Tercera
Feria, 3 de octubre
SAN
FRANCISCO DE BORJA S.J.
(1510-1572)
Superior
General Jesuita
Descendiente
de la realeza, Duque de Gandía, gobernador, virrey de Cataluña,
consejero del emperador Carlos I de España y V de Alemania, padre de
familia, viudo y sacerdote, tercer superior general de la
Compañía de Jesús.
«
¡No serviré nunca más a un señor que pudiese morir!"»
Breve:
Francisco de Borja nació en Gandía (Valencia), en 1510. Gran
privado del emperador Carlos V, y caballerizo de la emperatriz
Isabel, vivió ejemplarmente en palacio. La
vista del cadáver de la emperatriz, lo impulsó a despreciar las
vanidades de la corte.
Fue
virrey de Cataluña y duque de Gandía. Después de la muerte de su
esposa, en 1546, que acabó de desligarlo del mundo, entró en la
Compañía de Jesús, de la que llegó a ser superior general.
Se
distinguió, sobre todo, por su profunda humildad. Dio gran impulso a
las misiones. Murió en Roma el 1 de octubre de 1572. Fue
canonizado en 1671.
Resumen
de su magnífica labor evangélica
San
Francisco no era partidario de la Inquisición, y este tribunal no lo
veía con buenos ojos, por lo que Felipe II tuvo que escuchar más de
una vez las calumnias, que los envidiosos levantaban contra el santo
duque. Éste permaneció en Portugal hasta 1561, cuando el Papa Pío
IV, le llamó a Roma a instancias del Padre Laínez, general de los
jesuitas.
En
Roma se le acogió cordialmente. Entre los que asistían regularmente
a sus sermones, se contaban el cardenal Carlos Borromeo, y el
cardenal Ghislieri, quien más tarde fue Papa con el nombre de Pío
V. Ahí se interiorizó más de los asuntos de la Compañía, y
empezó a desempeñar cargos de importancia. En 1566, a la muerte del
Padre Laínez, fue elegido general, cargo que ejerció hasta su
muerte.
Durante
los siete años que desempeñó ese oficio, dio tal ímpetu a su
orden en todo el mundo, que puede llamársele el segundo fundador.
El celo con que propagó las
misiones, y la evangelización del mundo pagano, inmortalizó su
nombre. Y no se mostró menos diligente, en la distribución de sus
súbditos en Europa, para colaborar a la reforma de las costumbres.
Su primer cuidado fue establecer un noviciado regular en Roma, y
ordenar que se hiciese otro tanto en las diferentes provincias.
Durante
su primera visita a la Ciudad Eterna, quince años antes, se había
interesado mucho en el proyecto de fundación del Colegio Romano, y
había regalado una generosa suma para ponerlo en práctica.
Como
general de la Compañía, se ocupó personalmente de dirigir el
Colegio, y de precisar el programa de estudios. Prácticamente fue
él, quien fundó el Colegio Romano,
aunque siempre rehusó el título de fundador, que se da
ordinariamente a Gregorio XIII, quien lo restableció con el nombre
de Universidad Gregoriana.
San
Francisco construyó la iglesia de San
Andrés del Quirinal, y fundó el noviciado en la
residencia contigua; además, empezó a construir el Gesu, y amplió
el Colegio Germánico, en el que
se preparaban los misioneros destinados a predicar en aquellas
regiones del norte de Europa, en las que el protestantismo había
hecho estragos.
San
Pío V tenía mucha confianza en la Compañía de Jesús, y gran
admiración por su general, de suerte que San Francisco de Borja
podía moverse con gran libertad. A él se debe la extensión de la
Compañía de Jesús más allá de los Alpes, así como el
establecimiento de la provincia de Polonia.
Valiéndose
de su influencia en la corte de Francia, consiguió que los jesuitas
fuesen bien recibidos en ese país, y fundasen varios colegios. Por
otra parte reformó las misiones de la
India, las del Extremo Oriente, y dio comienzo a las misiones de
América.
Entre
su obra legislativa, hay que contar una nueva edición de las reglas
de la Compañía, y una serie de directivas para los jesuitas
dedicados a trabajos particulares.
A
pesar del extraordinario trabajo que desempeñó durante sus siete
años de generalato, jamás se desvió un ápice de la meta que se
había fijado, ni descuidó su vida interior.
Un
siglo más tarde escribió el Padre Verjus: "Se
puede decir con verdad que la Compañía de Jesús, debe a San
Francisco de Borja, su forma característica y su perfección. San
Ignacio de Loyola proyectó el edificio y echó los cimientos; el
Padre Laínez construyó los muros; San Francisco de Borja techó el
edificio y arregló el interior, y de esta suerte, concluyó la gran
obra que Dios había revelado a San Ignacio".
No
obstante sus muchas ocupaciones, San Francisco encontraba tiempo
todavía para encargarse de otros asuntos. Por ejemplo, cuando la
peste causó estragos en Roma, en 1566, el santo reunió limosnas
para asistir a los pobres, y envió a sus asistentes por parejas, a
cuidar a los enfermos de la ciudad, no obstante el peligro al que los
exponía.
Se
le ofreció el cargo de cardenal, y tenía posibilidades de llegar a
ser Papa, pero no lo aceptó.
En
1571, el Papa envió al cardenal Bonelli con una embajada a España,
Portugal y Francia, y San Francisco de Borja le acompañó. Aunque la
embajada fue un fracaso desde el punto de vista político, constituyó
un triunfo personal de Francisco. En todas partes se reunían
multitudes para "ver al santo
duque", y oírle predicar; Felipe II, olvidando
las antiguas animosidades, le recibió tan cordialmente como sus
súbditos.
Pero
la fatiga del viaje apresuró el fin de San Francisco. Su primo, el
duque Alfonso, alarmado por el estado de su salud, le envió desde
Ferrara a Roma en una litera. Sólo le quedaban ya dos días de vida.
Por intermedio de su hermano Tomás, San Francisco envió sus
bendiciones a cada uno sus hijos y nietos, y a medida que su hermano
le repetía los nombres de cada uno, oraba por ellos.
Tenía
una profunda devoción a la Eucaristía, y a la Virgen Santísima.
Gravemente enfermo, cuando solo le quedaban dos días de vida, quiso
visitar el Santuario Mariano de Loreto.
Cuando
el santo perdió el habla, un pintor entró a retratarle. Al ver al
pintor, San Francisco manifestó su desaprobación con la mirada y el
gesto, y no se dejó pintar. Murió a la media noche del 30 de
septiembre de 1572. Según la expresión del Padre Brodrick fue "uno
de los hombres más buenos, amables y nobles que había pisado
nuestro pobre mundo".
La
humildad
Un
día confesó a los novicios, que durante los seis años que llevaba
meditando la vida de Cristo, se había puesto siempre en espíritu a
los pies de Judas; pero que recientemente había caído en la cuenta,
de que Cristo había lavado los pies del traidor, y por ese motivo ya
no se sentía digno de acercarse ni siquiera a Judas.
Francisco
no se dejó engañar por el mundo. Sabiéndose nada, confió todo en
Jesucristo y logró la santidad.
Canonizado
en 1671.
En
mayo de 1931, su cuerpo, venerado en la casa religiosa de Madrid, fue
quemado en el incendio que causaron los revolucionarios.
Oración:
Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos de tu querido
hijo, San Francisco de Borja, sepamos compartir nuestros dones con
desinterés en pos de la evangelización de nuestra sociedad,
sabiendo vivir con humildad y desapego de las riquezas y alabanzas de
este mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, Ayer, Hoy y Siempre. Amén.
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