viernes, 22 de junio de 2018


Sexta Feria, 22 de Junio

SAN JUAN FISHER de ROCHESTER


Obispo y Cardenal, mártir por la unidad y la fidelidad a la Iglesia
(+1535)
En Tí Señor, he puesto mi confianza”

Breve
Celebramos su fiesta junto a la de Santo Tomás Moro.

San Juan Fisher, al obispo de Winchester: “Si hubieses probado una gota de la dulzura, que embriaga a las almas de esos religiosos, por su culto a este Sacramento, nunca hubieses escrito como lo haz hecho, ni hubieses apostatado de la fe que antes profesabas".

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Padre Jordi Rivero

Estudió teología en Cambridge (Inglaterra), fue nombrado obispo de Rochester, cargo que ejerció con una vida llena de austeridad, rectitud y entrega pastoral, visitando con frecuencia a los fieles de su grey.

Escribió diversas obras contra los errores de su tiempo. Se negó a la usurpación hecha por el rey Enrique Octavo, de la autoridad sobre la Iglesia, por lo que fue martirizado en la Torre de Londres, el 22 de Junio de 1535; fue canonizado en 1935.

De sus obras: Las maravillas de Dios, de su comentario sobre los Salmos.
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Juan Fisher nació en Beverley, Yorkshire, Inglaterra en el año 1469. Hijo de un mercader de telas, que murió siendo Juan joven. San Juan Fisher entregó su corazón por entero al servicio de su Iglesia. Fue también un distinguido escolástico en humanidades. Fue educado en Michaelhouse en Cambridge (mas tarde unido a Trinity). Desde sus 14 años en adelante, estuvo relacionado a la Universidad.

Fisher fue ordenado sacerdote a los 22 años, bajo dispensa especial. Alcanzó el doctorado, y fue vicecanciller de Michaelhouse. En 1502, dimitió para ser capellán de la madre del rey, Doña Margarita Beaufort, condesa de Richmond y Derby. Bajo su dirección, Doña Margarita fundó Christ's College, y Saint John's College en Cambridge.  A ella se le reconoce, como la mayor benefactora de Cambridge.

Las contribuciones de Fisher no han sido reconocidas como es debido. Fue el primero, en estar al frente de la cátedra en estudio de la divinidad, en Cambridge, y fue también un gran benefactor de la universidad. Ayudó entre otros, al famoso humanista Erasmus. Fisher fue el primero en enseñar griego y hebreo en Cambridge.

En 1504, durante el reinado de Enrique Séptimo, con solo 35 años, Fisher es elegido canciller de la universidad. El mismo año, es nombrado obispo de Rochester. Llevó al mismo tiempo los dos cargos, con asombrosa diligencia. Favoreció enormemente, tanto a la universidad como a su diócesis.

Rochester era la mas pequeña y pobre de las diócesis de Inglaterra, pero el obispo Fisher la amaba tanto, que mas tarde rehusó las sedes mas ricas de Ely y Lincoln, diciendo que "no dejaría a su pobre y vieja esposa, por la viuda mas rica de Inglaterra".

El clima era tan húmedo, y el estado de su residencia tan ruinoso, que su amigo Erasmus, al hospedarse con él, estaba asombrado, sin embargo, que por 30 años, Fisher haya optado por permanecer allí.

Fisher fue un pastor, a imitación de Cristo, cuidaba a sus ovejas con valentía, entrega y gran amor. Hacía visitas frecuentes, administraba la confirmación, disciplinaba al clero, visitaba personalmente y distribuía limosna a los pobres. En su vida personal, era estricto consigo mismo y austero. "Tenía una buena mesa para todos, excepto para él mismo". Dormía y comía poco. Mantenía una carabela, frente a su puesto en las comidas, para recordarse de su mortalidad.

Durante este tiempo, Fisher continuó escribiendo y estudiando. Comenzó a estudiar griego a los 48 años, y hebreo a los 51. Era un predicador tan elocuente, que cuando Enrique Séptimo murió en 1509, predicó en el funeral.

En las palabras de Erasmus: "No hay en la nación, hombre mas instruido ni obispo mas santo". Enrique Octavo, antes de que Fisher suscitara su ira, lo elogiaba abiertamente, diciendo que "ningún otro príncipe o reino tiene tan distinguido prelado".

Fisher comprendía muy bien la necesidad de reformar a la Iglesia, incluso en las altas esferas de la jerarquía, pero se oponía al tipo de reforma de los protestantes, y escribió cuatro libros contra ellos. Sin embargo, prefería la oración y el ejemplo, a la controversia. Él comprendía que la verdadera reforma, requiere santidad de vida, pues no es sino vivir con coherencia, la verdadera enseñanza de la misma Iglesia.

Con gran valentía el Obispo Fisher censuró al clero en un sínodo, por su corrupción, vanidad, relajamiento y amor a las ganancias. Él sabía que la mayoría del clero en posiciones altas, había llegado allí por su servicio al estado, o por intereses privados. Como miembro de la cámara de los Lores, Fisher vigorosamente luchó por reformas que separaran al clero, de las influencias del Estado.

Desde allí lanzó también una severa protesta, cuando se propuso en la asamblea, aceptar que Enrique Octavo, fuese la cabeza de la Iglesia de Inglaterra.

El rey quería anular su matrimonio con Catalina de Aragón, para casarse de nuevo. Como el Papa no se lo concedía, por no haber causa justa, el rey decidió hacerse con la autoridad suprema de la Iglesia en Inglaterra. El rey impuso la obligación de tomar el famoso "oath of supremacy" (Juramento de Supremacía), por el cual se le reconocía a él, como cabeza de la iglesia de Inglaterra. El obispo Fisher rehusó.

Ni la amonestación de amigos, y ni las amenazas de los enemigos, lograron hacerle ceder. El obispo Fisher sabía, como San Pablo, en quién había puesto su confianza. Trataron de envenenarlo, y en una ocasión le dispararon tratando de matarlo. Pero el Obispo se mantuvo fiel a su Señor.

Thomas Cromwell trató, sin éxito, de vincularlo con Isabel Barton, la 'Santa Doncella de Kent,' una religiosa que pronunciaba ataques personales contra el rey, por tratar de divorciarse de la reina.

Fisher fue llevado, a pesar de estar enfermo, a Lambeth para que jurase el "bill of succession". Él rehusó, por ser éste en esencia un juramento a favor de la supremacía del rey sobre la iglesia. En Rochester fue arrestado, y de los alrededores vino la gente a despedirse.

Tuvo la oportunidad de arreglar sus asuntos, de dar limosnas, y de pasar por las calles bendiciendo al gentío.

Al llegar a Londres, fue confrontado por rehusar el juramento, a lo que Fisher dijo: "Mi respuesta es que, ya que mi propia conciencia no puede estar satisfecha, yo absolutamente rehúso el juramento. No condeno la conciencia de ningún otro. Sus conciencias podrán salvarles, y la mía debe salvarme".

En Abril del 1534, el prelado de 66 años, comenzó su prisión de 15 meses en la Torre de Londres.

El rey envió un mensajero confidencial, para ofrecerle libertad si asentía al juramento en secreto, "solo para los oídos del rey". Su negativa selló su martirio.

Durante su prisión, el Papa Pablo III, nombró al obispo Fisher cardenal. El rey enfurecido dijo: "Pues ese capelo, se lo colgará de los hombros, porque no tendrá cabeza para llevarlo".

Lo llevó a juicio, acusado de traición, por negar la autoridad del rey sobre la Iglesia. Lo declararon culpable. Algunos jueces lloraban, cuando lo condenaron a muerte, el 17 de junio de 1535.

Pocos días después, el cardenal fue despertado a las 5:00 a.m. con la noticia de que ese día le iban a ejecutar. El pidió que le dejasen descansar un poco más, y durmió otras dos horas. Tan enfermo estaba, que apenas podía pararse, por lo que le llevaron al lugar del martirio en una silla.

Fue cortés con los guardias, agradeciéndoles sus atenciones. Pedía a la gente que rezaran por él, para que fuese valiente. Llevaba un pequeño Nuevo Testamento, del cual leyó a la puerta de la Torre estas palabras: "Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame Tú, junto a Ti, con la gloria que tenía a tu lado, antes que el mundo fuese". (Juan 17,3- 5). Cerrando el libro dijo: "Aquí hay instrucción suficiente para el resto de mi vida".

Junto al verdugo dice: "Voy a morir por Jesucristo, y por la Iglesia Católica. Con mi muerte, quiero dar testimonio del Papa, como jefe único de la Iglesia. Hasta el cielo... hijos...". Sus últimas palabras fueron del salmo 31: "En Tí Señor, he puesto mi confianza". Otros dicen que murió con las palabras del Te Deum en sus labios. Con total dominio de sí mismo, y con gran paz, se dispuso al martirio. Fue decapitado con un hacha. Era el 22 de Junio de 1535.

Su amigo Santo Tomás Moro, que compartió con él la prisión, y también murió mártir, escribió de San Juan Fisher: "No conozco a ningún hombre, que se compare con él en sabiduría, conocimiento y virtud probada".

San Juan Fisher fue enterrado junto a la iglesia de All Hallows en Barking. Su cabeza fue exhibida en el Puente de Londres, por dos semanas, y después echada al río Thames.

En 1935, cuatrocientos años después de su martirio, Juan Fisher fue canonizado por el Papa Pío XI.

Bibliografía: Attwater, Bentley, Echeverri, Gill, Hughes, Reynolds, Surtz, Walsh.
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Oficio de lectura, Viernes III del tiempo Ordinario

Las maravillas de Dios
Del comentario de San Juan Fisher, Obispo y Mártir, sobre los Salmos
Salmo 101: Opera omnia, edición 1597, pp. 1588-1589

Primero, Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, con grandes portentos y prodigios; los hizo pasar el mar Rojo a pie enjuto; en el desierto, los alimentó con manjar llovido del cielo, el maná y las codornices; cuando padecían sed, hizo salir de la piedra durísima, un perenne manantial de agua; les concedió la victoria sobre todos los que guerreaban contra ellos; por un tiempo, detuvo de su curso natural las aguas del Jordán; les repartió por suertes la tierra prometida, según sus tribus y familias.

Pero aquellos hombres ingratos, olvidándose del amor y munificencia, con que les había otorgado tales cosas, abandonaron el culto del Dios verdadero, y se entregaron, una y otra vez, al crimen abominable de la idolatría.

Después, también a nosotros, que cuando éramos gentiles, nos sentíamos arrebatados hacia los ídolos mudos, siguiendo el ímpetu que nos venía, Dios nos arrancó del olivo silvestre de la gentilidad, al que pertenecíamos por naturaleza, nos injertó en el verdadero olivo del pueblo judío, desgajando para ello algunas de sus ramas naturales, y nos hizo partícipes de la raíz de su gracia, y de la rica sustancia del olivo.

Finalmente, no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, como oblación y víctima de suave olor, para rescatarnos de toda maldad, y para prepararse un pueblo purificado.

Todo ello, más que argumentos, son signos evidentes del inmenso amor, y bondad de Dios para con nosotros; y sin embargo, nosotros, sumamente ingratos, más aún, traspasando todos los límites de la ingratitud, no tenemos en cuenta su Amor, ni reconocemos la magnitud de sus beneficios, sino que menospreciamos, y tenemos casi en nada al autor y dador de tan grandes bienes; ni tan siquiera la extraordinaria misericordia, de que usa continuamente con los pecadores, nos mueve a ordenar nuestra vida y conducta, conforme a sus mandamientos.

Ciertamente, es digno todo ello, de que sea escrito para las generaciones futuras, para memoria perpetua, a fin de que todos los que en el futuro, han de llamarse cristianos, reconozcan la inmensa benignidad de Dios para con nosotros, y no dejen nunca de cantar sus alabanzas.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, ayúdanos a ser siempre fieles y amorosos con el Sumo Pontífice, como lo fué San Juan Fisher, acompañándolo con nuestras oraciones, y teniendo siempre muy presente, que su mandato no es suyo ni nuestro, sino sólo tuyo. A Tí Señor, que bendeciste a San Pedro, como pilar de nuestra Iglesia Católica y Apostólica. Amén.



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