jueves, 14 de marzo de 2019


Quinta Feria, 14 Marzo

Santa Matilde


Reina, viuda +968.
Breve
Modelo de gobernante. Madre ejemplar. Mujer desprendida de los bienes terrenales.
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Matilde era descendiente del célebre Widukind, capitán de los sajones, en su larga lucha contra Carlomagno. Cuando la niña nació, en el año 895, fue confiada al cuidado de su abuela paterna, la abadesa del convento de Erfut.

Allí, sin apartarse mucho de su hogar, Matilde se educó y creció, hasta convertirse en una jovencita, que sobrepasaba a sus compañeras, en belleza, piedad y ciencia, según se dice.

A su debido tiempo, se casó con Enrique, hijo del duque Otto de Sajonia, a quien llamaban "el cazador". El matrimonio fue excepcionalmente feliz, y Matilde ejerció sobre su esposo, una moderada, pero edificante influencia.

Precisamente, después del nacimiento de su primogénito, Otto, a los tres años de casados, Enrique sucedió a su padre en el ducado.

Más o menos, a principios del año 919, el rey Conrado murió sin dejar descendencia, y el duque fue elevado al trono de Alemania. No cabe duda, de que su experiencia de soldado valiente y hábil, le resultó muy útil, puesto que su vida fue una lucha constante, en la que triunfó muchas veces, de manera notable. 

El mismo Enrique y sus súbditos, atribuyeron sus éxitos, tanto a las oraciones de la reina, como a sus propios esfuerzos. Ésta seguía viviendo, en la humildad que la había distinguido de niña. A sus cortesanos y a sus servidores, más les parecía una madre amorosa, que su reina y señora; ninguno de los que acudieron a ella, en demanda de ayuda, quedó defraudado.

Su esposo rara vez, le pedía cuentas de sus limosnas, o se mostraba irritado por sus prácticas piadosas, con la absoluta certeza de su bondad, y confiando en ella plenamente. Después de veintitrés años de matrimonio, el rey Enrique murió de apoplejía, en el año 936.

Cuando le avisaron que su esposo había muerto, la reina estaba en la iglesia, y ahí se quedó, volcando su alma al pie del altar, en una ferviente oración por él. En seguida, pidió a un sacerdote, que ofreciera el santo sacrificio de la misa, por el eterno descanso del rey, y quitándose las joyas que llevaba, las dejó sobre el altar, como prenda de que renunciaba, desde ese momento, a las pompas del mundo. 

Habían tenido cinco hijos: Otto, más tarde emperador; Enrique el Pendenciero; San Bruno, posteriormente arzobispo de Colonia; Gerberga que se casó con Luis IV, rey de Francia, y Hedwig, la madre de Hugo Capeto.

A pesar de que el rey, había manifestado su deseo, de que su hijo mayor, Otto, le sucediera en el trono, Matilde favoreció a su hijo Enrique, y persuadió a algunos nobles, para que votaran por él; no obstante, Otto, resultó electo y coronado.

Enrique no aceptó de buena gana, renunciar a sus pretensiones, y promovió una rebelión contra su hermano, pero fue derrotado y solicitó la paz. Otto lo perdonó, y por la intercesión de Matilde, le nombró duque de Baviera. La reina llevó desde entonces, una vida de completo auto-sacrificio; sus joyas habían sido vendidas, para ayudar a los pobres, y era tan pródiga en sus dádivas, que dio motivo a críticas y censuras.

Su hijo Otto, la acusó de haber ocultado un tesoro, y de malgastar los ingresos de su corona; le exigió que rindiera cuentas, de todo cuanto había gastado, y envió espías, a vigilar sus movimientos, y registrar sus donativos.

Su sufrimiento más amargo, fue descubrir que Enrique, instigaba y ayudaba a su hermano, en contra de ella. Lo sobrellevó todo con paciencia inquebrantable, haciendo notar, con un toque de patético humor, que por lo menos la consolaba, ver que sus hijos estaban unidos, aunque sólo fuera para perseguirla.

"Gustosamente soportaré, todo lo que puedan hacerme, siempre que lo hagan sin pecar, si es que con ello, se conservan unidos", según se afirma, solía decir.

Para darles gusto, Matilde renunció a su herencia, en favor de sus hijos, y se retiró a la residencia campestre, donde había nacido. Pero poco tiempo después de su partida, el duque Enrique cayó enfermo, y comenzaron a llover los desastres sobre el Estado.

El sentimiento general, era que tales desgracias, se debían al trato, que los príncipes habían dado a su madre; Edith, la esposa de Otto, lo convenció para que fuera a solicitar su perdón, y le devolviera todo lo que le habían quitado.

Sin que se lo pidieran, Matilde los perdonó, y volvió a la corte, donde reanudó sus obras de misericordia. Pero no obstante, que Enrique había cesado de importunarla, su conducta continuó causándole gran aflicción.

Él nuevamente se volvió contra Otto, y posteriormente castigó una insurrección de sus propios súbditos en Baviera, con increíble crueldad; ni aun los obispos escaparon a su cólera. 

En 955, cuando Matilde lo vio por última vez, le profetizó su próxima muerte, y lo instó a arrepentirse, antes de que fuera demasiado tarde. En efecto, al poco tiempo, murió Enrique, y la noticia causó un dolor muy profundo en la reina.

Emprendió la construcción de un convento en Nordhausen; hizo otras fundaciones en Quedlinburg, en Engern, y también en Poehlen, donde estableció un monasterio para hombres. Es evidente que Otto, jamás volvió a resentirse, porque su madre gastara los ingresos en obras religiosas, pues cuando él fue a Roma, para ser coronado emperador, dejó el reino a cargo de Matilde.

La última vez que Matilde, tomó parte en una reunión familiar fue en Colonia, en la Pascua de 965, cuando estuvieron con ella, el emperador Otto "el Magno", sus otros hijos y nietos. Después de esta reaparición, prácticamente se retiró del mundo, pasando su tiempo, en una y otra de sus fundaciones, especialmente en Nordhausen.

Cuando se disponía a tratar, ciertos asuntos urgentes que la reclamaban en Quedlinburg, se agravó una fiebre, que había venido sufriendo por algún tiempo, y comprendió que pronto, iba a llegar su último momento.

Envió a buscar a Richburg, la doncella que la había ayudado en sus caridades, y que era abadesa en Nordhausen. Según la tradición, la reina procedió a hacer una escritura de donación, para todo lo que hubiera en su habitación, hasta que no quedó nada más que el lienzo de su sudario. "Den eso al obispo Guillermo de Mainz (que era su nieto). Él lo necesitará primero que yo".

En efecto, el obispo murió repentinamente, doce días antes de que ocurriera el deceso de su abuela, acaecido el 14 de marzo de 968. El cuerpo de Matilde, fue sepultado junto con el de su esposo, en Quedlinburg, donde se la venera como santa, desde el momento de su muerte.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, te suplicamos que por los méritos e intercesión, de Santa Matilde de Ringelheim, ilumines a nuestros gobernantes, a ser bondadosos con todo el pueblo, gobernando con Justicia y Misericordia. A Tí Señor, que nos enseñaste en el Pretorio de Poncio Pilatos, que todo poder de la Tierra proviene del Cielo. Amén.

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