miércoles, 22 de julio de 2020

21 de julio

San Lorenzo de Brindis

(1559-1619)

Doctor de la Iglesia, sacerdote capuchino, predicador

Gran conversor de los judíos al Catolicismo

Al mirar a Cristo Crucificado, tendré fuerzas para sufrir cualquier padecimiento, por amor a Él”

Cuando empiezo a predicar, se me olvida todo el plan que tenía, y empiezo a hablar, como si estuviera leyendo, en un libro misterioso venido del cielo”

Aceptad dócilmente la palabra, que ha sido plantada, y es capaz de salvaros”


Breve

Lorenzo significa "Laureado".

Vigoroso predicador, de gran influencia en el período posterior, al Concilio de Trento.

Nació en Brindis, reino de Nápoles, en el año 1559; ingresó en la Orden de los Capuchinos, donde enseñó teología a sus hermanos de religión, y ocupó varios cargos de responsabilidad.

Delegado del Papa en muchos asuntos importantes, sin embargo, siempre mantuvo una profunda humildad. El Papa Clemente VIII, decía que el Padre Lorenzo, valía él solo más que un ejército.

Predicó con asiduidad y eficacia, en varios países de Europa; también escribió muchas obras de carácter doctrinal. Murió en Lisboa, en el año 1619.

Su meditación favorita: La Pasión y Muerte de Jesucristo.

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Adaptado de La Vida de los Santos de Butler.

Cesar de Rossi, nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana, de cierto renombre. A los seis años, ya asombraba a todos, por la facilidad de aprender de memoria, páginas enteras que declamaba en público.

Primero se educó, en el convento de los franciscanos de su ciudad natal, y después, bajo la dirección de un tío suyo, en el colegio de San Marcos de Venecia. Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual, como espiritual, y a los dieciséis años, ingresó en el convento de los capuchinos de Verona.

Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió, que le iba a ser muy difícil soportar, aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?". "Sí, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado, tendré fuerzas para sufrir por amor a Él, cualquier padecimiento".

Con el hábito religioso, recibió el nombre de Lorenzo.

Durante sus estudios de filosofía y teología, en la Universidad de Padua, se distinguió, por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español, y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.

Por su gran don de prédica, siendo diácono, le fue encomendado el predicar, los 40 días de Cuaresma, en la Catedral de Venecia, por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción, al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.

Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza, y otras ciudades del norte de Italia. En 1596 pasó a Roma, a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII, le pidió que trabajase especialmente, por la conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida, unía un profundo conocimiento del hebreo.

Un secreto

Un sacerdote le preguntó: "Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar?. ¿A su formidable memoria?". Y él respondió: "En buena parte, se debe a mi buena memoria. En otra buena parte, a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal, es que encomiendo mucho a Dios, mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar, se me olvida todo el plan que tenía, y empiezo a hablar, como si estuviera leyendo, en un libro misterioso venido del cielo".

Dormía sobre tablas

Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia, comiendo casi siempre, pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre, y de buen humor con todos.

Enviado a Alemania

Sus superiores le enviaron, junto con el Beato Benito de Urbino, a establecer a los capuchinos en Alemania, como una muralla contra el protestantismo. Los dos misioneros, empezaron por atender, a las víctimas de una epidemia de peste; más tarde, fundaron conventos en Praga, Viena y Gorizia, de donde habían de nacer, con el tiempo, las provincias de Bohemia, Austria y Estiria.

En el año de 1602, San Lorenzo fue elegido superior general de su orden. Desempeñó su cargo con vigor y caridad. Al punto, emprendió la visita de las provincias, pero en 1605, se negó a aceptar la reelección, pues pensaba que Dios le reservaba para otras empresas.

Ante la amenaza turca

Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II, le envió en misión diplomática, a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría.

El santo tuvo éxito en su misión, y fue nombrado capellán general, del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos. En algunas ocasiones, San Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601; los generales le consultaron; el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas, y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo.

La aplastante derrota que sufrieron los turcos, fue atribuida por todos, a San Lorenzo. Se cuenta que al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro, y le dio la comunión por su propia mano.

Tras algún tiempo de predicar, y reconciliar con la Iglesia a los herejes de Alemania, recibió del emperador, la comisión de persuadir a Felipe III de España, a que se uniese a la Liga Católica, y aprovechó la ocasión, para fundar un convento de capuchinos en Madrid.

Después fue enviado a Munich, como nuncio de la Santa Sede, ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga. Desde ahí administró dos provincias de su orden, y prosiguió su tarea de pacificación y predicación.

En 1618, tras haber mediado dos veces en las diferencias reales, se retiró al convento de Caserta, con la esperanza de verse libre, de todas las distracciones mundanas, por más que siempre había hecho todo lo posible, por evitar que sus actividades, en los asuntos seculares, le apartaran de su vida como religioso.

Dios le había concedido, una gracia especial para ello, y el santo era frecuentemente arrebatado en éxtasis, mientras celebraba la misa, de suerte que puede decirse, que su vida interior constituía el punto de partida, de todas sus actividades exteriores.

Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios, de los hombres verdaderamente santos. Los principales señores de Nápoles, acudían a San Lorenzo para presentarle sus quejas, por la tiranía del virrey español, duque de Osuna, y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe, para evitar que el pueblo se levantase en armas.

El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa. Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia, y su poder de persuasión, y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey, al duque de Osuna.

San Lorenzo regresó entonces a su convento, y ahí falleció, el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619. Cumplía 60 años. Fue sepultado, en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.

Su beatificación tuvo lugar en 1783; durante el proceso, se examinaron a fondo sus escritos. Dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, entre ellos 800 sermones muy sabios. También un comentario del Génesis, y algunas obras contra Lutero.

San Lorenzo, fue canonizado en 1881. En 1959, el Papa Juan XXIII, le dio el título de doctor de la Iglesia ("doctor apostolicus").

IBLIOGRAFÍA

Butler, Vida de los Santos.
Salesman, P. Eliécer,  Vidas de los Santos.
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día

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Del oficio de lectura, 21 de Julio, San Lorenzo de Brindis

La predicación es una función apostólica

De los sermones de San Lorenzo de Brindis, presbítero y doctor de la Iglesia.

Sermón cuaresmal 2: Opera Omnia 5,1, nums. 48. 50. 52


Para llevar una vida espiritual, que nos es común con los ángeles, y los espíritus celestes y divinos, ya que ellos y nosotros, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, es necesario el pan de la gracia del Espíritu Santo, y de la caridad de Dios.

Pero la gracia y la caridad, son imposibles sin la Fe, ya que sin la Fe, es imposible agradar a Dios. Y esta Fe se origina necesariamente, de la predicación de la palabra de Dios: La Fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Por lo tanto, la predicación de la palabra de Dios, es necesaria para la vida espiritual, como la siembra, es necesaria para la vida del cuerpo.

Por esto, dice Cristo: Salió el sembrador, a sembrar su semilla. Salió el sembrador a pregonar la justicia, y este pregonero, según leemos, fue algunas veces el mismo Dios; como cuando en el desierto, dio a todo el pueblo, de viva voz bajada del cielo, la ley de justicia; fue otras veces un ángel del Señor, como cuando en el llamado «lugar de los que lloran», echó en cara al pueblo, sus transgresiones de la Ley Divina, y todos los hijos de Israel, al oír sus palabras, se arrepintieron y lloraron todos a voces; también Moisés predicó a todo el pueblo, la ley del Señor, en las campiñas de Moab, como sabemos por el Deuteronomio.

Finalmente, vino Cristo, Dios y hombre, a predicar la palabra del Señor, y para ello envió también a los Apóstoles, como antes había enviado a los profetas.

Por consiguiente, la predicación es una función apostólica, angélica, cristiana, divina. Así comprendemos, la múltiple riqueza que encierra la palabra de Dios, ya que es como el tesoro, en que se hallan todos los bienes. De ella proceden la Fe, la Esperanza, la Caridad; todas las virtudes, todos los dones del Espíritu Santo, todas las bienaventuranzas evangélicas, todas las buenas obras, todos los actos meritorios, toda la gloria del paraíso: Aceptad dócilmente la palabra, que ha sido plantada, y es capaz de salvaros.

La palabra de Dios, es luz para el entendimiento, fuego para la voluntad, para que el hombre pueda conocer y amar a Dios; y para el hombre interior, el que vive por la gracia del Espíritu Santo; es pan y agua, pero un pan más dulce que la miel y el panal; un agua mejor que el vino y la leche; es para el alma un tesoro espiritual de méritos, y por esto es comparada al oro y la piedra preciosa; es como un martillo, que doblega la dureza del corazón obstinado en el vicio, y como una espada, que da muerte a todo pecado, en nuestra lucha contra la carne, el mundo y el demonio.

Oración: Oh Dios, que para gloria de tu Sagrado Nombre, y salvación de las almas, otorgaste a San Lorenzo de Brindis, el espíritu de ciencia, consejo y fortaleza, concédenos ese mismo espíritu, para derrotar en nuestros corazones, a la carne, al deseo del mundo, y a las insinuaciones del demonio. Amén.


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