sábado, 7 de marzo de 2020


7 de Marzo

Santas Perpetua y Felícitas, y compañeros mártires en Cartago - Revocato, Saturnino, Secúndulo y Sáturo


7 de marzo, c.205

"Las cosas sucederán como Dios disponga, pues estamos en sus manos, y no en las nuestras"

Breve
Perpetua nacida en la nobleza, conversa. Esposa y madre. Fue martirizada con Felícitas, su servidora y amiga, junto a otros mártires.
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En el siglo IV, se leían las actas de estas santas, en las iglesias de África. El pueblo les profesaba una estima tan grande, que San Agustín se vio obligado a publicar una protesta, para evitar que se las considerara, en plano de igualdad con la Sagrada Escritura.

Durante la persecución del emperador Severo, fueron arrestados en Cartago, cinco catecúmenos en el año 205. Eran estos Revocato, Felícitas (su compañera de esclavitud, que estaba embarazada, desde hacía varios meses), Saturnino, Secúndulo y Vibia Perpetua.

Esta última tenía 22 años de edad, era madre de un pequeñín, y tenía buena posición. A estos cinco se unió Sáturo, quien les había instruido en la fe, y se negó a abandonarles.

Perpetua escribió las actas: "Yo estaba todavía con mis compañeros. Mi padre, que me quería mucho, trataba de darme razones para debilitar mi fe, y apartarme de mi propósito. Yo le respondí: "Padre, ¿no ves ese cántaro o jarro, o como quieras llamarlo?... ¿Acaso puede llamarlo con un nombre, que no le designe por lo que es?" "No", replicó él. "Pues tampoco yo, puedo llamarme por un nombre, que no signifique lo que soy: cristiana".

Al oír la palabra "cristiana", mi padre se lanzó sobre mí, y trató de arrancarme los ojos, pero sólo me golpeó un poco, pues mis compañeros le detuvieron... Yo di gracias a Dios, por el descanso de no ver a mi padre, durante algún tiempo...

En esos días, recibí el bautismo, y el Espíritu me movió, a no pedir más que la gracia, de soportar el martirio.

Al poco tiempo, nos trasladaron a una prisión, donde yo tuve mucho miedo, pues nunca había vivido en tal oscuridad. ¡Qué horrible día!. El calor era insoportable, pues la prisión estaba llena. Los soldados nos trataban brutalmente...

Yo sufría, por no poder tener junto a mí al niño, que era tan de pocos meses, y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios, era que nos concediera un gran valor, para ser capaces de sufrir y luchar, por nuestra santa religión "

Afortunadamente al día siguiente, llegaron dos diáconos católicos, y convencieron a Pudente, uno de los carceleros, para que pasara a los presos a otra habitación, menos sofocante y oscura que la anterior, y fueron llevados a una sala, a donde por lo menos entraba la luz del sol, y no quedaban tan apretujados e incómodos.

Y permitió además, que le llevaran el niño a Perpetua, el cual se estaba secando, de pena y acabamiento. Ella dice en su diario: "Desde que tuve a mi pequeñín junto a mí, ya aquello no me parecía una cárcel, sino un palacio, y me sentía llena de alegría. Y el niño, también recobró su alegría y su vigor".

Más tarde, Perpetua tuvo un sueño, que le ayudó a prepararse para el martirio. El día anterior a su martirio, ella tuvo una visión, en la que derrotaba a un salvaje egipcio, e interpreta que esto significa, que tendría que luchar, no solo con las bestias salvajes, sino con el mismo diablo.

Su padre regresó, para implorarle que renunciara a su fe, para evitar el martirio. Le decía de rodillas, y besando sus manos: ... “Piensa en tu madre, y en la hermana de tu madre; piensa sobre todo en tu hijo, que no podrá sobrevivirte. Depón tu orgullo y no nos arruines, pues jamás podremos volver a hablar como hombres libres, si te sucede algo". Ella le respondió: "Las cosas sucederán como Dios disponga, pues estamos en sus manos, y no en las nuestras".

Condujeron a los reos a la plaza del mercado, para juzgarlos ante una multitud. Narra Perpetua: "Todos los que fueron juzgados antes de mí, confesaron la fe. Cuando me llegó el turno, mi padre se aproximó con mi hijo en brazos, y haciéndome bajar de la plataforma, me suplicó:Apiádate de tu hijo”.

El presidente Hilariano, se unió a los ruegos de mi padre, diciéndome: “Apiádate de las canas de tu padre, y de la tierna infancia de tu hijo. Ofrece sacrificios por la prosperidad de los emperadores”. Yo respondí: “¡No!”. “¿Eres cristiana?”, me preguntó Hilariano: Yo contesté: "Sí, soy cristiana”.

Como mi padre persistiese, en apartarme de mi resolución, Hilariano mandó que le echasen fuera, y los soldados le golpearon con un bastón. “Eso me dolió, como si me hubiesen golpeado a mí, pues era horrible, ver que maltrataban a mi anciano padre.

Entonces, el juez nos condenó a todos a las fieras, y volvimos llenos de gozo a la prisión. Como mi hijo estaba acostumbrado al pecho, rogué a Pomponio que le trajese a la prisión, pero mi padre se negó a dejarle venir. Pero Dios dispuso las cosas, de suerte que mi hijo no extrañó el pecho, y a mí no me hizo sufrir, la leche de mis pechos".

Según parece, Secúndulo había muerto en la prisión, antes del juicio. Antes de dictar sentencia, Hilariano había mandado azotar a Revocato y Saturnino, y abofetear a Perpetua y Felícitas.

Se reservó a los mártires para los espectáculos, que se iban a ofrecer a los soldados, durante las fiestas de Geta, a quien su padre, Severo, había nombrado César cuatro años antes, en tanto que había nombrado Augusto, a su hijo Caracala.

Santa Perpetua, relata otra de sus visiones: "Pocos días después, mientras estaba yo orando, se me escapó el nombre de Dinócrates, que era su hermano de sangre, pero que ya había muerto a los siete años. La cosa me sorprendió mucho, pues yo no estaba pensando en él. Al punto, comprendí que debía orar por él, y así lo hice con gran fervor e insistencia..."

Felícitas tenía miedo, de que se la privase del martirio, porque generalmente, no se condenaba a la pena capital a las mujeres embarazadas. Todos los mártires oraron por ella, y así dio a luz a una hija en la prisión; posteriormente, uno de los cristianos adoptó a la niña.

Según las actas: "El día del martirio, los prisioneros salieron de la cárcel, como si fuesen al cielo... La multitud, furiosa al ver la valentía de los mártires, pidió a gritos que les azotaran; así pues, cada uno de ellos, recibió un latigazo al pasar frente a los gladiadores".


El día de los juegos, los mártires son conducidos al anfiteatro. A petición de la multitud, fueron azotados por primera vez, ante una fila de gladiadores; luego un jabalí, un oso y un leopardo, fueron enfrentados con ellos.

A Sáturo se le echaron varias bestias, que no le dañaron. Al fin, un leopardo saltó sobre él, y le dejó cubierto de sangre en un instante. La multitud gritaba: “¡Ahora sí está bien bautizado!”.

El mártir, ya agonizante, dijo al carcelero, llamado Pudente: “¡Adiós!. Conserva la fe, acuérdate de mí, y que esto sirva para confirmarte, y no para confundirte”. Y tomando el anillo del carcelero Pudente, lo mojó en su propia sangre, lo devolvió a Pudente y murió. Así fue a esperar a Perpetua, como ésta lo había predicho". Pudente se hizo cristiano en su corazón, en ese mismo momento.

Perpetua y Felicitas, fueron arrojadas a una vaca salvaje. La fiera atacó primero a Perpetua, quien cayó de espaldas; pero la mártir se sentó inmediatamente, se cubrió con su túnica desgarrada, y se arregló un poco los cabellos, para que la multitud no creyese que tenía miedo.

Después fue a reunirse con Felícitas, que yacía también por tierra. Juntas esperaron el siguiente ataque de la fiera, pero la multitud gritó que con eso bastaba; los guardias las hicieron salir por la Puerta Sanavivaria, que era por donde salían los gladiadores victoriosos.

Al pasar por ahí, Perpetua volvió en sí; estaba volviendo como de una especie de éxtasis, y preguntó si pronto iba a enfrentarse con las fieras. Cuando le dijeron lo que había sucedido, la santa no podía creerlo, hasta que vio sobre su cuerpo y sus vestidos, las señales de la lucha.

Entonces llamó a su hermano, y al catecúmeno Rústico, y les dijo: “Permaneced firmes en la fe, y guardad la caridad entre vosotros; no dejéis que nuestros sufrimientos se conviertan en piedra de escándalo”.

Entre tanto, la veleidosa muchedumbre, pidió que las mártires compareciesen nuevamente; así se hizo, con gran gozo para las dos santas. Después de haberse dado el beso de la paz, Felícitas fue decapitada por los gladiadores. El verdugo de Perpetua, que estaba muy nervioso, erró en el primero golpe, arrancando un grito a la mártir; ella misma tendió el cuello para el segundo golpe. “Tal vez porque una mujer tan grande... sólo podía morir voluntariamente".

En 1907, el Padre Delattre descubrió y restauró, una antigua inscripción en la basílica Majorum de Cartago. En dicha basílica, habían sido enterrados los cuerpos de los mártires, según dice expresamente Víctor Vitese, un obispo africano del siglo V, que había visitado la tumba.

El contenido de la inscripción es el siguiente: "Aquí reposan los mártires Sáturo, Saturnino, Revocato, Secúndulo, Felícitas y Perpetua, quienes sufrieron en las nonas de marzo". Sin embargo, no es posible afirmar con toda certeza, que esa inscripción, sea la de la losa sepulcral de los mártires.

El martirio se conmemoraba originalmente, en las nonas de marzo (7 de marzo). Estos mártires aparecen, en todos los calendarios y martirologios antiguos, como por ejemplo, en el calendario filocaliano de Roma, (354 P.C.).

Fuente: Butler, Vida de los Santos, Vol I

Reflexión personal: tengo que confesar, que solo ahora entiendo, el relato completo de la pasión de Santa Perpetua, Santa Felícitas y compañeros mártires. Existían varias contradicciones en el mismo, y desde distintas fuentes pude subsanarlas.

Es impresionante el clima vívido, de anarquía y violencia, que se respira en esta sagrada historia, muy similar al clima vandálico y escandaloso, en el que estamos sumergidos en nuestro tiempo.

De una de las fuentes, rescaté algo muy profundo, que yo siempre percibí, pero que nunca lo podía hacer consciente. Nuestro grupo de mártires, NO enfrentaba a una multitud desatada, y a un gobernador desquiciado. Estaban enfrentando al mismo demonio.

Veamos:

  • En la literatura védica de la India, la vaca es un símbolo de la abundancia y la fertilidad, ya que representa tanto a la tierra como al cielo. Para los hindúes y los budistas, el simbolismo de la vaca, es la paciencia y lo sagrado.
  • En el mundo celta el jabalí es un animal tótem sagrado, que simboliza el valor y la fuerza física.
  • El oso tiene el simbolismo del poder y la invencibilidad. También es el símbolo de la paciencia, ya que hiberna hasta que la primavera hace su arribo.
  • La fuerza y el poder del leopardo africano, representan las cualidades masculinas del cazador. También simboliza el orden social y la estabilidad. El derecho a vestir la piel del leopardo, estaba reservado tradicionalmente a la realeza, y se consideraba un símbolo de poder y riqueza.

Vemos que el rostro del demonio tiene varias facetas. La abundancia y la fertilidad, como fin último. La fuerza física (militarismo), y el poder (político, económico y comunicacional) deificado, al mismo tiempo que un orden social y estabilidad falso, porque no provienen de Dios.

Sin embargo tenemos los antídotos a mano. La paciencia, la humildad y el valor de la espiritualidad. El saber “hibernar” espiritualmente, con momentos de oración frecuentes, hasta que llegue nuestra primavera espiritual. Y a la muchedumbre desenfrenada (fútbol), las podemos contraponer participando de la misa dominical, y en las procesiones.

Lo último que estaba pensando, es en el éxtasis de Perpetua. Desarrolló toda su lucha, sin estar consciente de ella. Es que Jesús lo estaba haciendo por ella. Por eso no debemos preocuparnos por las luchas en nuestra vida, ya que Jesús, María y José nos ayudan permanentemente.

Da para toda una reflexión completa y fecunda...

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, concédenos siempre la protección y compañía, de las Santas Perpetua y Felícitas, y de los Santos Compañeros Mártires Revocato, Saturnino, Secúndulo y Sáturo, a fin de que podamos siempre decir con orgullo que somos cristianos, en cualquier ámbito en que nos toque movernos, y así glorificar tu Santo Nombre.

A Tí Señor, que nos prometiste que a quienes no nieguen tu Santo Nombre, alcanzarán la gloriosa Misericordia, ante el Tribunal Supremo. Amén.

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