Sábado
14 de Noviembre
San
José María Pignatelli
Restaurador
de los Jesuitas
(1737-1811)
Breve
El mérito
especial de este santo, fue el de conservar lo que quedaba de la
Compañía de Jesús, que es la Comunidad religiosa más numerosa en
la Iglesia Católica, y tratar de que los religiosos de esa comunidad
pudieran sobrevivir, a pesar de una terrible persecución.
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De
familia italiana, nació en Zaragoza (España), en 1737. Se hizo
jesuita, y empezó a trabajar en los apostolados de su Comunidad,
especialmente en enseñar catecismo a los
niños y a los presos.
En
1767, la masonería mundial se puso de acuerdo para pedir a todos los
gobernantes, que expulsaran de sus países a los Padres Jesuitas.
El rey Carlos III de España obedeció las órdenes masónicas, y
declaró que de España, y de todos los territorios de América, que
dependían de ese país, quedaban expulsados los jesuitas. Con este
decreto injusto, le hizo un inmenso mal a muchas naciones, y a la
Santa Iglesia Católica.
El
Padre José Pignatelli y su hermano, que eran de familia de la alta
clase social, recibieron la oferta de poder quedarse en España, pero
con la condición de que se salieran de la Compañía de Jesús.
Ellos no aceptaron esto, y prefirieron irse al destierro. Se fueron a
la Isla de Córcega, pero luego los franceses invadieron esa isla, y
de allá también los expulsaron.
En
1774, el Papa Clemente XIV, por petición de los reyes de ese tiempo,
dio un decreto suprimiendo la Compañía de Jesús. Como efecto de
ese Decreto, 23,000 jesuitas quedaron fuera de sus casas religiosas.
El
Padre Pignatelli y sus demás compañeros, cuando oyeron que leían
el terrible decreto, exclamaron: "Tenemos voto de obediencia
al Papa. Obedecemos sin más, y de todo corazón".
Durante
los 20 años siguientes, la vida del Padre José, y la de los demás
jesuitas, será de tremendos sufrimientos. Pasando por situaciones
económicas sumamente difíciles, como los demás jesuitas dejados
sin su comunidad, pero siempre sereno,
prudente, espiritual, amable, fiel.
Se
fue a la ciudad de Bolonia, y allí estuvo dedicado a ayudar a otros
sacerdotes, en sus labores sacerdotales, y a coleccionar libros y
manuscritos, relacionados con la Compañía de Jesús, y a
suministrar ayuda a sus compañeros de religión. Muchos
de ellos estaban en la miseria, y si eran españoles, no les dejaban
ni siquiera ejercer el sacerdocio.
Un
día, al pasar por frente a una obra del gobierno, alguien le dijo
que aquello lo habían construído, con lo que les habían quitado a
los jesuitas, y Pignatelli respondió: “Entonces deberían
ponerle por nombre "Haceldama"”, porque así se llamó
el campo que compraron, con el dinero que Judas consiguió al vender
a Jesús.
Cuando
los gobiernos de Europa se declaraban en contra de los jesuitas, la
emperatriz de Rusia, Catalina, prohibió publicar en su país el
decreto que mandaba acabar con la Compañía de Jesús, y recibió
allá a varios religiosos de esa comunidad. El
Padre Pignatelli, con permiso del Papa Pío VI, se afilió a los
jesuitas que estaban en Rusia, y con la ayuda de ellos, empezó a
organizar otra vez a los jesuitas en Italia.
Conseguía
vocaciones, y mandaba los novicios a Rusia, y allá eran recibidos en
la comunidad. El jefe de los jesuitas de Rusia, lo nombró provincial
de la comunidad en Italia, y el Papa Pío VII aprobó ese
nombramiento. Así la comunidad empezaba a renacer otra vez, con gran
sigilo y en completo secreto.
El
Padre Pignatelli oraba y trabajaba sin descanso, por conseguir que su
Comunidad volviera a renacer. En 1804, logró con gran alegría que
en el reino de Nápoles fuera restablecida la Compañía de Jesús.
Fue nombrado Provincial. Con las generosas ayudas que le enviaban sus
familiares, logró restablecer casas de Jesuitas en Roma, en Palermo,
en Orvieto y en Cerdeña.
Ya
estaba para conseguir que el Sumo Pontífice restableciera otra vez
la Compañía de Jesús, cuando Napoleón se llevó preso a Pío VII
al destierro.
El
Padre Pignatelli murió en 1811, sin haber logrado que su amada
Comunidad religiosa lograra volver a renacer plenamente, pero tres
años después de su muerte, al quedar libre de su destierro el Papa
Pío VII, y al regresar a Roma, decretó que la Compañía de Jesús
volvía a quedar instituida en todo el mundo.
Con
razón Pío XI llamaba a San José Pignatelli: "el anillo que
unió la Compañía de Jesús que había existido antes, con la que
empezó a existir nuevamente".
Los
Jesuitas lo recuerdan con inmensa gratitud, y nosotros le suplicamos
a Dios que a esta comunidad, y a todas las demás comunidades
religiosas de la Iglesia Católica, las conserve llenas de un gran
fervor y de grandísima santidad.
Oración:
Te rogamos Dios y Señor nuestro, que bendigas a la Orden Jesuita por
todas sus contribuciones a la Iglesia a lo largo de los siglos,
muchas de ellas adelantadas a su tiempo. Te rogamos también por
nuestro Papa Francisco, de la Orden Jesuita, para que lo bendigas, y
lo guíes en su labor apostólica. Por nuestro Señor Jesucristo que
vive por siempre. Amén.
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