domingo, 15 de marzo de 2020


15 de marzo

SAN CLEMENTE MARIA HOFBAUER


(† 1818)

No era solamente el gusto el oír sus sermones, era volver a casa transformado

"Nos abandonamos al querer de Dios... Que Él sea glorificado"

"Todo lo que a nosotros nos parece adverso, nos conduce adonde Dios quiere"

"Porque el árbol, del lado que caiga, así quedará por toda la eternidad".

Breve
Era un auténtico genio católico, y Zacarías Werner – poeta, dramaturgo y predicador alemán - decía que las tres fuerzas de su tiempo eran Napoleón, Goethe y Clemente.
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GREGORIO MARTÍNEZ ALMENDRES, C. SS. R.
Cierto día, en una taberna de Varsovia, entra un sacerdote pidiendo limosna; un jugador, al verle, le insulta y le escupe en la cara. El sacerdote saca el pañuelo, se limpia, y dice blandamente: "Caballero, esto es para mí; ¿puede darme ahora alguna cosa, para los huérfanos del Niño Jesús?". Aquel hombre se sintió vencido, y se hizo amigo de quien así le respondía. Al verle desaparecer por la puerta de la taberna, todos se preguntaban, quién podía ser aquel cura de manteo descolorido, que tenía tal dominio.

Era un santo, y se llamaba Clemente María Hofbauer. Noveno de los doce hijos de un carnicero, había nacido en Tasswitz (Moravia), en 1751. A los siete años y en plena guerra, muere su padre. Desde ese momento, tendrá que ir haciéndose la vida casi solo. Solo no, ya que después del entierro, su madre le lleva delante de un crucifijo, y le dice: "Mira hijo, en adelante, Éste será tu padre. Guárdate de afligirle con un pecado".

Quiere ser sacerdote, pero la vida le obliga a mudarse hasta seis veces de domicilio; sin embargo, a los treinta años consigue estudiar teología, gracias a la generosidad de unas señoras, a las que más tarde, el Santo sabrá agradecer; sólo a los treinta y cuatro llega a ser sacerdote; en Roma ingresa luego, en la Congregación de los Redentoristas.

En 1785 vuelve a Viena. El emperador José II, está en el apogeo de sus reformas, con lo que se llamó el josefinismo, queriendo someter a la Iglesia al Estado, acabando de suprimir centenares de casas religiosas. Clemente marcha con su compañero a Polonia, para trabajar en la iglesia de San Bennón, en Varsovia.

Los comienzos fueron duros; no tenían nada; dormían sobre una mesa, porque la humedad entraba por todos lados. El aspecto de la ciudad era malo: el jansenismo y el regalismo, atenazaban toda la vida católica; la masonería se había apoderado sin esfuerzo, de las clases altas; los alemanes, que formaban la colonia más numerosa, preferían ir a las capillas protestantes, antes que a las iglesias católicas polacas.

Pero poco a poco, la iglesia de San Bennón, se convierte en un centro de irradiación religiosa, llegando nuevas vocaciones para el trabajo. Cinco veces al día, se renovaba la asistencia, llenándose la iglesia, que tenía capacidad para unas mil personas; había diariamente tres sermones en polaco, y dos en alemán; tres misas solemnes, a veces con orquesta; Vía crucis, visita al Santísimo Sacramento y oficio parvo; oración de la mañana y de la noche, con meditación.

El Santo no perdonaba gasto ninguno, para el esplendor del culto, que era una gran atracción, incluso para los incrédulos y judíos, siendo el comienzo de muchas conversiones. A pesar de las influencias jansenistas, las comuniones ascienden a 104.000 por año.

Clemente presiente, y utiliza los métodos del apostolado moderno. Mantiene gratuitamente, una escuela de primera enseñanza y profesional, para trescientos niños y doscientas niñas, a los que enseña a ser apóstoles de sus familias. Abre un orfanato; para mantenerlo, se ve obligado a mendigar por casas y tabernas; un día se le vio llamando, a la puerta del sagrario.

Funda un colegio-seminario de vocaciones sacerdotales. Organiza una asociación de laicos, hombres y mujeres, con algunas características, de los actuales institutos seculares; tenían días de retiro, círculos de estudio y apostolado; después de un año de prueba, hacían el voto de fidelidad a la Iglesia y al Papa, y la promesa de edificar el reino de la gracia, en el prójimo.

Al mismo tiempo, piensa en el establecimiento de su Congregación; funda personalmente seis casas, pero ve con tristeza, que apenas levanta el pie, la fundación desaparece; dos tentativas en los Balcanes y Ucrania, no tuvieron mejor éxito; los redentoristas que están bajo sus órdenes, tienen que buscar diez casas sucesivas en once años; los gobiernos protestantes o regalistas, los echan de una diócesis a otra; el mismo Clemente, por este motivo, estuvo preso.

En 1808, Napoleón, el amo de Europa, desde Bayona, expulsa a los redentoristas de Varsovia, gloriándose en el decreto, de haberlos expulsado de otras ciudades. El 17 de junio, un batallón de militares rodea la iglesia; el Santísimo estaba expuesto; San Clemente tuvo que bajar del púlpito, y los otros padres interrumpir las confesiones.

Después de una prisión de un mes, fueron dispersados por cuatro naciones. Para el Santo, fue el mayor dolor. Su fe es fuerte, y no se desanima: "Nos abandonamos al querer de Dios... Que Él sea glorificado".

Buen caminante, después de estar preso dos veces más, y de pasar por el peligro de ser fusilado como espía, llega a Viena, que lo recibe con cuatro días de cárcel, como a un ladrón. Se encuentra otra vez en el comienzo, como hacía veinte años. Pero ve una gran claridad: "Todo lo que a nosotros nos parece adverso, nos conduce adonde Dios quiere".

Sus caminos se han terminado. Exteriormente, su vida tiene un marco muy oscuro; desde 1813, capellán de las monjas ursulinas. A pesar de que el Gobierno mantiene sus reformas, que regulan meticulosamente las actividades apostólicas, y a pesar de que la situación de Europa central, es según la frase del Santo, peor que en los tiempos de Lutero, Santa Ursula, se transformará en un fermento de vida católica.

Después de predicar el primer domingo, a media docena de personas, las monjas ven admiradas, que en el siguiente domingo, la iglesia está llena. Aquella predicación, era un acontecimiento en la ciudad.

Se predicaba de la caridad, y del cristianismo universales, pero San Clemente habla precisamente de lo que los otros callan: de la Iglesia católica, del Papa, de la Virgen, de la redención, de los sacramentos. Es un atrevimiento, que cada día le trae un auditorio mayor.

El grupo más numeroso, después del pueblo sencillo, es el de los estudiantes, artistas y profesores de la universidad. Toda su vida predicó sencillamente, dando la sensación de que era como un testigo, que había visto y palpado las cosas. No era solamente el gusto el oír sus sermones, era volver a casa transformado.

Sus argumentos no admitían réplica; cuando habló sobre los sacramentos, había dicho una mujer: "¿Qué diría la gente, si la madre del herrero, comulgase muchas veces?". Otro día alude San Clemente desde el púlpito: "¿Y qué diría la gente, si la madre del herrero fuera al infierno?". Quien no faltaba a sus sermones, era la policía, que le dio el mayor disgusto de la vida: le prohibió predicar.

Pero el confesionario y los moribundos, nadie se los podía quitar; le veían de noche, envuelto en su viejo manteo, y con una linterna en la mano, entrar por los barrios más apartados; solía decir que si tenía tiempo, para rezar un rosario en el camino, el éxito era seguro.

Cierta noche, insultado y rechazado, se clavó en la puerta, diciendo con una calma glacial: "Veo la muerte que llega, y he visto morir a muchos que se salvaban; ahora quiero ver cómo muere un condenado". El moribundo se confesó.

A los pobres tampoco se los quitaban, y a su entierro, entre una multitud de ellos, asistió a un numeroso grupo de viejos soldados, que los gobiernos abandonaban, después de estropearlos en las guerras. Hasta las mismas monjas, sintieron frecuentemente su caridad; en cierta ocasión, se les presentó con un cordero bajo el manteo.

La obra más bella de estos años, fue el trabajo con la juventud de Viena. Fue como el comienzo, de una Acción Católica. Reunió un grupo grande de escritores, estudiantes y artistas de toda clase.

El romanticismo católico, fue acunado por San Clemente. Uno de los más destacados fue Federico Schlegel, convertido del protestantismo, y verdadero iniciador de la escuela romántica; junto a él, podríamos poner una lista de celebridades, como Müller, Werner, Veit, Rauscher, más tarde cardenal, el poeta Brentano, y muchas personas de la nobleza austríaca.

El movimiento de conversiones fue grande, especialmente entre protestantes, judíos y católicos tibios. Algunos de éstos, fueron a Roma, donde se formó otro centro unido a Clemente, y donde maduraron muchas conversiones, como la del pintor Overbeck.

Con intuición alegre de sus necesidades y aspiraciones, les dirigía personalmente, y les daba una formación seria, y seguridad conceptual, contra el racionalismo; les acostumbraba a la pobreza, a la humildad, a la frecuencia de los sacramentos; se preocupaba de sus necesidades materiales; los llevaba a pasear por las calles de Viena, haciéndoles perder el respeto humano. Les metía un rosario, en el hueco de la mano, y les mandaba ser apóstoles.

La influencia de estos jóvenes, era como un contagio de Cristo. Fundaron un colegio para las clases dirigentes. En la universidad, protestaban contra los errores de los profesores; el de Derecho llamó a la policía, que echó la culpa a Clemente, "pues trastornaba la cabeza de los estudiantes".

La mayor parte eran escritores, y bajo la inspiración del Santo, fueron los primeros que atacaron a los enciclopedistas franceses, y filósofos alemanes; fundaron varios periódicos, y revistas de arte y filosofía, siendo los iniciadores del periodismo católico.

A la sombra del Santo, fue naciendo el partido romántico católico, cuya influencia politico-religiosa se notó en el Congreso de Viena, en 1814, donde se quería reorganizar Europa, y donde varios de sus discípulos tomaron parte.

Estrechamente vigilado por la policía, el Santo tenía contacto directo con el nuncio, y con muchos de los congresistas, que le buscaban en su propia casa, como lo hizo el príncipe heredero, Luis de Baviera. Se consiguió, y no fue poco, que la Iglesia no quedase parcelada en iglesias nacionales, como muchos congresistas y eclesiásticos querían.

San Clemente era el hombre de la Iglesia, a la que amaba apasionadamente, sintiéndose totalmente feliz como hijo de ella, y para ella, pensaba en todos los medios de apostolado. Era un auténtico genio católico, y Zacarías Werner decía, que las tres fuerzas de su tiempo eran: Napoleón, Goethe y Clemente.

En noviembre de 1818, le obligan a escoger el destierro, por ser religioso. Y en los siete meses, en que suspenden la sentencia, y cuando los treinta años de trabajo, parecen una cadena de fracasos, sigue esperando; aquí está la grandeza del Santo: estar seguro de Dios. Y Dios le prepara la contradicción más bella.

En 1819, el emperador Francisco II, es recibido en Roma. De tal manera le habla el Papa sobre Clemente, que desde Italia, da una orden que muda totalmente su suerte. El Santo, aunque sabe que no verá el triunfo en la tierra, prepara sus futuros novicios; eran treinta y dos. Su salud va decayendo, y el 6 de marzo de 1820, termina su último sermón exhortando a pensar "porque el árbol, del lado que caiga, así quedará por toda la eternidad".

El 16 de Marzo, llega el decreto imperial autorizando la Congregación, y es depositado junto al cadáver del Santo. Había muerto el día anterior, al toque del Angelus.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por intercesión de San Clemente María Hofbauer, el árbol de nuestra vida, quede siempre del lado correcto, para que cuando caiga, germine en nuevas semillas de fecundidad. A Tí Señor, que nos enseñaste que el nombre del Padre queda glorificado, cuando damos muchos frutos, y sólo podemos brindarlos, permaneciendo unidos a Tí. Amén.

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