lunes, 2 de marzo de 2020


2 de Marzo

San Simplicio, 47ª Papa


(† 483)

Los contemporáneos del santo, conocieron bien la austeridad de su vida, y su constante oración, hasta el punto de afirmar que rezó como un monje, y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios, su labor de servicio a la Iglesia, hubiera resultado imposible.

«Quien abusa de su poder, merece habitar en el infierno»

Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando parte del clero romano, y sucediendo al papa San Hilario, en la Sede de Roma, en marzo del año 467.

Le toca vivir y ser Supremo Pastor, en un tiempo difícil por la herejía, y la calamidad dentro de la Iglesia, que aparece como inundada por el error. En Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia, y es arriano, como los godos en las Galias, los de España, y los vándalos en África; el panorama no es muy consolador. Los ingleses aún están en el paganismo.

Para Oriente no van mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador Zenón y el tirano Basílico, favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han resultado ambiciosos de poder, y las sedes patriarcales son una deseada presa, más que un centro de irradiación cristiana.

El nuevo papa adopta en su pontificado, una actitud fundamental: atiende preferentemente al clero. Procura su reforma, detectando el error, y proponiendo el remedio con la verdad, sin condescendencias; muestra perseverancia firme, y tesón férreo, cuando debe reprimir la ambición de los altos eclesiásticos.

Modera la Iglesia que está en Oriente, siendo un muro de contención, frente a las ambiciones de poder y dominio, que muestra Acacio, Patriarca de Constantinopla, cuando pretendía los derechos sobre Alejandría y Antioquía.

No cedió ante las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas, como Patriarca de Alejandría, frente a las presiones de Pedro Mingo, protegido por el emperador Zenón.

Gobierna la Iglesia que está en Occidente, mandando cartas a otro Zenón -obispo de Sevilla-, encargándole rectitud, y alabando su dedicación permanente a la familia cristiana, que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de Rávena, en el año 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: «Quien abusa de su poder, merece habitar en el infierno», le dice.

En el año 475, manda a los obispos galos, Florencio y Severo, a corregir a Gaudencio, y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó ilícitamente, al tiempo que da orientaciones, para distribuir los bienes de la Iglesia, y evitar abusos.

En su diócesis de Roma, se comporta como modelo episcopal, entregándose al cuidado de sus fieles, como si no tuviera en sus hombros, a la Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente, la instrucción religiosa de los fieles; facilita la distribución de limosnas entre los más pobres, y dicta normas, para atender primordialmente la administración del bautismo.

Aún tuvo tiempo, para dedicar el primer templo en el Occidente, al Apóstol San Andrés, el hermano del apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam, o iuxta Praesepe, sobre el monte Esquilino.

También convocó un concilio, para explicitar la fe, ante los errores que había difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues en su monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina, con lo que se llegaba a negar la Redención.

Los datos exactos de su partida al cielo, no están aún perfectamente esclarecidos, si bien se conoce, que fue en el mes de Febrero, del año 483. Sus reliquias se conservan en Tívoli.

Los contemporáneos del santo, conocieron bien la austeridad de su vida, y su constante oración, hasta el punto de afirmar que rezó como un monje, y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios, su labor de servicio a la Iglesia, hubiera resultado imposible.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que concediste fortaleza espiritual al Papa San Simplicio, en medio de tiempos terribles en lo político y espiritual, concédenos también a nosotros, por medio de su intercesión, la misma fortaleza, y en particular a los Pontífices Católicos y Patriarcas Ortodoxos, para gobernar con firmeza y valentía, la nave de nuestra Iglesia, en estos tiempos tan terribles y confusos, como los que vivió el Papa San Simplicio. A Tí Señor, que nos prometiste que el fuego del infierno, nunca prevalecería sobre la Iglesia, y sobre nuestras Vidas, siempre que nos encontremos unidos a Tí. Amén.



No hay comentarios:

Publicar un comentario