Sexta
Feria, 19 de julio
San
Símaco, 51ª papa
Nació
en Córcega, y subió al pontificado en el año 498. Discutida su
elección durante mucho tiempo, y negada su legitimidad por el
emperador Atanasio, Teodorico, rey de Italia, se declaró por su
validez, y expulsó al antipapa Lorenzo.
Uno
de los primeros actos de su pontificado, fue la convocatoria, a un
concilio en Roma (marzo de 499); en él se determinó, que sería
pontífice legítimo, el que obtuviese la mayor parte de los
sufragios, del clero romano.
Entretanto,
el emperador Atanasio, publicó un libelo, acusando a Símaco de
maniqueísmo, a pesar de que el pontífice, había desterrado a
muchos de éstos al África. San Enodio de Pavía, se encargó de
refutar este libelo difamatorio, contra el papa.
Durante
su pontificado, Símaco apoyó económicamente a los obispos de
África, que se encontraban desterrados en Cerdeña, tras las
persecuciones a que los vándalos, de doctrina arriana, habían
sometido a la Iglesia del norte de África. También concedió la
libertad a los esclavos, que mantenía la Iglesia, y asimismo, se le
atribuye la construcción inicial del Palacio Vaticano.
Murió
en 514. en Roma
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San
Arsenio
Anacoreta
de Egipto
(Roma,
354 - Troe, Egipto, 445)
“Apártate
del trato con la gente, y ve a la soledad”
Arsenio
significa: fuerte, valeroso, valiente.
San
Arsenio, fue uno de los monjes más famosos de la antigüedad. Sus
dichos o refranes, fueron enormemente estimados. Las gentes hacían
viajes de semanas y meses, con tal de ir a consultarle, y oír sus
consejos.
Cuando
el emperador Teodosio el Grande, buscaba un buen profesor, para sus
dos hijos, el Papa San Dámaso le recomendó a Arsenio, que era un
senador sumamente sabio, y muy práctico en los consejos que sabia
dar. Y así durante diez años, tuvo que vivir en el palacio
imperial, tratando de educar a los dos hijos del emperador, Arcadio y
Honorio.
Pero
se dio cuenta, de que el uno era demasiado atrevido, y el otro
demasiado apocado, y desilusionado de este fracaso como educador, de
los dos futuros emperadores, se dispuso ofrecerle a Dios otra labor,
que le fuera de mayor utilidad, para su santificación y salvación.
Y
estando un día orando, en medio de una gran crisis espiritual,
mientras le pedía a Dios que le iluminara, sobre lo que debía hacer
para santificarse, oyó una voz que le decía: "Apártate
del trato con la gente, y ve a la soledad".
Entonces, se dispuso ir al desierto a orar, y a hacer penitencia, con
los demás monjes de esa soledad.
Cuando
llegó al monasterio del desierto, los monjes, sabiendo que había
estado viviendo tanto tiempo como senador, y como alto empleado del
Palacio imperial, dispusieron ponerle algunas pruebas, para saber si
en verdad, era apto para esa vida de humillación y mortificación.
El superior lo recibió fríamente, y al llegar al comedor, no lo
hizo sentar a la mesa, sino que lo dejó de pie, junto a su mesa.
Luego, en vez de pasarle un plato de comida, le lanzó una tajada de
pan al piso, y le dijo secamente: "Si
quiere comer algo, recoja eso".
Arsenio
se inclinó humildemente, recogió la tajada de pan, y se sentó en
el suelo a comer.
El superior, al observar este comportamiento
admirable, lo consideró lo suficientemente humilde, como para ser
recibido como monje, y lo aceptó en el monasterio, diciendo a los
demás religiosos: "Éste será un
buen hermano".
Arsenio
había pasado toda su vida, en el alto gobierno, y en lujosos
palacios, tratando con gente de mundo, y conservaba algunas
costumbres mundanas, que los otros monjes, no hallaban como
corregírselas, porque le tenían mucho respeto. Entonces dispusieron
irlo corrigiendo indirectamente, y poco a poco. Así por ejemplo, él
acostumbraba montar la pierna, mientras estaba rezando en la capilla.
Y
los demás para quitarle la tal costumbre, le dijeron a un monje
joven, que mientras rezaban, tuviera la pierna montada, y que ellos
le llamarían la atención por eso. Y así lo hicieron, regañando
fuertemente al joven por esa actitud. Arsenio entendió muy bien la
lección, y se corrigió.
San
Arsenio se hizo famoso, por sus penitencias extraordinarias.
Un día llegó un alto empleado del imperio, a llevarle un documento,
en el cual se le comunicaba, que un senador riquísimo, le dejaba en
herencia todas sus grandes riquezas, y que se fuera a reclamarlas.
El
santo exclamó: "Antes de que él
muriera en su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y avaricias. No
quiero riquezas mundanas, que me impidan adquirir las riquezas del
cielo". Y renunció a todo esto, en favor de los
pobres.
Con
frecuencia, pasaba toda la noche en oración. Los sábados
al anochecer, empezaba a rezar de rodillas, con los brazos en cruz, y
permanecía así, hasta que caía por el suelo desmayado.
Tenía
40 años, cuando abandonó el palacio imperial, donde tenía todas
las comodidades, para irse a un tremendo desierto, donde todo
faltaba. Desde los 40 años y hasta los 95 años, estuvo orando,
ayunando y haciendo penitencias en el desierto, por la conversión de
los pecadores, la extensión de la religión, y el perdón de sus
propios pecados.
Como
hombre de mundo, y de política que había sido, sentía una gran
inclinación a tratar con la gente, y a charlar con los demás, pero
ahora, en cambio, hacía todo lo posible, por retirarse del trato con
todos, y vivir en la más completa soledad.
Cuando
un día, el superior le llamó la atención, porque no se prestaba a
quedarse a charlar, con las numerosísimas personas que iban a
consultarle, y le respondió: "Dios sabe que los quiero con
toda mi alma, y que gozo inmensamente charlando con ellos, pero como
penitencia, tengo que abstenerme lo más que pueda, de las
charlatanerías. El Señor me ha dicho, que si quiero santificarme,
tengo que hacer la mortificación, de apartarme del trato con las
gentes".
En
verdad, que a cada persona, Dios la lleva a la santidad por caminos
diversos. A unos los hace santos, haciendo que se dediquen
totalmente, a tratar con los demás para salvarlos, y a otros les ha
pedido, que con el sacrificio de no tratar tanto con la gente, le
ganen también almas para el cielo.
Por
muchos siglos, han sido enormemente estimados, los dichos o frases
breves, que San Arsenio acostumbraba decir a las gentes. Desde
remotas tierras, iban viajeros, ansiosos de escuchar sus enseñanzas
que eran cortas, pero sumamente provechosas. Recordemos algunos de
sus dichos:
"Muchas
veces, he tenido que arrepentirme de haber hablado. Pero nunca me he
arrepentido, de haber guardado silencio".
"Siempre
he sentido temor, a presentarme al juicio de Dios, porque soy un
pecador".
El
religioso, debe preguntarse frecuentemente: "¿Para
qué abandoné el mundo, y me hice religioso?, y responderse: Me hice
religioso, porque quiero santificarme y salvar mi alma”.
“Si
esto no lo consigo - la santificación - he perdido totalmente mi
tiempo". Esta frase, ha conmovido a muchos
santos. Por ejemplo, San Bernardo, la tenía escrita así en su
habitación: "Bernardo: ¿a qué viniste a la vida religiosa?
- Quiero salvar mi alma y santificarme".
San
Arsenio pedía consejos espirituales, a monjes que eran muchísimo
más ignorantes que él. Le preguntaron por qué lo hacía, y
respondió: "Yo sé idiomas,
literatura, filosofía y política, pero en lo espiritual, soy un
analfabeto. En cambio, estos religiosos, que no hicieron estudios
especiales, son unos especialistas en espiritualidad, y de ello,
saben mucho más que yo".
Un
religioso le preguntó, por qué los sabios del mundo, que conocen
tantas ciencias, y han leído muchos libros, son tan ignorantes, en
lo que se refiere a la santidad, y en cambio, tanta gentecita
ignorante, progresa tan admirablemente en lo espiritual, y el santo
respondió: "Es que la ciencia infla
y llena de orgullo, y en un corazón orgulloso, Dios no hace obras de
arte en santidad. En cambio, los humildes conocen su debilidad, su
ignorancia y su insuficiencia, y ponen toda su confianza en Dios, y
en ellos, sí hace prodigios de santificación, Nuestro Señor".
Arsenio
era muy conocido por su presencia venerable. Alto, flaco, bien
parecido, con una barba larguísima y muy blanca, su hermosa figura
descollaba majestuosamente, entre los demás monjes. Y su santidad,
superaba a la de los demás compañeros.
Las
gentes lo veneraban inmensamente, y sus consejos han sido apreciados
por muchos siglos. Que Arsenio ruegue por nosotros, y nos consiga una
santidad como la suya.
A
los noventa y cinco años, le llevó Dios, lleno de méritos, en el
año 449.
“De
toda palabra indebida, que diga una persona, tendrá que rendir
cuentas el día del juicio”. (Jesucristo, Mt.
12,36).
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Santa
Macrina la Joven
Etimológicamente
significa “resplandeciente”. Viene de la lengua griega.
SANTA
MACRINA LA JOVEN (327-380) nació en el Ponto, cerca del Mar Muerto,
en la actual Turquía, en una familia dotada, con la bendición de la
santidad; fue discípula de San Gregorio, el Taumaturgo..
Santa
Macrina la Joven, fue la primogénita de los diez hijos de Basilio y
Santa Emelia; también era nieta de Santa Macrina la Mayor, en cuyo
honor la bautizaron así.
Tres
de sus hermanos, alcanzaron igualmente la santidad: San
Basilio el Grande, en quien influyó sobremanera, San
Gregorio de Nisa, quien escribió su biografía, y San
Pedro de Sebastea, que fue educado solamente por ella.
A
los 12 años, Santa Macrina la Joven, ya había sido prometida en
matrimonio, pero al morir quien habría de ser su esposo, decidió
que nunca se casaría. Más bien, ella fue de gran ayuda para su
madre, en el cuidado y educación de sus hermanos.
Cuando
su madre quedó viuda, Santa Macrina la Joven, le propuso convertir
su casa, en Anessi, en un claustro, y así comenzaron a llevar una
vida monacal, en la que incluyeron a la servidumbre, en condiciones
completamente igualitarias. Hacia el año 356, este monasterio se
encontraba en pleno auge.
En
el año 373 falleció su madre, y Santa Macrina, pasó a ser la
superiora del monasterio. Su hermano Gregorio, ya había sido
designado Obispo de Nisa, y en el año 379, al pasar éste por
Anessi, a visitar a su hermana, la encontró sumamente enferma.
Después
de haber disfrutado ambos hermanos, de una profunda charla
espiritual, Santa Macrina la Joven, murió en el año 380. Fue
sepultada a poca distancia de su monasterio, en la iglesia de los
Cuarenta Mártires de Sebastea.
SANTA
MACRINA LA JOVEN, nos enseña el valor de encontrar, el justo medio
entre el trabajo activo, y la vida contemplativa.
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Recordamos
hoy también con Amor y Agradecimiento a los siguientes Santos y
Mártires.
-San
Sisenando, diácono y mártir. Nació en Beja (Badajoz);
fue a Córdoba a estudiar, y entró con los jóvenes que se educaban,
en la iglesia de San Acisclo. Después del martirio de sus amigos y
compañeros, Pedro y Walabonso, se propuso imitar su ejemplo, y se
ofreció al cadí, que le decapitó, dejando colgado su cuerpo, a la
puerta del palacio de los emires.
-San
Pablo de Córdoba, diácono y mártir. Son muy pocos los
datos, con los que contamos de este santo cordobés. Debió nacer
hacia finales del siglo VIII, o a principios del IX, en la ciudad de
los califas, la Córdoba española. También sabemos que era diácono,
Como
tal, atiende desde la Iglesia de San Zoilo, a quienes sufren
necesidad, en su Córdoba natal. Después del martirio de San
Sisenando, él es llevado también al patíbulo, ejecutándose la
sentencia, el 20 de julio del año 851.
Su
cuerpo fue dejado a los animales, pero algunos cristianos
consiguieron rescatarlo, y darle sepultura en la iglesia de San
Zoilo, donde había prestado sus servicios.
-San
Epafras; fue discípulo de San Pablo, y ordenado obispo de
Colosos (Asia Menor). Padeció martirio en el siglo II. Su cuerpo,
traído a Roma, se conserva en Santa María la Mayor.
-Santa
Aurea, mártir, hermana de los Santos Adulto y Juan.
Después de enviudar, entró en el monasterio de Cuteclara,
permaneciendo en él más de veinte años, practicando las más
ásperas penitencias. En el año 856, Mohamed mandó degollarla, como
blasfema de Mahoma, y colgar su cuerpo, en un palo junto al
Guadalquivir.
-San
Martín, obispo de Tréveris (Alemania), 210.
-San
Félix, obispo de Verona.
-San
Reticio, obispo de Autun (Francia), 334.
-San
Liberio, obispo de Poitiers.
-San
Ambrosio, abad de Volturne (Italia), 778. Escritor
eclesiástico, muy celebrado, por sus comentarios escriturísticos,
sobre el Cantar de los Cantares, el Apocalipsis, el Levítico, y sus
tratados ascéticos, de El combate de los vicios y las virtudes;
imitación de la Psicomoquia del poeta Prudencio, También escribió
sobre los siete pecados capitales, y varias homilías.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que esta maravillosa constelación de
Santos y Mártires, sea un aliciente, para que nos sintamos
impulsados a recibir tu Gracia, que se derrama como una lluvia
torrencial de Luz y Amor, sobre nuestras cabezas y corazones. Que
ellos nos iluminen y fortalezcan en la Fe y la Devoción, a tu Santo
Nombre. Por Nuestro Señor Jesucristo, que Vive y Reina junto a Tí,
por los Siglos de los Siglos. Amén.
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