Tercera
Feria, 12 de marzo
Inocencio
I, 40ª Papa
(† 417)
(† 417)
Roma
locuta, causa finita ("Cuando Roma ha hablado, la causa está
terminada")
Nació
en la segunda mitad del siglo IV, y parece ser que en Albano, aunque
documentalmente, no se pueda demostrarse con certeza. Fue elegido
papa, en el año 401, como sucesor de Anastasio I.
Consiguió
que se reconociese su autoridad papal en Iliria, región montañosa,
situada en la región nororiental del Adriático, que hoy corresponde
a Bosnia y Dalmacia.
Expulsó
de la Ciudad Eterna, a los perseguidores y detractores de San Juan
Crisóstomo, a pesar de la oposición del emperador Arcadio (407).
Pero no pudo, a pesar de sus esfuerzos y negociaciones, evitar el
saqueo de Roma por Alarico, el 24 de agosto del año 410.
Se
enfrentó firmemente a Pelagio (417) y al pelagianismo, con tanta
autoridad y decisión, que San Agustín de Hipona, cuando lo supo,
pronunció aquella famosa frase, que ha llegado a ser un refrán:
Roma locuta, causa finita ("Cuando Roma ha hablado, la causa
está terminada").
Con
respecto al gobierno, que debió ejercer en Hispania, hay que
mencionar la carta dirigida a Exuperio, obispo de Tolosa, dándole
normas, para la reconciliación y admisión a la comunión, a los que
una vez bautizados, se hayan entregado de modo pertinaz, a los
placeres de la carne.
De
alguna manera, modera la disciplina, en vigor hasta entonces,
contemplada en los concilios de Elvira y de Arlés, y propiciada por
las iglesias africanas; eran normas un tanto rigoristas,
extremadamente extrañas para nuestra época, que negaban la admisión
a la comunión, de este tipo de pecadores, incluso en el momento de
la muerte, aunque se les concediera fácilmente, la posibilidad de la
penitencia.
Reconoce
en su escrito, que hasta ese momento, “la ley era más dura”,
pero que no quiere adoptar la misma aspereza y dureza, que el hereje
Novaciano. De todos modos, no presume de innovaciones, ni se presenta
como detentor de un liberalismo laxo; justifica plenamente las normas
anteriores, afirmando que esa praxis, era la conveniente en aquel
tiempo.
En
el año 416, cuando quiere recordar a los obispos españoles, la
autoridad indiscutida del obispo de Roma, y la obediencia que le
deben desde España, escribe una carta, en la que afirma que en toda
Italia, Francia, Hispania, África y Sicilia, sólo se han instituido
iglesias por Pedro, o por sus discípulos.
Esta
carta es empleada, como argumento documental muy importante, por
quienes desautorizan la antiquísima tradición, que sostiene la
predicación del Apóstol Santiago en España, y la conjetura
fundada, de la visita del Apóstol San Pablo, a este extremo del
Imperio.
Interviene
también por los años 404-405, para restaurar la paz entre los
obispos de Hispania, después de las resoluciones cristológicas
antipriscilianistas del concilio de Toledo, del año 400; recomienda
el reconocimiento de la autoridad y gobierno episcopal, de los que
fueron ordenados por partidarios de Prisciliano, siempre que profesen
la fe verdadera, al aceptar la consubstancialidad del Hijo con el
Padre, y la unicidad de Persona en Cristo.
Ocupó
la Sede de Pedro hasta su muerte, en el año 417.
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Herejías
de Pelagio:
1:
Adán hubiese muerto, aunque no hubiese pecado.
2:
El pecado de Adán, dañó solo a él. Sus descendientes solo
recibieron mal ejemplo.
3:
Los niños antes del bautismo, están en la misma condición que
estuvo Adán, antes de la caída.
4:
La humanidad no muere por el pecado de Adán, ni resucita en el
último día por la redención de Cristo.
5:
El pecado de Adán, solo le afectó a él, y no a su descendencia.
Por lo tanto, los hijos de Adán nacen libre de culpa.
6:
La ley del Antiguo Testamento, ofrece la misma oportunidad de
salvación, que el Evangelio.
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Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, te pedimos que concedas siempre al Romano
Pontífice, la claridad, firmeza e inteligencia de San Inocencio I,
afirmando su condición de Supremo Pastor, y Guardián de los Divinos
Tesoros de nuestra Fe. A Tí Señor, que conferiste a San Pedro el
primado, y que nos prometiste, que las llamas del Infierno, nunca
prevalecerán sobre tu Iglesia. Amén.
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