martes, 6 de octubre de 2015

Martes 6 de octubre
San Bruno
Fundador de los cartujos
1035-1101


Breve
Nació en Colonia, Alemania, hacia el año 1035. Estudió en Reims y en Paris. Fue ordenado sacerdote y se dedicó a enseñar teología.
Fue canciller de la diócesis de Reims. En 1084 se retiró con 6 compañeros para fundar el monasterio de los monjes Cartujos, La Grande Chartreuse, cerca de Grenoble, en los Alpes franceses. Siguen estrictamente la regla benedictina.
El Papa beato Urbano II, quien había sido discípulo de San Bruno, lo llamó a Roma como consejero.  Sin ser liberado totalmente de esa misión, fundó otra casa en Roma, La Torre de Calabria, donde más tarde se retiró.
Rehusó la sede de Reggio.
Fue un gran exegeta bíblico y escribió sobre los salmos y las cartas de San Pablo.
Murió en Squillace (Calabria) el año 1101.

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Una piadosa tradición, que la Orden de la Cartuja ha conservado siempre entre las suyas, hace partir la vocación de San Bruno al estado religioso del siguiente suceso: se celebraban en la Universidad de París los funerales de un famoso doctor llamado Raimundo, muy estimado por su saber y apreciado por su gran fama de virtud y santidad.
Al llegar a cantarse la cuarta lección del oficio de difuntos, de labios del cadáver, allí presente, salió esta terrible confesión: "Por justo juicio de Dios he sido acusado".
Espantados los circunstantes, resolvieron aplazar la fúnebre ceremonia para el siguiente día. Al llegar, en el oficio, al mismo pasaje volvió a gritar el cadáver con voz más terrible: "Por justo juicio de Dios he sido juzgado".
Suspendido el acto y celebrado de nuevo por tercera vez, la muchedumbre, cada día más numerosa, quedó horrorizada al oír de boca del difunto la tremenda sentencia de su eterna condenación: "Por justo juicio de Dios he sido condenado".

Tal impresión causó en Bruno este hecho que le decidió a abandonar el mundo. Comunicó su pensamiento a algunos amigos y compañeros que también lo habían presenciado, y seis de ellos se decidieron a seguirle: Lauduino, doctor teólogo, natural de Luca, en Toscana; Esteban de Bourg y Esteban de Die, ambos canónigos regulares de San Rufo, en Aviñón; Hugo, llamado el Capellán, y dos piadosos seglares llamados Andrés y Guerino.
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La soledad y el silencio forman el ambiente propio en el que se desenvuelve la vida de la Cartuja. Un silencio único en el que sólo se oyen los latidos de la naturaleza y el susurro de las oraciones, el canto de los pájaros y la salmodia de los monjes, y en donde la campana conventual llama constantemente a los montes y a los ocasos a cantar las alabanzas de Dios y de María.
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Rodeado de uno de esos silencios maravillosos muere el santo fundador de la Cartuja el 6 de octubre del año 1101. Fue enterrado en su monasterio de Santa María del Yermo, en Calabria, el año decimoséptimo de su vida religiosa, y trasladado, al año siguiente, a la iglesia de San Esteban.
Y el agua, que tantas veces dió música a sus soledades con el murmullo y la risa de sus espumas, quiso también acompañarle en su sepulcro, brotando milagrosamente a su lado, en una fuente que tenía la virtud de curar a los enfermos que invocaban al Santo.


Recemos con San Bruno
      Oración atribuida a S. Bruno

  Tú, que eres mi Señor,
Tú, cuya voluntad prefiero a la mía.
No me es posible contentarme con palabras
al presentarte mi oración.
Escucha mi grito que te suplica
como un inmenso clamor...
  
   Tú, de quien me he constituido siervo:
Te ruego con perseverancia e insistiré en mi ruego,
hasta merecer alcanzar tu favor.
Pues no anhelo un bien de la tierra;
no pido más que lo que debo pedir:
sólo a Ti...
  
   ¡Ten piedad de mí!
Y pues inmensa es tu misericordia
y grande mi pecado, ten piedad de mí inmensamente
en proporción a tu misericordia.
  
   Entonces podré cantar tus alabanzas,
contemplándote, Señor.
Te bendeciré con una bendición
que perdurará a lo largo de los siglos;
te alabaré con la alabanza y la contemplación,
en este mundo y en el otro,
como María, de quien nos dice el Evangelio,
que ha escogido la parte mejor.
   Amén.
  

Oración Final: Ayúdanos Señor a poder encontrar un momento de soledad y sosiego, como lo hizo San Bruno y sus compañeros, para que podamos adorarte y escuchar tus consejos y advertencias, y sentir tu Amor inefable. Por nuestro Señor Jesucristo que vive por siempre. Amén.


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