Sábado
9 de junio
SAN
EFRÉN de SIRIA
Diácono y doctor
(306-373)
San
Efrén - El texto griego que lleva en la mano lee: "Hermano,
camina por el camino estrecho y sálvate”. Kontoglou, Photios.
Monasterio de la Transfiguración, Brookline, MA, EEUU
Efrén:
"fructífero" (que da mucho fruto)
Diácono, Doctor de la Iglesia, escritor eclesiástico. Llamado "el arpa del Espíritu Santo"
Diácono, Doctor de la Iglesia, escritor eclesiástico. Llamado "el arpa del Espíritu Santo"
“No
hay más auxilio para el muerto, que el de los sacrificios que le
ofrecen los vivos”
“Da
gracias por lo que has recibido, y no te entristezcas por la
abundancia sobrante”
Breve
San
Efrén alcanzó gran fama como maestro, orador, poeta, comentarista y
defensor de la fe. Es el único de los Padres sirios, a quien se
honra como Doctor de la Iglesia Universal, desde 1920. En Siria,
tanto los católicos, como los separados de la Iglesia, lo llaman el
"Arpa del Espíritu Santo",
y todos han enriquecido sus liturgias respectivas, con sus homilías
y sus himnos.
A
pesar de que no era un hombre de mucho estudio formal, estaba
empapado en las Sagradas Escrituras, y tenía gran conocimiento de
los misterios de la fe.
San
Basilio le describe como "un
interlocutor, que conoce todo lo que es verdad";
San Jerónimo, al recopilar los nombres de los grandes escritores
cristianos, le menciona con estos términos: "Efrén,
diácono de la iglesia de Edessa, escribió muchas obras en sirio, y
llegó a tener tanta fama, que en algunas iglesias se leen en público
sus escritos, después de las Sagradas Escrituras. Yo leí en la
lengua griega, un libro suyo sobre el Espíritu Santo; a pesar de que
sólo era una traducción, reconocí en la obra el genio sublime del
hombre". (Edessa, hoy llamada Urfa o Sanliurfa,
está en Turquía)
San
Efrén narra que en un sueño, vió que de su lengua, nacía una mata
de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas
sus racimos. Este sueño llegó a ser profético, por la gran
propagación de sus obras.
A
San Efrén debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos
sagrados, en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como
una importante característica del culto, y un medio de instrucción.
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San
Efrén nació alrededor del año 306, en la población de Nísibis,
hoy llamada Nusaybin, en Turquía, región dominada por Roma. No se
sabe por cierto si sus padres eran Cristianos. Él reconoce que
de joven, no le daba mucha importancia a la religión, hasta que le
llegaron las pruebas.
A
la edad de dieciocho años recibió el bautismo, y permaneció junto
al famoso obispo de Nisibis, San Jacobo, con quien se afirma, asistió
al Concilio de Nicea, en el año 325. Tras la muerte de San Jacobo,
Efrén mantuvo estrechas relaciones con los tres jerarcas que le
sucedieron.
Efrén
se hallaba en Nisibis, las tres veces en que los persas pusieron
sitio a la ciudad, puesto que en algunos de los himnos que escribió,
hay descripciones sobre los peligros de la población, las defensas
de la ciudad, y la derrota final del enemigo en el año 350.
Si
bien los persas no pudieron tomar a Nisibis por los ataques directos,
consiguieron entrar sin lucha a la ciudad trece años después,
cuando Nisibis se les entregó como parte del precio de la paz, que
pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de
Juliano.
La
entrada de los persas, hizo huir a los cristianos, y Efrén se
refugió en una caverna abierta entre las rocas de un alto
acantilado, que dominaba la ciudad de Edessa. Ahí vivió con
absoluta austeridad, sin más alimento que un poco de pan de centeno,
y algunas legumbres; y fue en aquella soledad inviolable, donde
escribió la mayor parte de sus obras espirituales.
Era
un asceta y se le notaba en su apariencia. Según dicen
las crónicas, era de corta estatura, medio calvo y lampiño, tenía
la piel apergaminada, dura, seca y morena como el barro cocido;
vestía con andrajos remendados, y todos los parches habían llegado
a ser del mismo color de tierra; lloraba
mucho, y jamás reía.
Si
bien la solitaria cueva era su morada, y su centro de operaciones, no
vivía recluido en ella, y con frecuencia bajaba a la ciudad, para
ocuparse de todos los asuntos que afectaban a la Iglesia. A Edessa la
llamaba, "la ciudad bendita", y en ella ejerció gran
influencia. Predicaba a menudo, y al
referirse al tema de la segunda venida de Cristo y el juicio final,
usaba una elocuencia tan vigorosa, que los gemidos y lamentos de su
auditorio, ahogaban sus palabras.
Algunos
biógrafos, nos dan una idea muy poco inspiradora de San Efrén, como
si rechazara la alegría y la amabilidad. El obispo lo nombró
director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí formó
a muchos maestros de canto, para que fueran a darle solemnidad a las
fiestas religiosas, de diversas parroquias. Allí estuvo por 13 años
(del 350 al 363).
No
hay en sus obras, el influjo de las controversias trinitarias de la
época. Esto posiblemente se debe a que no conocía el griego. Mas
bien, se dedicó a defender la doctrina antigua por medio de la
poesía.
Bardesanes
y otros utilizaban las canciones y la música populares, para
propagar falsas doctrinas. Efrén
comprendió la importancia de estos medios, y valoró mucho los
cánticos sagrados, como un complemento del culto público. Se
propuso imitar las tácticas del enemigo, y sin duda, gracias a su
prestigio personal, pero sobre todo por el
mérito grande de sus propias composiciones, las que hizo cantar en
las iglesias, por un coro de voces femeninas, consiguió suplantar
los himnos gnósticos, por sus propios himnos.
No
llegó a ser diácono sino a edad avanzada. Su humildad le obligaba a
rehusar la ordenación, y el hecho de que a veces se le designe como
a San Efrén el Diácono, apoya la afirmación de algunos de sus
biógrafos, en el sentido de que nunca obtuvo una dignidad
eclesiástica más alta. Por otra parte, en sus escritos, hay pasajes
que parecen indicar que era sacerdote.
Alrededor
del año 370, emprendió un viaje desde Edessa a Cesarea, en la
Capadocia, con el propósito de visitar a San Basilio, de quien tanto
y tan bien había oído hablar. San Efrén menciona aquella
entrevista, lo mismo que con San Gregorio de Nissa, el hermano de San
Basilio, quien escribió con encomio del venerable sirio.
Una
de las crónicas, declara que San Efrén extendió su viaje, y que
visitó Egipto, donde permaneció varios años, pero semejante
declaración no está apoyada por alguna autoridad, y no concuerda
con los datos cronológicos de su vida, ampliamente reconocidos.
Hombre
de caridad
La
última vez que tomó parte en los asuntos públicos, fue en el
invierno, entre los años 372 y 373, poco antes de su muerte.
Había
hambre en toda la comarca, y San Efrén se hallaba profundamente
apenado por los sufrimientos de los pobres. Los ricos de la
ciudad, se negaban a abrir sus graneros y sus bolsas, porque
consideraban que no se podía confiar en nadie, para hacer una justa
distribución de los alimentos y las limosnas; entonces el santo
ofreció sus servicios, y fueron aceptados.
Para
satisfacción de todos, administró considerables cantidades de
dinero, y de abastecimientos que le fueron confiadas, además de
organizar un eficaz servicio de socorro, que incluía la provisión
de 300 camillas para transportar a los enfermos. Supo escuchar
así la voz del Señor: "Estuve
enfermo y me fuiste a visitar: tuve hambre y me diste de comer. Ven
al banquete preparado desde el comienzo de los siglos".
(Mt. 25, 40).
Terminada
su misión en Edessa, regresó a su cueva, y sólo vivió treinta
días más. Las "Crónicas" de Edessa, y las máximas
autoridades en la materia, señalan el año de 373 como el de su
muerte, pero algunos autores afirman que vivió hasta el 378 o el
379.
Escritor
prolífico
Entre
las obras suyas que han llegado hasta nosotros, algunas están
escritas en el sirio original, y otras son traducciones al griego, al
latín y al armenio. Se las puede agrupar como obras de exégesis, de
polémica, de doctrina y de poesía, pero todas, a excepción de los
comentarios, están en verso. Sozomeno afirma que San Efrén,
escribió treinta millares de lineas.
Sus
poemas más interesantes son los "Himnos Nisibianos"
(carmina Nisibena), de los que se conservan setenta y dos, de un
total de setenta y siete, así como los cánticos para las
estaciones, que todavía se entonan en las iglesias sirias.
Sus
comentarios, comprenden todo el Antiguo Testamento, y muchas partes
del Nuevo. Sobre los Evangelios, no utilizó más que la única
versión que circulaba por entonces en Siria, la llamada Diatessaron,
la que en la actualidad no existe más que en su traducción al
armenio.
A
pesar de que es poquísimo lo que sabemos sobre la vida de San Efrén,
no poco es lo que nos ayudan sus escritos, a formarnos una idea sobre
el hombre que fue.
Lo
que más impresiona al lector es el espíritu realista y cordialmente
humano, con que discurre sobre los grandes misterios de la Redención.
Se diría que se anticipa, a esa actitud de emocionada devoción,
ante los sufrimientos físicos del Salvador, que no llegó a
manifestarse en el Occidente, antes de la época de San Francisco de
Asís.
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Algunos
Escritos de San Efrén
Títulos
de la Vírgen Santísima
Fue
un gran amante de la Virgen María, y en sus escritos, vemos la
profunda veneración que ya se le tenía en el siglo IV. San Efrén
compuso, ya en el año 333, una lista en verso, de los más bellos
títulos que los cristianos otorgaban a la Santísima Virgen:
"Señora
Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia: Tú eres la
gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos
de Dios. Eres el ser más poderoso que existe, después de la
Santísima Trinidad; la Mediadora de todos nosotros, ante el mediador
que es Cristo; Tú eres el puente misterioso que une la tierra con el
cielo, eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra
Abogada, nuestra Intercesora. Tú eres la Madre de Aquel, que es el
ser más misericordioso, y más bueno. Haz que nuestra alma, llegue a
ser digna de estar un día a la derecha de tu Único Hijo,
Jesucristo. Amén!!"
Sobre
el aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena
“¡Oh
tú, lugar bendito, estrecho aposento en el que cupo el mundo!. Lo
que tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos,
llegó a colmar el universo. ¡Bendito sea el mísero lugar, en que
con mano santa el pan fue roto!. ¡Dentro de ti, las uvas que
maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la
salvación!.
¡Oh,
lugar santo!. Ningún hombre ha visto, ni verá jamás, las cosas que
tú viste. En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan
y cáliz de salvación. Sólo Él bastaba para todo, y sin embargo,
nadie era bastante para Él. El Altar y cordero, fue víctima y
sacrificador, sacerdote y alimento”.
Descripción
de Jesucristo siendo azotado
“Tras
el vehemente vocerío contra Pilatos, el Todopoderoso fue azotado
como el más vil de los criminales. ¡Qué gran conmoción, y cuanto
horror hubo a la vista del tormento!. Los cielos y la tierra,
enmudecieron de asombro, al contemplar Su cuerpo surcado por el
látigo de fuego, ¡Él mismo, desgarrado por los azotes!.
Al
contemplarlo a Él, que había tendido sobre la tierra el velo de los
cielos, que había afirmado el fundamento de los montes, que había
levantado a la tierra fuera de las aguas, que lanzaba desde las nubes
el rayo cegador y fulminante, al contemplarlo, ahora golpeado por
infames verdugos, con las manos atadas a un pilar de piedra, que Su
palabra había creado.
¡Y
ellos, todavía, desgarraban sus miembros, y le ultrajaban con
burlas!. ¡Un hombre, al que Él había formado, levantaba el
látigo!. ¡Él, que sustenta a todas las criaturas con su poder,
sometió su espalda a los azotes; Él, que es el brazo derecho del
Padre, consintió en extender sus brazos en torno al pilar.
El
pilar de ignominia fue abrazado por Él, que sostiene los cielos y la
tierra, con todo su esplendor. Los perros salvajes ladraron al Señor,
que con su trueno, sacude las montañas, y mostraron los agudos
dientes al Hijo de la Gloria”.
El
"Testamento de San Efrén"
Este
documento, nos revela el carácter del santo escritor. A pesar de que
posiblemente, haya sufrido alteraciones y agregados en fechas
posteriores, no hay duda de que en gran parte, como afirma Rubens
Duval, considerado como una autoridad en la materia, es auténtico,
sobre todo los pasajes que reproducimos aquí.
San
Efrén, hace un llamado a sus amigos y discípulos, en tono
emocionado y de profunda humildad:
“No
me embalsaméis con aromáticas especies, porque no son honras para
mí. Tampoco uséis incienso ni perfumes; el honor no me corresponde
a mí. Quemad el incienso ante el altar santo: A
mí, dadme sólo el murmullo de las preces. Dad
vuestro incienso a Dios, y a mí cantadme himnos. En vez de
perfumes y de especias, dadme un recuerdo en vuestras oraciones.
Mi
fin ha sido decretado, y no puedo quedarme. Dadme provisiones para mi
larga jornada: vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios.
Contad hasta completar los treinta días, y entonces, hermanos, haced
recuerdo de mí, ya que en verdad, no
hay más auxilio para el muerto, sino el de los sacrificios que le
ofrecen los vivos”.
Benedicto
XV lo declaró doctor de la Iglesia.
¡Señor
envía tu Espíritu Santo, y suscita en nosotros la pasión por Tí,
que manifestó el Diácono San Efrén!
Bibliografía
Butler,
Vida de los Santos.
Salesman, Vida de los Santos, II.
Agradecemos también los aportes de Vicenç Garcia Tomàs
Salesman, Vida de los Santos, II.
Agradecemos también los aportes de Vicenç Garcia Tomàs
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Del
Comentario de San Efrén, Diácono, sobre el Diatésaron
(Cap. 18, 15-17: SCh 121, 325-328)
(Cap. 18, 15-17: SCh 121, 325-328)
Vigilad,
pues vendrá de nuevo.
Para
atajar toda pregunta de sus discípulos, sobre el momento de su
venida, Cristo dijo: “Esa hora nadie la
sabe, ni los Ángeles ni el Hijo. No os toca a vosotros conocer los
tiempos y las fechas”.
Quiso
ocultarnos esto, para que permanezcamos en vela, y para que cada uno
de nosotros, pueda pensar que ese acontecimiento se producirá
durante su vida. Si el tiempo de su venida hubiera sido revelado,
vano sería su advenimiento, y las naciones y siglos en que se
producirá, ya no lo desearían. Ha dicho muy claramente que vendrá,
pero sin precisar en qué momento. Así
todas las generaciones y todas las épocas, lo esperan ardientemente.
Aunque
el Señor haya dado a conocer las señales de su venida, no se
advierte con claridad, el término de las mismas, pues sometidas a un
cambio constante, estas señales han aparecido, y han pasado ya; más
aún, continúan todavía. La última venida del Señor, en efecto,
será semejante a la primera.
Pues
del mismo modo que los justos y los profetas lo deseaban, porque
creían que aparecería en su tiempo, así también cada uno de los
fieles de hoy desea recibirlo en su propio tiempo, por cuando que
Cristo no ha revelado el día de su aparición.
Y
no lo ha revelado, para que nadie piense que Él, dominador de la
duración y del tiempo, está sometido a alguna necesidad, o a alguna
hora. Lo que el mismo Señor ha establecido, ¿cómo
podría ocultársele, siendo así que Él mismo ha detallado las
señales de su venida?.
Ha
puesto de relieve esas señales, para que desde entonces, todos los
pueblos y todas las épocas, pensaran que el advenimiento de Cristo
se realizaría en su propio tiempo.
Velad
pues cuando el cuerpo duerme, cuando es la naturaleza quien nos
domina; y nuestra actividad entonces, no será dirigida por la
voluntad, sino por los impulsos de la naturaleza. Y
cuando reina sobre el alma un pesado sopor –por ejemplo, la
pusilanimidad o la melancolía-, es el enemigo quien domina el alma,
y la conduce contra su propio gusto. Se adueña del cuerpo la fuerza
de la naturaleza, y del alma el enemigo.
Por
eso, ha hablado nuestro Señor de la vigilancia del alma y del
cuerpo, para que el cuerpo no caiga en un pesado
sopor, ni el alma en el entorpecimiento y el temor, como dice la
Escritura: Sacudíos la modorra, como es razón; y también: Me he
levantado y estoy contigo; y todavía: No os
acobardéis. Por todo ello, nosotros, encargados de este ministerio,
no nos acobardamos.
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Oficio
de lectura, VI Domingo del tiempo ordinario
La palabra de Dios, fuente inagotable de vida
Del comentario de San Efrén, diácono, sobre el Diatésaron
(Cap. 1,18-19: SC 121, 52-53)
La palabra de Dios, fuente inagotable de vida
Del comentario de San Efrén, diácono, sobre el Diatésaron
(Cap. 1,18-19: SC 121, 52-53)
¿Quién
hay capaz, Señor, de penetrar con su mente, una sola de tus frases?.
Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos,
que lo que tomamos.
Porque
la palabra del Señor, presenta muy diversos aspectos, según la
diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con
multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie,
pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió
en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros
pudiera enriquecerse, en cualquiera de los puntos en que concentrara
su reflexión.
La
palabra de Dios es el árbol de vida, que te ofrece el fruto bendito
desde cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el
desierto, y manó de todos lados una bebida espiritual. Comieron—dice
el Apóstol—el mismo alimento espiritual, y bebieron la misma
bebida espiritual.
Aquél
pues, que llegue a alcanzar alguna parte del tesoro de esta palabra,
no crea que en ella se halla solamente lo que él ha hallado, sino
que ha de pensar que de las muchas cosas que hay en ella, esto es lo
único que ha podido alcanzar.
Ni
por el hecho, de que esta sola parte ha podido llegar a ser entendida
por él, tenga esta palabra por pobre y estéril y la desprecie, sino
que considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la
riqueza que encierra.
Alégrate
por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por
alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe, y no se entristece
porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed, pero
tu sed no ha de vencer la fuente, porque si tu sed queda saciada sin
que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed, podrás de nuevo
beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed, se secara también
la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo.
Da
gracias por lo que has recibido, y no te entristezcas por la
abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tu parte, lo
que ha quedado es tu herencia. Lo que por tu debilidad, no puedes
recibir en un determinado momento, lo podrás recibir en otra
ocasión, si perseveras. Ni te esfuerces avaramente, por tomar de un
solo sorbo, lo que no puede ser sorbido de una vez, ni desistas por
pereza de lo que puedes ir tomando poco a poco.
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Oficio
de lectura, viernes III semana de pascua
La
cruz de Cristo, salvación del género humano
San Efrén, diácono
De sus sermones sobre nuestro Señor, 3-4.9
San Efrén, diácono
De sus sermones sobre nuestro Señor, 3-4.9
Nuestro
Señor fue conculcado por la muerte, pero Él, a su vez, conculcó la
muerte, pasando por ella como si fuera un camino. Se sometió a la
muerte, y la soportó deliberadamente, para acabar con la obstinada
muerte.
En
efecto, nuestro Señor salió cargado con su cruz, como deseaba la
muerte; pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la
resurrección, en contra de lo que la muerte deseaba.
La
muerte le mató gracias al cuerpo que tenía; pero Él, con las
mismas armas, triunfó sobre la muerte. La
divinidad se ocultó bajo los velos de la humanidad; sólo así pudo
acercarse a la muerte, y la muerte le mató, pero Él, a su vez,
acabó con la muerte. La muerte, en efecto, destruyó la vida
natural, pero luego fue destruída, a su vez, por la vida
sobrenatural.
La
muerte, en efecto, no hubiera podido devorarle, si Él no hubiera
tenido un cuerpo, ni el infierno hubiera podido tragarle si Él, no
hubiera estado revestido de carne; por ello quiso el Señor descender
al seno de una virgen, para poder ser arrebatado en su ser carnal,
hasta el reino de la muerte. Así, una vez que hubo asumido el
cuerpo, penetró en el reino de la muerte, destruyó sus riquezas y
desbarató sus tesoros.
Porque
la muerte llegó hasta Eva, la madre de todos los vivientes. Eva era
la viña, pero la muerte abrió una brecha en su cerco, valiéndose
de las mismas manos de Eva; y Eva gustó el fruto de la muerte, por
lo cual, la que era madre de todos los vivientes, se convirtió en
fuente de muerte para todos ellos.
Pero
luego apareció María, la nueva vid que reemplaza a la antigua; en
ella habitó Cristo, la nueva Vida. La muerte, según su costumbre,
fue en busca de su alimento, y no advirtió que en el fruto mortal,
estaba escondida la Vida, destructora de la muerte; por ello mordió
sin temor el fruto, pero entonces liberó a la vida, y a muchos
juntamente con ella.
El
admirable hijo del carpintero, llevó su cruz a las moradas de la
muerte, que todo lo devoraban, y condujo así a todo el género
humano, a la mansión de la vida. Y la
humanidad entera, que a causa de un árbol había sido precipitada en
el abismo inferior, por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la
mansión de la vida.
En
el árbol, pues, en que había sido injertado un esqueje de muerte
amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que confesemos que
Cristo es Señor de toda la creación.
¡A
Tí la gloria; a Tí que con tu cruz te elevaste como un puente sobre
la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por él, desde la
región de la muerte, a la región de la vida!.
¡A
Tí la gloria, a Tí que asumiste un cuerpo mortal, e hiciste de él
fuente de vida para todos los mortales!.
Tú
vives para siempre; los que te dieron muerte, se comportaron como los
agricultores: enterraron la vida en el sepulcro, como el grano de
trigo se entierra en el surco, para que luego brotara, y resucitara
llevando consigo a otros muchos.
Venid,
hagamos de nuestro Amor, una ofrenda grande y universal; elevemos
cánticos y oraciones, en honor de Aquel que en la cruz, se ofreció
a Dios como holocausto, para enriquecernos a todos.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que infundiste tu Espíritu
en San Efrén, Diácono y Doctor de la Iglesia, infunde en nosotros
el espíritu de silencio y meditación, oración y devoción que él
tuvo, para así poder acercarnos lentamente, al foco ígneo de tu
Divinidad. Te pedimos también por todos los cristianos sirios, así
como de todas las demás confesiones religiosas, que sufren los
devastadores efectos de la guerra civil en ese país, y trae
nuevamente Tu Paz a esa región, que vió a tu Hijo caminar sobre
ella. Amén.
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