Miércoles
28 de Octubre
San
Judas Tadeo, Apóstol y Mártir
Patrón de las causas difíciles o desesperadas
"Judas"
es una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a
Dios". Tadeo quiere decir: "valiente para proclamar
su fe"
Judas
Tadeo aparece último en la lista de los doce Apóstoles de
Jesucristo (Mateo 10:3, Marco 3:18). No sabemos cuando ni como entró
a formar parte de los discípulos. Lucas le llama "Judas
de Santiago" (Hechos 1:13). Juan aclara: "Judas, no el
Iscariote" (Juan 14:22). Esta distinción es necesaria
dado a que el Judas Iscariote fue quien traicionó a Jesús.
Sus
hermanos eran cuatro:
- Santa María Salomé - su hermana mayor, madre de los apóstoles Santiago el Mayor y Juan el Evangelista. La recordamos el pasado 22 de Octubre.
- San Santiago el Menor - Apóstol
- Justo
- San Simón el Cananeo - Apóstol y luego obispo de Jerusalén que lo acompañó en sus viajes.
Por
lo que vemos en este pequeño relato genealógico, Judas Tadeo era un
pariente cercano de Jesús, eran primos, por lo tanto quizás
crecieron, se educaron y trabajaron juntos. Pertenecía al corazón
de la familia de Jesús.
Según
algunas tradiciones, Judas Tadeo era el novio de las bodas de Caná
donde Jesús —de acuerdo con los Evangelios— realizó su primer
milagro al convertir el agua en vino.
Luego
de su vida como apóstol de Cristo, llevó el mensaje de éste junto
a su hermano Simón a las regiones de Galilea, Judea, Samaria,
Egipto, Libia, Eufrates, Tigris, Edesa y Babilonia, llegando hasta
los confines de Siria y Persia.
El
Apóstol Judas Tadeo, "el hermano de Santiago", era
probablemente el hermano de Santiago el Menor, se lo menciona así
por la notoriedad de Santiago en la Iglesia primitiva "¿No es
éste -se preguntan maravillados los habitantes de Nazaret, ante la
fama que acompaña a Jesús- el carpintero . . . el hermano de
Santiago y de Judas?".
Después
de la Ultima Cena, cuando Cristo prometió que se manifestaría a
quienes le escuchasen, Judas le preguntó porqué no se manifestaba a
todos. Cristo le contestó que El y su Padre visitarían a todos los
que le amasen: "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada"
(Juan, 14, 22-23). No sabemos nada de la vida de San Judas Tadeo
después de la Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo.
Se
atribuye a San Judas una de las epístolas canónicas, que tiene
muchos rasgos comunes con la segunda epístola de San Pedro. No está
dirigida a ninguna persona ni iglesia particular y exhorta a los
cristianos a "luchar valientemente por la fe que ha sido
dada a los santos. Porque algunos en el secreto de su corazón son .
. . hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Señor Dios
en ocasión de riña y niegan al único soberano regulador, nuestro
Señor Jesucristo". Es una severa amonestación contra
los falsos maestros, y una invitación a conservar la pureza de la
fe. Termina su carta con esta bella oración: "Sea gloria eterna
a Nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de
pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría".
San
Judas Tadeo es uno de los santos más populares a causa de los
numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan
con fe, especialmente en cuanto a conseguir empleo o casa.
Santa
Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó
que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de
San Judas Tadeo.
Con
frecuencia se ha confundido a San Judas Tadeo con el San Tadeo de la
leyenda de Abgar, y se ha dicho que murió apaciblemente en Beirut de
Edessa. Según la tradición occidental, tal como aparece en la
liturgia romana, se reunió en Mesopotamia con San Simón y que ambos
predicaron varios años en Persia y ahí fueron martirizados.
Existe
un relato del martirio de los dos Apóstoles; pero el texto latino no
es ciertamente anterior a la segunda mitad del siglo VI. Dicho
documento se ha atribuido a un tal Abdías, de quien se dice que fue
discípulo de Simón y Judas y consagrado por ellos primer obispo de
Babilonia.
Según
dice la antigua tradición, a San Simón lo mataron aserrándolo por
medio, y a San Judas Tadeo le cortaron la cabeza con una hacha, y por
eso lo pintan con una hacha en la mano. Por ello, la Iglesia de
occidente los celebra juntos, en tanto que la Iglesia de oriente
separa sus respectivas fiestas.
San
Judas, tal vez, perteneció a la humilde clase de los trabajadores.
Eusebio cuenta que fueron acusados ante el emperador Domiciano unos
nietos de Judas, por ser parientes del Señor. Pero el emperador los
dejó en libertad, al ver sus manos encallecidas por el trabajo.
San
Simón El Cananeo
Hermano
de San Judas Tadeo
Apóstol
y Mártir
En
la lista de los apóstoles le suelen llamar siempre Simón el
Cananeo, o el Zelote, dos términos que se identifican. Son, en
efecto, dos traducciones de un mismo vocablo hebreo, qanná, que
quiere decir zelotes o celoso. Así Simón, apóstol fiel de
Jesucristo, encarna en su persona el gran celo del Dios omnipotente;
"de hecho, el Dios de Israel se muestra como un ser "celoso"
de sí mismo, que no puede en manera alguna tolerar cualquier
atentado contra su trascendente majestad" (Ex. 20,5; 34,14).
Simón
pertenecía a un partido nacionalista, en el que se habían enlazado
indisolublemente la religión y la política. No podemos olvidar que
en la historia del pueblo elegido la preocupación social, religiosa
y política iba siempre de la mano.
Simón
fue un zelote. Es verdad que en su vida pesaba, sobre todo, el
matiz religioso. El celo ardiente por la Ley le quemaba el centro de
su alma israelita. Como San Pablo, es Simón un judío entregado
plenamente al cumplimiento de las tradiciones paternales. Rozando en
su persona el formulismo asfixiante y agobiador de los fariseos.
Pero
un día, venturoso para él, se encontró con la mirada del Maestro y
se convirtió sinceramente al Evangelio (Act. 21,20).
Perdido
en su humildad, la Providencia ha querido dejarle olvidado en un
casto silencio. De todos los apóstoles, él es el menos conocido. La
tradición nos dice que predicó la doctrina evangélica en Egipto, y
luego en Mesopotamia y después en Persia, ya en compañía de San
Judas.
En
la lista de los apóstoles aparece ya al final, junto a su compañero
San Judas (cf. Mt. 10,3-4; Mc. 3,16,19; Lc. 6,13; Act. 1,13).
Los
evangelios no nos conservan de él ni de su hermano San Judas Tadeo
ni una palabra más. La tradición, recogida en los martirologios
romanos, el de Beda y Adón, y a través de San Jerónimo y San
Isidoro, nos dicen que San Simón y San Judas fueron martirizados en
Persia.
Afirma
esta tradición que los templos de la ciudad de Suamir estaban
recargados de ídolos. Los santos apóstoles fueron apresados. Simón
fue conducido al templo del Sol y Judas al de la Luna, para que los
adoraran.
Pero
ante su presencia los ídolos se derrumbaron estrepitosamente. De sus
figuras desmoronadas salieron, dando gritos rabiosos, los demonios en
figuras de etíopes.
Los
sacerdotes paganos se revolvieron contra los apóstoles y los
despedazaron. El azul sereno de los cielos se enlutó de pronto. Una
horrible tempestad originó la muerte a gran multitud de gentiles.
El
rey, ya cristiano por la predicación de los santos apóstoles,
levantó en Babilonia un templo suntuoso, donde reposaron sus cuerpos
hasta que fueron trasladados a San Pedro de Roma.
Testimonio
Personal: Puedo asegurar que con la silenciosa y decidida
intervención de San Judas Tadeo, he podido pagar muchas deudas
comerciales, normalizar los papeles legales de mi empresa, y
redireccionar mi trabajo hacia una editorial de libros educativos.
“Casualmente”, el 28 de Octubre del año 2014, salió publicado
el edicto en el Boletín Oficial (algo de lo que nadie puede tener
control), y terminé toda esta regularización legal con aumento de
capital incluido. Cuando yo le pedí a San Judas Tadeo esta especial
intercesión era el año 2007, en las estribaciones de la crisis
mundial. Pude cerrar el circuito total de la reorganización siete
años después. ¡Muchas Gracias San Judas Tadeo!.
Oración:
Concédenos Señor, por medio de tu santo apóstol San Judas Tadeo y
de su hermano San Simón Cananeo, la gracia
de desterrar de nuestro corazón todos nuestros ídolos, y así hacer
espacio en nuestro interior, y puedas venir a vivir dentro nuestro
junto a tu Divino Hijo y el Espíritu Santo, y poder
lograr, al final de nuestras vidas, como ellos, la morada divina que
nos has prometido junto a Ti en el cielo en la Última Cena. Por
nuestro Señor Jesucristo Ayer, Hoy y Siempre. Amén.
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