martes, 13 de octubre de 2015

Martes 13 de Octubre
San Eduardo III
Rey de Inglaterra
(1002-1066)


Breve
San Eduardo III fué un rey ejemplar por su virtud, justicia y castidad. Amado por todo su pueblo que lo lloró a su muerte.
Resumen
No fueron fáciles aquellos años de la Edad Media en los que abundaban las intrigas, las muertes violentas y los saqueos de toda clase... Al rey Eduardo le tocó de cerca tanta desgracia. Nació cerca de Oxford, en Inglaterra, por el año 1004. Cuando apenas sabrá distinguir el mal y el bien de las cosas, ya se verá obligado a cargar con los sinsabores de su pertenencia a la alta alcurnia de su patria. Son años difíciles para Inglaterra. Quizá los más trágicos de su historia.
No tenía más de diez años cuando su padre, Etelberto, un día le manda que vista el traje más bonito y que se disponga para partir a lejanas tierras. ¿Motivo? Su padre Etelberto teme que el usurpador de su patria dé muerte a él y a toda su familia. Por lo menos, piensa, vamos a salvar a ésta, y manda a su esposa Emma que con los dos hijos menores, Eduardo y Alfredo, parta para Normandía donde tiene buenos amigos, hablan su idioma y se sentirán como en casa.
He aquí a Eduardo en tierra extranjera y solitario. Pronto llegan malas noticias: Su padre ha muerto y su hermano mayor, Edmundo, que era el príncipe heredero, también. Los campos son arrasados, los labriegos y nobles muertos a espada. Toda Inglaterra está sumida en el caos más espantoso.
Por si fuera poco para el joven Eduardo, un día llegan unos emisarios que dicen venir con muy buenas intenciones para llevarse a Inglaterra a los dos hermanos. Alfredo se lo cree y cae en sus patrañas recibiendo la muerte. Para colmo de males aquella mujer, su madre Emma, que parecía amar a sus hijos y a su patria, un día desaparece y es que ha ido a contraer matrimonio con el mismo usurpador.
Eduardo queda solo y huérfano. Pero no se desalienta. Se refugia en la oración que es donde espera la luz y la fuerza para resistir y vencer. Acudió a Dios con toda confianza de hijo y le habló así:
- «Señor, Padre mío, no tengo a quien volver los ojos en la tierra. Por ello acudo a Ti, seguro de que vas a venir en mi ayuda. Mi padre murió después de una vida de desgracias. La crueldad ha destruido a mis hermanos. Mi madre me ha dado un padrastro en mi mayor enemigo. Mis amigos me han vuelto la espalda. Estoy solo, Señor, y mientras tanto buscan mi vida. Pero tú eres el protector del huérfano y en Ti está la defensa del pobre. Ayúdame, Señor».
Eduardo era de temperamento recogido, taciturno, amante de la justicia, aunque no quería derramamiento de sangre. No hay mal que dure cien años. Los ingleses una vez muerto el usurpador fueron a buscar a Eduardo y volvió en olor de multitudes a su patria donde fue coronado rey, el día de Pascua, 3 de abril de 1043.
Eduardo nada supo de venganzas contra los que habían hecho tanto mal a él, a su familia y a su patria. Perdonó. Enderezó todos los entuertos que había cometido el usurpador. Quitó los impuestos, protegió a los pobres y trabajó con todas sus fuerzas por la prosperidad material y espiritual de su patria. Tomó como lema: «Ser más padre que rey; Servir más que mandar». Y este otro: «Ser rey de sí mismo y súbdito de Dios».
Recomendó a su madre que ingresara en un Monasterio como así lo hizo. El casó con la virtuosa Edit que era «rosa que floreció entre espinas»: piadosa, culta, hermosa, prudente. Hicieron voto de virginidad de vivir como hermanos y se amaron con toda el alma. Ella fue un buen puntal para el gobierno de Eduardo. A tantos males siguieron más bienes. En dos palabras podíamos resumir su largo reinado: Paz y justicia. Y al haber esto, siguió la tercera: prosperidad y bien espiritual. Era muy piadoso y gran devoto de la Eucaristía y de la Virgen María. Era el 5 de enero de 1066 cuando expiró. Le lloró toda Inglaterra. Habían perdido a un padre y al mejor de todos los reyes de su milenaria historia.

Beata Alejandrina María da Costa
1904-1955
Alma víctima de la Eucaristía y de la consagración al Corazón Inmaculado de María


Breve
Alejandrina Maria da Costa, miembro laico de la Unión Salesiana. Se tiró por una ventana a la edad de 14 años para preservar su virginidad. Quedó paralizada por la caída. Desde su cama llevó un maravilloso apostolado como alma víctima de oración, reparación y consejería espiritual para muchos que la visitaban.
Resumen
Alejandrina, ofreciendo así su pasión se convierte en alma víctima por amor a la Eucaristía y la consagración al Inmaculado Corazón, mensajes fundamentales de Fátima.
En respuesta a su valiente petición, los dolores se empezaron a agudizar hasta convertirse en casi insoportables. Noche tras noche, con fiebre muy alta, Alejandrina permanecía despierta, recostaba la cabeza sobre su almohada y con sus manos apretaba fuertemente el rosario como exprimiendo alivio de sus cuentas: "Oh, Jesús", exclamaba en sollozos repitiendo la oración enseñada por Nuestra Señora en Fátima, "es porque te amo, por la conversión de los pecadores y en reparación por las ofensas al Inmaculado Corazón de María".
Vive la Pasión de Jesucristo
Alejandrina experimentó 180 éxtasis de la Pasión que eran precedidos por muchas horas de terror que se hacían sobrecogedoras a medida que el mediodía del Viernes Santo se acercaba.
El miedo era generalmente acompañado por una inmensa tristeza, nausea y una sensación de terrible aislamiento. Por siete años no pudo olvidar su primera crucifixión. Escribe: "Todo parecía estar presente frente a mi, sentía el miedo y el horror de esas horas amargas, la ansiedad de mi director espiritual a mi lado y las lágrimas de mi familia aterrorizada".
Minutos después del mediodía del 3 de octubre, de 1938, Nuestro Señor la invitó a sumergirse en Su Pasión: "Ves hija mía, el Calvario esta listo, ¿aceptas?". Alejandrina valientemente aceptó. Testigos aguantaban la respiración mientras ella entraba en éxtasis y, recobrando el uso de sus miembros paralizados, casi levitó de la cama y emprendió los movimientos de agonía del Getsemaní al Calvario. Los éxtasis de la Pasión fueron filmados y las imágenes forman parte importante para la causa de su beatificación en Roma.
Al terminar uno de los éxtasis a las 3.00 p.m., Alejandrina levantó sus brazos en acción de gracias e inmediatamente, agotada en horror, lloró: "¡¡No Jesús, No Jesús, crucifícame!!". ¡¡Perdón, perdón, perdón!!!. Ellos tienen el mismo derecho que tengo yo, porque tú moriste en la cruz por ellos, como lo hiciste por mí. Jesús no quiero que ningún alma vaya al infierno. Te amo por ellos. Perdónalos, Jesús, acuérdate de mí en mi crucifixión. El infierno es la más terrible bajeza". Este relato nos recuerda uno de los diálogos de la mística Santa Gemma Galgani a fines del siglo XIX.
Días después, Alejandrina sufrió dolores atroces, empezó a vomitar sangre y fue torturada por una sed tan fogosamente intensa que el agua no saciaba; no podía ni siquiera tragar una gota.
Empezó a percibir, literalmente, el "fuerte olor del pecado": "Eran olores increíblemente repugnantes" recuerda en su autobiografía. "me traían violetas y perfumes para acercarlos a mi nariz, pero los apartaba porque todavía estaba atormentada por ese vil olor. Solo el recuerdo de estas cosas me hacen sufrir".
Se alimenta exclusivamente de la Eucaristía
Un día escuchó la voz del Señor que le decía: "No te alimentarás mas con comida en la tierra. Tu comida será mi Carne, tu bebida será mi Divina Sangre, tu vida será mi Vida. Tú la recibes de mi cuando una mi corazón al tuyo. No tengas miedo, ya no serás más crucificada como en el pasado, ahora nuevas pruebas te esperan que serán las más dolorosas. Pero al final yo te llevaré al cielo y la Santísima Madre te acompañará".
Durante los últimos trece años de su vida, Alejandrina no comió, ni bebió nada. Se alimentaba únicamente de la Eucaristía. Su sed solo podía ser saciada por Dios mismo. Todos estos hechos fueron cuidadosamente documentados por reconocidos médicos profesionales.
Alejandrina compartió a su director espiritual lo que Nuestro Señor le había dicho: "Estás viviendo solo de la Eucaristía porque quiero mostrarle al mundo entero el poder de la Eucaristía y el poder de Mi vida en las almas".
Durante su larga agonía escuchó la voz del Señor que le decía: "Dame tus manos porque quiero clavarlas con las mías. Dame tu cabeza porque quiero coronarle con mis espinas como me hicieron a Mi Dame tu corazón porque quiero traspasarle con una lanza, como me traspasaron el mío. Abandónate completamente en Mi... Ayúdame en la redención de la humanidad".
Santa Muerte
Alejandrina muere poco después de recibir la Sagrada Eucaristía, el 13 de octubre de 1955, en el 38 aniversario del milagro del sol en Fátima. Sus últimas palabras, entre murmuraciones, antes de morir fueron: "No lloren por mí, hoy soy inmensamente feliz... por fin me voy al Cielo". Y a los sacerdotes, peregrinos y periodistas que abarrotaban el lugar, le dio un mensaje que debe mover a toda la humanidad: "No pequen mas. Los placeres de esta vida valen NADA. Reciban la Comunión; recen el rosario todos los días. Esto, lo resume TODO".

Oración: Señor mío y Dios mío. Que la tremenda agonía de la beata Alejandrina nos ayude a aliviar las contrariedades de la Vida, y poder ser siempre castos de corazón como lo fué San Eduardo III. Por nuestro Señor Jesucristo, Ayer, Hoy y Siempre. Amén.

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