Quinta
Feria 7 de enero
San
(Ramón) Raimundo de Peñafort, O.P.
Doctor Insigne
Dominico
humilde y sabio
Raimundo: "Buen consejo"
Breve:
Nació hacia el año 1175, cerca de Barcelona, España. Doctor en
derecho civil y canónico. Profesor de universidad. Se destacó por
su humildad - consideraba el orgullo un gran peligro para el alma-,
amor a los pobres, rectitud y sabiduría en cuestiones de moral y
ley, celo evangelizador y confesor, valentía frente a las amenazas
del rey, duras penitencia y don de milagros. Escribió
numerosas obras
-------------------------------------------
Nació
hacia el año 1175, en Peñafort, cerca de Barcelona, España. Pronto
demuestra tener una extraordinaria inteligencia, y a los 20 años es
profesor de filosofía en Barcelona. Hacia los 30 años, fue a la
prestigiosa Universidad de Bolognia, Italia para perfeccionar su
derecho civil y canónico. Allí se doctoró y fue profesor. En
1219, fue nombrado archidiácono de la diócesis de Barcelona. Se
destacó por su amor a los pobres.
En
1222, a los 40 años de edad, ingresó en la Orden de Predicadores
(Dominicos) apenas 8 meses después de la muerte del fundador, Santo
Domingo de Guzmán.
Raimundo
consideraba que el orgullo era un peligro para su alma. Convencido
de la importancia de hacer penitencia por la complacencia con que
había enseñado, pidió que le impusieran severas penitencias y
oficios humillantes.
Pero
sus superiores le encargaron investigar cómo responder a preguntas
difíciles de moral que los fieles presentan. El llamó a estas
"casos de conciencia". El resultado de su trabajo fue su
famoso libro, "Summa de casibus paenitentialibus", la
primera obra de su género. Esta ha sido de gran provecho para
confesores y moralistas.
Tenía
gran celo por la evangelización, trabajando incesantemente en la
predicación, la instrucción y la confesión. Insigne
predicador dotado con la "eficacia de la palabra", recorrió
las provincias españolas de Aragón, Castilla y Cataluña. Sus
acompañantes comentaban que parecía casi imposible que un
predicador lograra tantas conversiones con sus sermones.
Según
una tradición discutida, San Raimundo colaboró con San Pedro
Nolasco en la fundación de la orden de los Mercedarios los Padres
Mercedarios, dedicada principalmente a rescatar a los secuestrados
por los mahometanos.
En
1230 el Papa Gregorio IX llamó a Raimundo a Roma y le dio varios
encargos:
- 1- Lo nombró su confesor. En una ocasión le impuso al Papa de penitencia atender siempre muy bien las peticiones que le hicieran los pobres.
- 2- Le encomendó reunir el corpus canónico de los decretos de los Pontífices y concilios que no se encontrasen ya en la colección que Graciano había hecho en 1150. Después de tres años de trabajo publicó su famosísimo libro en 5 volúmenes titulado "Decretales", el cual fue confirmado por el papa. Hasta la compilación del Codex Juris Canonici, en 1917, la compilación de San Raimundo era considerada como la mejor colección de derecho canónico a la que los canonistas hacían referencia.
- 3- En 1235 lo nombró obispo de Tarragona, a pesar de las súplicas del santo. Pero poco después el santo contrajo una grave enfermedad, y el Papa le liberó del cargo a condición de que Raimundo propusiera un candidato apto. Para recuperarse de su enfermedad, Raimundo volvió a Barcelona, su tierra natal. Allí fue recibido con gran gozo y se dedicó a la contemplación, la predicación y la confesión. Tanto la Santa Sede como el rey confiaron en Raimundo importantes trabajos.
Entre
sus escritos, destaca la Summa casuum, para la administración
genuina y provechosa del sacramento de la penitencia.
General
de la orden Dominica
En 1238 llegaron a Barcelona los diputados del capítulo general de la orden dominica, que había tenido lugar en Bolonia, para anunciar a Raimundo que había sido elegido superior general, como sucesor de Jordano de Sajonia.
En 1238 llegaron a Barcelona los diputados del capítulo general de la orden dominica, que había tenido lugar en Bolonia, para anunciar a Raimundo que había sido elegido superior general, como sucesor de Jordano de Sajonia.
Raimundo
quiso resistir pero al fin aceptó por obediencia. Visitó a pie
todas las casas de la orden sin disminuir en nada sus austeridades y
prácticas. Inculcó a sus hijos el amor
de la vida entregada en regularidad, del estudio, y de los misterios
espirituales.
Hizo
una síntesis de las constituciones de su orden, anotando los pasajes
dudosos. Tres capítulos generales aprobaron el nuevo código. En uno
de dichos capítulos, tenido en París en 1239, Raimundo obtuvo que
se aprobara la medida de aceptar la dimisión voluntaria de su
superior, cuando ésta se fundara en razones justas. Al año
siguiente, habiendo sido superior solo dos años, renunció al cargo.
Su razón fue que había cumplido 65 años de edad.
Vivió
34 años mas, los cuales empleó en la evangelización. Esclarecía
la doctrina ante las herejías y buscaba la conversión de todos,
tanto cristianos pecadores como judíos y musulmanes. Con este
objeto, consiguió que Santo Tomás (dominico también) escribiera su
Summa contra Gentes y obtuvo que se enseñara el árabe y el
hebreo en varios conventos de su orden.
Fundó
un convento en Túnez y otro en Murcia, sur de España, que en
aquella época estaba dominada por los musulmanes. En una carta al
superior general en 1256 le informa que 10.000 sarracenos habían
recibido el bautismo. Esto es cosa extraordinaria ya que este
tipo de conversiones son muy escasas. Introdujo la inquisición
en Barcelona y mostraba una gran caridad a todos. Sin embargo no le
faltaron adversidades. En una ocasión fue acusado de comprometer
fraudulentamente a un rabino judío.
La
"barca" milagrosa
Uno de los incidentes más famosos en la vida de San Raimundo ocurrió durante un viaje en el que acompañaba al rey Jaime a Mayorca. El soberano que era mujeriego, había prometido enmendarse, pero no había cumplido su promesa.
Uno de los incidentes más famosos en la vida de San Raimundo ocurrió durante un viaje en el que acompañaba al rey Jaime a Mayorca. El soberano que era mujeriego, había prometido enmendarse, pero no había cumplido su promesa.
En
vista de ello, Raimundo le pidió licencia para partir a Barcelona;
el rey no solo le negó, sino que amenazó de muerte a quien se
atreviera a sacar al santo de la isla.
Confiando
en Dios, Raimundo dijo a su compañero: "Los reyes de la
tierra pueden impedirnos la huida, pero el Rey del cielo nos dará
los medios para ello".
Acto
seguido se dirigió al mar, extendió su túnica sobre las olas, ató
un extremo de ella a un palo para que sirviera de vela y, haciendo la
señal de la cruz, montó sin temor en aquella improvisada "barca".
Su compañero quedó temblando en la playa.
La
milagrosa barca hizo en seis horas el trayecto hasta Barcelona, a
sesenta leguas de distancia. Las gentes que vieron llegar al santo le
recibieron con aclamaciones. Sin inmutarse por ello, Raimundo recogió
su túnica, que estaba perfectamente seca, se la echó sobe
los hombros y se dirigió a su monasterio. Una capilla y una torre
fueron construidas en el sitio en que desembarcó.
Muerte
y canonización
Los reyes Alfonso de Castilla y Jaime de Aragón visitaron a San Raimundo durante su última enfermedad. San Raimundo murió en Barcelona el 6 de enero de 1275, a los 100 años de edad. Ante su sepulcro se obraron milagros. La bula de canonización, publicada en 1601, cita algunos de esos milagros, entre estos el que se narra arriba.
Los reyes Alfonso de Castilla y Jaime de Aragón visitaron a San Raimundo durante su última enfermedad. San Raimundo murió en Barcelona el 6 de enero de 1275, a los 100 años de edad. Ante su sepulcro se obraron milagros. La bula de canonización, publicada en 1601, cita algunos de esos milagros, entre estos el que se narra arriba.
Sus
restos mortales están en la Catedral de Barcelona, España
Fuente:
"Vida de los Santos" de Butler, vol. I y otras.
Del
oficio de lectura, 1 de Enero, San Raimundo de Peñafort,
Presbítero
Que el Dios del amor y de la paz purifique vuestros corazones
De una carta de san Raimundo de Peñafort, presbítero
1901, pp. 84-85
Que el Dios del amor y de la paz purifique vuestros corazones
De una carta de san Raimundo de Peñafort, presbítero
1901, pp. 84-85
Si todos
los que quieren vivir religiosamente en Cristo Jesús han de sufrir
persecuciones, como afirma aquel apóstol que es llamado el
predicador de la verdad, no engañando, sino diciendo la verdad, a mí
me parece que de esta norma general no se exceptúa sino aquel que no
quiere llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa.
Pero
vosotros de ninguna forma debéis de ser contados entre el número de
éstos, cuyas casas se encuentran pacificadas, tranquilas y seguras,
sobre los que no actúa la vara del Señor, que se satisfacen con su
vida y que al instante serán arrojados al infierno.
Vuestra
pureza y vida religiosa merecen y exigen, ya que sois aceptos y
agradables a Dios, ser purificadas hasta la más absoluta sinceridad
por reiteradas pruebas. Y, si se duplica e incluso triplica la espada
sobre vosotros, esto mismo hay que considerarlo como pleno gozo y
signo de amor.
La espada
de doble filo está constituida, por fuera, por las luchas y, por
dentro, por los temores; esta espada se duplica o triplica, por
dentro, cuando el maligno inquieta los corazones con engaños y
seducciones. Pero vosotros conocéis bastante bien estos ataques del
enemigo, pues de lo contrario no hubiera sido posible conseguir la
serenidad de la paz y la tranquilidad interior.
Por fuera,
se duplica o triplica la espada cuando, sin motivo, surge una
persecución eclesiástica sobre asuntos espirituales; las heridas
producidas por los amigos son las más graves.
Ésta es
la bienaventurada y deseable cruz de Cristo que el valeroso Andrés
recibió con gozo, y que, según las palabras del apóstol Pablo,
llamado instrumento de elección, es lo único en que debemos
gloriarnos.
Contemplad
al autor y mantenedor de la fe, a Jesús, quien, siendo inocente,
padeció por obra de los suyos, y contado entre los malhechores. Y
vosotros, bebiendo el excelso cáliz de Jesucristo, dad gracias al
Señor, dador de todos los bienes.
Que
el mismo Dios del amor y de la paz pacifique vuestros corazones,
y apresure vuestro camino, para que, protegidos por su rostro, os
veáis libres mientras tanto de las asechanzas de los hombres, hasta
que os introduzca y os trasplante en aquella plenitud donde os
sentaréis eternamente en la hermosura de la
paz, en los tabernáculos de la confianza y en el descanso de la
abundancia.
Oración:
Te pedimos Señor, que por intercesión de San Raimundo de Peñafort,
se extienda tu Epifanía a todos los pueblos, y así puedan
pacificarse los corazones en el mundo a la espera de tu Venida. A Tí
Señor, en quien todo queda aliviado, sanado y bendecido. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario