, a favor de la beatificación de Pío
IX, haciendo una declaración en el proceso canónico".
El
Papa Pío IX permanece incorrupto
El
4 de abril pasado en Roma, en la cripta de la basílica de San
Lorenzo al Verano, se desarrolló el reconocimiento del cuerpo del
venerable Pío IX, que reposa desde el 13 de julio de 1881, tres años
después de su muerte, acaecida el 7 de febrero de 1878, en el
Vaticano.
En
la ceremonia del acto de reconocimiento, de los restos mortales de
Pío IX, estaban presentes, entre otros, el Postulador de la Causa de
Beatificación, Monseñor Bruneno Gherardini; su eminencia. el
cardenal Jorge Medina Estévez, Prefecto de la Congregación para el
Culto Divino; el Obispo emérito de Senigallia, Monseñor Odo Fusi
Pecci, representantes de la Curia Romana, así como sacerdotes y
religiosas, venidos incluso desde el extranjero.
"Pío
IX - escribió Monseñor Carlo Liberati – se encontraba
conservado casi perfectamente desde el último reconocimiento, hecho
bajo Pío XII, del 25 de octubre al 24 de noviembre de 1956; apareció
en toda la serenidad de su humanidad, tal como se
recuerda en la documentación fotográfica, en la iconografía
tradicional, y establecida por la descripción hecha de los textos,
en las actas de procedimiento. Si es permitido referirnos, a los
análisis de autores y agiógrafos modernos, de gran valor, como el
inolvidable Piero Bargellini, y el Padre Domenico Mondrone s.j.,
hechas para educar e invitar a la santidad, podremos definirlo, como
un hombre dotado de una gran
humanidad, y de una impresionante dignidad, hecha aún más
significativa, por la serenidad del rostro intacto, en la majestad
silenciosa de la muerte" (Mons. Carlo Liberati,
La ricognizione dei resti mortali del venerabile Papa Pio IX en
"L'Ossevatore Romano", 9 de abril 2000, p. 4).
Oración:
Te pedimos Dios y Señor nuestro, que las enseñanzas y la
intercesión de Pío IX, puedan iluminar a la Iglesia actual, y así
despojarla de toda traza de liberalismo y concupiscencia espiritual,
ya que Tú nos enseñaste, que todo lo que nos haga pecar, debe ser
arrancado, sin dilaciones, de nuestro cuerpo. A Tí Señor, que nos
exhortaste a la pureza interior y a la santidad, y así ser
merecedores de tu Divino Reino, que nunca acabará. Amén.
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