1
de febrero
SANTA
BRIGIDA DE IRLANDA
(451
o 452)
Sanadora
y Taumaturga
Patrona
de Irlanda
Todo
lo que Brígida pedía al Señor, se lo concedía inmediatamente
Vio
el necesario vínculo, entre la fe y el intelecto
Su
nombre significa flecha ardiente
Breve
Su
padre es un jefe irlandés, y su madre una esclava cristiana,
bautizada por San Patricio.
Ya
de muy joven, Santa Brígida respondió a la llamada del Señor, a la
vida religiosa.
Era
muy generosa con los pobres. A los 20 años, fundó el primer
convento de Irlanda, en Kildare. Se hizo famoso, como lugar de
devoción y formación. Santa Brígida vio
el necesario vínculo, entre la fe y el intelecto.
Se
le conoce como patrona de los lecheros, por un incidente de su
juventud: Su madre le dio dinero para comprar mantequilla. En vez,
ella le dio el dinero a un pobre en el camino. En otra ocasión, ya
de mayor, Santa Brígida le dio agua a un pobre, y ésta se convirtió
en leche. La ubre de la vaca del convento,
nunca dejó de dar leche.
Vuela
a la eternidad el 1 de febrero de 525. Comparte con San Patricio y
San Columba, el patronazgo de Irlanda.
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Lo
que podemos afirmar con certeza, respecto a la vida de Santa Brígida,
es realmente poco. Probablemente nació a mediados del siglo quinto,
en Faughart, cerca de Dundalk.
Es
indudable que desde temprana edad, se consagró a Dios. Esta doncella
elegida por Dios, muy juiciosa y llena de sabiduría, siempre buscó
lo más perfecto.
Su
madre la enviaba a recoger la mantequilla, que hacían las mujeres
con la leche de las vacas, y ella se la daba toda a los pobres.
Cuando las demás volvían con la carga, la
joven trataba de restituir el producto que había tomado, y con
tierna confianza, volvía su corazón al Señor y le pedía, por
intercesión de su Madre, que devolviese la mantequilla con creces.
A
su debido tiempo, cuando sus padres desearon que contrajera
matrimonio, hizo voto de castidad; lo hizo en presencia de un santo
obispo, y tocó con la mano, el pilar de madera sobre el cual se
apoyaba el altar. En memoria de la acción de esa joven, hace largos
años, esa madera permanece todavía verde, y como si no hubiera sido
cortada y despojada de su corteza, florece en sus raíces y sana a
innumerables tullidos.
Santa
y fiel como era, viendo Brígida que se acercaba el tiempo de sus
esponsales, pidió al Señor le enviara alguna deformidad, para
frustrar la importunidad de sus padres: se le reventó un ojo, y se
le derramó por dentro. Y así, habiendo recibido el santo velo,
Brígida, junto con otras vírgenes consagradas, permaneció en la
ciudad de Meatr, donde Nuestro Señor, por su intercesión, se dignó
obrar muchos milagros.
Curó
a un extranjero por nombre Marcos; proporcionó cerveza de un solo
barril, a dieciocho iglesias, y la bebida alcanzó desde el Jueves
Santo, hasta el fin del tiempo pascual.
A
una mujer leprosa que le pedía leche, le dio agua fría, porque no
tenía otra cosa; el agua se convirtió en leche, y cuando la mujer
la hubo bebido, quedó sana. Curó a un leproso, y dio
vista a dos ciegos.
Una
vez cuando iba de viaje, para acudir a un llamado urgente, al cruzar
un arroyo se resbaló, y se hirió en la cabeza; con la sangre que
manó de la herida, dos mujeres mudas, recobraron el habla. Un buen
día, a un criado del rey, se le cayó de las manos una preciosa
vasija, y se rompió; para que no lo castigaran, Brígida la compuso
totalmente.
Entre
éstas, y muchas otras historias parecidas, hay algunas hermosas
leyendas; especialmente la que se refiere a una monja ciega, Dará,
cuyo relato no podrá hacerse mayor, que con las propias palabras de
Sabire Baring-Gould:
Una
tarde, al ponerse el sol, Brígida estaba sentada con la hermana
Dará, una santa monja que estaba ciega: hablaban del amor de
Jesucristo, y de los gozos del paraíso. Sus corazones rebosaban en
tal forma, que la noche voló mientras conversaban, y no se dieron
cuenta, de que habían pasado muchas horas.
Entonces
salió el sol tras las montañas de Wicklow, y su luz pura y blanca,
vino a iluminar y a alegrar la faz de la tierra. Brígida suspiró al
ver la hermosura del cielo y de la tierra: sabía que los ojos de
Dará estaban cerrados, a toda esta belleza. Inclinó entonces la
cabeza y rezó; extendió su mano, e hizo la señal de la cruz, sobre
las apagadas órbitas de la dulce hermana.
Entonces
cesó la oscuridad, y Dará vio la esfera dorada en el oriente, y los
árboles y las flores que brillaban, con el rocío a la luz de la
mañana. Se quedó mirando un instante, y luego, volviéndose a la
abadesa le dijo: «querida Madre, le
ruego vuelva a cerrar mis ojos, porque cuando el mundo está así de
visible a los ojos, el alma ve menos claramente a Dios».
Entonces Brígida oró una vez más, y los ojos de Dará volvieron a
obscurecerse.
Poco
sabemos de la gran fundación religiosa en Kill-dara, (el templo del
encino), y de la regla ahí practicada. Más de seis siglos después,
Giraldus Cambrensis, coleccionó algunas curiosas tradiciones,
referentes a esta fundación.
Dice,
por ejemplo: «En Kildare de Leinster, renombrado por la gloriosa
Brígida, hay muchas maravillas dignas de mención. Principalmente
el fuego de Brígida, que llaman inextinguible; no porque
no se pueda apagar, sino porque las monjas y santas mujeres
alimentan, y avivan el fuego tan ansiosa y puntualmente, que desde la
época de la virgen, ha permanecido encendido durante siglos, y
nunca se han acumulado cenizas, aunque en tanto tiempo, se
haya consumido tan grande cantidad de madera.
En
tiempos de Brígida, veinte monjas servían aquí al Señor. Ella era
la vigésima, y cuando gloriosamente partió, quedaron diecinueve, y
no han pasado de ese número. Los monjas se van turnando cada noche,
para cuidar el fuego, y cuando llega la vigésima noche, viene la
última doncella, y colocando suficiente leña dice: "Brígida,
cuida este fuego tuyo, porque a ti te toca esta noche".
Y
por la mañana, encuentran el fuego todavía encendido, y el
combustible consumido en la forma acostumbrada. El fuego está
rodeado por una valla circular de arbustos, dentro de la cual ningún
hombre entra, y si alguno se atreviera a entrar, como algunos
temerarios lo han intentado, no escapa de la venganza divina».
Esta
es la historia, a la cual aludió el poeta Tom Moore, cuando
escribió:
“La
lámpara rutilante que alumbró el santo templo de Kildare, ardió
constante a través de las edades, de sombras y tormenta”.
Pero
no obstante que el material legendario predomina, es inconfundible el
entusiasmo, que la memoria de Santa Brígida suscitó entre sus
paisanos. No sería fácil encontrar, algo más fervoroso en su
expresión, que las rapsodias del "Book of Lismore": Todo
lo que Brígida pedía al Señor, se lo concedía inmediatamente.
Pues
todo su deseo era: socorrer al pobre, aliviar cualquier pena, y
ayudar a todos los desvalidos. Ahora bien, nunca hubo mujer más
tímida o más modesta, más dulce o más humilde, más juiciosa, o
que tuviera una mas armoniosa proporción, en todo, que Brígida.
Nunca se lavaba ni las manos, los pies o la cabeza, delante de otras
personas. Nunca miró, rostro de hombre alguno. Nunca hablaba sin
sonrojarse.
Era
abstemia, inocente, piadosa, paciente; se gozaba con los mandamientos
de Dios; era firme y humilde; perdonaba y amaba; era un estuche
consagrado, para guardar la sangre y el cuerpo de Cristo; era templo
de Dios. Su corazón y su mente formaban un
trono, para que descansara el Espíritu Santo. Tenía
puesto su corazón por entero en Dios; compadecía a los
desgraciados, era pródiga en milagros y maravillas.
Por
todo esto, su nombre en medio de las cosas creadas, es
Paloma entre los pájaros, Viña entre los árboles, Sol entre las
estrellas. El padre de la santa virgen, es el Padre
Celestial; su hijo es Jesucristo; su aliento (quien la alienta y la
nutre) es el Espíritu Santo. Por eso, esta santa virgen, ejecuta tan
grandes prodigios e innumerables milagros.
Ella
es quien ayuda, a todos los que están en aprietos y peligros; la que
disminuye las pestes; la que calma la ira y la borrasca del mar. Es
la profetiza de Cristo; la reina del sur; la María de los gaélicos
(celtas).
De
acuerdo con Charles Plummer (VSH., vol. I, p. 136), «el nombre de
Brígida, tiene una etimología caprichosa: "breosaiget"
significa flecha ardiente, y por cierto que su leyenda, expone muchos
rasgos de esta naturaleza.
Además
Brígida tiene un homónimo pagano, como por ejemplo, "Erigid
banfiéle," es decir la poetisa-madre de las tres edades de la
poesía. Esta identidad entre los nombres, es buena ocasión para la
transferencia de mitos.»
En
tiempos antiguos, se veneraba mucho a Santa Brígida en Escocia, y
también en aquellas partes de Inglaterra, más directamente en
contacto con influencias celtas. Hay varios lugares en Gales,
llamados Blansantffraid, Iglesia de Santa Brígida. En Irlanda, las
iglesias a ella dedicadas, son innumerables; en Inglaterra sabemos de
diecinueve, que le fueron consagradas antes de la Reforma.
La
mayoría de éstas, se encuentran en la parte occidental del país,
pero hay una iglesia famosa en Londres, la de Santa Brígida, en
Fleet Street. Bridewell, originalmente un palacio real, parece haber
adquirido su nombre, por su contigüidad a la iglesia de Santa
Brígida. Su fiesta se observa en toda Irlanda, Gales, Australia y
Nueva Zelanda.
Oración:
Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos y la
intercesión de Santa Brigida, protejas a Irlanda y el Reino Unido,
para que se mantenga fiel a la Fe Cristina y Católica, y bendigas a
todos los que se dedican a la actividad lechera, incluidas a las
propias vacas, para que todos puedan prosperar, brindando con Amor,
su producto tan apreciado y necesario para muchos, especialmente a
los niños. Amén.
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