Segunda
Feria, 9 de Octubre
San
Abraham
Patriarca,
Profeta, Sacerdote
Abraham
se abandonó completamente a la Voluntad Divina
El
abandono nos libera de los hombres y de nosotros mismos, deseando
complacer sólo a Dios.
Breve
Abraham
es, para la religión judía, cristiana e islámica, el primero de
los patriarcas postdiluvianos del pueblo de Israel.
El
nombre de «Abraham» significa padre de muchos pueblos, y según el
relato del Génesis, Dios se lo impuso a un hombre llamado «Abrán»
(o «Abram»), en el momento de establecer un pacto con él, que
incluía su deseo de convertirlo en el origen de un pueblo del que
sería su Dios, y al que le daría la tierra de Canaán como posesión
perpetua.
En
Génesis 14, Abraham procura obtener el Sacerdocio de Dios, uno de
sus mayores anhelos, y quien representa el Sacerdocio según el Orden
de Jehová, o Sacerdocio del Dios Altísimo,
es Melquisedec, rey de Salem, quien es Sumo Sacerdote, y
éste le confiere el sacerdocio; aparentemente Lot parece recibirlo
también. Con esta investidura, Abraham refuerza su relación con
Dios, quien le bendice de sobremanera.
Cuando
Abraham tiene noventa y nueve años de edad, el Señor se le aparece
de nuevo, y confirma su pacto con él: Sarai dará a luz a un hijo,
que será llamado Isaac, y la casa de Abraham deberá, a partir de
entonces, circuncidarse.
Entonces
le dice que no se llamará Abram, sino Abraham, y dirigiéndose a
Sarai, le dice que ya no se llamará así más, sino que su nombre
será Sara. Finalmente, y en cuanto a Ismael, dice que engendrará
doce príncipes, que se convertirán en una gran nación.
Un
rasgo recurrente de la historia de Abraham, son los convenios entre
él y Dios, que se reiteran y reafirman varias veces. Cuando a
Abraham se le dice, que abandone la ciudad de Ur Casdim, el Señor
promete «Yo haré de ti un gran pueblo».
El
personaje de Abraham, es conocido por el relato del sacrificio de su
hijo Isaac a Dios (Génesis 22:1-19).
Algún
tiempo después del nacimiento de Isaac, el Señor ordenó a Abraham
que le ofreciera a su hijo, en sacrificio en la región de Moriah.
El
patriarca viajó durante tres días, hasta que encontró el túmulo
que Dios le mostró. Ordenó al siervo que esperara, mientras que él
e Isaac subían solos a la montaña. Isaac llevando la leña en la
que sería sacrificado.
A
lo largo del camino, Isaac pregunta una y otra vez a Abraham, dónde
estaba el animal para el holocausto. Abraham respondía que el Señor
proporcionaría uno. Justo cuando Abraham iba a sacrificar a su hijo,
se lo impidió un ángel, y en ese lugar, le dio un carnero que
sacrificó en lugar de su hijo.
Así
se dice, «El monte de Yavé provee».
Como recompensa por su obediencia, recibió otra promesa de una
numerosa descendencia y prosperidad. Abraham
se abandonó completamente a la Voluntad Divina.
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Reflexionemos
junto a San Abraham respecto al Abandono de
la Propia Voluntad, camino de Comunión con Dios
El
Santo Abandono, es el acto mas perfecto de amor a Dios que un alma
pueda producir... El que da a
Dios su voluntad, se da así mismo y da todo... Esta es la manera
más noble, más perfecta y más pura de amar... Más
si el abandono perfecciona las virtudes, perfecciona también la
unión del alma con Dios...”[1]
I.
Naturaleza:
“Consiste
en una amorosa, entera y entrañable sumisión y concordia de nuestra
voluntad con la de Dios, en todo cuanto disponga, o permita de
nosotros. Cuando es perfecta, se le conoce como Santo
abandono.” [2]
El
abandono en las manos del Señor, requiere de sufrimiento,
pero debe ser llevado con amor, y con la confianza de que Dios nos
esta purificando, para unirnos a Él.
Esta
unión con Él, no puede darse sino nos despegamos de nosotros
mismos, sino curamos nuestro orgullo, y no nos sometemos a Él, con
espíritu dócil y con decisión firme a abandonar nuestra voluntad,
para que Él pueda gobernar nuestra vida.
San
Ambrosio dice, "el que tiene su participación en Dios, no
debe tener otro cuidado que el de aplicarse a Él, y todo cuanto se
emplea en otra cosa, es un robo que se hace al servicio y culto que
se le debe”.[3] Este abandono tiene
su fundamento en la caridad.
II.
Excelencia:
“Lo
que constituye la excelencia del Santo Abandono, es la incomparable
eficacia que posee para remover todos los
obstáculos que impiden la acción de la gracia, para
hacer practicar con perfección las más excelsas virtudes, y para
establecer el reinado absoluto de Dios”.[4]
El
Santo Abandono es el que, después de todo nuestro crecimiento en la
vida de virtud, acabará de purificar y de despegar nuestra alma,
para dirigirla completamente a Dios.
III.
Necesidad:
La
necesidad de entrar por esta vía, puede demostrarse por una triple
razón:
1.
El derecho Divino: a) Somos siervos de Dios. No
nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios. b)
Somos hijos y amigos de Dios.
El hijo debe estar sometido a su Padre, por amor, y la amistad
produce la concordia de voluntades.
2.
Nuestra utilidad: por la gran eficacia santificadora de esta
vía.
3.
El ejemplo de Cristo: Toda la vida de
Cristo en la tierra consistió en cumplir la voluntad del Padre”.[5]
“La
perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que Él quiere
que seamos”.[6] Nuestro grado de perfección,
depende del grado de nuestra conformidad con la voluntad divina. La
Fe nos hace conocer a Dios, y nos muestra la bajeza de nuestra
condición humana; más la conformidad a la voluntad de Dios, une aún
mas directamente e íntimamente nuestra voluntad con la de Él,
poniendo el alma al servicio completo del Soberano Dueño.
“Esta
es la vía que mas glorifica a Dios, la que más santifica al alma,
la menos sujeta a ilusiones, la que
proporciona mayor paz al alma, la que mejor hace
practicar las virtudes, la más a propósito para adquirir el
espíritu de oración, la más parecida al martirio e inmolación de
sí mismo, y la que asegura en la hora de la muerte”.[7]
IV.
La Voluntad de Dios se manifiesta de dos maneras:
1-
“La Voluntad de Signo: los
Mandamientos de Dios y de la Iglesia, los consejos, las inspiraciones
de la gracia, y por lo que toca a las comunidades, las Constituciones
y las Reglas”.[8]
2-“La
Voluntad de Beneplácito: Consiste en someterse
a todos los acontecimientos providenciales, queridos o permitidos por
Dios, para nuestro mayor provecho y santificación”.[9]
V-
Grados de conformidad con la voluntad de Dios
“San
Bernardo distingue tres grados, los correspondientes a la perfección
Cristiana:
1-
El incipiente: Movidos por el temor, lleva la cruz de Cristo
pacientemente
2-
El proficiente: movido por la esperanza, la lleva con cierta
alegría.
3-
El perfecto: consumado en la Caridad, se abraza con ella
ardientemente”.[10]
VI-
Frutos del Santo Abandono
1-
Intimidad con Dios. Es el
primer fruto que produce el abandono, fundada en una confianza llena
de humildad en Dios. Al depositarnos confiadamente como un niño en
las manos de su madre, Él no nos abandonará, pues Él mismo lo dijo
en (Mt 19, 14): “Dejad que los niños vengan a mí, y de los que
se les asemejan es el reino de los cielos”.
“Cuando
el hombre está muy penetrado del amor de Dios, y aspira al Señor
con toda la extensión de sus deseos, no
repara en las cosas visibles, y tiene continuamente
delante de los ojos de su alma, de día y de noche, al acostarse y al
levantarse, la imagen de aquel objeto amado que quiere y desea”.
[11] S. Juan Crisóstomo
El
Santo abandono nos hace reconocer nuestra nada, y esperarlo todo de
Él , dejando que sea Él quien conduzca nuestra vida, y Él que nos
lleve a la santidad.
2-
Sencillez y libertad.
El alma que se abandona a la voluntad de Dios es sencilla, ya esté
enferma o sana, con tiempo o esté ocupada, sea alagada o humillada,
lo recibe todo venido de las manos de Dios.
"Grande
fuerza alcanza el verdadero amor, y el que es perfectamente amado, se
apodera de toda la voluntad del amante: nada manda tanto como la
caridad. Nosotros, si de veras amamos a Cristo, si nos acordamos de
que estamos redimidos con su sangre, ya no debemos querer, ni hacer
sino lo que sabemos que Él quiere”.[12] S. Paulino
El
alma encuentra su libertad en cumplir, y aceptar lo que Dios le
mande. Ya que su libertad,
consiste en querer todo lo que Dios quiere, sin inclinarse
voluntariamente a otro lado, sin detenerse a considerar sus propios
deseos, consiente de antemano en todo lo que le acontezca, de manera
que llega un punto en que su voluntad esta tan unida a la de Dios,
que acepta con gran libertad todo lo que es venido de su parte.
El
abandono nos libera de los hombres y de nosotros mismos, deseando
complacer sólo a Dios.
3-
Constancia y sinceridad. "El
que ama verdaderamente a Dios, debe conservar inviolablemente
este amor en cualquier estado que se halle... Cierto que sería muy
poco amor, el que solo durase el tiempo que Dios os colma de toda
especie de beneficios”. [13] S. Ambrosio
Llegando
el alma a confiar tanto en Dios, no se engríe si hay triunfos, no se
abate si hay derrota, pues teniendo todo como venido de Dios, se
lanza con espíritu fuerte a realizar la voluntad de Dios.
Es
vivir la vida en un auténtico desprendimiento, como lo dice San
Francisco de Sales: No pedir nada, ni rehusar nada.
4-
Paz y alegría.
La paz y la alegría constituyen aquí en la
tierra la verdadera felicidad, y es proporcionada al alma que se
abandona completamente a Dios. El alma, al estar conforme
a la voluntad de Dios, encuentra reposo, y aunque esté pasando por
numerosas pruebas, el alma es semejante a un río caudaloso, en que
no se turba por muy dura que sea la prueba, pues está
consciente que todo proviene de las manos de Dios.
El
hecho de saber el alma que está cumpliendo la voluntad de Dios, la
llena de mucha paz y alegría, que solo el alma misma puede
comprender. El Santo Cura de Ars decia, “La cruz es quien ha
dado la paz al mundo; es ella quien ha de traerla a nuestros
corazones. Todas nuestras miserias vienen de que no la
amamos...”[14]
5-
Muerte santa y valimiento cerca de Dios.
El Santo abandono nos asegura una buena muerte, pues como dice Santa
Teresita del Niño Jesús: “Yo no he dado a Dios sino mi amor.
Él me devolverá amor. Él cumplirá todos mis deseos en el cielo,
porque yo no he hecho jamás mi voluntad en la tierra”. [15]
El
alma abandonada a la voluntad de Dios espera la muerte, como el
momento en que su alma reposará para siempre en los brazos de su
Dueño. Abandonada en Dios, acepta este momento, sin
temor de que el Señor la desamparará.
“San
Ignacio de Loyola se derretía en lágrimas cada vez que pensaba que
la muerte le abriría las puertas del cielo. Tenía tal deseo de
unirse a Dios, que, en su última enfermedad, los médicos le
prohibieron pensar en la muerte; porque este pensamiento le enardecía
tanto, que le hacía palpitar violentamente su corazón, poniendo en
peligro su vida”.[16]
Bibliografía
[1]
El Santo abandono, Lehodey, pág. 508-509.
[2]
Royo Marín Teo. De la Perfección Cristiana. pág. 768
[3]
Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.78
[4]
Teo. De la Perfección Cristiana Royo Marín pág. 771
[5]
Teo. De la Perfección Cristiana Royo Marín pág. 771
[6]
Santa Teresa del Niño Jesús Historia de un Alma, pág. 15 cap. I
[7]
Royo Marín Teo. de la Perfección Cristiana. pág 771
[8]
Compendio de la Teología Ascética y Mística Ad. Tanquerey pág.
260
[9]
Compendio de la Teología Ascética y Mística Ad. Tanquerey pág.
263
[10]
Compendio de la Teología Ascética y Mística Ad. Tanquerey pág.
267
[11]
Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.10
[12]
Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.31
[13]
Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.30
[14]
El Santo abandono, Lehodey, pág 533
[15]
El Santo abandono, Lehodey, pág 544
[16]
Teología de la Salvación, Royo Marín. Pág. 267
Oración
Final: Señor mío y Dios mío, que por los méritos de San
Abraham, podamos siempre abandonarnos a tu Santa Voluntad con alegría
y desprendimiento, comprendiendo que sólo seremos verdaderamente
libres, siendo esclavos de tu Santa Voluntad. Por nuestro Señor
Jesucristo, que vive por siempre. Amén.
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