viernes, 8 de febrero de 2019


Sexta Feria 8 de febrero

SAN JERONIMO EMILIANI


Patrono universal de los huérfanos, y de la juventud abandonada

Fundador de los Padres Somascos (1537)

Protector de los campos contra el granizo

Dulce Padre nuestro... te rogamos por tu infinita bondad, que devuelvas a todo el pueblo cristiano, al estado de santidad que tuvo en tiempos de tus Apóstoles

“Solo en Dios debemos confiar”

Etimología: Jerónimo: (Jero = sagrado, Nomo = nombre)

Breve:
Nació en Venecia, Italia, en 1486. Abrazó la carrera de las armas, que más tarde dejó, consagrándose al servicio de los pobres, después de distribuir entre ellos sus bienes. Fundó la Orden de los Clérigos Regulares de Somasca, con la misión de socorrer a los niños huérfanos y pobres. Murió en Somasca (Bérgamo), en el año 1537.
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Jerónimo queda huérfano de padre, a los 10 años. Es un joven con grandes aspiraciones. Ya a los  25 años, es militar y gobernador regente de la fortaleza de Castelnuovo de Quero, paso importante para el acceso, desde el norte, a la gran ciudad de Venecia. Las potencias europeas, aliadas en la liga de Cambrai, atacan el castillo el 27 de agosto de 1511.

Los invasores, muy superiores en número, vencen y toman a Jerónimo prisionero. Lo encierran y encadenan, en el calabozo de su propio castillo. Esta fue la situación que Dios utilizó, para iniciar la gracia de su conversión. Hasta entonces, había llevado una vida mundana, pero en la cárcel meditó las palabras de Jesús:

Pues, ¿de qué le servirá al hombre, ganar el mundo entero, si arruina su vida?. O ¿qué puede dar el hombre, a cambio de su vida? -Mateo 16,26

En la cárcel se vuelve a la Santísima Virgen María, pidiéndole su liberación. No se sabe cómo se logró ese milagro, pero una cosa es cierta: Jerónimo sabía que fue por intercesión de la Virgen, y nunca se olvidó de serle un hijo agradecido y fiel.

Jamás olvidará esa fecha, que cambió su vida: Era el 27 de septiembre de 1511. Una vez libre, visita el Santuario de la ‘Madonna Grande’ en Treviso, donde Jerónimo promete solemnemente, entregarse totalmente al servicio de Dios, y del prójimo.

Al finalizar la guerra, en 1516, Jerónimo vuelve a su cargo de gobernador de Quero. Pero su corazón, ya no está en las vanidades de antes. En 1527, termina su compromiso como gobernador de Quero, y regresa a Venecia. Continúa su camino de conversión. Se pone bajo la dirección de un sacerdote ejemplar. El esmero que antes empleaba, a favor de la República de Venecia, ahora lo dedica a la Patria Celestial.

El hombre manso
En una ocasión, se encuentra Jerónimo en la plaza de San Marcos, conversando con un hombre, de asuntos de herencia familiar. Aquel se siente molesto, y le amenaza, con que le va a arrancar uno a uno los pelos de la barba. Jerónimo, con mucha paz, le ofrece la cara, y le dice: ‘Amigo, si así lo quiere Dios, aquí me tienes’. Los presentes quedan asombrados, y comentan entre ellos: ‘¡Si esto hubiese pasado hace un par de años, lo hubiese despellejado vivo!’.

El hombre de caridad
En 1528, Italia sufre hambruna. Mueren millares de personas. Multitudes acuden a Venecia, por considerar que allí hay más oportunidades. El gobierno no ayuda, y hay muchos indigentes en las calles, entre ellos, hay muchos niños. Jerónimo está entre un grupo de fieles cristianos, que se entregan al servicio de los necesitados.

En pocos días, agota todo su dinero, y comienza a vender, a favor de los pobres, todas sus posesiones, incluso los muebles de su casa. Él mismo se dedicaba a dar de comer, vestir y hospedar. Siempre animaba a todos, a confiar en Dios, aun en la hora de la muerte.

Cadáveres de víctimas aparecen por las calles. Jerónimo los carga sobre sus hombros, y los lleva al cementerio. Él también contrae la peste, y se ve cerca de la muerte. Todo lo acepta con gran virtud. Aquello sirvió, para gran testimonio de todos quienes le conocieron. Pero pronto se recuperó, y continuó la obra.

Padre de los huérfanos
Los niños andan en grave peligro, no solo de hambre, sino de caer en la delincuencia y el pecado, por causa del ambiente, en que están forzados a vivir. Muchos no tienen familia, o andan abandonados. Jerónimo sabe muy bien, por experiencia propia, la angustia de los huérfanos. Pero éstos no tienen nada.

Se decide a dejarlo todo, para formar una familia con ellos. Una familia, dentro de la gran familia, que es la Iglesia Católica. Jerónimo comprende la importancia de ser Iglesia. Cuenta con la amistad de San Cayetano Thiene, y el Obispo Carafa, su confesor, que luego será el Papa Pablo IV.

El 6 de febrero de 1531, deja para siempre la casa paterna, su ropa de noble, y se va a vivir a San Roque, a un bajo alquilado, con un grupo de unos treinta jóvenes de la calle. El reto es muy grande: Hay que alimentar, educar y proteger a los niños, dependiendo de la caridad.

Contrata artesanos para que les enseñen oficios, con que ganarse la vida. Su lema es: ‘trabajo, caridad y piedad’. Su objetivo: ayudarlos a desarrollarse, tanto espiritualmente, como en talentos necesarios para ejercer una vocación.

Propagación.
Por obediencia a su confesor, en 1532, deja Venecia, se va a pie, y en total pobreza, a fundar en Bérgamo, donde el obispo le solicitó. Se trata del lugar más pobre y devastado de la República de Venecia. Con la ayuda del obispo, y otras personas, organiza los hospitales para los niños.

Desarrolla el estilo de catecismo, de preguntas y respuestas. Más tarde, con los niños más preparados, va por los pueblos y aldeas, rezando y evangelizando. Los niños dan un gran testimonio, al compartir su conocimiento del catecismo, y al ayudar en el trabajo del campo, sin pedir nada a cambio.

El amor a la Iglesia, es uno de los signos de la santidad evidente en Jerónimo. Desde Bérgamo, irradia una intensa evangelización popular. Se trata de una verdadera reforma desde la Iglesia, al mismo tiempo que los errores del protestantismo, amenazan por todas partes.

Él reza: “Dulce Padre nuestro... te rogamos por tu infinita bondad, que devuelvas a todo el pueblo cristiano, al estado de santidad, que tuvo en tiempos de tus Apóstoles”. Algunos hombres se le unen, tanto sacerdotes como seglares, y él les encomienda las obras en la comarca.

En noviembre de 1533, con un grupo de treinta y cinco jóvenes, se propone ir a Milán. Pero en el camino, se enferma de fiebre, como también algunos de los niños. Tiene que quedarse abandonado, en un lugar junto al camino. Pasa entonces un hombre a caballo, y los niños le alertan.

Resultó ser un antiguo conocido de Jerónimo, que tenía una casa cerca de allí. Le ofrece llevarlo a él solo, en su cabalgadura. Jerónimo, a pesar de la fiebre, dice: ‘Hermano, Dios os pague vuestra caridad; pero de ninguna manera, puedo yo dejar solos a estos pequeños: ¡quiero vivir y morir con ellos!’. El conocido llega a Milán, e informa al Duque Francisco Sforza lo acontecido, y éste se encarga de que Jerónimo y los niños, sean trasladados a la ciudad.

Recuperada la salud, continúa la obra en Milán. La ciudad ha pasado guerra, saqueo y plagas. Había gran necesitad de cuidar a los niños abandonados. Abre para ellos una institución, los 'Martinitt', aún hoy activa. Para el cuidado de las niñas, cuenta con la ayuda de señoras.

Como el número de colaboradores aumenta, organiza al grupo, con el nombre de ‘Compañía de los Servidores de los Pobres’, que será aprobada por Pablo III en 1540, y más tarde, Pío V elevará a la categoría de Orden Religiosa, con el nombre de Orden de los Clérigos Regulares de Somasca, o Padres Somascos.

Somasca, es apenas un grupo de casas en el norte de Italia, junto al lago Como. Allí había un castillo abandonado, sobre una peña, con vista al lago. Es el lugar escogido por San Jerónimo, para ser el corazón de la Compañía. Allí se dedica al servicio de los niños, y a pasar largo tiempo de oración, ante un gran crucifijo. Abre una escuela de gramática, y una casa de formación, para los miembros de la Compañía.

En 1535, tiene que regresar a Venecia, ya que su confesor le manda a decir, que las obras han crecido tanto, que necesita su consejo para reestructurarlas. 'Era impresionante ver a aquel hombre en hábito de mendigo, pero con alma de noble, de ademanes castos, circunspectos y prudentes, que a cuantos lo contemplaban, les parecía una deliciosa sinfonía de virtudes... Estuvimos juntos varias veces, y me colmó de cristiana esperanza, y de muchos y santos recuerdos, que todavía resuenan en mi alma...'

Hay grandes pruebas, pues viven una vida muy austera, y es un gran reto, mantener las casas para jóvenes, que se propagaron por el norte de Italia. ‘...Si en vosotros Dios encuentra fe sincera y esperanza, hará con vosotros cosas grandes, pues Él exalta a los humildes... Si perseveráis en medio de la tentación, Dios os consolará en este mundo..., os dará paz y descanso en este mundo, temporalmente, y luego, en el otro, para siempre’.

En Brescia, hay un capítulo de la Compañía, para unificar la visión. En su última carta dice a los suyos: ‘Es que no saben que se han ofrecido a Cristo, que están en su casa, y comen de su pan, y se hacen llamar Servidores de los pobres de Cristo?. ¿Cómo pues, quieren cumplir cuanto han prometido, sin caridad ni humildad de corazón, sin soportar al prójimo, sin buscar la salvación del pecador, y rezar por él, sin mortificación... sin obediencia y sin respeto, por las buenas usanzas acordadas?

Su confesor le pide ir a Roma, a fundar otros centros. Pero a finales de 1536, se propaga por el Valle de San Martín, una plaga poco conocida. Padecen también los huérfanos, y los Servidores de la Compañía. San Jerónimo se contagia, y ya no puede subir a su casa, en el peñón de Somasca.

Le dan en el pueblo una habitación prestada. Antes de morir, con una teja, traza una gran cruz en la pared, para poder contemplarla en la agonía. Manda bajar a sus huérfanos, para despedirse de ellos, y aunque sin fuerzas, como último testimonio, les lava a cada uno los pies.

A los amigos del pueblo les recomienda, que no ofendan a Dios con malas costumbres y blasfemias: él, a cambio, intercederá desde el cielo, para que el granizo no estropee sus cosechas. A sus hermanos de la Compañía les dice: 'Seguid a Cristo crucificado; amaos los unos a los otros; servid a los pobres'. Muere el 8 de febrero de 1537,

La primera misión Somasca fuera de Italia, se estableció el 5 de octubre de 1921, en El Salvador (C.A.). Allí adoptaron el Centro de Menores de La Ceiba (hoy Instituto Emiliani). Desde allí, la labor se propagó a otras fundaciones en el país. En la actualidad los Religiosos Somascos tienen Institutos, Centros de Acogida, Escuelas, Colegios y Parroquias en: Italia, Colombia, El Salvador, México, Estados Unidos, España, Suiza, Guatemala, Honduras, Filipinas, Sry Lanka e India.

Beatificado en 1747
Canonizado en 1767.

En 1928, Pío XI lo declaró ‘Patrono universal de los huérfanos, y de la juventud abandonada’.
Su obra continúa con sus hijos, los Padres Somascos, herederos espirituales de la Compañía de los Servidores de los pobres, y en muchos que se inspiran de su espiritualidad.

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Del oficio de lectura, 8 de Febrero, San Jerónimo Emiliani
Sólo en el Señor debemos confiar
De las cartas de San Jerónimo Emiliani, a sus hermanos de religión
(Venecia, 21 de junio de 1535)

Hermanos dilectísimos en Cristo, e hijos de la Sociedad de los Siervos de los pobres:

Os saluda vuestro humilde padre, y os exhorta, a que perseveréis en el amor de Cristo, y en la fiel observancia de la ley cristiana, tal como os lo demostré de palabra y obra, cuando estaba con vosotros, a fin de que el Señor, sea glorificado por mí en vosotros.

Nuestro fin es Dios, fuente de todo bien, y como decimos en nuestra oración, sólo en Él debemos confiar, y no en otros.

Nuestro Señor, que es benigno, queriendo aumentar vuestra fe (sin la cual, como dice el Evangelio, Cristo no hubiese podido hacer muchos milagros), y escuchar vuestra oración, determinó que vivierais pobres, enfermos, afligidos, cansados y abandonados de todos, y que os vieseis incluso privados de mi presencia corporal, aunque no de la presencia espiritual, de este vuestro pobre padre, que tanto os ama.

Sólo Dios sabe, por qué obra así con vosotros; pero podemos sospechar tres razones:

La primera, es que nuestro Señor os quiere contar entre sus hijos queridos, con tal que perseveréis en sus caminos; esto es lo que suele hacer, con sus amigos para santificarlos.

La otra razón, es que pretende haceros confiar exclusivamente en Él. Dios, como os he dicho, no realiza sus obras, en aquellos que se resisten a depositar en Él, totalmente su fe y su esperanza; en cambio, infunde la plenitud de su caridad, en aquellos que están llenos de fe y esperanza, y realiza grandes obras en ellos.

Por eso, si tenéis auténtica fe y esperanza, hará con vosotros grandes cosas, Él, que exalta a los humildes. Al hacer que me haya alejado de vosotros, y al alejar también a cualquier otro, que goce de vuestro favor, Dios os da a elegir entre dos cosas: apartaros de la fe, volviendo a las cosas del mundo; o permanecer fuertes en la fe, y obtener así su aprobación.

He aquí, pues, la tercera razón: Dios quiere probaros, como al oro en el crisol. El fuego va consumiendo, la impureza adosada al oro, haciéndolo más puro y aumentando así su valor. De igual modo, se comporta Dios con su siervo bueno, que espera y persevera en la tribulación. El Señor lo levanta y le devuelve, ya en este mundo, el ciento por uno, de todo lo que dejó por amor suyo, y después le da la vida eterna.

Así es como se comporta Dios, con todos sus santos. Así hizo con el pueblo de Israel, después de que pasó tantas tribulaciones en Egipto: lo condujo por el desierto entre prodigios, lo alimentó con el maná, y sobre todo le dio la tierra prometida. Si vosotros perseveráis constantes en la fe, en medio de las tentaciones, Dios os dará paz y descanso temporal en este mundo, y sosiego imperecedero en el otro.

Oración: Señor, Dios de las misericordias, que hiciste a San Jerónimo Emiliani, padre y protector de los huérfanos, concédenos, por su intercesión, la protección y seguridad a todos los huérfanos del mundo, muchos víctimas de las guerras en África, América Latina, Este de Europa, el Cáucaso, Sudeste de Asia, Filipinas y el Medio Oriente. Ayúdanos a comprender, que es una responsabilidad de todos, y no sólo de los gobiernos, ya agobiados, y sin recursos económicos y humanos, para manejar una catástrofe humanitaria de dimensiones globales. A Tí Señor, que nos dijiste que sin ser niños, nunca llegaríamos al Reino de los Cielos. Amén.


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