viernes, 29 de junio de 2018


Sexta Feria, 29 de Junio

Fiesta de San Pedro y San Pablo

SAN PABLO

Apóstol de los Gentiles

Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”


Artista: Carlo Crivelli, 1473. Holandés

Breve

Mientras iba a la ciudad de Damasco, para continuar su persecución contra los cristianos, y hacerles renegar de su fe, Jesucristo se le apareció, y tirándolo por suelo, le pregunta: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» Hechos 9,4.

Este hecho crucial en la vida de este héroe cristiano, lo hizo transformarse profundamente, y quedando ciego por tres días, se abrió a la Luz al cabo de ese tiempo, como una conmemoración de la Resurrección del Señor.

Hay un punto también crucial en el mensaje del Divino Maestro. No le dice a San Pablo, “¿por qué persigues a la Iglesia cristiana? etc”...Dice concretamente “¿Por qué ME persigues?”. Es una confirmación que la Iglesia es Él mismo, parte indivisible de su Cuerpo Místico, y no una invención de los Apóstoles.

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25 de Enero: fiesta de su conversión.

¿Era San Pablo sacerdote?
No solo era San Pablo sacerdote, sino también Obispo. Como Obispo, él ordenó a otros Obispos, entre ellos a Tito y a Timoteo. A este último, le escribe: "Por eso te recomiendo, que reavives el don de Dios, que has recibido por la imposición de mis manos" 2 Tim 6. En las cartas que San Pablo les escribió, vemos que ellos eran los pastores de sus comunidades.

Cuando Pablo fue tirado por tierra, fue capaz de entregarle a Cristo, absolutamente todo su ser. Más tarde pudo decir "ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí".

Pablo escribió 13 cartas, que forman parte del Nuevo Testamento, y están dirigidas a las comunidades de gentiles, paganos convertidos por su predicación. En ellas les exhorta, les guía en la fe, y enseña sobre ética y doctrina. Estas cartas son inspiradas por el Espíritu Santo, y forman parte de la revelación divina.

Es decir, son Palabra de Dios, y por medio de ellas, Dios mismo se da a conocer. Pablo es el instrumento en esta comunicación divina, pero al mismo tiempo, las cartas nos ayudan a conocer al autor humano. Reflejan su personalidad, sus dones, y sus luchas intensas. Otras fuentes que nos ayudan a conocer al Apóstol, son los Hechos de los Apóstoles, escritos por San Lucas, y ciertos libros no canónicos.

Pablo nació de una familia judía acomodada, de la tribu de Benjamín, en Tarso de Cilicia (hoy Turquía). Su nombre semítico era Saulo. No sabemos cuando comenzó a llamarse con el nombre latino de Pablo. Por ser Tarso una ciudad griega, gozó de ciudadanía romana. La fecha de su nacimiento, se calcula alrededor del año 3 A.D. Según se cree, Jesús nació alrededor del 6 o 7 B.C. Entonces Jesucristo sería sólo unos 10 años mayor que San Pablo.

Aunque criado en una ortodoxia rigurosa, mientras vivía en su hogar de Tarso, estuvo bajo la influencia liberal de los helenistas, es decir de la cultura griega, que en ese tiempo, había penetrado todos los niveles de la sociedad en el Asia Menor. Se formó en las tradiciones y culturas judaicas, romanas y griegas.

Siendo joven, no sabemos la edad, Saúl fue a estudiar en Jerusalén, en la famosa escuela rabínica dirigida por Gamaliel. Además de estudiar la ley y los profetas, allí aprendió un oficio como era la costumbre. El joven Saúl escogió el de construir tiendas. No se sabe, si jamás vió a Jesús antes de su crucifixión, pues no cuenta nada sobre ello.

Hacia el año 34, Saúl aparece como un recto joven fariseo, fanáticamente dispuesto contra los cristianos. Creía que la nueva secta, era una amenaza para el judaísmo, por lo que debía ser eliminada, y sus seguidores castigados. Se nos dice en los Hechos de los Apóstoles, que Saúl estuvo presente aprobando cuando San Esteban, el primer mártir, fue apedreado y muerto.

Fue poco después, que Pablo experimentó la revelación, que iba a transformar su vida. Mientras iba a la ciudad de Damasco, para continuar su persecución contra los cristianos, y hacerles renegar de su fe, Jesucristo se le apareció, y tirándolo por suelo, le pregunta: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» Hechos 9,4.

Por la luz sobrenatural quedó ciego. Pablo ante el Señor, se entregó totalmente: -"Señor, ¿qué quieres que haga?”. Jesús le pide un profundo acto de humildad, ya que se debía someter a quienes antes perseguía: -"Vete donde Ananías, y él te lo dirá". Después de su llegada a Damasco, siguió su conversión, la sanación de su ceguera por el discípulo Ananías, y su bautismo.

Pablo aceptó ávidamente la misión de predicar el Evangelio de Cristo, pero como todos los santos, vio su indignidad, y se apartó del mundo para pasar tres años en Arabia, en meditación y oración, antes de iniciar su Apostolado. Hacía falta mucha purificación. Jesucristo lo constituyó Apóstol de una manera especial, sin haber convivido con Él.

Es pues el último Apóstol constituido. "Y en último término, se me apareció también a mí, como a un abortivo". Primera Carta a los Corintios 15:8. Su vida es totalmente transformada en Cristo: "Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida, a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida, ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura, para ganar a Cristo" (Filipenses 3,7-8).

Desde entonces era un hombre verdaderamente nuevo, y totalmente movido por el Espíritu Santo, para anunciar el Evangelio con poder. Saúl desde ahora, se llamará con el nombre romano: Pablo.

Él por su parte, nunca descansó de sus labores. Predicación, escritos y fundaciones de iglesias, sus largos y múltiples viajes por tierra y mar, con al menos cuatro viajes apostólicos, tan repletos de aventuras, podrán ser seguidos por cualquiera que lea cuidadosamente, las cartas del Nuevo Testamento.

No podemos estar seguros, si las cartas y evidencias que han llegado hasta nosotros, contienen todas las actividades de San Pablo. Él mismo nos dice que fue apedreado, azotado, que naufragó tres veces, aguantó hambre y sed, noches sin descanso, peligros y dificultades. Fue preso, y además de estas pruebas físicas, sufrió muchos desacuerdos, y casi constantes conflictos, los cuales soportó con gran entusiasmo por Cristo, por las muchas y dispersas comunidades cristianas.

Tuvo una educación natural, mucho mayor que los humildes pescadores, que fueron los primeros Apóstoles de Cristo. Decimos "educación natural", porque los otros apóstoles tuvieron al mismo Jesús de maestro, recibiendo así una educación divina.

Ésta también la recibió San Pablo, por la gracia de la revelación. Siendo docto, tanto en la sabiduría humana como en la divina, Pablo fue capaz de enseñar, que la sabiduría humana, es nada en comparación con la divina: "Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría". Romanos 12,16.

A Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío, y la predicación de Jesucristo: revelación de un Misterio, mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al presente, por la Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles, para obediencia de la fe, a Dios, el único sabio, por Jesucristo, ¡a Él la gloria, por los siglos de los siglos!. Amén”. Romanos 16,25-27

Pablo inició su predicación en Damasco. Aquí la rabia de los judíos ortodoxos, contra este "traidor" era tan fuerte, que tuvo que escaparse, dejándose bajar de la pared de la ciudad en una canasta. Al llegar a Jerusalén, fue sentenciosamente vigilado por los judíos cristianos, porque no podían creer que él, que tanto los había perseguido. se había convertido.

De regreso a su ciudad nativa de Tarso, otra vez se unió Barnabás, y juntos viajaron a la Antioquía siriana, donde encontraron tantos seguidores, que fue fundada la iglesia por la constancia de los primeros cristianos. Fue aquí donde los discípulos de Jesús,ueron llamados cristianos por primera vez - del Griego Christos, los Ungidos.

Después que regresaron a Jerusalén, una vez más para asistir a los miembros de la iglesia, que estaban escasos de alimentos, estos dos misioneros, regresaron a Antioquía, y después navegaron a la isla de Chipre; durante su estancia convirtieron al procónsul, Sergius Paulus.

Una vez más, en tierra de Asia Menor, cruzaron las Montañas Taurus, y visitaron muchos pueblos del interior, particularmente aquellos en que habitaban judíos. Generalmente en estos lugares, Pablo primero visitaba las sinagogas, y predicaba a los judíos; si ellos lo rechazaban, entonces predicaba a los gentiles.

En Antioquía de Pisid, Pablo lanzó un discurso memorable a los judíos, concluyendo con estas palabras: Hechos 13,46-47. Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a vosotros, en primer lugar, la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis, y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra» .

Después de esto, Pablo y Bernabé volvieron a Jerusalén, donde los ancianos trataban el tema de la posición de la Iglesia, todavía en su mayoría formada por miembros judíos, hacia los gentiles convertidos. La cuestión de la circuncisión fue problemática, porque para los judíos era importante, que los gentiles se sometieran a este requisito de la ley judía.

Pablo se mostró en contra de la circuncisión, no porque quisiera hacer un cristianismo fácil, sino porque comprendía, que el Espíritu ahora requería una circuncisión del corazón, una transformación interior.

La ley no puede justificar al hombre, sino sólo la gracia recibida por medio de Jesucristo. Vivir esta gracia es, sin embargo, un reto aun más radical que el que presenta la ley, y exige una entrega total. Esta llamada a la gracia, y a la respuesta total hasta la muerte, forma parte esencial de su enseñanza y de su vida.

La segunda jornada misionera, la cual duró del año 49 al 52, llevó Pablo a Silas, su nuevo asistente a Frigia, Galacia, Troas, y a través de tierra de Europa, a Filipos en Macedonia. Lucas el médico, era ahora un miembro del grupo, y en el libro de los Hechos, él nos da un relato que ellos fueron a Tesalónica, y después bajó a Atenas y Corinto.

En Atenas, Pablo predicó en el Areópago, y sabemos que algunos de los estoicos y epicureanos, lo escucharon y discutieron con él informalmente, atraídos por su intelecto vigoroso, su personalidad magnética, y su enseñanza ética.

Pero más importante, el Espíritu Santo tocaba los corazones de aquellos, que abriendo su corazón, podían comprender que Pablo, tenía una sabiduría nunca antes enseñada.

Pasando a Corinto, se encontró en el mismo corazón del mundo greco-romano, y sus cartas de este período, muestran que él está consciente, de la gran ventaja en su contra, de la lucha incesante contra el escepticismo, e indiferencia pagana.

Él sin embargo, se quedó en Corinto por 18 meses, y se encontró con un éxito considerable. Un matrimonio, Aquila y Priscila, se convirtieron, y llegaron a ser muy valiosos servidores de Cristo. Volvieron con él al Asia.

Fue durante su primer invierno en Corinto, que Pablo escribió las primeras cartas misioneras. Estas muestran, su suprema preocupación por la conducta, y revelan la importancia, de que el hombre reciba la inhabitación del Espíritu Santo, ya que solo así hay salvación y poder para el bien.

La tercera jornada misionera, cubrió el periodo del 52 a 56. En Éfeso, ciudad importante de Lidia, donde el culto a la diosa griega Artemisa era muy popular. Pablo fue motivo de un disturbio público, ya que los comerciantes, veían peligrar sus negocios de imágenes de plata de la diosa que allí florecía. Después, en Jerusalén, causó una conmoción al visitar el templo; fue arrestado, tratado brutalmente y encadenado.

Pero cuando fue ante el tribunal, él se defendió de tal forma, que sorprendió a sus opresores. Fue llevado a Cesarea por el rumor de algunos judíos en Jerusalén, que lo habían acusado falsamente de haber dejado entrar a gentiles en el templo. Así planeaban matarlo.

Fue puesto en prisión en Cesarea, esperando juicio por aproximadamente dos años bajo el procónsul Félix y Festus. Los gobernadores romanos, deseaban evitar problemas entre judíos y cristianos, por lo que postergaron su juicio de mes a mes.

Pablo al final apeló al Emperador, demandando el derecho legal de un ciudadano romano, de tener su juicio, escuchado por el mismo Nerón. Fue entonces colocado bajo la custodia de un centurión, el cual lo llevó a Roma. Los Hechos de los Apóstoles, lo dejan en la ciudad imperial esperando su tribunal.

Aparentemente la apelación de Pablo fue un éxito, porque hay evidencia de otra jornada misionera, probablemente a Macedonia. En esta última visita a las comunidades cristianas, se cree que nombró a Tito obispo en Creta, y a Timoteo en Efeso. Volviendo a Roma, fue una vez mas arrestado. Su espíritu no decae ante las tribulaciones, porque sabe en quien ha puesto su confianza.

Por este motivo, estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien, en quién tengo puesta mi Fe, y estoy convencido de que es poderoso, para guardar mi depósito hasta aquel día”. Segunda Carta a Timoteo 1,12.

La vida de Cristo en San Pablo, lo transforma en hombre nuevo, lleno de la gracia y conocimiento de Dios. Es capaz de comunicar la vida de Cristo.

Murió el "hombre viejo" (cf. Romanos 6,6.11; Flp 3,10). Nace el "hombre nuevo" (2Cor 5,17; Gal 5,1). Ahora la vida de Cristo, es su vida (cf. Col 2,12-13; Rm 6,8; 2Tim 2,11). Está plenamente identificado con ÉL (cf. Flp 3,12). Ofrece su vida con su Señor, en su misterio de pasión, muerte y resurrección (Rm 6,3-4), para completar lo que falta, en su propia carne, a la pasión de Cristo (cf. Col 1,24). Está lleno de agradecimiento, porque Cristo "se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2,20; cf 1,4; Ef 5,2; Jn 10,10).

Pablo es el libre prisionero de Cristo (cf. Hch 20,22); ya no se pertenece, sino que su vivir, amar y morir es Cristo Jesús (cf. Gal 2,20). Amar a Cristo, es inseparable de amar, a aquellos que le han sido confiados, con el mismo amor de Cristo. Ese amor es superior, a los meros esfuerzos humanos; es el amor divino que ha recibido, que no escatima en nada, para llevar al amado a Cristo (cf. 1Cor 4,14-17; 2Cor 6,13; 11,2; 12,15; 1Tes 2,7.10-11; Fil 10; Gal 4,19).

Después de dos años de estar encadenado en la cárcel Mamertina, que puede ser aun visitada en Roma, sufrió martirio en Roma, al mismo tiempo que el Apóstol Pedro, Obispo de la Iglesia de Roma. San Pablo, por ser romano, no fue crucificado, sino degollado.

Según una antigua tradición, su martirio fue cerca de la Via Hostia, donde hoy está la abadia de Tre Fontana, llamada así por tres fuentes, que según la tradición, surgieron cuando su cabeza, separada ya del cuerpo, rebotó tres veces.

Las inscripciones del segundo y tercer siglo en las catacumbas, nos dan evidencia de un culto a los Santos Pedro y Pablo. Esta devoción, nunca ha disminuido en popularidad.

En el arte cristiano, San Pablo normalmente es pintado, como un hombre calvo con barba negra, pero vigoroso e intenso. Cerca del lugar de su martirio se levantó una preciosa basílica mayor: San Pablo extramuros.

Sus restos junto con los de San Pedro, están bajo el altar mayor de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, sede de la Iglesia Católica.

San Pablo, que al final dijo: "He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la Fe" -II Timoteo 4,7. Nos ha dado la Palabra de Dios, que nos fortalece para nuestras luchas, y salir como él, victoriosos. Es por lo tanto esencia, que meditemos asiduamente sus cartas, como toda la Palabra de Dios, que encontramos en la Santa Biblia. Allí encontraremos la Sabiduría.

¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios!. ¡Cuán insondables son sus designios, e inescrutables sus caminos!” -Romanos 11,33

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Benedicto XVI, 25 Octubre, 2006

San Pablo de Tarso

La Revolución de Dios

San Juan Crisóstomo, le exalta como personaje superior, incluso a muchos ángeles y arcángeles (Cf. «Panegírico» 7, 3).

Dante Alighieri, en la Divina Comedia, inspirándose en la narración de Lucas, en los Hechos de los Apóstoles (Cf 9, 15), le define simplemente como «vaso de elección» (Infierno 2, 28), que significa: instrumento escogido por Dios.

Otros le han llamado, el «decimotercer Apóstol», --y realmente él insiste mucho en el hecho de ser un auténtico Apóstol, habiendo sido llamado por el Resucitado, o incluso «el primero después del Único».

Ciertamente, después de Jesús, él es el personaje de los orígenes, del que más estamos informados. De hecho, no sólo contamos con la narración que hace de él Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, sino también de un grupo de cartas, que provienen directamente de su mano, y que sin intermediarios, nos revelan su personalidad y pensamiento.

Lucas nos informa, que su nombre original era Saulo (Cf. Hechos 7,58; 8,1 etc.), en hebreo Saúl (Cf. Hechos 9, 14.17; 22,7.13; 26,14), como el rey Saúl (Cf. Hechos 13,21), y que era un judío de la diáspora, dado que la ciudad de Tarso, se sitúa entre Anatolia y Siria.

Muy pronto había ido a Jerusalén, para estudiar a fondo la Ley mosaica, a los pies del gran rabino Gamaliel (Cf. Hechos 22,3). Había aprendido también, un trabajo manual y rudo, la fabricación de tiendas (cf. Hechos 18, 3), que más tarde le permitiría sustentarse personalmente, sin ser un peso para las Iglesias (Cf. Hechos 20,34; 1 Corintios 4,12; 2 Corintios 12, 13-14).

Para él, fue decisivo conocer la comunidad, de quienes se profesaban discípulos de Jesús. Por ellos, tuvo noticia de una nueva fe, un nuevo «camino», como se decía, que no ponía en el centro la Ley de Dios, sino la persona de Jesús, crucificado y resucitado, a quien se le atribuía la remisión de los pecados.

Como judío celoso, consideraba este mensaje inaceptable; es más, le parecía escandaloso, y sintió el deber de perseguir a los seguidores de Cristo, incluso fuera de Jerusalén. Precisamente, en el camino hacia Damasco, a inicios de los años treinta, Saulo, según sus palabras, fue « alcanzado por Cristo Jesús» (Filipenses 3, 12).

Mientras Lucas cuenta el hecho con abundancia de detalles, --la manera en que la luz del Resucitado le alcanzó, cambiando fundamentalmente toda su vida-- en sus cartas, él va directamente a lo esencial, y habla no sólo de una visión (Cf. 1 Corintios 9,1), sino de una iluminación (Cf. 2 Corintios 4, 6), y sobre todo de una revelación, y una vocación en el encuentro con el Resucitado (Cf. Gálatas 1, 15-16).

De hecho, se definirá explícitamente «Apóstol por vocación» (Cf. Romanos 1, 1; 1 Corintios 1, 1) o «Apóstol por voluntad de Dios» (2 Corintios 1, 1; Efesios 1,1; Colosenses 1, 1), como queriendo subrayar, que su conversión no era el resultado de bonitos pensamientos, de reflexiones, sino el fruto de una intervención divina, de una gracia divina imprevisible.

A partir de entonces, todo lo que antes constituía para él un valor, se convirtió paradójicamente, según sus palabras, en pérdida y basura (Cf. Filipenses 3, 7-10). Y desde aquel momento, puso todas sus energías, al servicio exclusivo de Jesucristo y de su Evangelio. Su existencia, se convertirá en la de un Apóstol, que quiere «hacerse todo en todos» (1 Corintios 9,22) sin reservas.

De aquí, se deriva una lección muy importante para nosotros: lo que cuenta es poner en el centro de la propia vida a Jesucristo, de manera que nuestra identidad, se caracterice esencialmente por el encuentro, la comunión con Cristo, y su Palabra. Bajo su luz, cualquier otro valor, debe ser recuperado y purificado, de posibles escorias.

Otra lección fundamental dejada por Pablo, es el horizonte espiritual que caracteriza a su Apostolado. Sintiendo agudamente, el problema de la posibilidad para los gentiles, es decir de los paganos, de alcanzar a Dios, que en Jesucristo crucificado y resucitado, ofrece la salvación a todos los hombres sin excepción, se dedicó a dar a conocer este Evangelio, literalmente «buena noticia», es decir, el anuncio de gracia, destinado a reconciliar al hombre con Dios, consigo mismo y con los demás.

Desde el primer momento, había comprendido, que ésta es una realidad que no afectaba sólo a los judíos, a un cierto grupo de hombres, sino que tenía un valor universal, y afectaba a todos.

La Iglesia de Antioquia de Siria, fue el punto de partida de sus viajes, donde por primera vez, el Evangelio fue anunciado a los griegos, y donde fue acuñado también el nombre de «cristianos» (Cf. Hechos 11, 20.26), es decir, creyentes en Cristo.

Desde allí, tomó rumbo en un primer momento hacia Chipre, y después en diferentes ocasiones, hacia regiones de Asia Menor, (Pisidia, Licaonia, Galacia), y después a las de Europa, (Macedonia, Grecia). Más reveladoras, fueron las ciudades de Éfeso, Filipos, Tesalónica, Corinto, sin olvidar tampoco Berea, Atenas y Mileto.

En el apostolado de Pablo, no faltaron dificultades, que él afrontó con valentía, por amor a Cristo. Él mismo recuerda que tuvo que soportar «trabajos…, cárceles…, azotes; peligros de muerte, muchas veces…Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué… Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez.

Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias» (2 Corintios 11,23-28). En un pasaje de la Carta a los Romanos (Cf. 15, 24.28), se refleja su propósito de llegar hasta España, hasta el confín de Occidente, para anunciar el Evangelio por doquier, hasta los confines de la tierra entonces conocida.

¿Cómo no admirar a un hombre así?. ¿Cómo no dar gracias al Señor, por habernos dado un Apóstol de esta talla?. Está claro, que no hubiera podido afrontar situaciones tan difíciles, y a veces tan desesperadas, si no hubiera tenido una razón de valor absoluto, ante la que no podía haber límites.

Para Pablo, esta razón, lo sabemos, es Jesucristo, de quien escribe: «El amor de Cristo nos apremia… murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para Aquel, que murió y resucitó por ellos» (2 Corintios 5,14-15), por nosotros, por todos.

De hecho, el Apóstol ofrecerá su testimonio supremo, con la sangre bajo el emperador Nerón aquí, en Roma, donde conservamos y veneramos sus restos mortales.

Clemente Romano, mi predecesor en esta sede apostólica, en los últimos años del siglo I, escribió: «Por celos y discordia, Pablo se vio obligado a mostrarnos, cómo se consigue el premio de la paciencia… Después de haber predicado la justicia a todos en el mundo, y después de haber llegado hasta los últimos confines de Occidente, soportó el martirio ante los gobernantes; de este modo, se fue de este mundo, y alcanzó el lugar santo, convertido de este modo, en el más grande modelo de perseverancia» (A los Corintios 5). Que el Señor nos ayude a vivir, la exhortación que nos dejó el Apóstol en sus cartas: «Sed mis imitadores, como lo soy de Cristo» (1 Corintios 11, 1).

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Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, concédenos la gracia, de ya no vivir por nosotros mismos, sino que convierte nuestra Vida y nuestro Cuerpo, en Tu Tabernáculo Eterno, y podamos decir con San Pablo: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. Amén.

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