Domingo 11 de Octubre
Beato Papa Juan XXIII
Beato Papa Juan XXIII
(1881-1963)
Papa
259 en la sucesión desde San Pedro
Angelo
Giuseppe Roncalli. Nació en Sotto il Monte (Bergamo).
Elegido
Papa el 28-X-1958, murió el 3-VI-1963.
Con
su bula Humanae salutis proclamó el 21º Concilio Ecuménico
Vaticano II. (11-X-1962). Temas del concilio: vida litúrgica,
relaciones sociales, la Iglesia y el mundo moderno.
Al
morir a su cuerpo se le realizó cierto tratamiento de
embalsamamiento para que soportara el velorio y las ceremonias y hay
testimonios del médico-científico que lo realizó. Sin embargo es
extraordinario el estado de preservación en que se encontró cuando
lo exhumaron décadas más tarde...
SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS Y TRASLADO DE LA URNA CON EL CUERPO DEL BEATO JUAN XXIII
Homilía del Santo Padre, Juan Pablo II
Domingo 3 de junio de 2001
1.
"Se llenaron todos de Espíritu Santo" (Hch 2, 4).
Así
sucedió en Jerusalén, en Pentecostés. Hoy, congregados en esta
plaza, centro del mundo católico, revivimos el clima de aquel día.
En nuestro tiempo, al igual que en el Cenáculo de Jerusalén, la
Iglesia está impulsada por un "viento impetuoso".
Experimenta el soplo divino del Espíritu, que la abre a la
evangelización del mundo.
Por
una feliz coincidencia, en esta solemnidad tenemos la alegría de
acoger, junto al altar, los
venerados restos mortales del beato Juan XXIII, que Dios modeló con
su Espíritu, haciendo de él un admirable testigo de su amor. Este
venerado predecesor mío falleció hace treinta y ocho años, el 3 de
junio de 1963, precisamente mientras en la plaza de San Pedro oraba
una gran multitud de fieles, reunidos espiritualmente en torno a su
cabecera. A aquella plegaria se une esta celebración, y, a la vez
que conmemoramos la muerte de este beato Pontífice, alabamos a Dios
que lo dio a la Iglesia y al mundo.
Como
sacerdote, como obispo y como Papa, el beato Angelo Roncalli fue
docilísimo a la acción del Espíritu, que lo guió por el camino de
la santidad. Por eso, en la comunión viva de los santos queremos
celebrar la solemnidad de Pentecostés en singular sintonía con él,
recordando algunas de sus profundas reflexiones.
2.
"La luz del Espíritu Santo irrumpe desde las primeras
palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles. (...) El
viento impetuoso del Espíritu divino precede y acompaña a los
evangelizadores, penetrando en el alma de quienes los escuchan y
extendiendo la Iglesia católica hasta los confines de la tierra,
transcurriendo a través de todos los siglos de la historia"
(Discursos, mensajes y coloquios de Su Santidad Juan XXIII, II, p.
398).
Con
estas palabras, pronunciadas en Pentecostés de 1960, el Papa Juan
XXIII nos ayuda a captar el incontenible impulso misionero propio del
misterio que celebramos en esta solemnidad. La Iglesia nace
misionera, porque nace del Padre, que envió a Cristo al mundo; nace
del Hijo que, muerto y resucitado, envió a los Apóstoles a todas
las naciones; y nace del Espíritu Santo, que infunde en ellos la luz
y la fuerza necesarias para cumplir esa misión.
También
en su dimensión misionera originaria la Iglesia es imagen de la
Santísima Trinidad: refleja en la historia la sobreabundante
fecundidad propia de Dios, manantial subsistente de amor que engendra
vida y comunión. Con su presencia y su acción en el mundo, la
Iglesia propaga entre los hombres este misterioso dinamismo,
difundiendo el reino de Dios, que es "justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo" (Rm 14, 17).
3.
El concilio Vaticano II, que el Papa Juan XXIII anunció, convocó e
inauguró, fue consciente de esta vocación de la Iglesia. Se puede
afirmar que el Espíritu Santo fue el protagonista del Concilio,
desde que el Papa lo convocó, declarando que había acogido como
venida de lo alto una voz íntima que escuchó en su corazón (cf.
constitución apostólica Humanae salutis, 25 de diciembre de 1961,
n. 6). Aquella "brisa ligera" se convirtió en un "viento
impetuoso", y el acontecimiento conciliar tomó la forma de un
nuevo Pentecostés. "Con la doctrina y el espíritu de
Pentecostés -afirmó el Papa Juan XXIII- es como el gran
acontecimiento del Concilio ecuménico cobra vida y vigor"
(Discursos, mensajes y coloquios, p. 398).
Amadísimos
hermanos y hermanas, si hoy recordamos ese tiempo singular de la
Iglesia es porque el gran jubileo del año 2000 se situó en
continuidad con el concilio Vaticano II, recogiendo numerosos
aspectos tanto de doctrina como de método. Y el reciente consistorio
extraordinario ha reafirmado su actualidad y su riqueza para las
nuevas generaciones cristianas. Todo esto constituye para nosotros un
nuevo motivo de gratitud con respecto al beato Papa Juan XXIII.
4.
En el marco de esta celebración, que a Pentecostés añade un
acto solemne de veneración, quisiera subrayar de modo particular que
el don más valioso que el Papa Juan XXIII ha dejado al pueblo de
Dios es él mismo, es decir, su testimonio de santidad.
También
puede aplicarse a su persona lo que él mismo afirmó de los santos,
a saber, que cada uno de ellos "es una obra maestra de la gracia
del Espíritu Santo" (ib., p. 400). Y al pensar en los mártires
y en los Pontífices enterrados en San Pedro, añadía palabras que
conmueven al volver a escucharlas hoy: "A veces las reliquias de
sus cuerpos se reducen a poco, pero siempre palpita aquí su recuerdo
y su oración". Y exclamaba: "¡Oh, los santos, los santos
del Señor, que por doquier nos alegran, nos animan y nos bendicen!"
(ib., p. 401).
Estas
expresiones del Papa Juan XXIII, avaladas por el ejemplo luminoso de
su vida, muestran muy bien la importancia de la elección de la
santidad como camino privilegiado de la Iglesia al comienzo del nuevo
milenio (cf. Novo millennio ineunte, 30-31). En efecto, la generosa
voluntad de colaborar con el Espíritu en la santificación propia y
en la de los hermanos es condición previa e indispensable para la
nueva evangelización.
5.
La evangelización requiere la santidad y esta, a su vez,
necesita la savia de la vida espiritual: la oración y la unión
íntima con Dios mediante la Palabra y los sacramentos; en suma,
necesita la vida personal y profunda en el Espíritu.
A
este propósito, ¡cómo no recordar también la rica herencia
espiritual que nos dejó el beato Juan XXIII en su Diario del alma!
En sus páginas se puede admirar de cerca el esfuerzo diario con que
él, ya desde los años del seminario, quiso corresponder plenamente
a la acción del Espíritu Santo. Se dejó modelar por el Espíritu
día a día, tratando con paciente tenacidad de conformarse cada vez
más a su voluntad. Aquí reside el secreto de la bondad con que
conquistó al pueblo de Dios y a tantos hombres de buena voluntad.
6.
Encomendándonos a su intercesión, queremos pedir hoy al Señor
que la gracia del gran jubileo se irradie sobre el nuevo milenio
mediante el testimonio de santidad de los cristianos. Profesamos con
confianza que esto es posible. Es posible por la acción del Espíritu
Paráclito que, según la promesa de Cristo, permanece siempre con
nosotros.
Animados
por una firme esperanza, digamos con las palabras del beato Juan
XXIII: "Oh, Espíritu Santo Paráclito, (...) haz fuerte y
continua la oración que elevamos en nombre del mundo entero;
apresura para cada uno de nosotros el tiempo de una profunda vida
interior; impulsa nuestro apostolado, que quiere llegar a todos los
hombres y a todos los pueblos. (...) Mortifica nuestra presunción
natural, y llévanos a las regiones de la santa humildad, del
verdadero temor de Dios y de la generosa valentía. Que ningún
vínculo terreno nos impida cumplir nuestra vocación; que ningún
interés, por nuestra indolencia, disminuya las exigencias de la
justicia; y que ningún cálculo reduzca los espacios inmensos de la
caridad en las estrecheces de los pequeños egoísmos. Que en
nosotros todo sea grande: la búsqueda y el culto de la verdad; la
disposición al sacrificio hasta la cruz y la muerte; y, por último,
que todo corresponda a la extrema oración del Hijo al Padre
celestial; y a la efusión que de ti, oh Espíritu Santo de amor, el
Padre y el Hijo quisieron hacer sobre la Iglesia y sobre sus
instituciones, sobre cada alma y sobre los pueblos" (Discursos,
mensajes y coloquios, IV, p. 350).
Veni,
Sancte Spiritus, veni! Amen
Oración:
Señor mío y Dios mío, que por intercesión de tu hijo Juan
XXIII, podamos siempre saber renovar santamente nuestra vida,
cambiando nuestras concepciones y aspiraciones mundanas por tus
divinas inspiraciones. Por nuestro Señor Jesucristo, Vivo y Santo.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario