Viernes
30 de Octubre
SAN
ALONSO RODRÍGUEZ S.J.
Viudo, religioso (1533-1617)
Viudo, religioso (1533-1617)
Alonso significa: "pronto para hacer el bien"
(del germano al: el bien. Ons: prontitud)
Breve
Humilde
portero de la escuela Jesuita en Mayorca por 45 años,
comunicó a San Pedro Claver S.J. en 1605 un mensaje del Nuestro Señor llamando a este a ser misionero en el continente Americano
comunicó a San Pedro Claver S.J. en 1605 un mensaje del Nuestro Señor llamando a este a ser misionero en el continente Americano
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Hay
dos santos jesuitas llamados Alonso Rodriguez: el de esta historia y
el mártir del Paraguay compañero de San Roque.
Alonso,
nacido en 1533, fue el tercer hijo de la numerosa familia de Diego
Rodríguez, un comerciante acomodado de Segovia, España.
El
Beato Pedro Fabro y otros jesuitas, llegaron a predicar una misión
en Segovia y se hospedaron en la casa de Diego. Al terminar la
misión, el huésped les propuso que fuesen a descansar unos días en
su casa de campo. Alonso, que tenía entonces unos diez años, partió
con ellos y el Beato Pedro Fabro se encargó de prepararle para la
primera comunión.
A
los catorce años, Alonso partió con su hermano mayor a estudiar en
el colegio de los jesuitas de Alcalá, pero su padre murió menos de
un año después y Alonso tuvo que volver, para ayudar a su madre en
la administración de los negocios. Cuando Alonso tenía veintitrés
años, su madre se retiró de la administración y le dejó encargado
de ella. Tres años más tarde, Alonso contrajo matrimonio con María
Suárez.
Los
negocios iban mal, y la dote de la mujer de Alonso no era suficiente
para mejorarlos. El joven no era mal comerciante, pero la situación
no le ayudaba. La hijita de Alonso murió poco después de nacer; su
esposa la siguió al sepulcro, después de dar a luz a un niño. Dos
años más tarde, murió también la madre de Alonso. El dolor de la
muerte de sus seres queridos se convirtió en una oportunidad de
abrirse a la gracia para hacer en todo la voluntad de Dios.
Hasta
entonces, había cumplido como cristiano, pero ahora Dios le llamaba
a más. Vendió su negocio a fin de obtener lo suficiente para
sostenerse y se fue a vivir, con su hijito, a la casa de sus dos
hermanas solteras, Antonia y Juliana, que eran muy piadosas. Ellas se
ocuparon de enseñarle a meditar, de suerte que, al poco tiempo,
Alonso oraba dos horas cada mañana y, por la tarde, reflexionaba
sobre los misterios del rosario. De esta manera Dios le pudo
demostrar la pobreza de su vida pasada a la luz de Cristo.
A
raíz de una visión de la felicidad del cielo, hizo una confesión
general. Desde entonces, empezó a practicar duras mortificaciones y
a confesarse y comulgar una vez por semana. Algunos años más tarde,
murió su hijo y Alonso, que se encontraba muy adolorido, experimentó
un gran consuelo al comprender que su hijo se había librado del
peligro de ofender a Dios.
Volvió
entonces con más fuerza la idea de abrazar la vida religiosa, y
pidió su admisión a los jesuitas de Segovia. Estos le disuadieron
dado a que tenía ya casi cuarenta años, su salud era bastante mala,
y su educación no era suficiente para el sacerdocio.
Sin
perder ánimo, Alonso fue a Valencia, a su antiguo amigo, el P. Luis
Santander, S.J., quien le recomendó que empezase a aprender el latín
para ordenarse cuanto antes. Le servía de consuelo que el fundador
de los jesuitas, San Ignacio de Loyola, también había entrado tarde
en la vida religiosa.
Alonso
empezó a asistir a la escuela con los niños, lo cual constituía no
poca mortificación. Como había dado a sus hermanas y a los pobres
casi todo el dinero que tenía, hubo de entrar a servir como criado,
y aun se vio obligado a pedir limosna, de cuando en cuando.
En
la escuela conoció a un hombre de su edad y de aspiraciones
semejantes a las suyas, el cual trató de persuadirle a que
renunciase a ser jesuita y se fuese con él a vivir como ermitaño.
Alonso le hizo una visita en su ermita de la montaña, pero
súbitamente cayó en la cuenta de que se trataba de una tentación
contra su verdadera vocación y volvió enseguida a Valencia, donde
dijo al P. Santander: "Os prometo que jamás en mi vida volveré
a hacer mi propia voluntad. Haced de mí lo que queráis".
El
31 de enero de 1571, el provincial de los jesuitas, desoyendo el
parecer de sus subordinados, aceptó a Alonso Rodríguez como hermano
lego. Permaneció en Valencia seis meses para terminar el noviciado,
y luego fue enviado al colegio de Monte Sión en Palma de Mallorca
donde pronto fue nombrado portero. San Alonso desempeñó ese oficio
hasta que la edad y los achaques se lo impidieron.
El
P. Miguel Julián resumió, en una frase, la fama de santidad que
alcanzó el hermanito en ese puesto: "Este hermano no es un
hombre, sino un ángel".
San
Alonso consagraba a la oración todos los instantes que le dejaba
libre su oficio. Aunque llegó a vivir en constante unión con Dios,
su camino espiritual estuvo muy lejos de ser fácil.
Sobre
todo en sus últimos años, el santo atravesó por largos períodos
de desolación y aridez y se veía afligido de graves dolores en
cuanto hacía el menor esfuerzo por meditar. Como si eso no bastase,
le asaltaron las más violentas tentaciones, como si tantos años de
mortificación no hubiesen servido de nada. La respuesta de
Alonso fue intensificar aun más la penitencia, sin desesperar jamás.
Siguió en el cuidadoso cumplimiento de sus obligaciones, convencido
de que, llegado el momento escogido por Dios, volvería a gozar de
las dulzuras y éxtasis de la oración. Y así fue. Llegó a tener
entonces consolaciones "tan intensas, que no podía levantar
los ojos del alma a Jesús y María sin verles como si estuviesen
presente"
Inspiración
para todos
Algunos
sacerdotes que le conocieron durante varios años, declararon que
jamás le habían visto hacer ni decir nada que no estuviese bien. En
1585, cuando tenía cincuenta y cuatro años, hizo los últimos
votos, los que renovó en la misa todos los días de su vida.
La
existencia de un portero no tiene nada de envidiable y, menos
tratándose de la portería de un colegio, donde se necesita una
dosis muy especial de paciencia. Sin embargo, el oficio tiene sus
compensaciones, ya que el portero conoce a muchas personas y es una
especie de eslabón entre el exterior y el interior. En el colegio de
Monte Sión, además de los estudiantes, había un ir y venir
continuo de sacerdotes, nobles, profesionales y empleados que debían
tratar asuntos con los padres. También acudían mendigos en busca de
limosna y los comerciantes que iban a vender sus productos.
Todos
conocieron, respetaron y veneraron al hermano Alonso. En busca de
cuyo consejo acudían los sabios y los sencillos y su reputación se
extendió mucho más allá de los muros del colegio.
El
más famoso de sus "discípulos" fue San Pedro Claver que,
en 1605, estudiaba en el colegio. Durante tres años, se puso bajo la
dirección de San Alonso, el cual, iluminado por Dios, le entusiasmó
y alentó para trabajar en América. Ahí fue donde San Pedro Claver
ganó el título de "el apóstol de los negros".
San
Alonso profesó siempre una profunda devoción a la Inmaculada
Concepción. El Beato Raimundo Lulio había defendido ese
privilegio mariano en Mallorca, 300 años antes. En una época, se
creyó que San Alonso había compuesto el Oficio Parvo de la
Inmaculada. El santo practicaba y propagaba ardientemente esa
devoción y ello dio origen a ese error.
Escritos
San
Alonso dejó varias obras, que escribió por orden de sus superiores,
entre ellas las Memorias autobiográficas, escritas desde 1604 hasta
1616 y algunos escritos que tratan argumentos de ascética con
profunda penetración, fruto de una sabiduría que no sacó de los
libros.
Su
doctrina es sólida y sencilla, sus exhortaciones tienen el fervor
que se podía esperar de un santo de su talla, y el contenido de esos
libros prueba que San Alonso era un alma mística.
No
fue el autor del "Ejercicio de Perfección y Virtudes
Cristianas", que se debe a la pluma de otro jesuita del mismo
nombre y apellido, pero no canonizado.
Entrega
incondicional
Cuando
tenía ya más de setenta años y estaba muy enfermo, el rector del
colegio, para probar su virtud, le ordenó que partiese a las Indias.
San Alonso se dirigió inmediatamente a la puerta y pidió al portero
que le abriese, diciendo: "Tengo orden de partir a las Indias".
Así lo habría hecho si el rector no le hubiese mandado llamar de
nuevo.
En
mayo de 1617, el P. Julián, rector de Monte Sión, que sufría de
una fiebre reumática, rogó a San Alonso que orase por él. El santo
pasó la noche en oración y, a la mañana siguiente, el rector pudo
celebrar la Misa.
En
octubre de ese año, sintiendo aproximarse su fin, el santo recibió
la comunión y, al punto, cesaron todos sus sufrimientos espirituales
y corporales. Del 29 al 31 de octubre estuvo en éxtasis y después
comenzó su terrible agonía. Media hora antes del fin, recobró el
conocimiento, miró amablemente a sus hermanos, besó el crucifijo,
pronunció en voz alta el nombre de Jesús y expiró.
El
virrey y toda la nobleza de Mallorca asistieron a sus funerales, así
como el obispo y una multitud de pobres y enfermos, cuyo amor y cuya
fe premió el cielo con milagros.
San
Alonso fue canonizado junto con San Pedro Claver el 15 de enero de
1888
Anécdotas
sobre San Alonso Rodríguez
El
fundamento de su trato con todos
Alonso
Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y
tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo. Cuando
alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos
tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se
disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala
educación". Seguramente que Nuestro Señor al llegar al
cielo le habrá repetido aquello que en el evangelio prometió que
dirá a quienes tratan bien a los demás: "Ven siervo bueno y
fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me disfracé de
huésped me trataste sumamente bien. El buen trato que le diste a los
demás, aún a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras
dado a Mí en persona" (Cf. Mt. 25, 40)
Ayuda
oportuna de la Virgen
Un
día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi
enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le
gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei, memento mei"
(Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente
sintió que las tentaciones desaparecían.
Desde
entonces se convenció de que la Santísima Virgen tiene gran poder
para alejar a los espíritus impuros, y se dedicó a encomendarse a
Ella con mayor fervor. Le rezaba varios rosarios cada día
y en honor de la Madre de Dios rezaba 9 salmos diarios. Y la Virgen
María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte
y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.
San
Alonso sufrió muchas penas en su vida y recibió de Dios muchos
carismas (visiones, milagros). Se destacó por su humildad, su gran
amor a la Virgen Santísima y sus sabios consejos para seguir a
Jesucristo.
BIBLIOGRAFÍA
Butler;
Vida de los Santos
Salesman, P. Eliezer; Vida de Santos #4
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini; Un santo para cada día
Salesman, P. Eliezer; Vida de Santos #4
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini; Un santo para cada día
Oración:
Selor mío y Dios mío, que por intercesión de San Alonso Rodríguez
podamos siempre vencer el pecado de la concupiscencia, apartando de
nuestras vidas compañías, lecturas, películas y conversaciones
indedecentes, y así preservar para siempre nuestra estrecha unión
con tu cuerpo místico. Que también Don Alonso nos asista en
nuestros momentos de aridez intelectual y espiritual que todos
experimentamos en nuestra propia Vida. Por la Santísima María,
nuestra protectora que vive por siempre. Amén.
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