Cuarta
Feria, 10 de julio
SAN
CRISTÓBAL
(†
s. III)
Pasaje
con San Cristóbal. Obra de Joachim Patinir
Patrono
de los viajeros, transportistas y conductores. Se le invoca contra
las tempestades, las plagas, y los peligros del mar.
Cristóbal
significa "portador de Cristo"
Breve
La
devoción a San Cristóbal, tomó su forma definitiva, al fin de la
Edad Media. Sabemos con certeza, que hubo un mártir llamado
Cristóbal. El Martirologio Romano afirma, que fue martirizado en
Licia, en el reinado de Decio; como saliese incólume, de la hoguera
y de las flechas, los verdugos le acabaron decapitando.
------------------------------------------------------
Cristóbal
se llamaba Réprobo, antes de su bautismo. Pero con el sacramento,
recibió el nombre de Cristóbal, que significa portador de Cristo,
porque había de llevar a Cristo, de cuatro modos: sobre los hombros;
en el cuerpo por la penitencia; en la mente por la devoción; y en la
boca, por la confesión de la fe y la predicación.
Cristóbal
pertenecía a la tribu de Canaán. Era
increíblemente alto, y su rostro infundía miedo. La
anchura de sus espaldas, era de doce codos. Las historias cuentan,
que cuando vivía en la corte del rey de Canaán, decidió partir, en
busca del más grande príncipe de este mundo, y entrar a su
servicio.
Tan
lejos fue Cristóbal, que llegó a la corte de un gran rey, que tenía
fama de ser el mayor del mundo. Cuando el monarca le vio, le tomó a
su servicio, y le alojó en su palacio.
En
una ocasión, un bardo cantó, delante del soberano, una canción, en
la que mencionaba frecuentemente al demonio. Como el rey era
cristiano, hacía la señal de la cruz, cada vez que oía mencionar
al diablo, y al ver aquello, Cristóbal se preguntaba maravillado,
qué significaba esa señal, y por qué la hacía el soberano.
Tanto
se interesó por aquel misterio, que acabó por interrogar a su amo.
Como el rey, rehusó revelarle el significado de la señal, Cristóbal
le suplicó, y aun le amenazó con abandonar su servicio, si no
obtenía una respuesta. Entonces el rey le respondió: "Siempre
que oigo mencionar al diablo, tengo miedo de que ejerza su poder
sobre mí, y el signo de la cruz, me protege contra sus acechanzas".
Entonces
Cristóbal, dijo al rey: "¿De modo que temes al diablo?. Eso
quiere decir que el diablo, tiene más poder y es mayor que tú. Yo
creía, que tú eras el príncipe más poderoso del mundo. Así pues,
te encomiendo a Dios, porque en este momento, me voy a buscar al
diablo para servirle".
Cristóbal
partió de la corte del rey, y se apresuró a buscar al diablo.
Pasando por un desierto, vio una gran comitiva de caballeros. El más
cruel y horrible de ellos, se acercó a Cristóbal, y le preguntó
adónde iba. Cristóbal le respondió: "Voy a buscar al
diablo para servirle". Y el caballero le dijo: "Yo
soy el que buscas".
Cristóbal
se alegró mucho al saberlo, e inmediatamente, le prometió servirle
lealmente, y tenerle por señor hasta la muerte. Un día, que iban
por un camino real, encontraron una cruz plantada al borde. En
cuanto el diablo vio la cruz, echó a correr lleno de miedo,
y condujo a Cristóbal a través de un desierto, para alejarse de la
cruz, y luego de dar un rodeo, volvieron a tomar el camino real.
Cristóbal,
muy asombrado, preguntó al diablo, por qué había abandonado el
camino real, y le había conducido, a través de un desierto tan
árido. Pero el diablo, no quería responderle. Entonces Cristóbal
le dijo: "Si no me respondes, abandonaré tu servicio".
Viéndose
obligado a contestarle, el diablo le dijo: "Hubo un hombre
llamado Cristo, que fue crucificado. Y siempre que veo una cruz,
tengo miedo y me echo a correr". Cristóbal declaró: "Eso
quiere decir que Cristo, es más grande y más poderoso que tú. Veo
pues, que me he esforzado en vano, por encontrar al Señor más
poderoso del mundo. En este mismo momento, abandono tu servicio.
Prosigue tu camino, porque yo me voy en busca de Cristo".
Después
de mucho caminar, y preguntar dónde podría encontrar a Cristo,
Cristóbal llegó a la morada de un ermitaño del desierto. El
ermitaño le habló de Cristo, le instruyó diligentemente en la fe,
y le dijo: "El Rey a quien buscas,
exige de ti, el servicio de ayunar frecuentemente".
Cristóbal
le respondió: "Pídeme otra cosa, pues yo soy incapaz de
ayunar". El ermitaño replicó: "Entonces
tienes que velar, y hacer mucha oración". Y
Cristóbal respondió: "No sé lo que es hacer oración, de
suerte que tampoco, puedo obedecer este mandato".
Entonces
el ermitaño le dijo: "¿Conoces el río profundo, de
peligrosa corriente, en el que han perecido muchas personas?".
Cristóbal respondió: "Sí, lo conozco muy bien".
El ermitaño replicó: "Como eres muy alto y erguido, y tus
músculos son muy fuertes, debes irte a vivir a la orilla de ese río,
y transportar sobre tus hombros, a cuantos quieran atravesarlo. Ese
servicio, agradará sin duda al Señor Jesucristo, a quien tú
buscas. Espero que Él, se te mostrará algún día".
Cristóbal
partió hacia el río, y se construyó una morada en la orilla. Para
vadear el río, empleaba un enorme bastón, a manera de cayado, y
transportaba sin cesar, a toda clase de gente de una orilla a otra.
Y ahí vivió muchos años, trabajando como hemos dicho.
"Cierta
noche, cuando dormía en su choza, oyó la voz de un niño, que le
llamaba: "Cristóbal, ven a
transportarme". Cristóbal se despertó y salió,
pero no vio a nadie. Volvió a entrar en su morada y oyó, por
segunda vez, la misma voz; inmediatamente acudió, pero no encontró
a nadie.
Al
oír el llamado por tercera vez, Cristóbal salió a buscar
detenidamente, y encontró, a la orilla del río, a un niño que le
pidió amablemente, que le transportase a la otra orilla. Cristóbal
subió al niño en sus hombros, tomó su cayado, y empezó a vadear
la corriente. Pero las aguas empezaron a subir, y el niño pesaba
como el plomo. Cuanto más avanzaba Cristóbal, más
crecía la corriente, y más pesado se hacía el niño, de suerte que
Cristóbal, tuvo miedo de perecer ahogado.
Sin
embargo, con gran esfuerzo, pudo llegar a la otra orilla. Entonces
dijo al pequeño: "Niño, me has
puesto en un grave peligro. Me pesabas, como si cargase el mundo
sobre mis hombros. ¡Nunca había soportado un peso tan grande como
el tuyo, que eres tan pequeño!".
Y
el niño respondió: "No te
maravilles por ello, Cristóbal. No has cargado al mundo, pero
llevaste sobre los hombros, al Creador del mundo. Yo soy Jesucristo,
el Rey a quien sirves con tu trabajo. Y para que sepas que digo la
verdad, planta tu cayado junto a tu casa, y yo te prometo que mañana,
tendrá flores y frutos".
Dicho
esto, desapareció el niño. Cristóbal plantó su cayado, y cuando
se levantó a la mañana siguiente, el palo seco, era como una
palmera llena de hojas, de flores y de dátiles.
Cristóbal
fue entonces, a la ciudad de Licia. Como no
entendía el idioma de los habitantes, pidió al Señor que le
ayudase, y Dios le concedió el entendimiento, de aquella lengua
extraña. Mientras Cristóbal hacía su oración en alta
voz, las gentes que lo observaban, juzgaron que estaba loco, y lo
dejaron en paz. Cuando Cristóbal, empezó a entender el idioma de
los habitantes de Licia, se cubrió el rostro, y escuchó lo que se
hablaba.
Así
se enteró, de lo que sucedía en la ciudad, y sin tardanza, se
dirigió al sitio en que los jueces, condenaban a muerte a los
cristianos, y les reconfortó en Cristo. Entonces, los magistrados le
abofetearon. Cristóbal les dijo: "Si no fuese cristiano, me
vengaría de esta injuria".
En
seguida, plantó su cayado en la tierra, y pidió al Señor que lo
hiciese florecer y fructificar, para convertir al pueblo. Y así
sucedió inmediatamente, y se convirtieron ocho mil hombres. Entonces
el rey, envió a dos caballeros, para que trajesen prisionero a
Cristóbal. Los caballeros encontraron a Cristóbal en oración, y no
se atrevieron a comunicarle la orden del rey.
El
monarca envió entonces, a otros dos caballeros, los cuales se
arrodillaron a orar con Cristóbal. Cuando éste terminó su oración,
preguntó a los caballeros: "¿Qué buscáis?".
Cuando los caballeros, vieron el rostro de Cristóbal, le dijeron:
"El rey nos ha enviado para que te llevemos prisionero".
Cristóbal les dijo: "Si yo quisiera, no podríais llevarme
prisionero". Los caballeros replicaron: "Si quieres
quedar libre, vete pronto y nosotros diremos al rey, que no te hemos
encontrado". Pero Cristóbal respondió: "No será
así, sino que iré con vosotros".
Entonces
Cristóbal, convirtió a los caballeros a la fe, y les pidió que le
atasen las manos a la espalda, y le llevasen a la presencia del rey.
Cuando el monarca vio a Cristóbal, sintió
tan gran temor, que se cayó del trono, y sus servidores le ayudaron
a levantarse.
Entonces
el rey, le preguntó al prisionero su nombre, y su país de origen.
Cristóbal respondió: "Antes de mi bautismo, me llamaba
Réprobo, y ahora me llamo Cristóbal, que significa "portador
de Cristo"; antes de mi bautismo, era yo cananeo, y ahora soy
cristiano".
El
rey replicó: "Tienes un nombre absurdo, porque das
testimonio de Cristo, un hombre que fue crucificado, y no pudo
salvarse, de suerte que tampoco podrá defenderte a ti. ¿Por qué te
niegas a sacrificar a los dioses, maldito cananeo?".
Cristóbal respondió: "Con razón te llamas Dagnus, pues
eres la ruina del mundo, y discípulo del demonio. Tus dioses, han
sido hechos por manos de hombres".
Y
el rey le dijo: "Tú te educaste entre bestias salvajes; por
ello hablas un idioma salvaje, y dices palabras, que los hombres no
entienden. Si ofreces sacrificios a los dioses, te colmaré de
regalos y honores; pero si te niegas, te destruiré y aplastaré, con
horribles penas y torturas".
Como
Cristóbal se negase, a ofrecer sacrificios a los dioses, el rey le
encarceló. También mandó decapitar a los caballeros, que había
enviado a buscarle, y se habían convertido al cristianismo.
En
seguida, envió al calabozo de Cristóbal, a dos hermosas mujeres,
llamadas Nicea y Aquilina, y les prometió ricos presentes, si
conseguían hacer pecar a Cristóbal. Al ver a las mujeres, Cristóbal
se arrodilló a hacer oración. Pero como ellas, empezasen a
abrazarle, Cristóbal se levantó y les dijo: "¿Qué
queréis?. ¿Para qué habéis venido?".
Las
mujeres, asustadas de la santidad, que se reflejaba en el rostro de
Cristóbal, le dijeron: "Hombre de
Dios, apiádate de nosotras, para que creamos, en el Dios que tú
predicas".
Al
enterarse de aquella conversión, el rey mandó que trajesen a su
presencia, a las mujeres, y les dijo: "Os habéis dejado
engañar. Pero juro por mis dioses, que si no les ofrecéis
sacrificios, pereceréis al punto de mala muerte".
Y
las mujeres respondieron: "Si quieres que ofrezcamos
sacrificios, manda limpiar la plaza, y ordena que todo el pueblo, se
reúna en ella". Cuando quedó cumplida la orden del rey,
las mujeres entraron en el templo, y enredando sus guirnaldas, en el
cuello de los ídolos, los derribaron, y los hicieron pedazos. En
seguida, dijeron a los presentes: "Id a buscar a los médicos
y a las brujas, para que curen a vuestros dioses".
Entonces
el rey mandó ahorcar a Aquilina, y colgarle de los pies, una pesada
roca para que se desgarrasen los miembros. Cuando Aquilina murió, y
pasó al Señor, su hermana Nicea, fue arrojada a una hoguera, pero
salió de ella totalmente ilesa. Entonces, los verdugos le cortaron
la cabeza, y así murió.
Cristóbal
compareció de nuevo ante el rey, quien ordenó que le golpeasen con
varillas de hierro, que le colocasen sobre la cabeza una cruz de
hierro, al rojo vivo, que le sentasen sobre una silla de hierro, y
encendiesen fuego debajo de ella, y que vertiesen sobre el mártir,
pez hirviente. Pero el asiento se derritió,
y Cristóbal se levantó sin una sola herida.
Viendo
esto, el rey mandó que le atasen a una gran estaca, y que cuarenta
arqueros, disparasen sus flechas contra él. Pero ninguno de los
arqueros, pudo dar en el blanco, porque las flechas se desviaron en
el aire, y no tocaron a Cristóbal. El rey, creyendo que Cristóbal
había sido atravesado por las flechas, le dirigió la palabra;
entonces una de las flechas, cambió súbitamente de dirección, y
fue a clavarse en el ojo del rey.
Cristóbal
le dijo: "Tirano, yo me voy ahora mismo, pero haz un poco de
lodo, con mi sangre, úngete con él el ojo, y así recobrarás la
vista." Entonces el rey mandó que le cortasen la cabeza.
Cristóbal hizo su oración, y el verdugo lo decapitó. Tal fue el
martirio de Cristóbal.
Entonces,
el rey hizo un poco de lodo con su sangre, se lo puso en el ojo, y
dijo: "En el nombre de Dios y de Cristóbal". E
inmediatamente quedó curado. El rey creyó entonces en Dios, y mandó
que fuesen decapitados, todos los que blasfemasen de Dios, o de San
Cristóbal.
Así
cuenta la "Leyenda Dorada" la historia de San Cristóbal.
La devoción al Santo es tan famosa, en Oriente como en Occidente. De
ahí procede la creencia, de que quien mira una imagen de San
Cristóbal, no sufrirá daño alguno. Por ello, se acostumbraba
poner, en las puertas de las iglesias, grandes estatuas del santo,
para que todos los que entraban en ellas, viesen su imagen.
San
Cristóbal era en la antigüedad, el patrono de los viajeros, y los
cristianos le invocaban contra las tempestades, las plagas, y los
peligros del mar. En la actualidad, el santo es muy
popular, como patrono de los conductores de automóviles.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, concede por los méritos y la intercesión
de San Cristóbal, todas tus bendiciones, para la tripulación y
pasajeros embarcados en todo el mundo, y así lleguen con bien a sus
destinos, y puedan también regresar, de igual modo a sus hogares.
Que sepamos ofrecerte diariamente, los dones que nos diste, en favor
de nuestros hermanos, para que así todo florezca, por medio de tu
Santo Nombre, y poder ayudarte a transportar nuestra pesada Cruz,
que Tú llevas sobre tus hombros. A Tí Señor, que cuidaste de los
Apóstoles en medio de la tempestad. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario