viernes, 24 de julio de 2020

23 de Julio

Santa Brígida de Suecia


(1302-1373)

Madre, viuda, fundadora de la Orden del Santísimo Salvador

Mística, Patrona de Suecia

Proclamada por Juan Pablo II:  Patrona de Europa

Recibí en Mi Cuerpo, cinco mil cuatrocientos ochenta azotes (5.480). Si queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis venerado cada una de Mis Llagas”.


Breve

Nació en Suecia, en el año 1303; se casó muy joven y tuvo ocho hijos, a los que les dio una esmerada educación. Ingresó en la tercera Orden de San Francisco, y al morir su marido, comenzó una vida de mayor ascetismo, sin dejar de vivir en el mundo.

Fundó una Orden religiosa, y se trasladó a Roma, donde fue para todos, un ejemplo insigne de virtud. Emprendió varias peregrinaciones, como acto de penitencia y escribió muchas obras, en las que narra sus experiencias místicas. Murió en Roma en el año 1373.

En uno de sus diálogos con el Divino Maestro, Jesús le dice: “Brígida, te hablo no solamente a ti, sino también a todos los cristianos. Tú serás mi esposa... y por medio de ti hablaré al mundo. Mi espíritu permanecerá en ti, hasta tu muerte”.

Santa Brígida también escribió: “La verdadera sabiduría entonces, consiste en obras, no en grandes talentos que el mundo admira; pues los sabios en la estima del mundo, son necedad, que hacen nada de la voluntad de Dios, y no saben como controlar sus pasiones".

Lema oficial de la Orden del Santísimo Salvador

AMOR MEUS

CRUCIFIXUS EST

Encierra lo que Dios quiere de nosotros: Crucificados con el amado, amándolo. Inspirado por Santa Brígida, quien conformó a sus hijos espirituales, como hijos de la pasión del Señor.

Por mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber, cuántos latigazos había recibido Nuestro Señor, en Su Pasión. Cierto día, se le apareció Jesucristo, diciéndole: Recibí en Mi Cuerpo, cinco mil cuatrocientos ochenta azotes (5.480). Si queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis venerado cada una de Mis Llagas”. Nuestro Señor mismo, le dictó las oraciones a la santa.

Se encuentran estas oraciones, al final de este escrito. Seguramente sería un momento oportuno, que le consagráramos al Señor, una de estas oraciones, cada día a las tres de la tarde, durante quince años, durante cada día, a lo largo de ese período, empezando hoy mismo, y así quedar bajo la sagrada protección, de cada una de sus llagas.

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SANTA BRIGIDA era hija de Birgerio, gobernador de Uplandia, la principal provincia de Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg; era hija del gobernador de Gotlandia oriental. Ingerborg murió hacia 1315, y dejó varios hijos. Brígida, que tenía entonces doce años aproximadamente, fue educada por una tía suya, en Aspenas.

A los tres años hablaba con perfecta claridad, como si fuese una persona mayor, y su bondad y devoción, fueron tan precoces como su lenguaje. Sin embargo, la santa confesaba, que de joven había sido inclinada, al orgullo y la presunción.

La Pasión: centro de su vida

A los siete años, tuvo una visión de la Reina de los Cielos. A los diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo, que la impresionó mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz, y oyó estas palabras: "Mira en qué estado estoy, hija mía". "¿Quién os ha hecho eso, Señor?", preguntó la niña. Y Cristo respondió: "Los que me desprecian y se burlan de mi amor".

Esa visión, dejó una huella imborrable en Brígida, y desde entonces, la Pasión del Señor, se convirtió en el centro de su vida espiritual.

Matrimonio

Antes de cumplir catorce años, la joven contrajo matrimonio con Ulf Gudmarsson, quien era cuatro años mayor que ella. Dios les concedió, veintiocho años de felicidad matrimonial. Tuvieron cuatro hijos y cuatro hijas, una de las cuales es venerada, con el nombre de Santa Catalina de Suecia.

Durante algunos años, Brígida llevó la vida de la época, como una señora feudal, en las posesiones de su esposo en Ulfassa, con la diferencia de que cultivaba la amistad, de los hombres sabios y virtuosos.

En la Corte

Hacia el año 1335, la santa fue llamada a la corte del joven rey Magno II, para ser la principal dama de honor, de la reina Blanca de Namur. Pronto comprendió Brígida, que sus responsabilidades en la corte, no se limitaban al estricto cumplimiento de su oficio.

Magno era un hombre débil, que se dejaba fácilmente arrastrar al vicio; Blanca tenía buena voluntad, pero era irreflexiva y amante del lujo. La santa hizo cuanto pudo, por cultivar las cualidades de la reina, y por rodear a ambos soberanos, de buenas influencias. Pero aunque Santa Brígida se ganó el cariño de los reyes, no consiguió mejorar su conducta, pues no la tomaban en serio.

Las Visiones

La santa empezó a tener por entonces, las visiones que habían de hacerla famosa. Estas versaban sobre las más diversas materias, desde la necesidad de lavarse, hasta los términos del tratado de paz, entre Francia e Inglaterra.

"Si el rey de Inglaterra no firma la paz -decía-- no tendrá éxito en ninguna de sus empresas, y acabará por salir del reino, y dejar a sus hijos en la tribulación y la angustia". Pero tales visiones, no impresionaban a los cortesanos suecos, quienes solían preguntar con ironía: "¿Qué soñó Doña Brígida anoche?".

Problemas familiares y peregrinaciones

Por otra parte, la santa tenía dificultades con su propia familia. Su hija mayor, se había casado con un noble muy revoltoso, a quien Brígida llamaba "el Bandolero", y hacia 1340, murió Gudmaro, su hijo menor. Por esa pérdida, la santa hizo una peregrinación, al santuario de San Olaf de Noruega, en Trondhjem.

A su regreso, fortalecida por las oraciones, intentó con más ahínco que nunca, volver al buen camino a sus soberanos. Como no lo logró, les pidió permiso de ausentarse de la corte, e hizo una peregrinación a Compostela, con su esposo. A la vuelta del viaje, Ulf cayó gravemente enfermo en Arras, y recibió los últimos sacramentos, ya que la muerte parecía inminente.

Pero Santa Brígida, que oraba fervorosamente, por el restablecimiento de su esposo, tuvo un sueño en el que San Dionisio, le reveló que no moriría. A raíz de la curación de Ulf, ambos esposos prometieron consagrarse a Dios, en la vida religiosa.

Viuda, vida religiosa, aumentan las visiones

Según parece, Ulf murió en 1344, en el monasterio cisterciense de Alvastra, antes de poner por obra su propósito. Santa Brígida se quedó en Alvastra, cuatro años apartada del mundo, y dedicada a la penitencia.

Desde entonces, abandonó los vestidos lujosos; solo usaba lino para el velo, y vestía una burda túnica, ceñida con una cuerda anudada. Las visiones y revelaciones, se hicieron tan insistentes, que la santa se alarmó, temiendo ser víctima de ilusiones del demonio, o de su propia imaginación.

Pero en una visión, que se repitió tres veces, se le ordenó que se pusiese bajo la dirección del maestre Matías, un canónigo muy sabio y experimentado de Linkoping, quien le declaró que sus visiones, procedían de Dios.

Desde entonces hasta su muerte, Santa Brígida comunicó todas sus visiones, al prior de Alvastra, llamado Pedro, quien las consignó por escrito en latín. Ese período culminó con una visión, en la que el Señor ordenó a la santa, que fuese a la corte, para amenazar al rey Magno con el juicio divino; así lo hizo Brígida, sin excluir de las amenazas, a la reina y a los nobles. Magno se enmendó algún tiempo, y dotó liberalmente el monasterio, que la santa había fundado en Vadstena, impulsada por otra visión.

En Vadstena había sesenta religiosas. En un edificio contiguo, habitaban trece sacerdotes, en honor de los doce apóstoles, y de San Pablo; cuatro diáconos, que representaban a los doctores de la Iglesia, y ocho hermanos legos. En conjunto, había ochenta y cinco personas.

Santa Brígida redactó las constituciones; según se dice, se las dictó el Salvador, en una visión. Pero ni Bonifacio IX, con la bula de canonización, ni Martín V que ratificó los privilegios de la abadía de Sión, y confirmó la canonización, mencionan ese hecho, y sólo hablan de la aprobación de la regla por la Santa Sede, sin hacer referencia a ninguna revelación privada.

En la fundación de Santa Brígida, lo mismo que en la orden de Fontevrault, los hombres estaban sujetos a la abadesa en lo temporal, pero en lo espiritual, las mujeres estaban sujetas, al superior de los monjes. La razón de ello es que la orden, había sido fundada principalmente para las mujeres, y los hombres sólo eran admitidos en ella, para asegurar los ministerios espirituales.

Los conventos de hombres y mujeres, estaban separados por una clausura inviolable; tanto unos como las otras, asistían a los oficios en la misma iglesia, pero las religiosas se hallaban en una galería superior, de suerte que ni siquiera podían verse unos a otros.

El monasterio de Vadstena, fue el principal centro literario de Suecia, en el siglo XV. A raíz de una visión; Santa Brígida escribió una carta muy enérgica a Clemente VI, urgiéndole a partir de Aviñón a Roma, y establecer la paz entre Eduardo III de Inglaterra, y Felipe IV de Francia.

El Papa se negó a partir de Aviñón, pero en cambio envió a Hemming, obispo de Abo, a la corte del rey Felipe, aunque la misión no tuvo éxito. Entre tanto, el rey Magno, que apreciaba más las oraciones, que los consejos de Santa Brígida, trató de hacerla intervenir en una cruzada, contra los paganos letones y estonios. Pero en realidad, se trataba de una expedición de pillaje.

La santa no se dejó engañar, y trató de disuadir al monarca. Con ello, perdió el favor de la corte, pero no le faltó el amor del pueblo, por cuyo bienestar se preocupaba sinceramente, durante sus múltiples viajes por Suecia.

En Roma e Italia

Había todavía en el país muchos paganos, y Santa Brígida ilustraba con milagros, la predicación de sus capellanes. En 1349, a pesar de que la "muerte negra", hacía estragos en toda Europa, Brígida decidió ir a Roma, con motivo del jubileo de 1350. Acompañada de su confesor, Pedro de Skeninge y otros, se embarcó en Stralsund, en medio de las lágrimas del pueblo, que no habría de volver a verla.

En efecto, la santa se estableció en Roma, donde se ocupó de los pobres de la ciudad, en la espera de la vuelta del Pontífice, a la Ciudad Eterna. Asistía diariamente a misa, a las cinco de la mañana, se confesaba todos los días, y comulgaba varias veces por semana, según era permitido en aquella época.

El brillo de su virtud, contrastaba con la corrupción de costumbres, que reinaba entonces en Roma: el robo y la violencia hacían estragos, el vicio era cosa normal, las iglesias estaban en ruinas, y lo único que le interesaba al pueblo, era escapar de sus opresores.

La austeridad de la santa, su devoción a los santuarios, su severidad consigo misma, su bondad con el prójimo, su entrega total, al cuidado de los pobres y los enfermos, le ganaron el cariño de muchos. Santa Brígida atendía con particular esmero, a sus compatriotas, y cada día, daba de comer a los peregrinos suecos en su casa, que estaba situada en las cercanías de San Lorenzo, en Damaso.

Pero su ministerio apostólico, no se reducía a la práctica de las buenas obras, ni a exhortar a los pobres, y a los humildes. En cierta ocasión, fue al gran monasterio de Farfa, para reprender al abad, "un hombre mundano, que no se preocupaba absolutamente por las almas". Hay que decir que probablemente, la reprensión de la santa, no produjo efecto alguno.

Más éxito tuvo su celo, por la reforma de otro convento de Bolonia. Allí se hallaba Brígida, cuando fue a reunirse con ella su hija, Santa Catalina, quien se quedó a su lado, y fue su fiel colaboradora, hasta el fin de su vida.

Dos de las iglesias romanas, más relacionadas con nuestra santa, son la de San Pablo extramuros, y la de San Francisco de Ripa. En la primera, se conserva todavía el bellísimo crucifijo, obra de Cavallini, ante el que Santa Brígida acostumbraba orar, y que le respondió más de una vez; en la segunda iglesia se le apareció San Francisco, y le dijo: "Ven a beber conmigo, en mi celda". La santa interpretó aquellas palabras, como una invitación para ir a Asís. Visitó la ciudad, y de allí partió en peregrinación, por los principales santuarios de Italia, durante dos años.

Profecías y revelaciones

Las profecías y revelaciones de Santa Brígida, se referían a las cuestiones mas candentes de su época. Predijo por ejemplo, que el Papa y el emperador, se reunirían amistosamente en Roma. Al poco tiempo, así lo hicieron - el Papa Beato Urbano V y Carlos IV, en 1368.

La profecía de que los partidos, en que estaba dividida la Ciudad Eterna, recibirían el castigo que merecían por sus crímenes, disminuyeron un tanto la popularidad de la santa, y aun le atrajeron persecuciones. Brígida fue arrojada de su casa, y tuvo que ir con su hija, a pedir limosna al convento de las Clarisas. Por otra parte, ni siquiera el Papa, escapaba a sus severas admoniciones proféticas.

El gozo que experimentó la santa, con la llegada de Urbano a Roma, fue de corta duración, pues el Pontífice, se retiró poco después a Viterbo, luego a Montesfiascone, y aun se rumoreó, que se disponía a volver a Aviñón.

Al regresar de una peregrinación a Amalfi, Santa Brígida tuvo una visión, en la que Nuestro Señor, la envió a avisar al Papa, que se acercaba la hora de su muerte, a fin de que diese su aprobación, a la regla del convento de Vadstena. Santa Brígida, había ya sometido la regla a la aprobación de Urbano V, en Roma, pero el Pontífice, no había dado respuesta alguna.

Así pues, se dirigió a Montefiascone, montada en su mula blanca. Urbano aprobó en general la fundación, y la regla de Santa Brígida, que completó con la regla de San Agustín. Cuatro meses más tarde, murió el Pontífice. Santa Brígida, le escribió tres veces a su sucesor, Gregorio XI, que estaba en Aviñón, conminándole a trasladase a Roma. Así lo hizo el Pontífice, cuatro años después de la muerte de la santa.

En 1371, a raíz de otra visión, Santa Brígida emprendió una peregrinación, a los Santos Lugares, acompañada de su hija Catalina, de sus hijos Carlos y Bingerio, de Alfonso de Vadaterra, y otros personajes. Ese fue el último de sus viajes.

La expedición comenzó mal, ya que en Nápoles, Carlos se enamoró de la reina Juana I, cuya reputación era muy dudosa. Aunque la esposa de Carlos, vivía aún en Suecia, y el marido de Juana estaba en España, ésta quería contraer matrimonio con él, y la perspectiva no desagradaba a Carlos.

Su madre, horrorizada ante tal posibilidad, intensificó sus oraciones. Dios resolvió la dificultad, del modo más inesperado y trágico, pues Carlos enfermó de una fiebre maligna, y murió dos semanas después, en brazos de su madre.

Santa Brígida prosiguió su viaje a Palestina, embargada por la más profunda pena. En Jaffa, estuvo a punto de perecer ahogada, durante un naufragio. Sin embargo, durante la accidentada peregrinación, la santa disfrutó de grandes consolaciones espirituales, y de visiones sobre la vida del Señor.

A su vuelta de Tierra Santa, en el otoño de 1372, se detuvo en Chipre, donde clamó contra la corrupción de la familia real, y de los habitantes de Famagusta, quienes se habían burlado de ella, cuando se dirigía a Palestina. Después pasó a Nápoles, donde el clero de la ciudad, leyó desde el púlpito, las profecías de Santa Brígida, aunque no produjeron mayor efecto entre el pueblo.

La comitiva llegó a Roma, en marzo de 1373. Brígida, que estaba enferma desde hacía algún tiempo, empezó a debilitarse rápidamente, y falleció el 23 de julio de ese año, después de recibir los últimos sacramentos, de manos de su fiel amigo, el Padre Pedro de Alvastra. Tenía entonces setenta y un años.

Su cuerpo fue sepultado provisionalmente, en la iglesia de San Lorenzo in Panisperna. Cuatro meses después, Santa Catalina y Pedro de Alvastra, condujeron triunfalmente las reliquias a Vadstena, pasando por Dalmacia, Austria, Polonia, y el puerto de Danzig.

Santa Brígida, cuyas reliquias reposan todavía, en la abadía por ella fundada, fue canonizada en 1391, y es la patrona de Suecia.

Visiones y escritos

Uno de los aspectos más conocidos, en la vida de Santa Brígida, es el de las múltiples visiones, con que la favoreció el Señor, especialmente las que se refieren, a los sufrimientos de la Pasión, y a ciertos acontecimientos de su época.

Por orden del Concilio de Basilea, Juan de Torquemada, quien fue más tarde cardenal, examinó el libro de las revelaciones de la santa, y declaró que podía ser muy útil, para la instrucción de los fieles; pero tal aprobación encontró muchos opositores.

Por lo demás, la declaración de Torquemada, significa únicamente, que la doctrina del libro es ortodoxa, y que las revelaciones, no carecen de probabilidad histórica.

El Papa Benedicto XIV, entre otros, se refirió a las revelaciones de Santa Brígida, en los siguientes términos: "Aunque muchas de esas revelaciones han sido aprobadas, no se les debe el asentimiento de fe divina; el crédito que merecen es puramente humano, sujeto al juicio de la prudencia, que es la que debe dictarnos, el grado de probabilidad de que gozan, para que crearnos píamente en ellas".

Santa Brígida, con gran sencillez de corazón, sometió siempre sus revelaciones, a las autoridades eclesiásticas, y lejos de gloriarse por gozar de gracias tan extraordinarias, las aprovechó como una ocasión, para manifestar su obediencia, y crecer en amor y humildad.

Si sus revelaciones la han hecho famosa, ello se debe en gran parte a su virtud heroica, consagrada por el juicio de la Iglesia.

El libro de sus revelaciones, fue publicado por primera vez, en 1492.

Las brigidinas, tienen unas lecciones de maitines, tomadas de sus revelaciones, sobre las glorias de María, conocidas con el nombre de "Sermo Angelicus", en recuerdo de las palabras del Señor, a la santa: "Mi ángel te comunicará las lecciones, que las religiosas de tus monasterios, deben leer en maitines, y tú las escribirás, tal como él te las dicte".

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Oficio de lectura, 23 de Julio, Santa Brígida, Religiosa

Elevación de la mente, a Cristo Salvador

De las oraciones atribuidas, a Santa Brígida

Oración 2: Revelationum S Birgittae libri 2, Roma 1628

Bendito seas Tú, mi Señor Jesucristo, que anunciaste por adelantado tu muerte, y en la última cena, consagraste el pan material, convirtiéndolo en tu Cuerpo Glorioso, y por Tu amor lo diste a los Apóstoles, como memorial de tu dignísima pasión, y les lavaste los pies, con tus santas manos preciosas, mostrando así humildemente, tu máxima humildad.

Honor a Tí, mi Señor Jesucristo, porque el temor de la pasión y la muerte, hizo que tu cuerpo inocente, sudara sangre, sin que ello fuera obstáculo, para llevar a término tu designio de redimirnos, mostrando así, de manera bien clara, tu caridad para con el género humano.

Bendito seas Tú, mi Señor Jesucristo, que fuiste llevado ante Caifás; y Tú, que eres el juez de todos, permitiste humildemente ser entregado a Pilato, para ser juzgado por él.

Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, por las burlas que soportaste, cuando fuiste revestido de púrpura, y coronado con punzantes espinas, y aguantaste con una paciencia inagotable, que fuera escupida tu faz gloriosa, que te taparan los ojos, y que unas manos brutales, golpearan sin piedad, tu mejilla y tu cuello.

Alabanza a Tí, mi Señor Jesucristo, que te dejaste ligar a la columna, para ser cruelmente flagelado, que permitiste que te llevaran, ante el tribunal de Pilato, cubierto de sangre, apareciendo a la vista de todos, como el Cordero inocente.

Honor a Tí, mi Señor Jesucristo, que con todo tu glorioso cuerpo ensangrentado, fuiste condenado a muerte de cruz; cargaste sobre tus sagrados hombros el madero; fuiste llevado inhumanamente al lugar del suplicio, despojado de tus vestiduras, y así quisiste ser clavado en la cruz.

Honor para siempre a Tí, mi Señor Jesucristo, que en medio de tales angustias, te dignaste mirar con amor, a tu dignísima madre, que nunca pecó, ni consintió jamás la más leve falta; y para consolarla, la confiaste a tu discípulo, para que cuidara de ella con toda fidelidad.

Bendito seas por siempre, mi Señor Jesucristo, que cuando estabas agonizando, diste a todos los pecadores, la esperanza del perdón, al prometer misericordiosamente, la gloria del paraíso al ladrón arrepentido.

Alabanza eterna a Tí, mi Señor Jesucristo, por todos y cada uno de los momentos, que en la cruz sufriste las mayores amarguras y angustias, por nosotros pecadores, porque los dolores agudísimos, procedentes de tus heridas, penetraban intensamente en tu alma bienaventurada, y atravesaban cruelmente tu corazón sagrado, hasta que dejó de latir, y exhalaste el espíritu, e inclinando la cabeza, lo encomendaste humildemente a Dios, tu Padre, quedando tu cuerpo invadido, por la rigidez de muerte.

Bendito seas Tú, mi Señor Jesucristo, que con tu sangre preciosa, y tu muerte sagrada, redimiste las almas, y por tu Misericordia, las llevaste del destierro a la vida eterna.

Bendito seas Tú, mi Señor Jesucristo, que por nuestra salvación, permitiste que tu costado y tu corazón, fueran atravesados por la lanza, y para redimirnos, hiciste que de Él brotara con abundancia, tu sangre preciosa, mezclada con agua.

Gloria a Tí, mi Señor Jesucristo, porque quisiste que tu cuerpo bendito, fuera bajado de la cruz por tus amigos, y reclinado en los brazos de tu afligidísima madre, para que ella lo envolviera en lienzos, y fuera enterrado en el sepulcro, permitiendo que unos soldados montaran guardia.

Honor por siempre a Tí, mi Señor Jesucristo, que enviaste el Espíritu Santo, a los corazones de los discípulos, y aumentaste en sus almas, el inmenso amor divino.

Bendito seas Tú, glorificado y alabado por los siglos, Señor Jesús, que estás sentado sobre el trono, en tu Reino de los Cielos, en la gloria de tu divinidad, viviendo corporalmente, con todos tus miembros santísimos, que tomaste de la carne de la Virgen.

Y así, has de venir en el día del juicio, a juzgar a las almas, de todos los vivos y los muertos: Tú que vives y reinas, con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Oración: Señor y Dios nuestro, que has manifestado a Santa Brígida, secretos celestiales, mientras meditaba la pasión de tu Hijo, concédenos a nosotros, tus siervos, ser partícipe de estos mismos dones, compartiendo contigo nuestras pruebas, y enfermedades de este mundo, y así alcanzar la manifestación de tu Gloria, en el Reino de los Cielos. A Tí Señor, que todo lo sufriste por nosotros, en la Sagrada Cruz. Amén.


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ORACIONES
Aprobadas por El Papa Pío IX

En la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma, todavía se puede contemplar, en la capilla del Santísimo Sacramento, el Crucifijo Milagroso ante el cual, estuvo arrodillada Santa Brígida, cuando recibió estas 15 Oraciones de Nuestro Señor.

Allí hay una inscripción, conmemorando este evento, en latín: “Pendentis. Pendente Dei verba a accepit aure accipit et verbum, corde Brigitta Deum. Anno Jubilei MCCCL”

Por mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber, cuántos latigazos había recibido Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día, se le apareció Jesucristo, diciéndole: “Recibí en Mi Cuerpo, cinco mil cuatrocientos ochenta azotes (5.480). Si queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis venerado, cada una de Mis Llagas”. Nuestro Señor mismo, le dictó las oraciones a la santa

Primera Oración

Padrenuestro - Ave María.

¡Oh Jesucristo. ¡Sois la eterna dulzura de todos los que Os aman; la alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; la salvación y esperanza de todos los pecadores. Habéis manifestado, no tener mayor deseo, que el de permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el punto, de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por Amor a ellos.

Acordaos de todos los sufrimientos que habéis soportado, desde el instante de Vuestra Concepción, y especialmente durante Vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado, desde toda la eternidad, según el plan divino.

Acordaos, Oh Señor, que durante la última cena, con Vuestros discípulos, les habéis Lavado los pies; y después, les distéis Vuestro Santísimo Cuerpo, y Vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis Vuestra próxima Pasión.

Acordaos de la tristeza y amargura, que habéis experimentado en Vuestra Alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: ”Mi Alma está triste hasta la muerte”.

Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores, que habéis soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la crucifixión.

Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por Vuestro discípulo Judas; apresado por los habitantes de una nación, que habíais escogido y enaltecido.

Fuisteis acusado por falsos testigos, e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió, en la flor de Vuestra madurez, y en la solemne estación pascual.

Acordaos que fuisteis despojado, de Vuestra propia vestidura, y revestido con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara, infligiendote bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en Vuestras manos, una caña. Finalmente fuisteis atado a la columna, desgarrado con azotes, y agobiado de oprobios y ultrajes.

En memoria de todas estas penas y dolores, que habéis soportado, antes de Vuestra Pasión en la Cruz, concededme antes de morir, una contrición verdadera, una confesión sincera y completa, adecuada satisfacción; y la remisión de todos mis pecados. Amén.

Agregado personal: Aleja Señor de nuestra presencia, a toda compañía perniciosa, conversación insidiosa, murmuraciones, espectáculos televisivos indecentes, y toda otra actividad que nos aleje de Tí. Amén.

Segunda Oración

Padrenuestro - Ave María

¡Oh Jesús, verdadera libertad de los ángeles, y paraíso de delicias!. Acordaos del horror y la tristeza, con que fuisteis oprimido, cuando Vuestros enemigos, como leones furiosos, os rodearon con miles de injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos, y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo.

En consideración a estos tormentos, y a las palabras injuriosas, Os suplico. ¡Oh mi Salvador, y Redentor!, que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles, y que bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la salvación eterna. Amén.

Agregado personal: Aleja Señor de nuestra casa y lugares de estudio y de trabajo, a toda influencia maligna, visible o invisible, y hacemos un firme propósito de exponer en nuestros hogares, una imagen de tu Sagrado Corazón, y de el de nuestra Venerable Madre, la Santísima Virgen María. Amén.

Tercera Oración

Padrenuestro - Ave María

¡Oh Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar!. Vos abarcáis todo, y todo es sostenido, bajo Vuestra amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis, cuando con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe, clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies, a la Cruz.

Y no viéndoos en un estado, suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad, extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos.

¡Oh Jesús!, en memoria de este santo dolor, que habéis soportado, con tanto amor en la Cruz, Os suplico concederme la gracia, de temeros y amaros. Amén.

Agregado personal: Te ofrecemos Señor, nuestras propias laceraciones, y la dislocación silenciosa y mortal de nuestro Corazón, por todas las infidelidades que hemos tenido hacia Tí, y hacia nuestro cónyuge, ya que hemos desgarrado el Cuerpo Místico, que nos une a Ella o Él, en el Sagrado Sacramento del Matrimonio. Amén.

Cuarta Oración.

Padrenuestro - Ave María.

¡Oh Jesús, Médico Celestial elevado en la Cruz, para curar nuestras llagas, con las Vuestras!. Acordaos de las contusiones y los desfallecimientos, que habéis sufrido en todos Vuestros Miembros, y que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante al Vuestro.

Desde la cima de la cabeza, hasta la planta de los pies, ninguna parte de Vuestro Cuerpo, estaba exenta de tormentos. Sin embargo, olvidando todos Vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por Vuestros enemigos, a Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os hago esta súplica: conceded que el recuerdo de Vuestra muy amarga Pasión, nos alcance una perfecta contricción, y la remisión de todos nuestros pecados. Amén.

Agregado personal: Que sepamos perdonar Señor, todas las ofensas, y hacemos un firme propósito, de saber esperar a nuestros deudores, reduciendoles toda carga injusta de intereses, e incluso olvidándonos, de ser posible, de nuestras acreencias, sabiendo que de esta manera, haremos una ínfima compensación, por tantas faltas y pecados, con que te hemos ofendido. Amén.

Quinta Oración

Padrenuestro - Ave María

¡Oh Jesús!, ¡Espejo de Resplandor Eterno!. Acordaos de la tristeza aguda, que habéis sentido, al contemplar con anticipación, las almas que habían de condenarse.

A la luz de Vuestra Divinidad, habéis vislumbrado, la predestinación de aquellos que se salvarían, mediante los méritos, de Vuestra Sagrada Pasión.

Simultáneamente, habéis contemplado tristemente, la inmensa multitud de réprobos, que serian condenados por sus pecados; y Os habéis quejado amargamente, de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.

Por este abismo, de compasión y piedad, y principalmente por la bondad, que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, hago esta súplica, Dulce Jesús. Os pido que a la hora de mi muerte, tengáis misericordia de mí. Amén.

Agregado personal: Que sepamos recibir con Amor y Agradecimiento, a nuestros Abuelos y Abuelas en nuestros hogares, teniendoles misericordia, para poder nosotros alcanzarla, en el día de nuestra partida. Amén.

Sexta Oración

Padrenuestro - Ave María

¡Oh Jesús. Rey infinitamente amado y deseado!. Acordaos del dolor que habéis sufrido, cuando desnudo, y como un crimina! común y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz.

También fuisteis abandonado, de todos Vuestros parientes y amigos, con la excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra agonía, Ella permaneció fiel, junto a Vos; luego la encomendasteis a Vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a María: “Mujer, he aquí a tu hijo!” Y a Juan: “He aquí a tu Madre!”.

Os suplico, Oh mi Salvador, por la espada de dolor, que entonces traspasó el alma, de Vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de mí. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.

Agregado personal: Que sepamos Señor recibir con Amor y Agradecimiento, a nuestros Hijos e Hijas desde la concepción, evitando por todos los medios, la concreción del horrendo crimen del aborto, el cual es una terrible espada, que atraviesa el corazón de la mujer. Amén.

Séptima Oración

Padrenuestro - Ave María

¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí!. En profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: “Tengo sed”. Era sed por la salvación del género humano. Oh mi Salvador, os ruego que inflaméis nuestros corazones, con el deseo de dirigirnos a la perfección, en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros, la concupiscencia carnal, y el ardor de los apetitos mundanos. Amén.

Agregado personal: Que sepamos apartarnos, de toda ansia de ascensos, premios e injustas gratificaciones por nuestro trabajo, sabiendo reconocer en otros su talento, y alegrarnos de sus logros, compartiendo con todos los nuestros. Deseamos hacer justicia, en nuestro lugar de trabajo, evitando todo tipo de acoso sexual, y malsano interés por la vida de los demás. Amén.

Octava Oración

Padrenuestro - Ave María

¡Oh Jesús, Dulzura de los corazones, y Deleite del espíritu!. Por el vinagre y la hiel amarga, que habéis probado en la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos.

Concedednos la gracia de recibir dignamente, Vuestro Santísimo Cuerpo, y Sangre Preciosísima, durante nuestra vida, y también a la hora de la muerte, para servir de remedio y consuelo, a nuestras almas. Amén.

Agregado personal: Deseamos Señor santificar en cuerpo y sangre, nuestra unión conyugal, con el sagrado sacramento del Matrimonio, y terminar con los cálculos y mezquindades, y así poder unirnos estrechamente a tu Cuerpo Místico. Amén.

Novena Oración

Padrenuestro - Ave María.

¡Oh Jesús, Virtud real y gozo del alma!. Acordaos del dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte, insultado y ultrajado por la multitud.

Clamasteis en alta voz, que habíais sido abandonado, por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

Por esta angustia, Os suplico, Oh mi Salvador, que no me abandonéis, en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.

Agregado personal: Deseamos Señor, ofrecerte el dolor del hijo o hija perdidos en la droga, o las pandillas; nuestro noviazgo o matrimonio que naufragó; nuestros estudios, ascenso, proyecto o carrera que fracasaron; o el empleo que no podemos conseguir, o hemos perdido. Sabemos que siempre estás junto a Nosotros, como el Padre estuvo junto a Tí. Amén.

Décima Oración

Padrenuestro -Ave María.

¡Oh Jesús. Principio y Fin de todas las cosas. Sois la Vida, y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra, fuisteis sumergido, en un abismo de penas, sufriendo dolor, desde la planta de los Pies, hasta la cima de la Cabeza.

En consideración a la enormidad de Vuestras Llagas, enseñadme a guardar, por puro amor a Vos, todos Vuestros Mandamientos; cuyo camino de Vuestra Ley Divina, es amplio y agradable, para aquellos que Os aman, Amén.

Agregado personal: Deseamos Señor apartarnos hoy mismo, del alcohol, las drogas, el juego, la violencia, las películas y espectáculos indecentes, y toda otra infidelidad a tus Sagrados Mandamientos, y así aliviar nuestras llagas espirituales, y contribuir a cerrar y curar vuestro Sagrado Cuerpo, lacerado por nuestros pecados. Amén.

Undécima Oración

Padrenuestro - Ave María

¡Oh Jesús!. ¡Abismo muy profundo de Misericordia!.

En memoria de las llagas, que penetraron hasta la médula de Vuestros Huesos y Entrañas, para atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del pecado.

Ocultadme de Vuestro Rostro, tan justamente irritado contra mí. Escondedme en los huecos de Vuestras Llagas, hasta que Vuestra cólera y justísima indignación, hayan cesado. Amén.

Agregado personal: que sepamos Señor, sustraer a nuestros Hijos e Hijas, de todo acto indecente, sabiendo brindarles educación sexual orientada al Amor, y al Compromiso Permanente, en Unión contigo. Amén.

Duodécima Oración

Padrenuestro - Ave María

¡Oh Jesús!. Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad. y Vínculo de la Caridad!. Acordaos de la multitud de Llagas, con que fuisteis herido, desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas, Oh dulce Jesús, por la efusión de Vuestra adorable Sangre.

¡Oh, qué dolor tan grande y repleto, habéis sufrido por Amor a nosotros, en Vuestra Carne virginal!. ¡Dulcísimo Jesús!. ¿Qué hubo de hacer por nosotros, que no habéis hecho?. Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido!. ¡Oh amable y adorable Jesús!.

Por el fiel recuerdo de Vuestra Pasión, que el Fruto meritorio de Vuestros sufrimientos, sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón, Vuestro Amor aumente cada día, hasta que llegue a contemplaros en la eternidad. ¡Oh Amabilísimo Jesús!. Vos sois el Tesoro, de toda alegría y dicha verdadera, que Os pido concederme en el Cielo. Amén.

Agregado personal: que sepamos Señor, compartir con generosidad, el Tesoro de nuestro Conocimiento y Experiencia de Vida, y así ayudar a otros, a suavizar la dura curva del aprendizaje, y su inserción en la sociedad. Amén.

Décima-Tercera Oración

Padrenuestro - Ave María

¡Oh Jesús!. ¡Fuerte León, Rey inmortal e invencible!. Acordaos del inmenso dolor que habéis sufrido, cuando agotadas todas Vuestras fuerzas, tanto morales como físicas, inclinasteis la Cabeza, y dijisteis: “Todo está consumado”.

Por esta angustia y dolor, os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí, en la hora de mi muerte, cuando mi mente estará tremendamente perturbada, y mi alma sumergida en angustia. Amén.

Agregado personal: que sepamos Señor concluir nuestra tarea, cerrando en nuestro corazón, muchas peleas que continúan abiertas por años o décadas, y así poder comprender y perdonar, alcanzando la Paz, en nuestra última hora sobre la Tierra. Amén.

Décima-Cuarta Oración

Padrenuestro - Ave María.

¡Oh Jesús!. ¡Único Hijo del Padre Celestial!, esplendor y semejanza de su Esencia!. Acordaos de la sencilla y humilde recomendación, que hicisteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: “¡Padre, en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!”.

Desgarrado Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas de Vuestra misericordia, para redimirnos, habéis expirado.

Por Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, Oh Rey de los Santos, confortadme. Socorredme para resistir al demonio, a la carne y al mundo. A fin de que estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma, peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.

Agregado personal: que sepamos Señor, encomendarte la Vida de nuestros Hijos e Hijas, así como la de nuestro Cónyuge, sabiendo que pertenecen sólo a Tí, y que no deben ser objeto de nuestra exacerbada voluntad, ansia de dominio, o manipulación alguna. Amén.

Décima-Quinta Oración

Padrenuestro-Ave María

¡Oh Jesús!. ¡Verdadera y fecunda Vid!. Acordaos de la abundante efusión de Sangre, que tan generosamente habéis derramado, de Vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra preciosa Sangre fue derramada, como el jugo de la uva bajo el lagar.

De Vuestro Costado, perforado por un soldado con la lanza, ha brotado Sangre y Agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo, gota alguna. Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada Carne Vuestra, fue destrozada; la Substancia de Vuestro Cuerpo fue marchitada; y disecada la médula de Vuestros Huesos.

Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra preciosa Sangre, Os suplico, Oh dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma, cuando yo esté sufriendo, en la agonía de mi muerte. Amén.

Agregado personal: queremos Señor acompañar, a los enfermos y moribundos, con nuestras oraciones y ayuda material, y así poder alcanzar las Bendiciones y la Paz, en nuestras Vidas, en Unión Eterna contigo. Amén.

Conclusión: ¡Oh Dulce Jesús!. Herid mi corazón, a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia, me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente, Oh mi Señor, a Vos. Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación perpetua. Y que mi conversación, Os sea agradable. Que el fin de mi vida, Os sea de tal suerte loable, que después de mi muerte, pueda merecer Vuestro Paraíso, y alabaros para siempre en el Cielo, con todos Vuestros Santos y Santas. Amén.



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