20
de febrero
San
Euquerio, Obispo
(c.a.
690-743)
“El
buen ejemplo del clero, es la primera predicación al pueblo”
Breve
Ejemplar
Obispo de Orléans. Hizo frente a los atropellos de la autoridad
civil, en la persona de Carlos Martel, abuelo de Carlomagno.
------------------------------------------------
Natural
de Francia, y nacido de familia noble, nació alrededor del año 690,
en Orleáns.
Dice
la leyenda, que su madre era piadosísima, y que poco antes de tener
al hijo, tuvo un sueño angelical. Sí, una criatura celeste le
anunciaba, que iba a ser madre de un futuro obispo, muy santo. Y es
que hubo un tiempo, en que las biografías de santos, tenían poco
«gancho» si no se presentaba su figura, con títulos de gran
alcurnia, y con abundancia de dotes sobrenaturales.
Normalmente
las cosas de Dios, suelen ser más simples y sencillas, y el santo se
forja en el continuo juego, de la correspondencia a la gracia,
teniendo con frecuencia los altibajos, que dependen tanto de los
dones otorgados, -y esto sólo lo puede medir el Espíritu Santo-
como de la generosidad, en la respuesta del que los recibe, siendo
esto cosa muy difícil de calibrar.
El
caso es que nació como todos los niños, y con la acción de gracias
de los padres, como es lo normal. De niño, se inicia en el
conocimiento de las letras, y cuando ya era un joven, le entusiasman
los conocimientos propios del saber de la época; se adentra en las
artes y en las ciencias; le gusta la filosofía, y prefiere ante todo
la teología. Al calor de la devoción
sincera con la Virgen, comienzan a señalarse, rasgos de profundidad
en la virtud.
Cuando
Leodoberdo es obispo, él abraza el estado clerical. Luego se hace
monje, en el monasterio de Jumièges, a orillas del Sena, cerca de
Ruan; al parecer, es uno de los lugares santos, de más estricta
observancia. A la oración y la penitencia,
propia del monasterio, añade el estudio de los sagrados cánones, y
de los Santos Padres. Recibe la Orden Sacerdotal, y se adentra en la
Eucaristía, con lágrimas en los ojos.
Muerto
Severo, obispo de Orleáns, es propuesto para obispo de la sede
vacante. Tiene que ser Carlos Martel, el rey merovingio, hijo
bastardo de Pipino de Heristal, quien casi le obligue a aceptar, una
vez vencida la resistencia personal, a abandonar el silencio del
claustro, y la compañía de sus hermanos monjes. Pensaba
en aquel momento, que las «dignidades», bien podrían ser causa de
condenación.
Parece
que le va bien en el oficio de obispo, un tanto extraño para un
monje. Desempeña su ministerio, con un celo poco usual. Cuentan
los cronistas, que entra de lleno, en cuidar la disciplina
eclesiástica, ya que está
convencido, de que el buen ejemplo, es la primera predicación al
pueblo.
Y
así sucedió. Con un clero bien dispuesto, llegan tempranos, los
frutos que pudo recoger: hay reforma en las costumbres del pueblo; se
da una vuelta a la piedad sincera. Incluso se traspasan los límites
de la diócesis de Orleáns, que agradece de modo ostensible, el
recibimiento a su obispo-padre, hasta en los lugares más remotos.
No
iba a estar exenta, esta santa y laboriosa vida, de las cruces que la
purifican, ni de la acción, de los que padecen el pulso de la
envidia, que siempre y en todo lugar, fueron muchos.
Aquí
también. soliviantan los ánimos de Carlos
Martel, cuando regresa de Aquitania, volviéndolos en contra de su
protegido de otro tiempo, porque tuvo el valor de enfrentarse al rey
franco, defendiendo los bienes de la Iglesia, al utilizarlos como
fondos, para sus campañas guerreras.
Los
envidiosos supieron aprovechar bien el momento, y echaron leña al
fuego, hasta levantar una hoguera de tamaño natural. En el año 737,
cuando Carlos Martel volvía a París, después de haber derrotado a
los sarracenos en Aquitania, entró en Orléans, mandó a Euquerio
que le siguiese hasta Verneuil-sur-Oise, y desde ahí lo desterró a
Colonia.
La
piedad y el agradable carácter del santo, le ganaron tanta
popularidad en aquella ciudad, que Carlos Martel le mandó trasladar,
a una fortaleza de las proximidades de Lieja, y le puso bajo la
vigilancia directa, del gobernador del distrito.
Pero
el obispo, ganó de nuevo a todos, y el gobernador le nombró
limosnero, y le dio permiso de retirarse al monasterio de
Saint-Trond, cerca de Maestricht, donde Euquerio, pasó los últimos
seis años de su vida, en oración y contemplación.
La
leyenda cuenta que San Euquerio, vio a Carlos Martel en el infierno,
la que fué interpolada posteriormente en la biografía primitiva;
hacemos mención de ella, porque el incidente aparece, en algunas
imágenes del santo.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, te rogamos suscites
Obispos, de la valentía de San Euquerio, que sepan poner límites a
los abusos del poder civil, y posean un espíritu desprendido, como
lo tuvo este insigne Obispo. A Tí Señor que supiste hacer frente,
con mansedumbre, a los poderes temporales, en vuestro paso por la
Tierra. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario